noviembre 06, 2007

La batalla por Bolivia y Ecuador


por Gustavo Coronel

Gustavo Coronel fue director de Petróleos de Venezuela (1976-79) y representante en Venezuela de Transparencia Internacional (1996-2000) y autor del estudio "Corrupción, administración deficiente y abuso de poder en la Venezuela de Hugo Chávez" [0] publicado por el Cato Institute (Noviembre 2006).

La batalla por la democracia y la libertad se intensifica en Bolivia y en Ecuador. En ambos países, la mano peluda promoviendo la implantación de regímenes autoritarios y anti-democráticos es la de Hugo Chávez. Esto significa que lo que suceda en Venezuela tendrá un impacto directo e instantáneo en estos dos países.

En Bolivia la situación es ya tan complicada para las fuerzas del fascismo que lideran Morales y Linera que, hasta mercenarios a sueldo de Hugo Chávez como Heinz Dieterich, admiten los errores del régimen. Dieterich critica el intento del gobierno de Evo Morales de impulsar una Asamblea Constituyente que los movimientos cívicos de protesta en una gran parte del país han dejado agonizante. Dice el cínico Dieterich: “Al no obtenerse la mayoría para conferirle el carácter jurídico de ‘originaria’ a la Asamblea hubiese sido más benéfico marginar de facto ese foro”. Al decir esto, admite que la verdadera intención detrás de la Asamblea Constituyente Boliviana no era la de dotar al país de una nueva constitución sino la de lograr un descabezamiento general de todas las instituciones del Estado, a fin de estructurar un sistema marxista-fascista, como el que Chávez está tratando de instalar en Venezuela. Se lamenta Dieterich (ver www.aporrea.org/tiburon/a43719.html [1]) que de los nueve departamentos bolivianos seis de ellos estén con lo que él llama “la derecha” y nosotros denominamos las fuerzas cívicas y progresistas de Bolivia: Santa Cruz, Cochabamba, Beni, Tarija, Pando y hasta Chuquisaca. Según Dieterich estas provincias están controladas “desde Washington”. Quien haya ido a ver, de primera mano, como lo hizo el suscrito, la acción ciudadana espontánea que impera en estos departamentos tiene que reírse de lo que dice Dieterich desde su “bunker” Caraqueño.


Mientras en Bolivia las huestes del fascismo marxista parecen estar en franca desbandada otro panorama se presenta en Ecuador, al menos en esta etapa de su proceso. Allí Rafaél Correa ha podido conformar una mayoría significativa en la Asamblea Constituyente y está hablando abiertamente, no ya de una nueva constitución, sino de disolver el Congreso y abrazar lo que el llama “el socialismo del Siglo XXI”, un guiso ideológico-estratégico creado por el mismo Dieterich a pedido de Chávez, para disfrazar sus ambiciones de poder ilimitado. Correa también amenaza con expulsar del país las empresas cementeras extranjeras, al FMI y al Banco Mundial. Hasta la CAF y el BID han sido objetos de advertencia: “Si esos organismos no responden a los intereses del país que se vayan” (www.aporrea.org/internacionales/n104160.html [2]). A las empresas extranjeras les ha dicho: “Si no les gustan las nuevas reglas del juego que les vaya bonito”. (El Mundo de España, “Ecuador anuncia que revisará los contratos con multinacionales…”, Noviembre 4, 2007). La arrogancia y la rudeza verbal de Correa, quien no comparte aquello de “lo cortés no quita lo valiente”, parecen estar calcadas del lenguaje chavista, un lenguaje diseñado para ofender al adversario ideológico.

Sin embargo, todavía es temprano para saber que pasará en Ecuador. La oposición en ese país tiene la ventaja de ver lo que ha pasado y está pasando en Venezuela y en Bolivia. En Venezuela la destrucción nacional a manos del hombre fuerte ha sido impresionante, pero sus pretensiones de presidencia vitalicia parecen constituir la gota que podría derramar el vaso. La oposición Boliviana, indignada por la exclusión y el centralismo que caracterizan el régimen de Morales, ha logrado paralizar el progreso del modelo chavista. Ello debería ser ejemplo para que en Ecuador la ciudadanía le exija a Correa un comportamiento democrático y civilista desprovisto de bravuconería y autoritarismo y una verdadera atención a los problemas fundamentales del país.
El caudillismo tiene que ser barrido definitivamente de América Latina.

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