agosto 25, 2007

LA HIPOCRECIA DE LOS FAMOSOS ECOLOGISTAS


Ser una celebridad por interpretar canciones o actuar frente a pantallas grandes y pequeñas conlleva servidumbres y privilegios. Entre las primeras, la aparente necesidad de sumarse a cierto discurso progresista y ecologista, aunque nunca lo suficiente como para estudiar en serio los problemas implicados. Y entre los privilegios, el poder ganar popularidad con esas imposturas mientras en su comportamiento privado no permiten ninguna de las renuncias que prescriben a los demás.

Son guapos y famosos. Cantan, actúan, ocupan cargos políticos, pero tienen tiempo para mucho más. Para erigirse en reserva moral de esta sociedad injusta, corrompida, abocada al Apocalipsis medioambiental. No tenemos más que acercarnos a la página web de Barbra Streisand, que recoge las recomendaciones de un científico expresadas en el New York Times y que llaman al ejemplo personal, a la renuncia, al ahorro, como forma de contribuir privadamente a moderar la contribución humana al efecto invernadero: cambie su sistema de calefacción por otro más eficiente, no utilice las viejas bombillas para iluminarse, cierre bien puertas y ventanas cuando ponga el aire acondicionado… Todo ello está muy bien y alguna de las recomendaciones tienen todo el sentido. Pero la cuestión cambia radicalmente cuando el comportamiento que observamos es el de la propia Streisand. El pasado mes de julio visitó Gran Bretaña, venciendo una vez más su timidez ante los escenarios, para cantar a sus incondicionales. Pero para desplazarse no eligió un avión de línea, sino que lo hizo en jet privado, tal como recogió el diario Daily Mail. Para acompañar a su voz necesitó 13 camiones de trailer con acompañantes, técnicos y todo tipo de bienes. Si por un lado recomienda en su página no poner el lavaplatos hasta que no esté cargada de vajilla sucia, por otro necesita para el backstage 120 toallas. Mucha agua tendrá que secar.


Di Caprio es ecologista "cuando puede"

Un reciente artículo del periodista Jeff Bercouvici, publicado en la revista Radad, recoge las incoherencia de los "green fakers", de los verdes de mentira. De los famosos que son ecologistas sobre la alfombra roja, pero que dejan de serlo cuando retoman sus privilegiadas vidas. Lo de viajar en jet privado, alejado del entusiasmo del público, no es exclusivo de la diva americana. La pareja de baile ecologista de Al Gore, Leonardo di Caprio, tampoco necesita a las líneas aéreas para desplazarse de ciudad a ciudad. "Yo intento viajar en líneas comerciales siempre que puedo", dice al respecto. Pero le ocurre como a cualquier otra persona, que hay ocasiones en que se ve abocado a viajar sin más compañía que la que él elija.

"No soy perfecta"

El éxito de Al Gore con su docudrama "Una verdad incómoda" (con su uso recreativo de la ciencia), no será ajeno a las artes de la productora Laurie David (cuyo marido fue, a su vez, productor de Seinfeld). Si uno entra en su página web lo primero que verá no es su perfil profesional sino el hecho de que es una "Global Warming Activist", una activista del calentamiento global. Será porque, ella también, prefiere el jet privado para sus desplazamientos a tener que compartir asiento con las personas a las que quiere "concienciar". Cuando se le pregunta por tan violento contraste entre lo que dice y lo que hace, su respuesta es a la vez clara y reveladora: "No soy perfecta. Esto no trata de la perfección. No espero que todos los demás sean perfectos, tampoco. Eso es lo que está dañando al movimiento ecologista: llevar a la gente a estándares (de comportamiento) que no pueden alcanzar". Y ella no quiere dañar al movimiento ecologista. El autor del artículo no ha hecho mención a Sheryl Crow, que gana honradamente mucho dinero convocando a miles de seguidores en sus conciertos, a los que inunda de chorros de voz y de electricidad, pero pide que se imponga un racionamiento en todo el mundo al uso del papel higiénico. Todo, por el medio ambiente.

Viva la energía eólica, lejos de mi vista

Los políticos también tienen tiempo para hacer lo contrario de lo que dicen, y eso que hablar les ocupa, a su vez, una porción importante de sus horas. Jeff Bercouvici pone el ejemplo del joven Robert Kennedy, que debate sus esfuerzos entre las organizaciones ecologistas Waterkeeper Alliance y Natural Resources Defense Council. No hay nada como las energías renovables, claro está, como la eólica. Pero siempre que los molinos de viento queden lejos de su vista. Lejos, muy lejos de su finca en Hyannis Port. O el candidato demócrata a la presidencia John Edwards, aferrado a su discurso demagógico sobre "las dos américas", una rica y otra pobre. También se podría hablar de las dos américas, la que cabe en su casa, la más grande de todo Estados Unidos, y la que se quedaría fuera.

Al Gore

Pero el campeón de todos ellos es, sin duda, Al Gore. Es el profeta del calentamiento global y ha llevado su docudrama por todo el mundo. Lo llamó "Una verdad incómoda". Como si se refiriera a su propia persona. Pues nuestro flamante premio Príncipe de Asturias gasta, en un solo mes, más que la familia estadounidense media en todo un año. Posee una mina de cinc que ensucia como la que más y rechaza, en el Capitolio, asumir él los "mandamientos" sobre el calentamiento global que prescribe para los demás. Para vender el apocalipsis en Canarias, lo ha adelantado a la zona, pero para los presupuestos públicos y privados.
La Tierra agradecerá a la bella Jennifer Aniston que se duche en sólo tres minutos y que, mientras, aproveche para limpiarse los dientes. Pero a lo mejor no es tan importante. Pero acaso más importante que eso sea no caer en determinados excesos.
Autor: José Carlos Rodríguez

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