junio 26, 2007

El engaño del etanol


Por Porfirio Cristaldo Ayala


El etanol será una solución sólo cuando su producción sea rentable, sin subvenciones ni imposiciones estatales. Mientras tanto, será un peso muerto para el progreso.


El etanol es el nuevo evangelio estatista, la solución a todos los problemas políticos, económicos y ecológicos de la humanidad. Los presidentes George Bush y Lula da Silva decidieron a finales de marzo cooperar en el campo de los biocombustibles junto a la Unión Europea y Japón. El etanol impulsará el desarrollo de los países pobres, asegura Lula, mientras Bush celebra su aportación a la independencia energética. Se equivocan. Las promesas del alcohol como combustible son mentiras. El etanol no es el "elixir mágico", sino un combustible caro, antieconómico y nocivo para el medio ambiente, que consume más energía de la que produce y no permitirá a Estados Unidos alcanzar la independencia energética.
En la actualidad, entre el 45% y el 55% del costo del etanol en EEUU es cubierto por subsidios estatales. El coste de producción del alcohol de maíz es más del doble que el de la gasolina. La mezcla E10 (10% etanol y 90% gasolina) que exigen algunos estados, supuestamente por ser menos contaminante, es sustancialmente más cara que la gasolina no mezclada con etanol. Si se eliminaran los subsidios y las obligaciones legales de consumirlo en Estados Unidos y la UE, la producción de biocombustibles se derrumbaría.
En Brasil el costo del etanol es menor debido a que en su producción se utiliza caña de azúcar, con un rendimiento ocho veces mayor que el maíz. Pero a pesar de eso, y de sus 30 años de experiencia y tecnología, Brasil no produciría alcohol como combustible si no existieran subsidios y leyes que exigen un porcentaje mínimo de mezcla, sin tener en cuenta al coste final. Son los consumidores quienes lo pagan en el surtidor. Pero aún si su producción fuera rentable, el daño social no sería menor, pues crecería la superficie cultivada de caña de azúcar en perjuicio de otros cultivos y habría una deforestación masiva. El crecimiento de la agricultura para combustibles a expensas de la agricultura para alimentos aumenta el precio de los segundos.
Lo de la independencia energética resulta especialmente absurdo. En Estados Unidos no se podría reemplazar el consumo de gasolina por etanol aunque se emplearan todas las tierras del país para cultivar maíz destinado a producir alcohol. Se estima que, para el 2030, el etanol podría reemplazar, como mucho, un 6% del consumo de la gasolina. Pero aún si se pudiera reemplazar todo el consumo de petróleo con biocombustibles, la autosuficiencia no implica seguridad energética. Esta sólo se logra adquiriendo el combustible en los grandes mercados internacionales.
El etanol es ineficiente, tiene la mitad del poder calorífico del diesel y los vehículos consumen más etanol por kilómetro. Las subvenciones europeas y estadounidenses para promover su producción derrochan cantidades ingentes de dinero, como sucede con las otorgadas a los fabricantes de vehículos Flex Fuel, que en la práctica usan gasolina. Pero semejante derroche, que para los países ricos no es muy importante, a menudo se convierte en una tragedia para los países pobres.
El etanol no es un combustible "ecológico" ni "renovable". El etanol aumenta la contaminación del aire y menos de un 26% de su contenido energético es renovable. El resto de la energía necesaria para producir etanol debe suministrarse de otras fuentes. El etanol reduce la emisión de gases invernadero un 12% y la mezcla E10 en un 5%. Otros procesos obtienen la misma reducción a una décima parte del coste. El etanol resulta en extremo antieconómico como medio para controlar la emisión de gases de efecto invernadero.
La alianza Bush-Lula también es un engaño. Brasil desea exportar etanol a los mercados protegidos de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. Pero éstos no tienen intención de eliminar el proteccionismo en el etanol, incluyendo los créditos impositivos y los elevados aranceles. No les preocupa atropellar del libre comercio. Lo que pretende Bush es librar a los países de América Central y el Caribe del dominio de Chávez, que les subsidia el petróleo que consumen. Brasil proveerá la tecnología para la producción de etanol y Estados Unidos abrirá sus mercados al alcohol producido en estos países. ¿Qué beneficios obtendrá Brasil?
El etanol será una solución sólo cuando su producción sea rentable, sin subvenciones ni imposiciones estatales. Mientras tanto, será un peso muerto para el progreso.


Fuente: AIPE
Porfirio Cristaldo Ayala es corresponsal de la agencia AIPE en Paraguay y presidente del Foro Libertario.

El desafío de la oposición


Por Roberto Cachanosky

El desprecio que el presidente Néstor Kirchner ha demostrado por el orden republicano, sumado a la humillación que está sufriendo la Argentina al dejar que un déspota como Hugo Chávez maneje la política interna del país (al punto de organizar un acto en Ferro para atacar a George W. Bush), más la constante reivindicación que hace el Gobierno de la violencia terrorista de los 70, entre otros hechos, están generando una creciente demanda de amplios sectores de la sociedad para que la oposición construya una alternativa fuerte para las elecciones de octubre. Lo que percibe la gente es que el rumbo político que ha tomado la Argentina es el de una creciente restricción a los derechos civiles, manipulación política, persecución de los que piensan diferente y demás actitudes lisa y llanamente autoritarias. Es como cuando la gente dice que le tiene miedo a la policía. Si la policía fue creada para defender a los ciudadanos honestos del accionar de los delincuentes, se transforma en un hecho grave que la gente le tema a quienes deben defenderlos de los delincuentes. Con el gobierno pasa lo mismo. Si el aparato de compulsión y coerción no es utilizado para defender la libertad de las personas y hacer cumplir los contratos, sino que se lo usa en beneficio del gobierno de turno para atemorizar a los ciudadanos con el objetivo de perpetuarse en el poder mediante el miedo, no sólo se destruye el sistema republicano de gobierno, en el mediano plazo también se destruye la democracia como mecanismo pacífico de cambiar los gobernantes. Desde mi punto de vista, el mayor dilema de la oposición no pasa tanto por la bomba de tiempo económica que ha activado el Gobierno, sino por algo más grave: evitar que la libertad quede anulada bajo el peso de la hegemonía política. Quienes sostienen que un amplio espectro del arco opositor tiene que juntarse para evitar el rumbo político que sigue Kirchner piensan que la prioridad es frenar esta desvergonzada carrera hacia el autoritarismo. Una visión que, obviamente, comparto. Por otro lado están los que perciben el riesgo del creciente autoritarismo, aunque consideran que un simple rejunte político no es una solución al problema por más que permita ganar las elecciones, ya que la falta de acuerdo sobre ciertos principios básicos podría hacer naufragar rápidamente una victoria electoral y dar paso a un posterior mayor autoritarismo. Según este punto de vista, las diferencias internas de un grupo tan heterogéneo harían imposible gobernar con eficiencia. Para poner algunos nombres y apellidos: ¿tendría éxito en el gobierno una coalición que incluyera a Mauricio Macri, Ricardo López Murphy, Roberto Lavagna y Elisa Carrió? Supongamos que estos cuatro candidatos se pusieran de acuerdo sobre ciertos puntos básicos de defensa de los valores republicanos. ¿Cuál sería el resultado económico de una coalición que piensa diferente en materia de política económica? ¿Es un atractivo para el electorado el tema de las instituciones o la mayoría de la gente pone en primer lugar la bonanza económica y deja en un segundo plano la cuestión institucional? Por otra parte, crear un partido testimonial que defiende ciertos valores pero sin chances de llegar al poder no luce práctico. En ese caso, sería preferible que vuelquen sus esfuerzos en difundir ideas desde fundaciones, ateneos o medios de comunicación, entre otras posibilidades. Porque, finalmente, la oposición al autoritarismo también se puede llevar a cabo desde fuera de la política. Tomemos el caso de Lavagna. El hombre participó en los gobiernos de Duhalde y Kirchner y tuvo la habilidad de saltar del barco antes de que el problema inflacionario se acelerara. Quedó así como el economista que renegoció la deuda pública, la actividad económica se mantuvo en alza durante su gestión y la inflación todavía no se había desbordado. ¿Tendría éxito económico Lavagna en el largo plazo bajo un gobierno no autoritario, o los desbordes que hoy muestra la economía serían los mismos? Elisa Carrió levanta el estandarte de la moralidad en los actos de gobierno. Me parece perfecto y suscribo la postura. Ahora bien, ¿cómo se reestablece la moralidad pública? ¿Cambiando las personas o modificando el sistema, estableciéndole límites al Estado para que no avance sobre los derechos individuales y los políticos no abusen del monopolio de la fuerza que les fue otorgado para defensa de las libertades? Mi impresión es que un amplio espectro del arco opositor puede unirse y tener éxito si previamente se ponen de acuerdo sobre ciertos principios básicos que todos van a respetar. La idea sería que esos principios básicos no sólo permitan frenar el proyecto autocrático de Kirchner, además deben lograr un cierto grado de éxito en la gestión de gobierno que haga que la gente deseche todo nuevo proyecto autoritario basado en el descontento de la población. En otros términos, no sólo hay que ganar las elecciones, también hay que eliminar el caldo de cultivo que da lugar al surgimiento de demagogos autoritarios. Cuando la gente padece pobreza y miseria, acepta fácilmente los cantos de sirena de los enemigos de la libertad, quienes aprovechan ese descontento para ganar las elecciones. ¿Cuáles podrían ser esos principios básicos que el arco opositor debería suscribir sin reservas? 1) Limitar el poder del Estado para evitar los gobiernos autoritarios, eliminando, por ejemplo, la utilización de los decretos de necesidad y urgencia como forma de legislar. 2) Integrar política y económicamente a la Argentina al mundo para anclar las instituciones a las reglas de juego que imperan en los países que crecen. Las humillantes condiciones que Chávez le está imponiendo a nuestra Nación a fuerza de sus petrodólares son un ejemplo de lo que no hay que hacer. 3) Reemplazar la actual política económica basada en los privilegios y prebendas, que en lugar de empresarios genera cortesanos sumisos a la chequera del gobierno, por una economía de mercado en la cual el que quiera obtener ganancias deberá invertir para ganarse el favor del consumidor y no el del funcionario público. 4) Establecer un verdadero sistema federal. Esto implica sancionar una ley de coparticipación federal que independice a los gobernadores e intendentes de la chequera del gobierno central. 5) Eliminar la arbitrariedad con que el Poder Ejecutivo puede manejar los fondos públicos gracias a los superpoderes. El Parlamento tiene que volver a cumplir la función de controlar al Ejecutivo. 6) Sancionar con toda severidad los abusos en que incurren los funcionarios públicos intimidando a los productores para dibujar los índices de precios. 7) Reducir la corrupción mediante la limitación de los poderes del Estado para redistribuir patrimonios e ingresos a su antojo. 8) Crear un marco de respeto por las reglas de juego que atraiga las inversiones en el sector real de la economía como forma de sentar las bases del crecimiento de largo plazo. Seguramente este listado necesite de modificaciones, agregados y aclaraciones. La idea central, sin embargo, es que todo acuerdo electoral para frenar el autoritarismo tiene que cumplir dos requisitos básicos: recuperación de una democracia republicana y reglas económicas que mejoren de tal manera la calidad de vida de la población que ésta entienda que es posible progresar dentro de una democracia republicana. El desafío es grande, pero si otros países pudieron lograrlo, ¿por qué nosotros no vamos a poder?


