julio 23, 2008

Tabaquismo: efectos adversos de la intervención estatal

Marcelo J. Fleischer
Mariana L. Moyano



Podemos afirmar sin exagerar que el tabaco en forma de cigarrillos es una de las drogas más adictivas y mortíferas. Respecto a la primera de dichas cualidades, cabe recordar que la neurofarmacología de la nicotina es extraordinariamente similar a la de la cocaína. Sujetos experimentados a quienes se suministró inyecciones intravenosas de nicotina pensaron en la mayoría de los casos que habían sido inyectados con cocaína o anfetaminas.

En el caso del tabaco, la forma cruda de la droga (planta), particularmente si es fumada, resulta incomparablemente más tóxica que su principio activo (nicotina) purificado y administrado en dosis equivalentes. Las principales secuelas adversas para la salud por consumo de tabaco resultan del acto de fumarlo, y se deben a innumerables subproductos de la combustión del llamado alquitrán del tabaco, no a la nicotina en sí misma.

Los esfuerzos dirigidos a desacostumbrar a las personas al tabaco no suelen resultar eficaces a largo plazo, en particular cuando el fumador no está resuelto a padecer las molestias que le supone abandonar el hábito. Las propuestas orientadas a efectuar prevención primaria de los daños asociados al tabaquismo por lo general incluyen campañas publicitarias anti-tabaco, caras y de efectos disuasorios inciertos, o bien obstáculos al consumo, tales como aumento de precios vía presión impositiva, que castiga selectivamente a los más necesitados e incentiva el mercado negro. Las campañas educativas fracasan cuando falta el ejemplo.

Otra forma de lidiar con los males que provoca el tabaquismo consiste en ofrecer al consumidor alternativas viables al cigarrillo, para lo cual aún es necesario incorporar mejoras significativas a las hoy disponibles: hay esperanzas bien fundadas tanto en la vía intranasal como en la estrategia del vapor de nicotina, que se asocian a una curva de niveles nicotínicos en sangre similar a la del cigarrillo, evitando la mayoría de sus perjuicios.

El tiempo que demora un dispositivo en conseguir la concentración plasmática máxima de nicotina es un elemento clave a tener en cuenta, puesto que la mayoría de los fumadores parecen aceptar mejor las alternativas al cigarrillo que asemejan sus efectos psicoactivos (en gran medida relacionados con la farmacocinética) y que permiten conservar, al menos en parte, el componente ritual del acto de fumar. Parches y chicles de nicotina no cumplen con esos requisitos. Respecto al componente sensorial del fumar, el sistema de calentar el tabaco sin llegar a quemarlo para extraer la nicotina (vaporización), si bien menos conveniente que otros desde el punto de vista sanitario, conserva, al menos parcialmente, el aroma y sabor que tantos fumadores aprecian.

Para trazar una propuesta sensata, es importante reconocer que ningún esfuerzo gubernamental puede hacer desaparecer el tabaco ni la búsqueda humana de sus cualidades psicoactivas. Si tenemos que convivir con la nicotina, debemos asignar a la ciencia la tarea de eliminar, en lo posible, la toxicidad asociada a su administración. El fumar cigarrillos no es la modalidad definitiva de consumo de nicotina: es tan sólo la menos saludable, la más peligrosa y la que más expone a terceros a sustancias nocivas.

Desde una perspectiva de salud pública, creemos que ninguna estrategia es más provechosa y económica que facilitar la investigación y promoción de medios más seguros y asequibles para el suministro de nicotina, especialmente para los tabaquistas empedernidos. Con el nivel alcanzado por la farmacología y los recursos técnicos disponibles actualmente, no parece justo seguir limitando las opciones del fumador a la abstinencia o el deterioro severo de su salud.

Poner fin a ese dilema, eliminando los obstáculos a la producción y el comercio de nuevos vehículos de nicotina, salvaría millones de vidas todos los años.

5 comentarios:

Martín Benegas dijo...

excelente Mariana y Marcelo, los felicito!

Fernando Amaya Dalmasso dijo...

Una cosa es cierta, el fumador fuma lo que sea que fuma, igual que el adicto consuma lo que quiera que consuma por la sencilla razón de que la sustancia produce exactamente el efecto que quiere que le produzca, dicho de otra forma: La Droga Funciona.

Los efectos de la pohibición del alcohol llevaron a Al Capone,y la paranoia mundial contra las drogas llevaron a Pablo Escobar y a Duhalde.

La prohibición de sustancias lleva también a que su produción clandestina no esté controlada, lo que permite que muchos productores de sustancias mezclen talco, tiza, vidrio o cualquier cosa para "rebajar" la sustancia y que pese lo mismo, lo que provoca daños mayores que la sustancia pura.

Incluso los amantes del Estado todopoderoso tienen problemas con la prohibición, porque regular la venta podría incluso generarles impuestos para su Leviatán.

De todos modos, voy a traer a colación un comentario de Alejandro Rozitchner (no textual) para cerrar. La televisión no lava cerebros, la televisión da lo que la gente quiere ver; el día que la gente quiera von Hayek y von Mises, la televisión dará von Hayek y von Mises.

Con la droga es igual, Pablo Escobar existió porque alguien quería comprar, Pablo nunca obligó a nadie a drogarse.

Anónimo dijo...

¡Hermoso artículo!

Coincido con FZeroX en todo. Creo que la droga funciona para quienes las consumen. No entendemos porqué pero evidentemente las drogas producen alguna satisfacción o crean un equilibrio en el consumidor. No niego que en el tiempo todas las adicciones son destructivas, pero cada individuo es dueño de su cuerpo y de su vida y por lo tanto tiene en sus manos el poder de destruirla. Veo a la destrucción y al suicidio como una opción más de la vida. La inmoralidad es no reconocer el derecho que tiene cada indivio a hacer de su vida lo que le de la gana.
Estoy muy de acuerdo también en que la televisión muestra lo que los televidentes quieren ver. Los canales de televisión son empresas de servicios y tienen un fin de lucro. Las televisoras no tienen ninguna obligación de guardar la moral de las personas, no son niñeras. El moralismo es para los imbéciles, y es un verso para giles, pero no sirve para nada. El moralismo lo hacen los inmorales y el estado está repleto de inmorales que lo han conducido desde su orígen.

Mariana y Marcelo dijo...

Gracias muchachos. Compartimos los juicios aquí vertidos por nuestros co-bloguers.

Darío dijo...

Si desde el Estado se quiere dar clases sobre moralidad, estamos fritos.