octubre 15, 2007

Venezuela: ¿Saltará la rana?


Un artículo escrito por Gustavo Coronel publicado en el portal del Cato Institute


Gustavo Coronel fue director de Petróleos de Venezuela (1976-79) y representante en Venezuela de Transparencia Internacional (1996-2000) y autor del estudio "Corrupción, administración deficiente y abuso de poder en la Venezuela de Hugo Chávez" [0] publicado por el Cato Institute (Noviembre 2006).


¿Cómo puedes matar a una rana? Poniéndola en una olla de agua caliente y aumentando la temperatura del agua lentamente. Si la temperatura aumenta demasiado rápido, la rana salta. Pero si este aumento se da paulatinamente, la rana se queda en la olla hasta morirse.


Esta analogía explica porqué las insurgencias políticas con violencia han fracasado con frecuencia en América Latina. Para tener éxito en consolidar su poder, un aspirante a ser dictador tiene que ir con calma.


Recientemente, Hugo Chávez reveló una descarada propuesta de reforma constitucional en Venezuela. Todavía no está claro si sucederá y cuando sucederá, pero si tiene éxito, habrá hervido a la rana, convirtiéndose en un dictador mientras pretende trabajar en un sistema que aparenta ser democrático a la distancia.


La reforma de Chávez incluye únicamente 30 de los 350 artículos de la Constitución, pero difícilmente representa un pequeño cambio. Contiene reformas radicales que, en caso de ser aprobadas, le darían a Chávez el estatus y poder de un monarca absoluto.


El ejecutivo tomaría el control de muchas actividades que antes estaban en manos de los estados y los gobiernos municipales, como la administración de hospitales y escuelas estatales y municipales, así como la administración de puertos, aeropuertos y autopistas de peaje.


El presidente tendría la autoridad de disolver la Asamblea Nacional y convocar una Asamblea Constituyente. Es difícil pensar en un ejemplo más claro de sustituir el imperio de la ley con el imperio de un hombre.


El periodo de gobierno del presidente será de siete años y podría ser reelegido indefinidamente, contrario a la Constitución actual en la que el presidente tiene un periodo de siete años con posibilidad de reelección inmediata en dos periodos consecutivos. Además, el presidente estará autorizado para nombrar cuantos vicepresidentes desee, sin que tengan que rendir cuentas a nadie más que a él, para supervisar las actividades económicas y políticas.
El presidente podría decidir cómo utilizar las reservas financieras internacionales quitándole la autonomía al Banco Central y ahuyentando a los inversionistas extranjeros. Esto provocaría la pérdida de credibilidad del gobierno ante la comunidad financiera internacional y aceleraría la salida y pérdida de capital.


El presidente también podría crear ciudades nuevas, nuevos territorios y provincias federales, un poder que seguramente abusará con el fin de premiar a sus seguidores.


El país tendrá días laborales de 6 horas. Esto disminuirá la productividad industrial aún más aumentando el desempleo en el mediano plazo y haciendo al país menos competitivo.


El presidente promoverá a los oficiales militares, otra autoridad que correspondía previamente a la Asamblea Nacional. Las fuerzas armadas “bolivarianas” tendrán un nuevo elemento, la “milicia popular”, tomando como ejemplo el Ejército Popular Cubano y la Guardia Revolucionaria Iraní, organización militar semi-oficial que funciona como un Estado dentro del Estado, dando poder y enriqueciendo a los simpatizantes del presidente. Chávez lo describe como un ejército entrenado para combatir la invasión norteamericana.


El Estado será socialista, en el sentido político y económico, aunque todavía se permitirá la propiedad privada mientras no interfiera con los intereses nacionales. Este modelo ha probado ser un fracaso dondequiera que ha sido intentado.


Chávez ha aprendido la importancia de ejecutar sus planes poco a poco. En febrero de 1992 trató de llegar al poder de la manera tradicional. Después de haber planeado su golpe de estado durante diez años, todo se vino abajo en diez horas gracias a su ineptitud militar. En 1998 ganó la presidencia por medio de elecciones y a pesar de la euforia por su victoria, no le gustaba la idea de respetar las reglas democráticas. Por consiguiente, ha enfocado sus esfuerzos para convertirse en dictador pretendiendo ser democrático.


Esta reforma constitucional será objeto de un referéndum nacional organizado por el Consejo Electoral Nacional, una organización que él controla y en la cual los venezolanos no confían para nada. Los venezolanos se enfrentan al dilema de votar para instalar una dictadura “constitucional” o abstenerse completamente. Ambas alternativas tienen sus riesgos.


Los venezolanos que aman la democracia están contra la pared, pero paradójicamente también lo está Chávez. Si la gente presionada para votar a favor de eliminar la democracia en el país se decide por una protesta popular masiva, Chávez podría ser desbancado de nuevo, como sucedió en abril del 2002 cuando alrededor de 700,000 ciudadanos indignados se manifestaron en contra de su abuso de poder. Como sucedió en aquella ocasión, la rana podría saltar. Pero esta vez podría resultar en una guerra civil.


Este artículo apareció en el American Spectator el 26 de septiembre de 2007.
Source URL:
http://www.elcato.org/node/2844

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