Fuente: Economía Para Todos

junio 24, 2007

Manifestaciones masivas de estudiantes en Caracas


Por Robert Bottome

Las manifestaciones masivas de estudiantes, periodistas, artistas y otros sectores de la población venezolana en protesta por el cierre de RCTV, el canal televisivo más emblemático del país, ha sido uno de los acontecimientos políticos más importantes de los últimos tiempos en Venezuela.
Sin embargo, el Gobierno de Hugo Chávez ha desestimado esta gran muestra de disidencia ciudadana y ha reaccionado criminalizando la protesta, violando un sin fin de derechos constitucionales de los manifestantes e intentado desacreditar al movimiento estudiantil.
El ámbito parlamentario, la casa que debe promulgar leyes justas para todos los venezolanos, se está utilizando para tratar de degradar, humillar y minimizar a este movimiento espontáneo y creativo. Voces alteradas de los "parlamentarios" del régimen utilizaron supuestas grabaciones de conversaciones privadas de políticos (hecho violatorio de la Constitución y de leyes vigentes) para argumentar que los estudiantes estaban siendo manipulados por la oposición política. Esto fue negado con contundencia por los estudiantes en una rueda de prensa realizada en la Universidad Simón Bolívar, donde insistieron que la protesta pacífica y generalizada que vienen realizando tiene como bandera la restitución de las libertades que están siendo pisoteadas por el Gobierno de Chávez.
Prueba de que el Gobierno miente, y que es cierto que las manifestaciones ocurridas a raíz del cierre de RCTV son espontáneas y reflejan el sentir del venezolano, la dan los resultados de las encuestas realizadas en estos días por las empresas de opinión.
Hinterlaces publicó los resultados del rastreo realizado el 28 y el 30 de mayo, en una muestra de 909 entrevistas en 15 estados del país, con un posible error de 4,7%. Los resultados indican que la decisión presidencial en contra de RCTV es rechazada por 83% de los venezolanos. Más aún, en el mismo sondeo, 74% de la muestra considera que la democracia en Venezuela quedó amenazada con esa medida de cierre. Y 76% piensa que, con la confiscación de las antenas de transmisión de RCTV, el derecho a la propiedad privada también está en peligro. Esa clara mayoría es indicativa que gran número de los ciudadanos que rechazan la medida son o fueron chavistas. Más aún, el sondeo también revela que el nivel de aprobación del presidente Chávez cayó 10 puntos, al caer el apoyo a su gestión de 49% a 39%, mientras que 54% de los encuestados tiene una opinión desfavorable del mandatario. Las críticas al Gobierno se han disparado desde la salida forzada de RCTV del espectro radioeléctrico venezolano.
De igual manera, los últimos sondeos realizados por DataAnálisis señalan que entre 75% y 80% de la sociedad rechaza el cierre de RCTV. Indica DataAnálisis que, al cruzar la variable con la percepción política de los entrevistados que están en contra del cierre de la televisora, determinaron que 95% de quienes rechazan la medida pertenecen a la oposición, 78% ni apoyan ni están en contra del gobierno y 47% son chavistas.
Parece evidente que el régimen socialista de Chávez, que con marcado tilde comunista trata de implantar una hegemonía a la cubana sobre la información, está recibiendo un rotundo “no” de la población venezolana.


Fuente: AIPENET

¿Cambiará Kirchner de política en un segundo mandato?


Por Roberto Cachanosky

Aunque el kirchnerismo consiga un nuevo mandato en las elecciones de octubre, nada hace suponer que habrá un cambio en la política económica. Por el contrario, cualquier modificación atentaría contra las mismas bases sobre las que detenta su poder.

En los últimos días, me han preguntado si el presidente Néstor Kirchner cambiará la política económica después de las elecciones. Obviamente, esta pregunta parte del supuesto de que Kirchner (o el pingüino o la pingüina que designen como candidato a presidente) logrará ganar en octubre, ya sea en la primera o en la segunda vuelta.

Supongamos que gana un pingüino. La respuesta es que por supuesto que puede cambiar. Sin embargo, la pregunta que se formularía el nuevo presidente kirchnerista sería: “¿Por qué voy a cambiar si con esta política me fue bien? Si gané las elecciones con esta política económica, ¿para qué cambiar?”. Claro, esto supone un análisis muy superficial y de corto plazo de la política económica, pero a juzgar por las medidas que vienen tomando, es obvio que la improvisación prima sobre los proyectos de largo plazo en las políticas públicas del Gobierno. Basta ver cómo se viene enredando cada vez más con el control de la inflación, al punto de que la nueva política de Estado está centrada en el precio de la lechuga, para darse cuenta del lío económico en que está metido. Un gobierno que le dedica tiempo al control del precio de la lechuga refleja tener muy poca lucidez en el campo de la economía. Semejante preocupación es casi una promesa de fracaso en el mediano plazo. De manera que el primer problema que le veo a un eventual cambio en la política económica del Gobierno son las fuertes limitaciones intelectuales que viene mostrando al respecto. El primitivismo de las medidas es tan grande, que apostar a un cambio es casi un ejercicio de ciencia ficción.

Pero transitemos la ciencia ficción y supongamos que gana el kirchnerismo y decide cambiar la política económica. ¿Qué cambios supondría? Por ejemplo, encarar en serio el problema de la inflación y dejar de emitir para sostener el tipo de cambio. Si el Gobierno dejara flotar libremente el tipo de cambio, bajo las actuales regulaciones, el mercado quedaría ofrecido, el tipo de cambio bajaría y la recaudación del impuesto a las exportaciones se reduciría o directamente se extinguiría. Esto lo llevaría a no tener caja para sostener el aumento del gasto público. De manera que para dejar de ocupar su tiempo en el precio de la lechuga y controlar en serio la inflación, lo primero que tendría que hacer el Gobierno es dejar flotar libremente el tipo de cambio, a costa de perder ingresos fiscales por las razones explicadas.

En segundo lugar, debería agradecerle los servicios prestados al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y adjudicarle alguna embajada o bien mandarlo a su casa. Con esto estoy diciendo que los precios deberían quedar liberados nuevamente y debería aceptarse pagar el costo político del reajuste de precios relativos. Reajuste que incluiría las tarifas de los servicios públicos y los combustibles, entre otros. Al mismo tiempo, debería dejar de repartir subsidios a diestra y siniestra para “contener” los precios. Por ejemplo, el transporte público tendría que reajustar sus tarifas y dejar de percibir los subsidios que actualmente recibe. Con semejante cambio de precios relativos y sin tener a quién echarle la culpa del salto inflacionario, el Gobierno se vería sumamente comprometido políticamente.

En tercer lugar, debería congelar el gasto público. En vez de aumentarlo al ritmo del 25% anual como lo viene haciendo, tendría que apretar el freno, particularmente en el rubro de las obras públicas.

Recaudar menos por los derechos de exportación y dejar de aumentar el gasto iría en contra de la hegemonía política que inspira los actos del Gobierno. Dicho en otras palabras, cambiar la política económica significa sacrificar el objetivo de poder absoluto y sumergir el país en un baño de sistema republicano. Esto implicaría aceptar la división de poderes y tener un gobierno limitado. Un gobierno que respete los derechos individuales. El problema es que con la vigencia de la división de poderes el Ejecutivo puede ser cuestionado por sus actos de gobierno, no sólo por el Parlamento, sino también por la Justicia. Y un gobierno que ha sido muy poco transparente en sus actos y se ha ganado tantos enemigos, corre el riesgo de tener que someterse a incesantes excursiones a los tribunales en caso de que impere un sistema republicano de gobierno.

Desde el mismo inicio de su gestión, este gobierno utilizó el monopolio de la fuerza del Estado para intimidar a los adversarios políticos, a los que piensan diferente o a los que quisieron actuar de forma distinta a lo que indicaba el Ejecutivo. Borocotizó la política y estableció un sistema de “adhesiones” en base a la caja. Por lo tanto, el Gobierno no tiene lealtades. Quienes hoy son kirchneristas mañana van a cambiar de camiseta con una rapidez inusitada. Si alguien consigue adhesiones en base a la billetera, tiene que saber que esas adhesiones pueden transformarse en una traición ni bien comiencen a cambiar los vientos políticos. Dicho en otras palabras, Kirchner acumuló poder cooptando traidores, en consecuencia, para mantenerlos disciplinados, tiene que mantener su esquema de acumular poder e incrementar las presiones en la medida en que soplen vientos diferentes. A los traidores tendrá que someterlos con el pánico. Con esto estoy diciendo que más que un cambio de políticas en un posible segundo mandato, creo que aumentarán las inclinaciones autoritarias, por simple instinto de supervivencia.

Por otro parte, la estabilidad en las reglas de juego y el respeto por los derechos de propiedad son condición necesaria para atraer inversiones. Cambiar de política económica supone un gobierno subordinado a la ley, pero un gobierno subordinado a la ley es lo contrario a un gobierno autocrático. Así, el autoritarismo será cada vez más necesario para tratar de salvar el pellejo.

De manera que, de producirse un segundo mandato kirchnerista a partir de octubre, no me imagino a un gobierno respetando la iniciativa privada, reduciendo impuestos, bajando el gasto o integrando a la Argentina al mundo. Por el contrario, me imagino a un gobierno lanzado a una orgía de arbitrariedades, las que necesariamente aumentarán en la medida que la política económica haga más agua que ahora por el lado de la inflación. Dicho de otra manera, si hoy, con una inflación que empieza a desbordarse, el Gobierno se mete con el precio de la lechuga, es fácil imaginar el autoritarismo que imperará cuando Moreno, finalmente, sea derrotado por la verdura.

