La explosión de la burbuja en Wall Street se produce en un mundo sin opciones reales. Vuelve a estar de moda criticar al mercado en oposición al Estado tanto en nombre de la eficiencia como de la moral. ¡Craso error! Precisamente si hay algo que muestra la fortaleza del liberalismo ha sido su reacción frente a esta crisis. Las enormes diferencias con 1929.
Por Pablo M. Leclercq *
Fuente: Diario La Prensa
Diversos hechos de los últimos días han actualizado un ya viejo deporte de nuestra cultura occidental: poner al capitalismo en la picota. El rescate de la Fed y del secretario del Tesoro ha sido vista por mucha gente, incluso por legisladores republicanos, como una medida intervencionista típica del más crudo socialismo estatista, antítesis del capitalismo. Sin embargo esto no es nuevo en el sistema capitalista, sino que está en su misma esencia afrontar sus crisis con las herramientas técnicas y académicas disponibles o las que resulten de la innovación superadora de la crisis.
LA GRAN DEPRESION
El primer gran desafío serio el capitalismo lo tuvo con la gran crisis del 30. De ella emergió Keynes, con su gigantesca Teoría General...... en la que estableció las primeras bases de las políticas anticíclicas.
Ella partía de la observación del inevitable movimiento oscilatorio de la economía y el capitalismo emergió fortalecido con un nuevo arsenal de instrumentos de política económica y al terminar la guerra con una red de instituciones nacionales e internacionales a partir de los acuerdos de Bretton Woods, del que nacieron el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, demás organismos multilaterales de financiamiento y las Naciones Unidas como sucesora de la Sociedad de las Naciones.
De allí para abajo un frondosísimo organigrama de agencias multilaterales para coordinar tanto las acciones financieras internacionales, ayudando a los países en problemas de pagos, como las tendientes a asegurar la paz y el bienestar de la humanidad.
Fue la tarea mancomunada de grandes estadistas apoyados en las mentes más lúcidas del mundo académico que le dieron al planeta la posibilidad de experimentar, a partir de la posguerra, el salto de crecimiento más alto, sostenido, socialmente más distribuido y geográficamente más extendido de la historia de todos los tiempos.
Las comparaciones de la actual crisis con la del 30 muestran diferencias de contexto político internacional muy diferentes. El socialismo, con su más vigorosa vertiente, el marxismo, se presentaba como una alternativa real al capitalismo como sistema de organización social y económica.
La revolución bolchevique de octubre de 1917, aunque todavía en el quirófano, estaba alumbrando un mundo nuevo que el mundo viejo esperaba ver nacer con ansiedad. Algunos con esperanzas, otros con miedo. Estaba muy patente la impactante profecía de Marx sobre el final del capitalismo que contenía, según él, el germen de su propia destrucción. Para muchos, la profecía ya estaba en marcha.
Frente a esa situación y ante la fragilidad que mostraba el capitalismo frente a la crisis, cuyos fundamentos descansaban en las ideas de la libertad política y económica de los pensadores liberales de los siglos XVIII y XIX que habían arraigado fuertemente en las nacientes clases medias de los países más importantes de la época, nacen las ideas corporativistas que dan lugar a los movimientos fascistas. Pasaban a constituirse en el refugio de las clases medias de Europa y de Argentina, desguarnecidas frente al avance del comunismo, visto por ellas como una fuerte amenaza.
Las ideas de la democracia liberal sustentada en decisiones individuales en los mercados y en el voto, aparecían obsoletas y particularmente débiles frente a la turbulencia de la crisis y al avance de las ideas de la dictadura del proletariado. Era necesario defender la libertad conquistada por las clases medias, amenazada, reforzándola con una representación corporativa, supuestamente más fuerte que la simple representación ciudadana.
Y EN ESO LLEGO PERON
En la Argentina esta situación se evidenció políticamente en la disputa entre Uriburu, corporativista, y Justo, liberal, después del golpe militar del 30. El triunfo de Justo y de la Concordancia, así se llamó el pacto entre conservadores y radicales, permitieron prorrogar 13 años más las ideas del capitalismo, agiornado con los nuevos vientos del mundo post crisis.
