Fuene: Libertad Digital
Nuestra situación mejoraría si pagásemos todas las facturas médicas de nuestro bolsillo excepto las realmente grandes, y reservásemos el seguro para sucesos catastróficos.
Los candidatos a presidente tienen planes para conseguir que haya más personas con seguro médico. Algunos quieren obligarnos por ley a comprarlo; otros quieren incentivarlo con desgravaciones fiscales. Sea como sea, parece que los seguros son la magia que solucionará nuestros problemas sanitarios.
Pero en contra de lo que parece dictar la sabiduría popular, el problema no son quienes carecen de seguro médico sino quienes lo tienen. Son estos últimos los que encarecen a todo el mundo la atención médica. Nuestra situación mejoraría si pagásemos todas las facturas médicas de nuestro bolsillo excepto las realmente grandes, y reservásemos el seguro para sucesos catastróficos. Los verdaderos necesitados dependerían de la caridad, no del Gobierno, porque una vez que el Gobierno se implica, las malas consecuencias no intencionadas abundan.
Si nos pagáramos nuestras propias facturas médicas, probablemente adquiriríamos seguros con una franquicia elevada (unos 1.000 dólares en el caso de los particulares y 2.100 en seguros familiares) porque, de media, la prima es 1.300 dólares más barata. Pero muchos están tan acostumbrados a que otros les paguen sus facturas médicas que odian las franquicias elevadas; se sienten timados si tienen que pagar 1.000 dólares antes de que la aseguradora tenga que poner dinero. Pero los seguros con una franquicia elevada pueden ser la clave para reducir los costes y ponerle a usted a cargo de su salud.
Hace cinco años, la cadena de tiendas de comestibles Whole Foodscambió a un plan de franquicias elevadas. Si un empleado se tuerce un tobillo o un codo, paga. Pero si tiene cáncer o enfermedades coronarias, su seguro lo cubre.
Whole Foods ingresa alrededor de 1.500 dólares al año en una cuenta para cada empleado. No es caridad, sino parte del sueldo. Es el dinero que Whole Foods tendría que dedicar a un seguro más caro. He aquí la parte buena para los empleados: si durante el año no se gastan ese dinero en atención sanitaria se lo quedan y la compañía añade más al año siguiente. A esto se le llama una "cuenta de ahorros de salud", o HSA.
El director ejecutivo de la empresa, John Mackey, me informó que cuando pasaron al sistema nuevo, sus "costes se desplomaron". Todavía hoy, algunos empleados tienen 8.000 dólares en sus cuentas. "Ese dinero es suyo – dice Mackey –, crece con el tiempo porque va acumulando intereses". Cubrirá toda clase de futuros gastos personales.
Lo más importante es que, dado que los empleados controlan el dinero, su comportamiento ha cambiado. Los trabajadores de Whole Foods comenzaron a preguntar "cuánto cuestan las cosas. Puede que ya no quieran acudir a urgencias si se levantan en medio de la noche con un padrastro y decidan en cambio programar una cita". Antes no había necesidad de preguntar por los costes porque en apariencia la aseguradora se hacía cargo de todo. Pero eso elevaba el precio de la atención sanitaria de todos. Ahora, ahorrar tiene sentido para los empleados porque el dinero les pertenece.
Los críticos de las HSA plantean si las cuentas individuales instarán a la gente a ahorrar dinero a expensas de su salud. Mackey tiene la respuesta adecuada: "La premisa que está detrás de ese tipo de preguntas es que la gente es idiota. Que no es lo bastante inteligente para tomar esas decisiones por sí misma. Es una postura elitista. El individuo es el que juzga mejor lo que es adecuado para sí mismo."
Y al parecer, la mayoría de los individuos están tomando decisiones inteligentes. Regina Herzlinger, profesora de la escuela de empresariales de Harvard, afirma que los estudios demuestran que "quienes tienen pólizas con franquicias elevadas se cuidan mucho más. Se hacen más revisiones anuales. Porque piensan: 'Si me mantengo sano, voy a gastar menos dinero a largo plazo'."
Los críticos también sostienen que gastar bien en atención médica es demasiado complicado e importante como para que lo controlen los particulares. Mackey no se lo traga: "¿Deberíamos entonces dejar que la gente tome la decisión sobre tener o no hijos? En fin, ¡me parece que esa es una responsabilidad bastante importante!"
Señalé que la mayor parte de la gente no sabe nada sobre los complejos tratamientos del cáncer. "Yo no sé nada de coches – respondió –. Pero si compro un Toyota, un Audi o un Lexus sé que voy a tener un automóvil bastante bueno porque la competencia garantiza que será así."
Lo hace. Y la competencia hará lo mismo en la asistencia médica. Todo lo que necesitamos hacer es ponernos nosotros a cargo de nuestro propio dinero.
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