Socialismo siglo XXI

Por Mario Vargas LLosa

A diferencia de lo que ocurre en otros países donde la prensa escrita pierde lectores y publicidad, y por lo mismo se empobrece, en Brasil parece gozar de muy buena salud. Es la impresión que saco de una intensa semana pasada en ese país, en Río de Janeiro y San Pablo (con una rápida escapada al pequeño paraíso de Buzios), en la que, fiel a mi vocación inveterada de lector de periódicos, me he desayunado cada día sumergido en las abundantes páginas de O Globo , O Estado de São Paulo y Folha de São Paulo , los tres principales diarios del país. Excelentes, los tres. Bien escritos y mejor diagramados, con una rica información local e internacional, buenos columnistas, escaso amarillismo y mínima chismografía. Lo único lamentable es el poco espacio dedicado a la cultura de que adolecen los tres, pero ya sabemos que eso es, hoy, una enfermedad planetaria. La prensa brasileña, escrita y audiovisual, ha reaccionado con gran energía, condenando de manera severísima el cierre de Radio Caracas Televisión por el aprendiz de dictador venezolano, comandante Hugo Chávez. Hasta el Senado brasileño hizo lo mismo en un gesto que lo enaltece, sobre todo considerando los remilgos y silencios cobardes de los otros parlamentos latinoamericanos frente al atropello cometido por Chávez en su designio de acabar con el pluralismo informativo y la libertad de expresión en Venezuela. Penoso, eso sí, el apoyo que recibió Chávez del presidente Lula, que justificó la clausura de RCTV para no desencadenar las iras del caudillo venezolano, por lo que, afortunadamente, ha recibido de la prensa brasileña muchas y muy justas recriminaciones. Por lo demás, no existe el menor peligro de que Lula imite a Hugo Chávez: aunque le mande besos volados y simule a veces apoyarlo, su política está en las antípodas del estatismo y el colectivismo económico que el destemplado comandante aplica en su país, decidido por lo visto a producir en Venezuela una catástrofe económica e institucional semejante a la que causó en Perú el general Juan Velasco Alvarado, otro de los mentores y modelos de Hugo Chávez, además de Fidel Castro. Lula ha optado por un socialismo moderno, a la europea, es decir, por un socialismo que de tal sólo tiene el nombre, pues apoya la inversión extranjera y el mercado, la apertura económica y la empresa privada, y por eso los empresarios brasileños están felices con él: saben que sus declaraciones esporádicas de simpatía hacia Chávez son meras concesiones retóricas a la izquierda radical para tratar de aplacarla, sin el menor éxito por lo demás, pues ésta lo ataca ya como un traidor a la revolución. Vaya paradojas del tiempo en que vivimos: Lula, campeón del capitalismo para una derecha económica brasileña que ve en el antiguo sindicalista la mejor defensa contra el "socialismo del siglo XXI" que propone Hugo Chávez. El último número del semanario Veja -que tira un millón doscientos mil ejemplares de cada número- contiene una excelente investigación realizada por la revista sobre este "socialismo del siglo XXI" que se ha inventado el comandante Hugo Chávez y que, a golpe de petrodólares, se empeña en diseminar por toda la región. El reportaje, que firma el periodista Duda Teixeira, quien ha verificado sus datos sobre el terreno, no tiene desperdicio. Algunos ejemplos muestran la velocidad y obscenidad con que los más estrechos colaboradores políticos del caudillo-paracaidista se han enriquecido en el poder. El psiquiatra Jorge Rodríguez, vicepresidente nombrado por Chávez, es dueño de un lujoso hotel, en la isla Margarita, el principal balneario del país. Adán Chávez, hermano del presidente y ministro de Educación, es dueño de una empresa propietaria de 1600 camiones y barcos de pesca, y don Eudomario Carrujo, director financiero de la poderosa Pdvsa, la compañía petrolera estatal, posee una flota privada de quince automóviles de lujo, entre ellos un Hummer H2, que vale cien mil dólares. Este último vehículo es el preferido de los funcionarios chavistas, según confesaron a Veja los distribuidores de automóviles en Caracas. Y uno de los principales corifeos del "socialismo del siglo XXI", el gobernador chavista de Carabobo, Luis Acosta Carlez, lo proclamó en la televisión sin el menor rubor: "¿Por qué nosotros, los revolucionarios, no tendríamos el derecho de tener una camioneta Hummer H2?". En efecto, ¿por qué no? ¿Acaso el presidente Brezhnev, de la URSS, no tenía el hobby de coleccionar Mercedes-Benz? No sólo los coches de lujo son las debilidades de las actuales autoridades venezolanas. Otra es Miami y sus shopping centers , cabarets y hoteles de lujo. En esto, dice el periodista de Veja con mucha gracia, Hugo Chávez ha conseguido igualar ya a su héroe epónimo Fidel Castro: como los cubanos, todos los venezolanos sueñan ahora con escapar a los Estados Unidos. La diferencia está en que los altos funcionarios chavistas sí pueden hacerlo. Como no está bien visto que vayan a gastarse sus petrodólares en el imperio contra el que su jefe y caudillo despotrica día y noche, se valen de picardías y pillerías que el informe de Veja refiere con lujo de detalles. Como tener dos pasaportes -uno, sólo para los viajes a Estados Unidos- o arrancar las páginas con los sellos de entrada al infierno imperialista. El "socialismo del siglo XXI" consiste también en un desaforado mercantilismo. En la Venezuela de hoy se puede ser -todavía- un exitoso capitalista, a condición de ser un chavista servil. Como la transparencia se evaporó con la instalación del régimen, las concesiones, las licitaciones y los contratos estatales se otorgan a dedo y, algunas veces, mediante subastas o concursos amañados. El criterio político prevalece siempre, de acuerdo con la antigua ley de hierro de las dictaduras tercermundistas: "Para los amigos, todos los favores; para los enemigos, la ley". Como, gracias a la política chavista, la producción industrial se desplomó, la importación de artículos de primera necesidad es hoy un excelente negocio. Pero, para conseguir los dólares necesarios, el importador debe estar en muy buenas relaciones con el gobierno, pues para eso mismo se estableció el control de cambios, instrumento de coerción y de soborno tradicional de los gobiernos "nacionalistas" latinoamericanos. El reportaje de Veja , pese a la pavorosa realidad de corrupción, amiguismo, demagogia y autoritarismo que describe, no es totalmente pesimista. Por una parte, confirma algo que yo sospechaba, al ver la valerosa manera en que la oposición venezolana se movilizó contra el cierre de Radio Caracas Televisión. Que, esta vez, el caudillo venezolano ha dado un paso en falso y el pueblo venezolano ha comenzado a abrir los ojos frente al monstruo que ha creado, dando su confianza y sus votos a un demagogo que puede llevar el país a la ruina y a una dictadura totalitaria. Las encuestas que transcribe Veja del Instituto Hinterlaces, de Caracas, son elocuentes: 78% de los venezolanos reprueba el antinorteamericanismo de Chávez; 85% condena el financiamiento político a otros países; 86% no quiere un socialismo a la cubana, y también el 86% está contra la confiscación de propiedades privadas. Más aún: el cuarenta por ciento de los venezolanos que votaron por Chávez en las elecciones de diciembre pasado declaran que hoy votarían contra él. Todavía hay, pues, esperanzas para Venezuela. Y podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que el "socialismo del siglo XXI", hechura del espadón matonesco, pasará pronto, como una patraña más de esas dictaduras esperpénticas de que está constelada la historia latinoamericana. ¿Qué llevó a millones de venezolanos a votar tantas veces en los últimos años a favor de Hugo Chávez? La corrupción que corroía a la democracia y la incapacidad de ésta para reducir la pobreza y las inicuas desigualdades sociales. Pero, en vez de optar por una alternativa libertadora, se pusieron la soga al cuello apoyando una política que ha triplicado en cinco años la criminalidad en el país, disparado la inflación, derrochado los recursos públicos financiando el extremismo marxista en todo el continente y manteniendo vivo al semicadáver cubano. Pero, sobre todo, a un régimen que ha añadido nuevas y más perniciosas formas de corrupción a las varias que el país arrastraba. Ahora, el comandante Chávez sabe que su impopularidad crece cada día y por eso se apresura a cerrar los escasos espacios que quedan en Venezuela para denunciar sus atropellos. Lo ocurrido con RCTV es sólo el comienzo de un proceso que, como en Cuba, acabará por poner todos los medios de comunicación venezolanos bajo el control del Estado, salvo, tal vez, dos o tres excepciones, empresas supuestamente independientes -parece ser el caso de Venevisión, a juzgar por su ominoso silencio frente a la clausura de RTCV- para mantener la farsa del pluralismo informativo. Pero, a juzgar por la gallarda reacción que esta medida ha provocado en el medio estudiantil y popular que antes apoyaba al régimen, este episodio podría ser también el principio del fin de la revolución chavista.

Fuente: Diario La Nación

Una política liberal

Generalmente se plantea la política económica como el conjunto de conocimientos que, partiendo de la ciencia económica y de los instrumentos del Estado, ayudan a la consecución de una serie de objetivos sociales. En función de cuáles sean esos objetivos y los fines perseguidos se puede hablar de una política económica socialista o liberal, en mayor o menor grado. De hecho, lo hacemos constantemente. Pero, así planteada, no puede haber una política económica plenamente liberal.En primer lugar por lo que se refiere a los objetivos sociales. Generalmente están definidos como la mejora económica de ciertos grupos sociales o la prevalencia de ciertos valores morales, estéticos a veces, sobre otros. O la prestación de determinados servicios o la remoción de determinados comportamientos que se consideran negativos o antisociales. También se definen sus objetivos en términos más etéreos si se quiere, menos aprehensibles, de carácter macroeconómico.
El planteamiento de estos objetivos parte de dos errores. Uno de ellos es tan viejo como el pensar sobre cuestiones comunales o sociales, y es la idea del bien común. Los bienes tienen un valor subjetivo. Y puesto que las valoraciones personales son muy distintas y además son cambiantes, no puede haber un bien común. Literalmente, el bien común es una utopía. Cuando pronunciamos juntas las palabras "bien" y "común" sentimos una llamada atávica, impresa durante generaciones a fuego en nuestra alma, acaso en nuestros genes. Resulta duro separarse de una idea tan querida. Pero es una contradicción en los términos, tal como es la naturaleza humana, y la búsqueda de un imposible sólo puede causar decepción, desesperación y acaso melancolía.
Relacionado con este hecho está el error hayekiano, es decir, el de creer que podemos conocer o definir cuál sea ese bien común, y cuáles de los objetivos sociales que nos podamos plantear son los que más se acercan a esa quimera. Además, los políticos tienden a hacer promesas o a plantearse objetivos con un objetivo concreto (reducir la pobreza a la mitad en 15 años, crear un millón de puestos de trabajo en una legislatura, etc.). Pero los efectos concretos de unas u otras medidas dependen del comportamiento concreto de las personas sobre las que recaigan. De este modo, el que se puedan cumplir ese tipo de objetivos más concretos depende, además de que la medida adoptada acerque a ellos o sea compensada por otros factores, de circunstancias que condicionan el comportamiento concreto de las personas, parte de las cuales todavía no se han producido. Por ello insistía Hayek en que lo más que puede plantearse un político, honradamente, son objetivos generales tales como reducir la inflación, aumentar el empleo, etc., sin formular promesas más concretas.
Más adelante nos encontramos con los problemas de los medios, de las medidas concretas de política económica. La literatura sobre el tema es amplísima, y aquí el liberalismo muestra, por escoger la formulación también de Mises, que el intervencionismo provoca efectos que, o bien no son deseados por sus promotores, o bien no son previstos por éstos y son generalmente considerados negativos.
Entonces, ¿es inconcebible una política económica liberal? No, siempre que se tenga claro que toda política económica ha de tener el desmantelamiento del Estado como último objetivo. Puesto que el liberalismo confía en los procesos sociales espontáneos y ve al Estado como un órgano basado en la coerción, que no juega un papel en una sociedad basada en el contrato y el acuerdo voluntario, toda política económica ha de encaminarse a reducir su influencia, acaso hasta hacerlo desaparecer.
Rothbard propone una estrategia radical, ya que reducir una medida intervencionista a la mitad supone mantener el intervencionismo, con los efectos negativos que, sabemos, creará. Como, además, hay que contar con que un sector de la población y especialmente de la política se opondrá a cualquier liberalización, lo conveniente es aceptar este inconveniente desde el comienzo y llevar los objetivos tan lejos como sea posible. Milton y Rose Friedman mostraron, además, que "la tiranía del statu quo", de los intereses creados, logra paralizar cualquier medida liberalizadora si se demora más allá de los primeros meses de Gobierno. La reforma ha de ser, pues, radical y rápida en la medida de lo posible.
No obstante, en ocasiones es imposible restablecer la plena libertad de los ciudadanos, pero sí se pueden arbitrar políticas que se acerquen suficientemente, como puede ser el cheque escolar o la municipalización de la gestión educativa. Una vez implantados, se puede proponer el siguiente paso hasta eliminar la influencia del Estado en la vida ciudadana.
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Por: José Carlos Rodríguez, redactor de Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana.
Fuente: www.aipenet.com

