Un artículo publicado por Porfirio Cristaldo Ayala en el diario ABC de Asunción de Paraguay.
El 2007 fue un gran año. Los visionarios de la ruina se llevaron varias desilusiones. El petróleo no se acabó ni su producción llegó a su tope, no hubo guerra con Irán, bajó el precio del etanol y de los biocombustibles, en lugar del “calentamiento global” vino un “enfriamiento global”, subió el precio de los alimentos mejorando el ingreso de los agricultores, y, si bien en algunos casos ello resultó en una pesada carga para países pobres importadores netos de alimentos, es más fácil para estos ajustar el consumo que restringir la producción.
Los grupos de intereses contrarios al petróleo aseguran que su producción llegó a su pico y que a partir de ahora la oferta de combustibles fósiles se irá ajustando a través de la suba de precios, lo que significará un poderoso freno a las economías de los países pobres. Nada de esto, sin embargo, parece tener mucha lógica. Varios países están encontrando nuevos e inmensos yacimientos petrolíferos que comenzarán a explotar. Brasil es un ejemplo, China es otro, también India y México encontraron nuevas reservas.
En Brasil, solo los pozos de “Tupí” recientemente descubiertos duplicaron las reservas brasileñas conocidas. Estas reservas podrán convertir al Brasil en unos años más en el décimo productor mundial de petróleo y uno de los primeros en biocombustibles. También están surgiendo nuevas tecnologías que permiten seguir explotando rentablemente viejos pozos y extraer petróleo de fuentes anteriormente ya agotadas, inservibles o con pozos muy profundos. El petróleo está lejos de acabarse.
EE.UU., país que genera hasta un cuarto de todas las emisiones globales de calentamiento en el mundo, pese a la contrariedad de otros países desarrollados, se resiste a aprobar el acuerdo de Kyoto y a aceptar los estrictos límites que éste impone sobre la emisión de dióxido de Carbono (CO2), debido a los altos costos que tendría tratar de cumplir las exigencias, con riesgos de frenar el crecimiento de la economía. Las emisiones de EE.UU., desde 1990, no obstante, han venido mejorando bajo un esquema de cooperación voluntaria en el mercado de carbono. Les ha superado a Canadá, Nueva Zelanda, España, Portugal, Irlanda, Turquía.
El 2007 también ocasionó alguna vergüenza entre los defensores del calentamiento global. En distintos lugares del planeta, desde Seúl, Corea, hasta Johannesburgo, Sudáfrica, y, desde Nueva Zelanda, hasta Charlotte, N. C., se presentó una ola de frío polar que convirtió al año 2007 en un genuino año del “enfriamiento global”.
Pero la mayor desilusión recibieron los “profetas” que todavía no se habían percatado que el ser humano, año tras año, vive una mejor calidad de vida, una existencia más sana, larga y saludable, en áreas más limpias.
Nunca antes la mortandad infantil, el hambre y la desnutrición estuvieron tan bajos ni la expectativa de vida fue tan alta. Nunca antes los pueblos han estado tan cerca del desarrollo tecnológico y el avance medioambiental. El 2007 tiene el mejor récord en la historia de la humanidad.
El Cato Institute ha lanzado recientemente el extraordinario libro de Indur M. Goklany, El mejoramiento de la situación del mundo, una investigación exhaustiva con una visión optimista —aunque realista y hasta conservadora— de la globalización y sus consecuencias: el crecimiento económico, el libre comercio y el avance tecnológico, apoyado en abundantes gráficos, estadísticas y datos históricos. Ni la globalización ni el crecimiento económico emergente han ampliado las desigualdades en el interior de los países.
Los estudios de Goklany demuestran también que el mundo avanza inexorablemente hacia el fin de la pobreza y el atraso, gracias al aumento sostenido de la libertad económica y la sólida protección de los derechos de propiedad privada logrados en los últimos 30 años. Las necesidades básicas de la vida, desde alimentos hasta educación, pueden conseguirse hoy con mayor facilidad y son mucho más baratas. El mundo está recibiendo el soplo de libertad que esperaba para florecer.
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