noviembre 14, 2007

La batalla final de Chávez


María Anastasia O'Grady
En diciembre de 1957, el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez realizó un plebiscito sobre su presidencia. Mediante el ejercicio de un voto nacional, pensaba, podría legitimar su gobierno. Cinco años antes, una junta militar le había pasado el poder.

Su gobierno dijo que había ganado el voto, pero los venezolanos no estaban convencidos. En menos de un mes, un levantamiento popular lo sacó del palacio presidencial y del país.

El próximo mes se cumplen 50 años desde el fatídico "triunfo" de diciembre de Pérez Jiménez, que provocó su salida y abrió el espacio para que en 1958 emergiera la democracia. Por coincidencia, el aniversario cae en el mismo mes que un referendo convocado por el presidente Hugo Chávez sobre 69 reformas constitucionales que, entre otras cosas, le permitirían gobernar de por vida.

Al igual que el último dictador, Chávez cree que si puede mostrar que una mayoría de votantes respalda su asalto al poder, su gobierno habrá ganado el sello de la democracia. Pero ahora, igual que entonces, los venezolanos ofrecen resistencia.

Chávez ya ha consolidado su poder al obtener el control de las instituciones políticas de Venezuela. Pero ahora quiere cerrar cualquier laguna al incorporar su poder absoluto en la constitución de 1999. El problema es que, según la carta fundamental, cualquier cambio mayor sólo se puede llevar a cabo por una asamblea constituyente elegida. Este proceso está diseñado para preservar un cierto grado de pluralismo democrático. Al tratar de saltarse esto, el mandatario ha provocado una tormenta de críticas.

Chávez lleva casi nueve años tratando de eliminar los contrapesos a su poder. Durante este período, ha encontrado una fuerte resistencia por parte de los dueños de propiedades, empresas, líderes sindicales, la Iglesia Católica y la prensa. Pero desde que a comienzos de año universitarios de variadas procedencias comenzaran a liderar un movimiento opositor para protestar por sus medidas en contra de las libertades civiles, muchos se han preguntado si el chavismo acaso no está perdiendo el respaldo de la población general.

La oposición al plebiscito del 2 de diciembre, con los universitarios redoblando sus esfuerzos en las calles y con varios ex partidarios del presidente uniéndose al coro opositor, ha aumentado la especulación de que los días de Chávez podrían estar contados.

Es fácil ver qué es lo que persigue Chávez. Al margen de eliminar el límite al mandato presidencial, el referendo propone la posibilidad de censurar a los medios y de suspender las libertades civiles bajo un estado de emergencia. También permite al gobierno tomar control de la propiedad privada, imponer una jornada laboral de seis horas, aumentar el poder presidencial sobre las autoridades regionales y terminar con la autonomía del banco central.

A este fiero orador le ha resultado, hasta ahora, relativamente fácil arrollar a sus oponentes. Para contestar a las quejas de que está llevando a Venezuela por la senda de Cuba, simplemente enarbola la bandera de la lucha de clases y recuerda la corrupción de gobiernos anteriores. La oposición ha estado fragmentada y se ve fácilmente arrinconada por un demagogo que promete repartir de manera más justa la riqueza petrolera.

Pero este año, la fórmula ya no parece funcionar, tal como lo sugiere la oposición que proviene de gente que solía apoyarlo. Su decisión este año de quitarle la licencia de emisión a un conocido medio crítico, RCTV, fue el punto de inflexión. Los asaltos a la propiedad privada y el encarcelamiento de opositores no había producido una respuesta clara de los estudiantes universitarios. Sin embargo, el ataque a la libertad de expresión los puso en marcha. Se lanzaron a las calles, llenas de gases lacrimógenos y balas de goma, pero nunca pidieron la salida de Chávez. En vez de ello exigían "libertad". Y si bien perdieron en salvar a RCTV, ganaron el respeto del público como una voz creíble en contra del gobierno de un solo hombre.

Ahora los estudiantes están de vuelta en las calles para luchar contra el plebiscito. En las últimas tres semanas, decenas de miles han marchado al Congreso, al Consejo Electoral y, más recientemente, a la Corte Suprema. Son un problema para el presidente, en gran parte porque sus líderes provienen de la clase media y media-baja y no pueden ser descalificadas como elites. Es más, su defensa de las libertades civiles parece encontrar eco entre cada vez más venezolanos. Dicen que son oponentes, pero no de Chávez en sí, sino de la destrucción de las instituciones del país que garantizan las libertades.

La semana pasada Chávez sufrió otro contratiempo político. Esta vez de su ex ministro de Defensa, general Raúl Baduel, quien dijo que si el presidente logra las reformas constitucionales ello equivaldría a un "golpe" en contra la democracia. Este es el hombre que restauró el poder de Chávez cuando otros militares lo sacaron del poder brevemente en abril de 2002. La crítica de Baduel lleva a la pregunta de si Chávez está perdiendo poder en sus propios cuarteles.

Otro desertor de alto perfil es Hermann Escarrá, un profesor universitario de derecho constitucional y uno de los arquitectos de la constitución de 1999, la cual Chávez muchas veces cita como sagrada. Escarrá se opone al plebiscito, se ha unido a las protestas estudiantiles y ha prometido que no cederá. La mayoría de los rectores de universidades también apoyan a los estudiantes.

Si el respaldo popular de Chávez está en retirada, no todo se debe a sus políticas. La inflación está en al menos 25% y es muy difícil encontrar leche y azúcar. Aun así, los analistas piensan que la oposición es demasiado débil para descarrilarlo en este momento y que el referendo se llevará acabo sin importar si es una medida popular o no.

No obstante, tal como descubrió Pérez Jiménez, llevar a cabo el referendo no podrá revertir la fortuna política de Chávez si éste ya cayó en desgracia. Seguramente él lo sabe y por eso se ha preparado para una batalla final. Sus partidarios están armados, como se pudo ver en imágenes la semana pasada, cuando universitarios que volvían de una marcha de protesta fueron acorralados por matones chavistas con pistola en mano. Un estudiante recibió un disparo. Trágicamente, si los venezolanos deciden que Chávez se tiene que ir, es probable que ello no suceda sin que veamos más de esta clase de violencia.

María Anastasía O'Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
Este artículo fue publicado originalmente en el Wall Street Journal el 12 de noviembre de 2007.
Miles de estudiantes manifiestan contra la reforma constitucional de Chávez



Violencia contra estudiantes, medios y actrices.



Hernán Escarrá reta a Chávez



Las armas de la resistencia civil en Venezuela

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