Muere Hans F. Seenholz


Hans F. Sennholz: 3/2/1922–23/6/2007
Quien ha vivido bien sabe como morir bien. La muerte no le asusta. Es simplemente la última aventura de su vida. La muerte de Hans Sennholz el 23 de junio de 2007 concluye una vida llena de aventuras inerranables. Nació el 3 de febrero de 1922 en Alemania durante la hiperinflación y poco después de la Primera Guerra Mundial, sufrió la Gran Depresión y el auge del nacional socialismo alemán de Hitler. En la II Guerra Mundial, perdió a su madre en un bombardeo aliado en su ciudad natal y a su padre en un accidente minero. Su hermano, que sirvió en el ejército alemán, no regresó de Rusia. Él mismo fue reclutado forzosamente para la Luffwaffe y entrenado como piloto. Acometió numerosas misiones en Francia, Rusia y en Norte de África y fue condecorado por su valor.En una de sus misiones en Egipto, la artilleria neozelandesa lo abatió y lo apresó. Lo trasladaron a Sudáfrica, luego a Nueva Zelanda y finalmente a los EEUU, donde pasó el resto de la guerra en los campos de Nuevo México, Texas, Oklahoma, Kansas y Arkansas. Bajo el arresto americano, disfrutó del cuidado y el apoyo de diversos familiares estadounideses que habían emigrado durante los años 20. Su apoyo financiero le permitió estudiar por correspondencia en la Universidad de Texas, en Austin.Una vez fue liberado en 1946, Sennholz completó su educación en Alemania, obteniendo un Master por la Universidad de Marburgo en 1948 y el doctorado en la Universidad de Colonia en 1949. Después de su corta carrera como abogado en Colonia, volvió a los EEUU y continuó sus estudios en la Universidad de Nueva York, consiguiendo el doctorado en economía y en 1955 el codiciado premio del Día de los Fundadores.Sennholz empezó su carrera docente en la Universidad de Iona en New Rochelle, y continuó en la Universidad de Grove City. Durante 37 años de ensañanza ha dado clase a unos 10000 estudiantes. En la Universidad de Grove City incluso dirigió un graduado de la Universidad internacional de los Ángeles, que concedía masters y doctorados. En sus vacaciones daba numerosas conferencias a grandes audiencias volando de costa a costa.Hasta su jubilación a los 70, Sennholz asumió la presidencia de The Foundation for Economic Education en Irvington, Nueva York. En sólo cinco años, revivió la difunta organización mediante la economización y la productividad. Celebró el 50 aniversario de la Fundación con Margaret Thatcher como conferenciante especial. Se retiró de presidente emerito a los 75. Pero continuó como adjunto en el Ludwig von Mises Institute.Sennholz era un escritor prolífico en asuntos económicos, sociales y de pensaminto político. Su carrera como escritor comenzó en el Cologne Rundschau de Alemania. Continuó con ensayos y artículos de opinión en publicaciones a lo largo de todo el mundo anglófono. En más de 1000 textos, incluyendo 17 libros y panfletos, cubrió casi cualquier aspecto del pensamiento contemporáneo. Aun jubilado, continuó publicando en Internet para todo el mundo. Su página web contó con más de 12 millones de visitas internacionales.Sennholz ha recibido muchos galardones. Era ciudadano honorífico de Lubbock, Texas, y de Houston; coronel honorario de Nuevo México, doctor honorífico de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, doctor honorífico en derecho por la Universidad de Culver-Stockton, Missouri; y doctor honorífico en derecho en la Universidad de Grove City. Recibió el Premio Gary Schlarbaum por la libertad y le fue dedicado un libro conmemorativo por 36 autores.Deja a su esposa Mary, de 52 años; un hijo y una nuera, Robert y Lyn; y dos nietos, Roland y Emil.


Por Juan Ramón Rallo Julián
http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/4520/

El Subcomandante es un farsante



Bien es conocida la necesidad de la izquierda por construirse imágenes mesiánicas que justifiquen, escudándose en un barniz pseudointelectual, sus estúpidos proyectos totalizadores. Desde 1994, con el levantamiento zapatista en Chiapas, tenemos a otro de esos líderes chabacanos, con deseos de popularidad televisiva y de posteridad histórica. Hay que reconocer que, esta vez, a diferencia de intentonas anteriores, nos hemos topado con un tío graciosillo, un tanto grosero, pero simpático; esperpéntico, pero solemne; misterioso, pero conocidísimo; familiar, pero peligroso. Antes de enero del 94 podríamos haberlo encontrado en cualquier carnaval municipal, desfilando con su aspecto irrisible y ridículo. Porque, ni los más fieles epígonos del Subcomandante, podrán negar que esa combinación estilística del sombrero maoísta, más el uniforme guerrillero -amén de la bandolera- y la imitación de la pipa del Che, ungido, todo esto, con un negro pasamontañas que apenas permite entrever dos penetrantes ojos y una prominente nariz aguileña, no puede sino causar una rotunda hilaridad al observador. Sin embargo, es precisamente a partir de esa absurda imagen -perfectamente asumible por cualquier payaso de circo un tanto trasnochado- donde se empieza a fabricar el peligroso mito socialista; porque no hemos de olvidar que la izquierda es, ante todo, una multinacional que vende mentiras (en palabras de Fouret, "una masonería de dimensiones universales) y como tal, conoce que la publicidad es su mejor arma disuasoria. El paradigma de esta triste realidad lo encontramos, una vez más, en el ídolo y referente del Subcomandante, Ernesto Che Guevera (se dice que Marcos trató, incluso, de copiar su modo de respirar), la foto de quien ha sido, con diferencia, la más reproducida durante todo el siglo XX. Este retrato un tanto hortera cuelga en la habitación de todo joven que se precie de serlo, aunque en su mayoría desconozcan la obra y vida del Che. Con Marcos se ha tratado de hacer algo análogo; se sabe que este enigmático y atrayente personaje defiende los derechos de unos subyugados indios perdidos en alguna zona de Centro o Suramérica, pero nada más. A la simplicidad del pensamiento "progre" le basta eso, una caricaturesca imagen y una causa social poco definida, para erigir a este señor, de identidad desconocida (en realidad, no tanto), como el preboste de la lucha contra el neoliberalismo explotador. Él mismo, cuando fue inquirido sobre su personalidad contestó secamente: “Soy un mito genial”.Lo que no saben(o si lo saben no lo dicen) estos señores izquierdistas tan amigos de las libertades es que la lucha contra supuesta esclavización de los indios chiapanecos y la deforestación de la Selva Lacandona son tan sólo dos trampolines que ha utilizado de manera inteligente Marcos para llegar al estrellato de la intelectualidad. En el interesantísimo libro de Maite Rico y Bertrand de la Grange nos vamos introduciendo en la compleja sociedad mexicana, al momento que se nos explica el proceso de gestación y consolidación de Marcos como jefe del grupo terrorista zapatista. Nos hablan de la vida de Marcos, o mejor dicho, de Rafael Guillén, un joven, burgués y brillante profesor de filosofía, ducho en la oratoria, que tras pasar de manera fugaz por las aulas de la universidad, decide ayudar en el ensamblaje de viejas y desarticuladas milicias terroristas en la Selva Lacandona, dirigidas, en su momento, por el Comandante Germán, hasta formar finalmente el EZLN; del que, poco a poco, gracias a su verborrea y fotogenia, irá tomando el control.Se nos explica también que, en realidad, la banda terrorista, llamada ejército zapatista, no es tan cuantiosa como pretenden hacernos creer -unos cientos de hombres mal armados- y que su fuerza se fundamente básicamente en el poder fáctico de los medios de comunicación. Marcos es un genial actor, un cómico que sabe ganarse a la gente, a los periodistas ex marxistas y a los intelectuales estreñidos, que acuden en masiva peregrinación a los Cuarteles Centrales de los golpistas, como si de Santiago se tratara. Lo lamentable del asunto es que de haberlo deseado el ejército mexicano hubiera desahuciado ya a esta banda de golpistas, reconquistado los territorios arrebatados. Su capacidad para lograrlo se puso tan sólo una vez de manifiesto, cuando tras un berrinche, Zedillo mandó al ejército reocupar los territorios dominados, después de un chivatazo del Subcomandante Daniel -antigua mano derecha y compañero de la infancia de Marcos- gracias al cual, fue capaz de desvelar, al mismo tiempo, la identidad de toda la cúpula del EZLN. La eficacia fue máxima, proporcional a la presión internacional que la detuvo. No obstante, sobre todo, si algo queda claro a lo largo del libro es la pulsión totalitaria de Marcos. Bastaría con decir que es un cachorro adiestrado por Castro, pero, además, a ese contundente hecho hemos de añadir sus numerosísimas críticas y censuras a la prensa discrepante, y, por encima de cualquier otra consideración, la explotación de los chiapanecos, a quienes proclama urbi et orbi defender. Hablar de la reventa abusiva de armas (compradas en EEUU, el gran enemigo neoliberal) a los propios indios, con las más tarde lucharán y sacrificarán sus vidas en pro de la grandeza del Subcomandante, parece una obviedad presupuesta. La cuestión de fondo es que los chiapanecos han cambiado de una dictadura bastante cruel, como era la priísta, a una explotación tiránica en toda regla. Marcos, arrastrado por sus delirios de magnificencia, ha conducido las ya de por sí pobres tierras chiapanecas a unas improductivas políticas colectivistas que sólo han empeorado los rendimientos y la productividad, por lo que los indios se ven obligados a trabajar, bajo férrea disciplina y vigilancia, severas horas de más. Huelga comentar que esta situación, buscada desde un principio por el EZLN, difícilmente, pese a muchas coloridas marchas zapatistas que se efectúen, va a poder cambiar, si no es mediante la intervención militar. La voluntad de Marcos para ayudar a Chiapas es nula. Valga como incontestable ejemplo que el presidente Salinas, pocos días después del levantamiento del 1 de enero del 94, estaba de acuerdo en firmar todas y cada una de las exigencias de los zapatistas (exceptuando la que hacía referencia a su propia dimisión) Extrañamente, sin embargo, la Asamblea Extraordinaria que se convocó para decidir si se aceptaba el acuerdo, a pesar de estar en un inicio a favor, se opuso al final, más que nada, por la oposición frontal de Marcos.Las dos autoras, corresponsales en México de "El País" y "Le Monde", nos transcriben una contundente, reveladora y poco conocida imagen de Rafael Guillén, máximo responsable del fracasado golpe de Estado del 94 y de la actual situación pro belicista. El libro, empero, sólo abarca hasta el 98, por lo que no incluye el graciosísimo y frustrado episodio de la Marcha Zapatista y la derrota del PRI, con el consecuente advenimiento de Vicente Fox. Pero aún así, resulta de lectura obligada para entender la dinámica interna de la izquierda y el conflicto mexicano. Ya que, como se nos recuerda en la obra, "en Chiapas se están jugando muchos aspectos éticos y políticos de este milenio" Para ser sinceros, esperemos que no muchos


Por Juan Ramón Rallo Julián
Fuente: www.liberalismo.org.ar







junio 17, 2007

Por qué crecen los países.




