"Cuba paradisíaca", reza el colorido póster en la entrada de una agencia de viajes. Se ven playas blancas y un mar espumoso en hipnotizantes matices de azules y verdes. En un costado, una mujer bebe un trago rojo mientras mira sonriente a un musculoso hombre que está sentado junto a ella. El lugar es inmejorable. Todo muy bonito. En medio de la calurosa ciudad en que me encuentro, la fotografía parece tomada en el paraíso.
En Internet abundan referencias en cuanto a los lujosos hoteles internacionales que han aterrizado en tierras cubanas y se disponen a ofrecernos lo inimaginable: comidas exóticas y deliciosas, salas de relax, masajes frente al mar, canchas de golf y clases de mambo, timba cubana y cha cha cha.
El turismo es el principal ingreso del estado cubano. Luego de un literal corte del sustento soviético, el gobierno de Castro en bancarrota, realizó convenios con genuflexas firmas internacionales de donde saca una inmensa tajada en dólares.
Es interesante saber que en Cuba le han armado al turista una especie de Disneyworld patético, de paraíso ficticio, donde se lo atrae al visitante para que deje su divisa dura que mucha falta le hace a Castro para mantener su siniestra maquinaria. Quienes vayan a la isla, opositores o no, estarán invariablemente sustentando su sistema.
En Cuba, no hay prensa independiente, ni libertad de expresión alguna. Existe una vigilancia permanente que intimida, tortura y encarcela ferozmente a los ciudadanos disidentes que permanecen cautivos sin ningún tipo de justicia. Se violan los derechos sistemáticamente y se han aniquilado todas las libertades individuales.¿Cual es el placer de pasar unas vacaciones solventando semejantes atrocidades? Hay turistas desprevenidos que no saben todavía de ésta terrible situación, pero muchos otros prefieren tomar su clase de cha cha cha en paz y disfrutar de los lujosos hoteles exclusivos para extranjeros.
El trabajador cubano que ofrece sus servicios al turismo, es productor de dólares, sin embargo su remuneración es convertida por el gobierno a devaluados pesos cubanos y esto supone que el pobre individuo gana entre un 10 y un 15% de la suma real.
Un documento firmado por el Ministro del Turismo cubano Manuel Marrero Cruz, está dirigido a aquellos cubanos que tienen relación laboral con los turistas. Éste se funda, según dice el documento en los "principios éticos, morales y profesionales que caracterizan a nuestra sociedad (cubana)". Un chiste de pésimo gusto.
Los trabajadores de turismo deben "mantener una conducta basada en la fidelidad a la Patria…la legalidad socialista y la política del gobierno", también deberán "mantener permanente vigilancia contra todo hecho o actitud lesiva a los intereses del Estado" y deben comunicar de inmediato "las acciones o hechos violatorios que atenten contra los principios de la Revolución".
Están prohibidos todos aquellos beneficios que los trabajadores puedan recibir como invitaciones, becas de estudio, eventos, viajes al exterior sin el permiso y la autorización expresa del organismo estatal "competente".
Cualquier regalo en especie deberá ser declarado a la autoridad inmediata.
El documento antes indicado, abunda en detalles que demuestran un asfixiante control sobre las personas y la imposición de evitarles en todo lo posible algún contacto con el exterior, además de utilizarlos como espías. Con semejantes datos, seguramente resultaría cuanto menos desgarrador el mirar a la cara a los camareros y a quienes nos atienden en la isla.
Las agencias cubanas de turismo publicitan su ilusoria pompa de jabón y con el cinismo propio de los psicópatas dicen en una página Web:
¿Cómo son los cubanos? …alegres, dicharacheros, simpáticos, ocurrentes…no existe para ellos problema que no pueda resolverse. Pero sobre todo los cubanos son nobles y dignos patriotas.
Quizá sea preferible conocer realmente al pueblo cubano cuando por fin sea libre. Quizá juntos, cubanos y extranjeros podamos disfrutar de aquel océano maravilloso sin pensar en tanta gente que hoy lo mira con las ansias de quien desea escapar o morir.
Fuente: Independent Institute
Este fue un artículo enviado por Eneas Biglione de Fundación Hacer
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