Autor: Mary Anastasia O'Grady
Argentina no es muy concienzuda a la hora de pagar sus deudas, pero eso podría cambiar bajo la flamante presidenta Cristina Kirchner. Dos noticias que se revelaron la semana pasada sugieren que su gobierno podría tener una abultada cuenta abierta con el presidente venezolano Hugo Chávez y que está haciendo un gran esfuerzo para pagarla.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos sostiene que la reciente campaña electoral de Cristina Kirchner era el destino de US$800.000 en efectivo que había en un maletín de Chávez que se envió a Argentina en agosto. Si resulta cierto, esto confirmaría lo que muchos argentinos sospechan desde hace tiempo: Argentina, bajo el mando del ex presidente Néstor Kirchner y ahora de su esposa, han sido "arrendados" por hombre fuerte venezolano de la misma manera en que Bolivia y Nicaragua cayeron bajo su influencia.
Esto no sólo es sombrío para la democracia argentina. Si algunos miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) están de verdad en la nómina salarial de Chávez, ello explicaría por qué el organismo multilateral con sede en Washington ha sido tan tímido con el gobernante antidemocrático de Venezuela, a pesar de su mandato de defender la democracia.
También arroja dudas sobre si Cristina Kirchner estaba actuando de buena fe la semana pasada cuando se reunió con el presidente colombiano Álvaro Uribe, el enemigo declarado de Chávez en Sudamérica, para discutir la desesperada situación de la rehén franco-colombiana Ingrid Bentancourt y otras 44 personas que están retenidas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La presidenta Kirchner pasó a la ofensiva la semana pasada, calificando la acción del FBI (que detuvo a cuatro personas relacionadas al caso del maletín) como una "operación basura". Pero el FBI tiene un punto. Hay que recordar que el hombre que transportaba el maletín con los US$800.000 retornó a su hogar en Florida después de que las autoridades argentinas lo dejaran libre. El fiscal estadounidense en Miami dice que tres venezolanos y un uruguayo actuaron como agentes extranjeros cuando viajaron a Estados Unidos para tratar de silenciar al portador del maletín "en un esfuerzo por tapar un creciente escándalo internacional".
Dada la despreocupación con la que el contrabandista del maletín abordó su tarea, no es difícil imaginar que Venezuela considerara la transacción como una rutina y que pensara que sencillamente fue un infeliz al que pillaron. El periódico argentino La Nación reveló hace unos meses que aviones y funcionarios venezolanos aterrizan regularmente en el aeropuerto Jorge Newberry en Buenos Aires y que pasan por alto las inspecciones aduaneras.
Si Chávez de verdad subvencionó la campaña de Cristina Kirchner, ella le debe mucho. Esto tal vez explica la postura pro Chávez que asumió el martes 11 en el tema de los rehenes colombianos cuando se reunió con el presidente Uribe en Buenos Aires. En vez de abogar por la Convención de Ginebra de 1949 y de hacer un llamado a las FARC para que liberen a sus rehenes sin condiciones, como lo hizo hace poco la presidenta chilena Michelle Bachelet, Cristina Kirchner presionó al jefe de Estado colombiano a ser más abierto. En otras palabras, adoptó la misma postura que Chávez y las FARC: ambas partes insisten en que Uribe es el obstáculo que impide el progreso.
La presidenta puede tener razones de política interna para evitar el tema de la Convención de Ginebra. Su gobierno —y el de su marido anteriorment— dependen de aliados, asesores y miembros del gabinete que son ex miembros de grupos de terror argentinos y que se ganaban la vida en los años 70 mediante secuestros. Si las FARC son culpables de violar la Convención de Ginebra, entonces también lo son muchos kirchneristas.
Si tiene una deuda con Chávez, tiene motivos adicionales para tratar de culpar a Uribe en vez de los terroristas. Chávez no oculta su apoyo a las FARC o su animosidad hacia Uribe. La cúpula de las FARC pasa el tiempo en Caracas y manejan su narcotráfico en el patio trasero de Chávez. Si por razones puramente humanitarias quisiera liberar a los rehenes, ya lo podría haber hecho. Las guerrillas necesitan un pasaje a través de Venezuela y podrían cuadrarse frente a Chávez cuándo él quisiera.
Uribe tal vez cometió un gran error al solo considerar una negociación de rehenes con las FARC. Los rebeldes jamás han sugerido que están interesados en la paz. Quieren intercambiar sus prisioneros "políticos" —policías, soldados, políticos y tres contratistas estadounidenses— por un beneficio estratégico que mejore la eficiencia de sus negocios de narcóticos y secuestros. A la luz de esta realidad, Uribe hubiera obrado mejor al mantener una política de cero conversaciones con los terroristas.
Sin embargo, el gobierno colombiano está bajo una fuerte presión del presidente francés Nicolas Sarkozy y los familiares de los secuestrados, por lo que Uribe abrió un diálogo. Asumió un riesgo aún mayor al concordar en que Chávez fuera un negociador. Casi de inmediato, el presidente venezolano violó las reglas básicas al tratar de hablar directamente con los militares. Su meta era asegurar la principal demanda de las guerrillas: un nuevo territorio rebelde libre de fuerzas armadas colombianas. Uribe tomó la rápida y sabia decisión de despedir al "negociador" venezolano. Pero ahora se encuentra bajo la presión renovada de Cristina Kirchner para que haga más con el fin de satisfacer las demandas de los narcotraficantes.
Según informes de la prensa local, en su encuentro con Uribe, Cristina Kirchner no mostró ningún agradecimiento por la última concesión que Colombia hizo a las FARC: una zona desmilitarizada bajo observación internacional. Se trata de 150 kilómetros cuadrados que serán entregados durante 30 días para servir de lugar para intercambiar los rehenes por 500 insurgentes de las FARC que retiene el gobierno. Las FARC también han ignorado esta oferta.
Y la presidenta argentina tampoco parece estar interesada en llegar a fondo en el "caso del maletín". En vez de ello, una enojada Kirchner se plantó frente a las cámaras de televisión y sacó la carta del género. "Esta presidenta puede ser mujer, pero no se va a dejar presionar", dijo en referencia a la antipatía de Estados Unidos hacia su amigo Chávez.
Su actitud no sirve de mucho consuelo para los hombres y mujeres colombianos que viven bajo el terror de las FARC, un terror que Chávez, y ahora Cristina Kirchner, quieren apaciguar.
Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna de las Américas del
Wall Street Journal
Este artículo fue publicado originalmente en el Wall Street Journal (EE.UU.) el 18 de diciembre de 2007, y reproducido en el sitio de El Cato Institute
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