José Ignacio García Hamilton presentó su nuevo libro "Por que crecen los países". A continuación el reporte publicado en el sitio web de la Fundación Atlas 1853. En el reporte explica cuales son los vicios de los sistemas políticos en Latinoamérica.


José Ignacio García Hamilton presentó Por qué crecen los países, libro en el que recoge reflexiones teóricas sobre el desarrollo de los modelos políticos imperantes en el continente. Militarismo, patrimonialismo y el auge de los gobiernos populistas preocupan al investigador.

La escena parecía sacada del ingenio de Cortázar. Como en “Casa tomada”, su célebre cuento, periodista y escritor se fueron mudando por diversas estancias del hotel Tamanaco. Primero del lobby, luego del interior del restaurante y finalmente de una mesa junto a la piscina. Sudorosos y enormes, dos empleados ataviados de traje oscuro, le comunicaron a la pareja que no se podían realizar entrevistas en los espacios del hotel sin el debido permiso: “O sea que ustedes me están diciendo que no puedo vivir en el hotel, pero no puedo hablar. No puedo recibir a la prensa acá. Es increíble, ni siquiera en la Alemania comunista me había pasado algo así, comentaba desolado el autor.
Invitado por el Cedice y la Cámara de Comercio, el historiador Ignacio García Hamilton visitó Venezuela para presentar Por qué crecen los países, libro recientemente publicado por la editorial suramericana.
En medio del estático tráfico caraqueño el escritor, finalmente, habla de ensayo: “Luego de estudiar casos como la Grecia clásica, la Roma Imperial, Inglaterra y los Estados Unidos, encontré que para que haya crecimiento a largo plazo es necesario que existan gobiernos limitados. Deben respetar la vida, los derechos y las propiedades de los habitantes, solamente así se crea un clima apto para el trabajo, el ahorro y la inversión.

Entonces, ¿por qué no crecen nuestros países?

Porque nosotros creemos que los países crecen con gobiernos fuertes como las dictaduras y con caudillos. En realidad, hubo dictaduras que tuvieron crecimientos económicos como el nazismo en Alemania que terminó en la catástrofe. Los soviéticos también tuvieron crecimiento, pero implosionaron porque la falta de libertad para que haya ciencia, tecnología y para que se renueve. Si no hay libertad el crecimiento se detiene porque alcanza un techo.


Vicios del patrimonialismo.

¿Cuál fue el criterio de la investigación histórica para el ensayo?

Estudié nuestros gobiernos rentísticos, como los de países con grandes recursos como Venezuela y Argentina. Al final ambos se “latinoamericanizaron” en el mal sentido, porque ahora tenemos gobiernos populistas. El populismo es la forma moderna del patrimonialismo que es la concentración del poder político, económico, militar y, a veces, hasta religiosa en las mismas manos.

¿Qué raíces históricas consiguió de esos vicios?

Durante la colonia los gobernantes, virreyes y capitanes generales van a tener un poder mayor al que tenía los monarcas en España. No tienen límites porque no había señores feudales ni cortes. Entonces todas las tierras, las riquezas del subsuelo y la mano de obra para explotar las tierras pertenecían al Estado

Pero todo esto cambia cuando Bolívar consigue la independencia, ¿no?

Bolívar fue un liberador porque rompió el vínculo colonial con España y después fue un dictador. Siempre propuso un sistema con presidente vitalicio desde la convención de Angostura, pero los convencionales no lo aceptaron. En la convención de Cúcuta, propone lo mismo y los convencionales no lo aceptan, luego se va a Bolivia y en Chuquisaca dejan que recate la constitución.

¿Se refiere a la leyenda negra del Libertador?

Claro hay muchas. Como cuando en Bolivia redacta por fin una constitución a su gusto con un presidente vitalicio, una cámara de senadores hereditarios integrada por los generales de la independencia y una cámara de diputados de elección popular que fue su proyecto de siempre. Es un sistema igual al inglés con la cámara de los Lores, la cámara de los Comunes y un rey, la diferencia es que existe un presidente vitalicio que, por supuesto, era él.

¿Ese episodio aparece en el Simón, su biografía del héroe venezolano?

Aparece con detalle, incluso cuando Santander se queja del procedimiento ilegal y Bolívar le responde desde Pasto: “No será legal pero es popular y por lo tanto propio de una república eminentemente democrática”. Esa frase es el acta de nacimiento del populismo militar latinoamericano.

Los “buenos” gobernantes.



¿En el ensayo habla del modelo militar?

No crecemos porque tenemos constituciones democráticas pero las creencias compartidas de la población, es decir, las ideas, los sentimientos, las valoraciones y los miedos de la sociedad van por otro lado. El principal modelo de esta cultura es el militar o libertador que muere pobre. Eso se enseña en las escuelas y en todos los ámbitos como un ejemplo, cuando en la realidad ni Bolívar ni el General San Martín, ni O’Higgins murieron pobres. En este siglo ni Trujillo, ni Stroessner, ni Pinocho, ni Perón murieron pobres. Ninguno de los militares que ejercieron el poder político lo hizo, ni Chávez morirá pobre tampoco.

¿Qué otro modelo analizó?

El del gaucho o llanero pobre que se hace violento. Es un personaje literario que lo representa Martín Fierro pero en toda Latinoamérica existe. Es un gaucho pacífico que el servicio militar lo lleva a ser violento y asesino. Por eso se va a las tenderías para vivir sin trabajar. Sin embargo, la educación patriótica lo constituye en modelo. Lo he visto en Venezuela cuando el presidente d ice que el que tiene hambre tiene derecho a robar o en Argentina cuando se dice queso hay necesidad hay un derecho. Siempre se está exaltando la ruptura de la ley y es muy difícil tener una sociedad republicana que crezca económicamente con esta cultura.

¿Habla de la victimización de nuestras sociedades?

Los líderes crean la idea de que hay una conspiración internacional en contra de nuestros países. Dicen que hay un difuso peligro externo, esa teoría distrae al pueblo y convierte fracasos, como la pobreza en méritos. A la mendicidad en un derecho y a la violencia en un recurso frente a la supuesta injusticia del sistema. Esto anonada la responsabilidad individual y como nación, es decir, nos volvemos pasivos.

¿Es muy crítico con los gobernantes actuales?

Por su puesto, allí hablo del gobernante bueno que regala lo ajeno. El gobernante recauda impuestos, la población paga y el presidente lo regala y queda bien. En la cultura protestante el que se hace rico crea una fundación y regala sus bienes, en cambio en Hispanoamérica yo regalo lo que es del pueblo. Esto transforma el trabajo en dádiva, instaura esa cultura que degrada al que la recibe y corrompe al que la da. Porque el que regala lo ajeno generalmente se queda con unos honorarios.

¿Qué opina del socialismo bolivariano?

Siempre creí que el bolivarianismo de Chávez huele a dictadura. La gran lección del siglo XX es que nadie debe diseñar sociedades o establecer modelos absolutos desde arriba por mecanismos de ingeniería cultural o política. Esto es una pretensión utópica que siempre termina en dictaduras.

A nivel internacional la no renovación de la licencia se ha visto como un franco ataque a la libertad de expresión, porque disminuye el número de voces. La democracia es la pluralidad de ellas y sólo la gente puede elegir la voz que quiere escuchar. Todo lo que tienda a reducir esas voces, a construir países monocromáticos, se ve negativamente. “Yo no lo entiendo como una defensa del canal RCTV, sino como una defensa del derecho que ellos tiene a elegir. Son ellos los que tienen que decidir no ver el canal o verlo, lo siento como una suerte de Primavera de Praga tropical. Los estudiantes no van a ejercitar el poder porque no son un partido político pero son una levadura, una fuerza viva en toda sociedad. Siempre son el sector más dinámico y más idealista.

http://www.atlas.org.ar/articulos/articulos.asp?Id=9217

La factura de la falacia ecológica


Por Manuel Llamas


El Gobierno español se ha aferrado con una fuerza inusitada a las falsas tesis ecologistas contra el calentamiento global. Un error cuya factura ya estamos pagando entre todos. Al suculento coste que, de forma directa, supondrá el Protocolo de Kioto para la economía española (cercano a los 7.400 millones hasta 2012), habrá que sumar toda la estructura impositiva que prevé poner en marcha el Ejecutivo sobre la base de la denominada "fiscalidad verde", así como una infinidad de elementos regulatorios e intervencionistas que impregnarán de tufillo medioambiental crecientes áreas del ámbito político, económico y social.

Así, según estimaciones realizadas por los propios constructores y promotores inmobiliarios, el cumplimiento del nuevo Código Técnico de Edificación impulsado por el Ministerio de Vivienda implicará un encarecimiento artificial de la obra cercano al 15%. Además, normas como la nueva Ley del Suelo o el Anteproyecto de Ley del Patrimonio Natural y la Biodiversidad anteponen la protección ambiental sobre la ordenación territorial y urbanística, limitando con ello, aún más, la oferta del sector inmobiliario y residencial.

Pero lejos de acabar aquí, la mancha verde se extiende. Los nuevos estatutos autonómicos incluyen diversos principios inspiradores para legitimar el desarrollo, en un futuro inmediato, de todo un elenco de medidas legislativas destinadas a la defensa de fines ecológicos: nuevos impuestos, licencias y autorizaciones medioambientales para la apertura de actividades empresariales, limitaciones al tráfico de vehículos, multas y sanciones para castigar el consumo excesivo de recursos como el agua o la electricidad, y un largo etcétera.

