diciembre 06, 2007

Moraleja Peronista

La reina acaba de ser desairada por el mismo Senado en el que ella criticó esta Ley. A propósito, aunque se duda de su fé peronista (tanto como de su presunto diploma de abogada) va la siguiente historia con moraleja: Cuando Perón se murió, ladino y cara de cemento como era, se tiró el lance de ir al cielo. Se apersonó a las celestes puertas, y apeándose de su reluciente limusina Cadillac 58 convertible, se presentó ante el Guardian de los Cielos. Casi implorante (el calor del infierno lo aterrorizaba) pidió entrar. San Pedro lo miró de arriba abajo, se acordó de la quema de las iglesias, de la expulsión de Tato y Novoa y de lo mal que el dictador se llevaba con Monseñor d'Andrea, pero por divertirse, (ya que igual el caso lo excedía) lo mandó a ver al Supremo con una carta de recomendación. Dios, que ese día que había ganado el seleccionado Argentino estaba de buen humor, lo recibió e intrigado (Dios no es adivino) le preguntó para qué había querido verlo, si ya sabía que él no era acreedor a residir en el Cielo. Perón, que era un zorro viejo, apelando a su florida labia, aduló un rato al Supremo, la Iglesia y el vaticano, pero por el ceño adusto del Señor intuyó que no iba a conseguir su lugarcito. Entonces, para al menos lograr un poco de simpatía, le dijo que quería hacer que el peronismo fuera una virtud estatuída por la Iglesia, y que lo único que quería dejar como legado de su paso por la tierra era esa gracia divina. Dios, divertido al fin por la pillería del vetusto tirano, le contestó que aceptaba el pedido y que lo pensaría. Luego de una corta meditación, le concedió lo solicitado, pero le puso algunas pautas por cumplir. El Divino Edicto terminó aproximadamente redactado como sigue: "Cualquier argentino, como ser humano pensante, solamente podrá poseer al mismo tiempo dos de estas tres virtudes, que impongo como condición: La primera virtud, ser peronista, la segunda virtud, ser buena persona, y la tercera virtud, ser inteligente." Es por eso que, como habrán notado cuando se topan con alguno de estos tres casos, irremediablemente se dan estas combinaciones: si alguien es peronista e inteligente, no es buena persona, si es peronista y buena persona, no es inteligente, y si es buena persona e inteligente, nunca es peronista. Por disposición especial, (recién se le había quemado el quincho) a Scioli le fué peor, pues por mandato divino, no es ni inteligente ni buena persona, e incluso hay quien duda de que sea peronista.




Comentario nº 78 de un lector del diario La Nación

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