La creación del Banco Central, inspirada en figuras como Prebisch y el socialista Pinedo y las Juntas Reguladoras de granos, carnes y otros productos, fueron claras muestras del espíritu abierto y receptivo de las ideas de avanzada con origen en el mundo capitalista renovado del new deal de Roosvelt, espíritu que había hecho de la Argentina una nación de brillo internacional durante más de medio siglo. Esta apertura era compartida tanto por el conservadorismo como por el radicalismo y el socialismo.
Lamentablemente, con el golpe militar de Ramírez en 1943, la gran nación argentina sucumbe tardíamente al corporativismo fascista cuando en Europa ya se vislumbraba su derrota.
Su principal emergente es Perón, creador del populismo nacionalista, clara expresión de un pragmatismo asincrónico con los tiempos del mundo y que hoy, sin el liderazgo de su fundador, subsiste gloriosamente reinante en la Argentina sumida en la decadencia. Para cualquier observador imparcial externo, en esa fecha, 1943, termina la historia del ascenso argentino y se inicia la de su retroceso no concluido aún. En ese período la Argentina es el país que, en términos relativos, más retrocedió en el mundo.
CUSTODIO UNIVERSAL
Pero volviendo al mundo de la crisis del 30, Sólo baste señalar que el capitalismo como tal, era una experiencia que sólo se desarrollaba orgánicamente y en plenitud en América del Norte, siguiéndole desde atrás, Canadá, Argentina y Australia.
Su esencia en América radicaba en un proyecto social integral, mucho más complejo que meramente económico, que iba al hueso de la sociedad, formando parte de su contrato social y de su misma sociología. Europa lo incorporaba a través de sus clases pudientes como fenómeno consecuente y necesario al proceso de industrialización pero disfuncional a su trama social fuertemente jerárquica.
Como fenómeno cultural, el capitalismo era visto en Europa, sobre todo en Alemania, como un producto importado, contrario a la tradición, que despertaba reacciones nacionalistas.
Es recién al terminar la guerra que el capitalismo, el liberalismo o la democracia liberal, tomadas estas tres denominaciones como equivalentes, se introduce en Europa por vía de la ayuda económica americana con su plan Marshall y en lo cultural a través de la sed de libertad que había provocado en las sociedades europeas su dolorosa privación con los regímenes tiránicos experimentados. Podría sostenerse que la guerra despertó en los europeos el riesgo de la pérdida de la libertad y comenzó a aceptar a Estados Unidos como su custodio universal.
Comienza entonces la segunda mitad del siglo XX en un mundo dividido en dos por sendos bloques: el capitalista y el comunista en el marco de Yalta y de la guerra fría.
El mundo capitalista, incluyendo Estados Unidos, Europa y Japón, se globaliza y su espectacular e incuestionable éxito presiona de tal manera con su efecto demostración al mundo comunista que éste, representado por su mayor experimento, la Unión Soviética, implosiona como un castillo de naipes, mientras su otro gran exponente, China, abandona pausada y silenciosamente el maoísmo para lanzarse a la globalización capitalista a una velocidad vertiginosa.
SIN ALTERNATIVAS
La actual crisis se produce entonces en un nuevo mundo sin sistemas alternativos. Sin trasbordos posibles. Los discursos anticapitalistas aparecen como expresiones extemporáneas de líderes políticos irresponsables que se quedaron con el cassete de décadas pasadas prendido y no tienen la menor significación si no fuera porque alientan el terrorismo y amenazan, en un par de casos, con el riesgo nuclear.
El capitalismo se ha transformado entonces en el único proyecto común. Mejorarlo es una tarea de todos. En esto están Lula en Brasil, China y la India, como los nuevos grandes actores del capitalismo global.
Es en este nuevo contexto internacional en el que se desenvuelve esta crisis, bien distinta a la del treinta. En la crisis que comienza en 1928, ni los gobiernos involucrados ni los economistas tenían claro lo que debían hacer. No disponían de la teoría, ni del instrumental técnico ni de las instituciones adecuadas para enfrentarla. Por contraste, en la crisis actual, el gobierno del principal país involucrado, Estados Unidos, reacciona conjuntamente con el Congreso y los dos candidatos a Presidente, con gran decisión y velocidad, asistidos por una red técnica e institucional de gran solvencia.