España, junto a la UE, se vanagloria de ser un referente mundial en la lucha contra el cambio climático y, mientras tanto, nuestras economías (es decir, nuestros bolsillos) han de soportar las consecuencias de este frenesí interventor, sin control, propio de la Política. La previsión de que la UE incluya el transporte aéreo, tanto continental como internacional, en el mercadeo de las emisiones de CO2 a partir de 2011, supondrá un coste aproximado de unos 4.000 millones de euros anuales. Un coste que, por supuesto, incorporarán los correspondientes billetes de avión.
Pero lo más grave, si cabe, es la imposición por decreto del uso de las energías renovables, mucho más caras e ineficientes que las fósiles. Así, en base al objetivo fijado por el Gobierno para 2010 (elevar al 5,83% el porcentaje obligatorio de biocombustibles), España está abocada a multiplicar por 55 el consumo de biodiésel y por 8 el de bioetanol en sólo tres años.

Aprovechando el boom de la burbuja ecológica, inflada gracias al poder político, los sectores interesados han acelerado su marcha para que la producción española de biocarburantes alcance el próximo año el 80% de la cuota de mercado (en 2006, se elevó al 28% del total), según las previsiones de la consultora DBK. De este modo, se prevé la puesta en marcha de unas 50 plantas de este producto en 2008 (en 2006, había 16).

Lo curioso es que la propia OCDE acaba de llamar la atención sobre un hecho relevante: sólo algunos biocarburantes, en particular, los obtenidos de la caña de azúcar en Brasil, ofrecen un balance claramente positivo en términos de emisiones contaminantes, por lo que sólo éstos deberían promoverse. De hecho, este organismo vislumbra "incertidumbres" en un mercado que, para llegar a sustituir al petróleo, tendría que dedicar a la producción tal cantidad de tierras que medio mundo acabaría, literalmente, muriéndose de hambre. Además, se trata de un sector altamente subvencionado, como no podía ser menos, pues nace al abrigo del poder político: un coste superior a los 15.000 millones de dólares anuales en sus 30 países miembros, según el informe de la OCDE. Parece que los agricultores europeos y norteamericanos han encontrado en el medioambiente su particular tabla de salvación para afrontar con éxito la pérdida paulatina de ayudas gubernamentales que exige la globalización.

Y qué decir del objetivo de la UE para que en 2020, nada más y nada menos que el 20% de la energía primaria que consumamos provenga de fuentes renovables, como la energía eólica o solar, igualmente costosa. En esto, los españoles, por desgracia, volvemos a ser pioneros y "ejemplo" mundial, tal y como publicita nuestro Gobierno. España, un país altamente dependiente en materia energética, destina ingentes sumas de recursos públicos al desarrollo de estas fuentes alternativas (unos 1.000 millones de euros anuales en I+D en el futuro inmediato) de carácter "incierto" y precio "muy elevado", tal y como advierten ahora numerosos expertos.
Nos deberíamos sentir orgullosos, ¿no creen? Por fin, España se sitúa a la cabeza de algo en el ámbito internacional. Una pena que el Apocalipsis del calentamiento global sea una falacia difundida por los ecologistas; triste que la reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera no sirva para reducir la caótica temperatura del planeta; calamitoso que, para ello, tengamos que prescindir de nuestras comodidades al tiempo que las facturas de nuestra economía alcanzan cifras desorbitadas; penoso que los ciudadanos confíen en la inteligencia y el olfato de sus políticos para dirigir sus actos y moldear sus voluntades... Qué bonito hubiera sido todo si el sueño ecolojeta no se sustentara sobre pies de barro. No busquen más. El comunismo del siglo XXI ya está aquí, y se hace llamar Economía Sostenible....


Publicada el 13/06/07 en Libertad Digital






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Izquierda vegetariana Vs Izquierda carnívora




Por Mario Vargas LLosa



Izquierda vegetariana' Vs. 'Izquierda carnívora', enfrentamiento que toma fuerza en América Latina




Así lo analiza el escritor peruano Mario Vargas Llosa en el prólogo de 'El regreso del idiota', de los escritores Carlos A. Montaner, Plinio Mendoza y Vargas Llosa hijo.
Hace diez años apareció el Manual del perfecto idiota latinoamericano en el que Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa arremetían con tanto humor como ferocidad contra los lugares comunes, el dogmatismo ideológico y la ceguera política que están detrás del atraso de América Latina. El libro, que golpeaba sin misericordia, pero con sólidos argumentos y pruebas al canto, la incapacidad casi genética de la derecha cerril y la izquierda boba para aceptar una evidencia histórica -que el verdadero progreso es inseparable de una alianza irrompible de dos libertades, la política y la economía, en otras palabras de democracia y mercado-, tuvo un éxito inesperado. Además de llegar a un vasto público, provocó saludables polémicas y las inevitables diatribas en un continente 'idiotizado' por la prédica ideológica tercermundista, en todas sus aberrantes variaciones, desde el nacionalismo, el estatismo y el populismo hasta, cómo no, el odio a Estados Unidos y al "neoliberalismo".
Una década después, los tres autores vuelven ahora a sacar las espadas y a cargar contra los ejércitos de "idiotas" que, quién lo duda, en estos últimos tiempos, de un confín al otro del continente latinoamericano, en vez de disminuir parecen reproducirse a la velocidad de los conejos y cucarachas, animales de fecundidad proverbial. El humor está siempre allí, así como la pugnacidad y la defensa a voz en cuello, sin el menor complejo de inferioridad, de esas ideas liberales que, en las circunstancias actuales, parecen particularmente impopulares en el continente de marras.
Pero ¿es realmente así? Las mejores páginas de El regreso del idiota están dedicadas a deslindar las fronteras entre lo que los autores del libro llaman la "izquierda vegetariana" con la que casi simpatizan y la "izquierda carnívora", a la que detestan. Representan a la primera los socialistas chilenos -Ricardo Lagos y Michelle Bachelet -, el brasileño Lula da Silva, el uruguayo Tabaré Vásquez, el peruano Alan García y hasta parecería -¡quién lo hubiera dicho!- el nicaragüense Ortega, que ahora se abraza con, y comulga con frecuencia de manos de su viejo archienemigo, el cardenal Obando. Esta izquierda ya dejó de ser socialista en la práctica y es, en estos momentos, la más firme defensora del capitalismo -mercados libres y empresas privada-, aunque sus líderes, en sus discursos, rindan todavía pleitesía a la vieja retórica y de la boca para fuera homenajeen a Fidel Castro y al comandante Chávez. Esta izquierda parece haber entendido que las viejas recetas del socialismo jurásico -dictadura política y economía estatizada- sólo podían seguir hundiendo a sus países en el atraso y la miseria. Y, felizmente, se han resignado a la democracia y al mercado.
La "izquierda carnívora" en cambio, que, hace algunos años, parecía una antigualla en vías de extinción que no sobreviviría al más longevo dictador de la historia de América Latina -Fidel Castro-, ha renacido de sus cenizas con el "idiota" estrella de este libro, el comandante Hugo Chávez, a quien, en su capítulo que no tiene desperdicio, los autores radiografían en su entorno privado y público con su desmesura y sus payasadas, su delirio mesiánico y su anacronismo, así como la astuta estrategia totalitaria que gobierna su política. Discípulo e instrumento suyo, el boliviano Evo Morales, representa, dentro de la "izquierda carnívora", la subespecie "indigenista", que, pretendiendo subvertir cinco siglos de racismo "blanco", predica un racismo quechua y aymara, idiotez que, aunque en países como Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y México carezca por completo de solvencia conceptual, pues en todas esas sociedades el grueso de la población es ya mestiza y tanto los indios y blancos "puros" son minorías, entre los "idiotas" europeos y norteamericanos, siempre sensibles a cualquier estereotipo relacionado con América Latina, ha causado excitado furor. Aunque en la "izquierda carnívora" por ahora sólo figuran, de manera inequívoca, tres trogloditas -Castro, Chávez y Morales-, en El regreso del idiota se analiza con sutileza el caso del flamante presidente Correa, del Ecuador, grandilocuente tecnócrata, quien podría venir a engordar sus huestes. Los personajes inclasificables de esta nomenclatura son el presidente argentino Kirchner y su guapa esposa, la senadora Cristina Fernández (y acaso sucesora), maestros del camaleonismo político, pues pueden pasar de "vegetarianos" a "carnívoros" y viceversa en cuestión de días y a veces de horas, embrollando todos los esquemas racionales posibles (como ha hecho el peronismo a lo largo de su historia).
Una novedad en El regreso del idiota sobre el libro anterior es que ahora el fenómeno de la idiotez no lo auscultan los autores sólo en América Latina; también en Estados Unidos y en Europa, donde, como demuestran estas páginas con ejemplos que producen a veces carcajadas y a veces llanto, la idiotez ideológica tiene también robustas y epónimas encarnaciones. Los ejemplos están bien escogidos: encabeza el palmares el inefable Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, tribuna insuperable de toda la especie en el Viejo Continente y autor del más obsecuente y servil libro sobre Fidel Castro -¡y vaya que era difícil lograrlo!- ;y lo escolta Noam Chomsky, caso flagrante de esquizofrenia intelectual, que es inspirado y hasta genial cuando se confina en la lingüística transformacional y un "idiota" irredimible cuando desbarra sobre política. La Madre Patria está representada por el dramaturgo Alfonso Sastre y sus churriguerescas distinciones entre el terrorismo bueno y el terrorismo malo, y los Premios Nobel por Harold Pinter, autor de espesos dramas experimentales raramente comprensibles y sólo al alcance de públicos archiburgueses y exquisitos, y demagogo impresentable cuando vocifera contra la cultura democrática. En le capítulo final, El regreso del idiota propone una pequeña biblioteca para desidiotizarse y alcanzar la lucidez política. La selección es bastante heterogénea pues figuran en ella desde clásicos de pensamiento liberal, como Camino de servidumbre, de Hayek, La sociedad abierta y sus enemigos, de Popper, y La acción humana de von Mises, hasta novelas como El cero y el infinito, de Koestler, y los mamotretos narrativos de Ayn Rand El manantial y La rebelión de Atlas (...)
Nada que objetar a la presencia en esta lista de Gary Becker, Jean F. Revel, M. Friedman y (el único hispano hablante de la selección) Carlos Rangel, cuyo fantasma debe sufrir lo indecible con lo que está ocurriendo en su tierra, una Venezuela que ya no reconocería.
Pese a su buen humor, a su refrescante insolencia y a la buena cara que sus autores se empeñan en poner ante los malos vientos que corren por América Latina, es imposible no advertir en las páginas de este libro un hálito de desmoralización. No es para menos. Porque lo cierto es que a pesar de los casos exitosos de modernización que señala -el ya conocido de Chile y el promisorio de El Salvador sobre el que aporta datos muy interesantes, así como los triunfos electorales de Uribe en Colombia, de Alan García en el Perú y de Calderón en México que fueron claras derrotas para el "idiota" en cuestión-, lo cierto es que en buena parte de América Latina hay un claro retroceso de la democracia liberal y un retorno del populismo, incluso en su variante más cavernaria: la del estatismo y colectivismo comunistas. Ésa es la angustiosa conclusión que subyace en este libro afiebrado y batallador: en América Latina, al menos, hay una cierta forma de idiotez ideológica que parece irreductible. Se le puede ganar batallas pero no la guerra, porque, como la hidra mitológica, sus tentáculos se reproducen una y otra vez, inmunizada contra las enseñanzas y desmentidos de la historia, ciega, sorda e impenetrable a todo lo que no sea su propia tiniebla.

