Por Antonio Mascaró Rotger
La contaminación es un subproducto indeseado de la producción, es decir, está compuesta por materiales que uno ha comprado pero no ha sido capaz de transformar en el producto final deseado. Y esto significa que son un gasto. El objetivo de cualquier productor es reducir gastos y aumentar ingresos para tener un gran beneficio. Pero si los contaminadores han de hacer frente a múltiples gastos en forma de regulaciones e impuestos, la reducción del gasto en contaminación ya no será tan prioritaria para ellos. En una sociedad capitalista que les deje en libertad y no tengan que hacer frente a estos gastos burocráticos, los productores se afanarán reducir la cantidad de producto pagado pero no aprovechado, esto es, la contaminación. ¿O es que alguien cree que a alguien a quien le guste pagar materias primas para que se esfumen por las chimeneas tiene un gran afán de lucro? ¿O que alguien así podría sobrevivir en el mercado competitivo de una sociedad capitalista?
Los datos sobre polución en las ciudades occidentales muestran que los niveles se han reducido a un tercio de los existentes a principios de la década de los ochenta. Es más, a principios de los sesenta la concentración de SO2 en Londres era de 180 ug/m3, a mediados de los noventa era de 20 ug/m3. En el mismo periodo el ?black smoke? se ha reducido allí de 150 ug/m3 hasta 10 ug/m3. Cualquier persona que pasee por Londres puede ver como la mítica niebla vuelve a ser meteorológica y no de hollín.
Sin embargo, se han dado en nuestro planeta casos alarmantes de contaminación destructiva. Es el caso del Mar de Aral, que hasta hace pocas décadas era el cuarto mayor mar interior del mundo y hoy es el sexto. De 1961 a 1991, el volumen de agua se redujo un 60%, el nivel del agua bajó 15, desplazando la ribera hasta 70 kilómetros. La concentración salina aumentó del 10% al 23%. Casi treinta mil kilómetros cuadrados de fondo marino quedaron al descubierto y unos cuarenta millones de toneladas de sedimentos salinos y pesticidas fueron desplazados por el viento arruinando las cosechas cercanas y dañando gravemente la salud de la población. La desaparición de especies animales fue tan grande que la industria pesquera, que había ocupado a sesenta mil personas, desapareció totalmente a principios de los ochenta. Esto sucedió en la República Socialista Soviética de Kazajstán, donde el capitalismo brillaba por su ausencia.
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