Precisamente si hay algo que muestra la fortaleza del capitalismo ha sido su reacción frente a esta crisis. Han ido a la raíz del problema con un rescate cuyo costo será solventado con el aporte de los contribuyentes norteamericanos que significará el ajuste fiscal más espectacular de la historia.
Lo más extraordinario no es el ajuste, sino la unanimidad alcanzada por todos los políticos del país para sostener una medida acordada, sin especulaciones sobre sus particulares costos políticos. Esto merecería un comentario aparte, comparando esta conducta con la de nuestros políticos y nuestra clase dirigente en el transcurso de la crisis argentina del 2001, que al eludir en su momento la responsabilidad de un ajuste controlado, el país tuvo que sufrir uno caótico, amplificando los efectos de una crisis que terminó siendo catastrófica.
TRES FACTORES
Cuestiones polémicas como el moral hazard o riesgo moral tratarán de resolverse con un castigo a los ejecutivos responsables, por la vía de la interrupción de los pagos de sus bonos y otros honorarios, sin descartar la vía penal si correspondiere.
Todo este proceso, como así también el manejo de los fondos aplicados al rescate, sería permanentemente monitoreado por una Comisión que se integraría con todos los sectores políticos del Congreso estadounidense. Se iniciará luego, seguramente, una etapa en la que se analizarán las causas de la crisis que, más allá de la discusión sobre si es una crisis de liquidez o de solvencia, lo que queda mucho más claro es que se trata de una crisis de transparencia.
Esto ha sido la consecuencia de, por lo menos, tres factores. El primero, un exceso de liquidez mundial que potenció a los dos factores siguientes. El segundo, la explosión, en los mercados de capitales, de nuevos productos e instrumentos financieros manejados por los bancos de inversión, la securitización de carteras de crédito y su apalancamiento para nuevas inversiones y la hiperactivación de los derivados y de los mercados secundarios en general.
El tercero, el factor tecnológico, sin el cual no hubiera podido darse lo anterior, que ha permitido aumentar la velocidad y simultaneidad de operaciones en pantalla, exponenciando las cantidades de transacciones diarias.
Por otro lado, y a partir de análisis más profundos sobre la visibilidad de los mercados obstaculizada como consecuencia de los factores mencionados, se establecerán nuevas regulaciones y quizás nuevas instituciones de control o la reestructuración de las existentes.
Cabe un último comentario en relación a los mercados. Está de moda entre opinantes con poca o nula formación económica criticar al mercado en oposición al Estado tanto en términos de eficiencia como morales.
El mercado no es más que un mecanismo o herramienta que sirve para arbitrar las transacciones entre las partes en un régimen teórico de competencia perfecta, pleno empleo de la economía y libre movilidad de factores.
Todo distanciamiento de estas condiciones teóricas, a las de la realidad, debe necesariamente ser corregido por regulaciones para restituirlas en lo posible. Es allí donde el Estado debe intervenir y no en fijar o arbitrar en el precio, que es el cierre del proceso de la transacción, reemplazando al mercado en esta función. Atender lo primero es liberalismo, lo segundo es estatismo.
En esas condiciones el mercado es el mecanismo que mejor asigna los recursos de la economía en beneficio de todos los sectores sociales. ƒse es su valor moral y la razón de su éxito en el mundo donde se lo practica. Si los Evo Morales del mundo consideran al capitalismo como su peor enemigo no tienen porqué temerle. Jamás habrá capitalismo allí donde ellos estén como gobernantes.
* Economista de la Fundación Futuro Argentino que dirige el ingeniero Manuel Solanet. El lector podrá encontrar más artículos de interpretación en www.futuroargentino.org
Más allá de la discusión sobre si es una crisis de liquidez o de solvencia, lo que queda mucho más claro es que la actual se trata de una crisis de transparencia.
Aquellos años locos. Operadores de Wall Street concretan sus negocios el 25 de octubre de 1929.
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