Fuente: El Tiempo







Calentamiento global, ecologismo y socialismo

Por Bjorn Lomborg

En el año 1998 saltaron todas las alarmas en el ecologismo mundial. Esta vez, no se trataba de las fingidas y apocalípticas exageraciones sobre las consecuencias que el calentamiento global causaría en el medio ambiente; ni tampoco de los supuestos trastornos que nos ocasionarían los cultivos transgénicos; ni siquiera de los peligros del DDT. Esta vez la alarma era real y gravísima. Era de tal magnitud que ponía en peligro todo “el sistema” que tantos años les había costado construir e incluso podría provocar, a largo plazo, la destrucción del Planeta Tierra. Todos los lobbies ecologistas del mundo unificaron criterios, como si de defenderse de una invasión extraterrestre se tratara, para atajar el problema antes de que pudiera empeorar. No tuvieron éxito y el “problema”, que surgió en Dinamarca y fue bautizado como “Verdens Sande Tilstand”, siguió extendiéndose. En el año 2001 ya se había convertido en un problema mundial denominado “The skeptical environmentalist”. Por suerte para nuestra galopante angustia hispana, en el año 2003 llegó a nuestro país y pudimos comprobar que lo que traía de cabeza al mundo ecologista, lo que llenó páginas y páginas de medios de comunicación y de revistas “científicas” era un libro titulado, ahora sí en español, “El ecologista escéptico”1. ¡Sí, un libro! Todo el problema era un libro escrito por un insignificante profesor de estadística de una universidad danesa llamado Bjorn Lomborg.¿Y qué tenía este libro para que pusiera en pie de guerra a todos los ecologistas del mundo, para que le causara a su autor tantas descalificaciones, tantos intentos de desprestigiarle en lo personal y en lo profesional e incluso hasta una agresión física?En primer lugar, este libro contradice los argumentos de los ecologistas. Es una refutación total de esa auténtica “religión” en la que se ha convertido el ecologismo en los países occidentales, cada vez más vacíos de los valores tradicionales que procedían de nuestra secular cultura cristiana y cada vez más invadidos por valores “progresistas” y “modernos” —como la multiculturalidad, el laicismo radical, el ecologismo y el relativismo—. Se trata de construir, una vez más, “hombres nuevos” mediante “valores nuevos” que por supuesto no hemos elegido sino que determinados grupos de interés, —los ingenieros de almas de siempre— se encargan de decidir por nosotros. Grupos que nos dicen lo que tenemos que pensar, cómo tenemos que actuar, lo que podemos hacer y lo que no, y que por lo tanto están configurando una nueva cosmovisión. Este totalitarismo de nuevo cuño demostró, con su actitud ante el libro de Lomborg, que será implacable con los disidentes, demostró al fin y al cabo que no nos deja libertad para elegir. El ecologismo, que poco tiene que ver con la ecología y mucho con la recaudación de billonarias cantidades de dinero público, es obligatorio.En segundo lugar, la dificultad que tienen los ecologistas para contrarrestar a Lomborg es muy simple, no pueden acusarle, como hacen habitualmente este tipo de grupos, de neoconservador o neoliberal porque sencillamente es cuña de su misma madera. Además, resulta extremadamente convincente y honesto al contarnos que su intención inicial era refutar los argumentos antiecologistas y “negacionistas” de los problemas medioambientales, que había leído en un artículo del gran economista liberal Julian Simon. Para lo que se dispuso, en trabajo conjunto con sus alumnos, a encontrar todos los datos estadísticos —era su especialidad— que demostraran la rotunda realidad del deterioro del planeta. La honradez intelectual del profesor se demuestra en que, lejos de dejarse llevar por sus creencias previas, asumió los datos que resultaron ser completamente contrarios a lo que esperaba encontrarse. Y fue con esos datos con los que planteó, humildemente, grandes dudas e interesantes contradicciones en el libro “maldito”. Datos que pusieron en un brete a los grupos ecologistas y sus ridículos argumentos de película de terror de serie B, como el de la desaparición de las playas por el deshielo de los polos y otros muchos.Ahora ya tenemos más claro lo que provocó la polémica, pero si leemos lo que decía en el año 1989 Stephen Schneider —uno de los más convencidos de la teoría del calentamiento global— en una de las revistas si no seudocientífica, al menos científica a tiempo parcial y poco honesta, lo tendremos todavía más claro: “Nosotros no somos sólo científicos sino seres humanos también. Y como a la mayoría de la gente nos gustaría que el mundo fuera un lugar mejor. Para hacerlo, necesitamos conseguir un apoyo sólido, para entusiasmar a la opinión pública. Eso, por supuesto, implica conseguir una gran cobertura en los medios de comunicación. Así que tenemos que ofrecer perspectivas de terror, hacer simplificaciones, afirmaciones dramáticas, y hacer poca mención de las dudas que podamos tener… Cada uno de nosotros tiene que decidir cual es el equilibrio correcto entre ser efectivo y ser honesto.” En una cosa nos engañó Schneider, nadie tenía que decidir su equilibrio personal porque ya lo habían decidido ellos por todos nosotros, una vez más el fin justificaba los medios, había que ser deshonesto para ser efectivo. Y el que no lo fuera sería quemado en la hoguera de esta nueva inquisición ideológica, que mediante la retórica abandera el diálogo y mediante los hechos demuestra que no acepta la discrepancia.Pero conozcamos un poco mejor a Bjorn Lomborg, según él mismo nos relata: Soy danés, de izquierdas, vegetariano, ex-miembro de Greenpeace; y creía en la letanía de nuestro medio ambiente en permanente deterioro. Ya saben, el catastrofista mensaje repetido por los medios de comunicación, como cuando la revista “Time” nos dice que “todo el mundo sabe que el planeta está muy mal”. Estamos dañando la Tierra, se nos dice. Nuestros recursos se están agotando. Nuestro aire y agua están más y más contaminados. Las especies del planeta están extinguiéndose, estamos lapidando la naturaleza, diezmando la biosfera.El problema es que esta letanía no parece estar respaldada por hechos. Cuando empecé a comprobarlo con los datos de fuentes solventes —la ONU, el Banco Mundial, la OCDE, etc.— emergió una imagen diferente. No estamos agotando la energía o los recursos naturales. Hay incluso más comida, y muere por hambre menos gente. En 1900, la esperanza media de vida era de 30 años; hoy es de 67. En los últimos cincuenta años hemos reducido la pobreza más que en los quinientos anteriores. La contaminación del aire en el mundo industrializado ha disminuido —en Londres el aire nunca ha estado más limpio desde la edad media—.Esta información tiene que llegar a una audiencia más amplia, porque afecta a nuestras prioridades básicas. Si somos presa de amenazas de poca importancia y gastamos una desproporcionada parte de nuestros recursos en ello, nos quedarán menos recursos para otros temas.En los años posteriores a la publicación del libro, Lomborg se ha centrado en el desarrollo de una idea que le atormentaba, el aprovechamiento de los recursos financieros. Para ello creó el Copenhagen Consensus Center, una institución cuyo reciente logro ha sido organizar una reunión en la ONU, con la presencia de representantes de treinta países, algunos tan importantes como el Reino Unido, Canadá, Alemania, Chile, Australia, China, India y EEUU, en la que el objetivo era establecer una prioridad en el uso de los escasos recursos disponibles para la lucha contra los desafíos globales actuales. El consenso fue que las enfermedades contagiosas, la sanidad, el agua, la malnutrición, el hambre y la educación, eran todas ellas más prioritarias que la lucha contra el cambio climático.Quede claro que Lomborg no es un liberal, pues aún estando en contra de la urgencia y la gravedad esgrimida por los ecologistas y con ellos por personajes tan relevantes como el Primer Ministro británico, asume ese inmenso gasto público y esa necesaria intervención de los gobiernos para solucionar los problemas alternativos y prioritarios que plantea. Pero sin embargo Lomborg ha sido el causante de abrir el debate, de que se puedan cuestionar las “verdades” ecologistas, de revolucionar el mundo medioambiental. Sus propuestas, que como digo no son liberales, no empañan la honradez intelectual de este danés. No es liberal pero cuando descubrió la verdad y la difundió, ésta le hizo libre.Sin embargo, en España todavía no somos libres. No lo somos porque aún no se ha abierto el debate público, porque no hay lugar para la crítica, porque se ha situado a los ecologistas en lo políticamente correcto, incluso en el ámbito de lo ético. El ecologismo —vean que no exagero— ya se promociona desde los libros de texto de educación secundaria en los que figura como proyecto ético: “En este campo temático hay que analizar el significado ético, jurídico y político de la democracia como espacio de la vida moral, que posibilite y enmarque la realización pública de proyectos éticos tales como el pacifismo, el ecologismo, el feminismo, etc.” A diferencia de los países anglosajones, en materia medioambiental en España sólo existe el mensaje único de la izquierda mientras la derecha acomplejada no se atreve ni siquiera a discrepar. De esta última hay que señalar la excepción de una pequeña parte liberal. Es por ello que en España tenemos grandes problemas para establecer diferencias entre las actitudes respetuosas con el medio ambiente de la gran mayoría de los ciudadanos y los ecologistas profesionales, ya sean políticos o militantes de esos grandes lobbies como Greenpeace, que tienen otros intereses bien distintos. La mayoría de personas de bien son “ecologistas”, se preocupan por la naturaleza, por la escasez del agua, por el exceso de contaminación, sin embargo esto no quiere decir que estén de acuerdo con las soluciones o coincidan con los planteamientos de los grupos ecologistas que bien poco tienen que ver con las preocupaciones de los ciudadanos, salvo en el nombre y en la apariencia.Curiosamente y a pesar de que la mayoría de los ciudadanos, ya sean de izquierdas o de derechas, simpatice con el ecologismo, éste está invadido totalmente por la izquierda. Tanto los partidos verdes como los grupos ecologistas están dominados por la izquierda, pero además por una izquierda bastante radical. Una vez más, hábilmente, la izquierda ha hecho propio un movimiento estimado por el público en general y lo ha orientando hacia su manera de ver la vida, el colectivismo, el intervencionismo, el socialismo al fin y al cabo. Los problemas medioambientales se solucionan según los ecologistas con más planificación (Kyoto) y con más dinero público (que por supuesto gestionan ellos), y siempre bajo el paraguas de esa, cuando menos discutible, organización donde todos los dictadores y truhanes del mundo tienen cabida, la ONU. Algunos creíamos que el socialismo real había terminado con la caída del muro de Berlín y con la posterior descomposición de la Unión Soviética, que sólo quedaban los restos del naufragio, para ejemplo de todos, en Cuba o en Corea del Norte, pero estábamos equivocados. El socialismo real estuvo una larga década sin recuperarse, sí, pero ha vuelto con fuerza utilizando banderas populistas como el ecologismo para dominarnos, para dirigirnos, para decirnos una vez más lo que tenemos que hacer, cómo tenemos que pensar, y todo ello, presuntamente, por nuestro bien o en este caso por el bien del planeta. Sólo les ha faltado un pequeño detalle demostrar científicamente sus conclusiones y convencernos de que con sus billonarias planificaciones no vamos a terminar de nuevo como ese “pueblo” en el nombre del que actuaban y al que prometían igualdad, justicia social… y al que sólo proporcionaron una total ausencia de libertad en medio de la miseria, hambrunas generalizadas y muerte.Aunque muchos no lo sepan, este ecologismo radical y pseudocientífico ha producido ya muchas muertes. Con la prohibición del DDT en el año 1972, tras las denuncias ecologistas de Raquel Carlson (nunca demostradas y refutadas en el año 2000 por la OMS), la malaria, que estaba controlada, volvió a propagarse y causó entre uno y dos millones de muertes al año en el Tercer Mundo. Las cifras son claras, entre treinta y sesenta millones de muertes causadas por la malaria, gracias a una frivolidad ecologista, la de defender a los pájaros de la supuesta lluvia ácida producida por el DDT. Sólo es un ejemplo de los problemas que pueden causar las medidas poco meditadas y erróneas. Pero un ejemplo que tiene que hacernos reflexionar, y que tiene que llevarnos a no aceptar sin más lo que nos digan los políticos o los grupos ecologistas, que además tienen sus propios intereses. Debemos ser críticos, debemos ejercer la crítica para controlar al poder público y a los poderosos lobbies ecologistas, porque de lo contrario intentarán quitarnos nuestra capacidad de elección, nuestra libertad de opinión, como ya intentaron de mil maneras con Bjorn Lomborg.En España, como he dicho antes, ya está el ecologismo situado en la obligatoriedad moral de lo políticamente correcto. ¡Ay! Como se le ocurra a alguien decir algo contra los ecologistas o sus propuestas-exigencias. Pero como les he contado en este capítulo, los beneficios para el planeta y para nuestras vidas en caso de llevarse a cabo sus reclamaciones son, como mínimo, más que dudosos y siempre situados en el impredecible futuro. Sin embargo su particular cosmovisión y muchos de los objetivos que ya han conseguido están perjudicando al hombre, de eso no hay ninguna duda, lo han hecho en el pasado, recuerden la malaria, lo están haciendo en el presente y si les dejamos lo harán en el futuro. A continuación les cito algunos ejemplos:La moratoria nuclear, de la que todos los españoles tendremos tiempo de arrepentirnos en un futuro muy cercano, dados los problemas de capacidad de producción y de distribución de energía eléctrica que ya padecemos. Precisamente en los días que escribo este capítulo se encuentra desesperada la Unión Europea buscando una solución a los boicots energéticos de algunas ex-repúblicas soviéticas. Curiosamente la única solución que han encontrado, inventada hace ya mucho tiempo, es potenciar la energía nuclear, porque si seguimos haciendo caso a los ecologistas, cerrando las centrales nucleares y llenando los montes de “molinillos” acabaremos sin dinero e iluminándonos con velas. Las energías alternativas, como a nadie se le oculta, malgastan el dinero público —aunque son empresas privadas las que invierten, nunca lo harían si no fuera un sector totalmente subvencionado—, y son insostenibles dado su elevado precio y su baja productividad.El Protocolo de Kyoto no es más que un nuevo intento de planificación de la economía a nivel mundial, que sólo provocará el aumento de la pobreza y el hambre. Curiosamente los gobernantes españoles corrieron a firmarlo, a pesar de que ya a nadie se le oculte, tras el fracaso y hundimiento de todos los regímenes comunistas, lo que llevan consigo las economías socialistas. Si se sigue adelante con el protocolo, cosa dudosa, lo pagarán las empresas españolas, o sea, lo pagaremos los españoles.La derogación del trasvase del Ebro, deja a los ciudadanos del Levante español en una situación desesperada para los próximos años. Pero además, según los ecologistas, deben alegrarse por haber “salvado” a la garza pequeña y al chorlitejo patinegro del Delta del Ebro.Los cultivos transgénicos, tan denostados por los ecologistas, incrementan el rendimiento de las cosechas al mejorar la resistencia a los factores negativos del clima, aumentando además las posibles zonas de explotación al extenderse a zonas actualmente improductivas como las desérticas. Esto que podría ser la solución para las zonas con escasez de agua de España, pero sobre todo fundamental para acabar con la escasez de alimentos en los países del Tercer Mundo, no es aceptado por los ecologistas. Greenpeace “reitera una vez más que el gobierno español debe cambiar drásticamente su política de transgénicos y prohibir el cultivo en España, porque no se dan ni existen las condiciones para garantizar que estos cultivos no tengan efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud”.El Proyecto Gran Simio, mediante el que algunos grupos políticos, como el socialista, piden para los chimpancés, gorilas y orangutanes “la protección moral y legal de la que, actualmente, sólo gozan los seres humanos”. “Como no serán capaces de defender sus propios derechos, deben ser salvaguardados por la sociedad, como se salvaguardan los intereses de los menores de edad y de los discapacitados mentales de nuestra propia especie”. Este tipo de argumentos, en realidad, no están centrados en beneficiar a los animales sino en degradar la dignidad humana, buscando igualar a los hombres con los animales. Pero es que para el ecologismo es fundamental situar a la naturaleza por encima de la humanidad, idolatrar a la naturaleza como el objeto de culto de un nuevo paganismo. Carl Armey, miembro del Partido de los Verdes alemán, ha declarado que "nosotros, los verdes, aspiramos a un modelo cultural en el que la matanza de un bosque sea considerada más condenable y más criminal que la venta de un niño de seis años a la prostitución asiática".A pesar de todo lo anterior, los medios de comunicación en España, ya han comenzado a manipular nuestras mentes, a lanzar mensajes que están en la línea ecologista de impresionar al público con mensajes catastrofistas para que aceptemos todas sus descabelladas propuestas. Vean cómo los periódicos cada cierto tiempo nos bombardean en sus titulares con las dramáticas consecuencias del cambio climático que les remiten los ecologistas, dándolas por buenas y sin un ápice de crítica: “El cambio climático provocará en las playas españolas un retroceso de entre 20 y 70 metros para 2050”. En los periódicos locales para tener un mensaje más efectivo se han dedicado a concretar las zonas de la siguiente manera: “El cambio climático hará desaparecer el 70% de las playas guipuzcoanas”. “El cambio climático pondrá en peligro la playa de Salinas y afectará a los sistemas de dunas de El Espartal, Bayas y Xagó”. “Las playas canarias retrocederán hasta 50 metros por el cambio climático”. “El 40% de las playas del Cantábrico podrían desaparecer”. “Los deltas del Ebro y Llobregat en peligro”. La Manga del Mar Menor, Doñana…, podría seguir y no acabar.Desde el poder público también están en campaña para orientar nuestras ideas hacia sus oscuros intereses. Cristina Narbona, Ministra de Medio Ambiente, anuncia “efectos desastrosos para España en este siglo por el cambio climático. Podrían desaparecer playas enteras en España”. En lugar de llevar a cabo las políticas necesarias para resolver los problemas de sequía que tenemos en muchas zonas de España se dedica a hacer de palmera de los grupos ecologistas. En el caso del presidente Zapatero, además intenta que nos olvidemos de otras. En una cumbre internacional en Montevideo dijo: “El calentamiento global ha producido ya más víctimas que el terrorismo”. Yo le añadiría que también los accidentes de tráfico, pero como dicen los castizos ¿qué tiene que ver el culo con las témporas o el tocino con la velocidad? La triste realidad es que ese fenómeno que se da por supuesto, el calentamiento global, ni siquiera está probado científicamente. Los mismos propagandistas del “global warming” cuando las circunstancias no les son propicias —durante las grandes nevadas, por citar un ejemplo— le cambian el nombre y lo sustituyen por “el cambio climático”, para evitar que a alguien se le encienda la bombilla y pueda ser crítico. Si unimos esta falta de demostración científica, a lo ocurrido en décadas anteriores cuando se nos dijo que estábamos entrando en una nueva glaciación causada por la contaminación, o la ridícula teoría de la bomba poblacional, que terminaría con los recursos de la Tierra por lo que millones de personas morirían de hambre, nos lleva a dudar no sólo de las tesis ecologistas sino también a reflexionar sobre quién estará detrás de este movimiento y cuales serán sus verdaderas pretensiones.En España, —y en el resto del mundo occidental tres cuartos de lo mismo— una vez más nos están vendiendo una burra coja, como nos vendieron la utopía comunista, en este caso se trata de la utopía ecologista ¡pero es que resulta que son los mismos vendedores! El verdadero objetivo es claro: acabar con el liberalismo económico, con la globalización, ellos lo llamarían el “capitalismo salvaje” que en realidad es el causante del verdadero progreso de la humanidad en libertad, y volver al Socialismo, a la planificación, al intervencionismo del Estado en todos los ámbitos de la vida del individuo, que está íntimamente ligado al totalitarismo, al retroceso de la libertad del hombre y a la igualdad, pero a la igualdad en la pobreza. Del análisis de sus objetivos tenemos que concluir que detrás de este movimiento, como de muchos otros actualmente en pleno apogeo, no están otros sino los supervivientes de la caída del Muro, una vez reorganizados y reciclados para engañar de nuevo a la sociedad moderna, toda vez que sus antiguas diatribas están desechadas.El mensaje es burdo pero está ahí. Nos lo simplifica perfectamente Judi Barri, miembro de una organización, aparentemente ecologista, EarthFirst! (¡La Tierra primero!):"Creo que si no derrotamos al capitalismo, no tendremos opción de salvar el mundo ecológicamente" "Creo que es posible tener una sociedad ecológica bajo el socialismo, no bajo el capitalismo" Esto es lo que cree Judi Barri, yo sin embargo creo que con este artículo ha quedado bastante claro qué es el ecologismo y a quién representa. Pues eso...

Escrito por J.S.M. para Rebelión digital el 18 de febrero de 2007

1 Lea artículos de la prensa extranjera, traducidos por Rebelión digital, relacionados con Bjorn Lomborg o con el ecologismo en el siguiente enlace:http://prensaextranjera.rebeliondigital.es

2 Vea un interesantísimo video-documental titulado "La gran estafa del calentamiento global" en el siguiente enlace: http://www.rebeliondigital.es/prensaextranjera/La_gran_estafa_del_Calentamiento_Global