Leía un artículo de mi economista preferido, Roberto Cachanosky publicado en el diario La Nación de Buenos Aieres, el 27 de octubre, donde lo titula "Tormenta Perfecta en la Economía Argentina". En ese artículo, Cachanosky explica como es engañoso el método de valuación de reservas del Banco Central, donde el gobierno se vanagloria del monto de dichas reservas sin tener en cuenta los pasivos (deudas y obligaciones varias) del banco.
Como he estudiado ciencias económicas, entiendo la partida doble. En el artículo al que me refiero, se hace cita a Luca Paccioli, que fue quien inventó la partida doble en la contabilidad, y por ella cada vez que se registra un activo (Dinero, Créditos, Bienes de Uso, Inmuebles y Derechos Varios) se debe registrar una partida equivalente en el pasivo (deudas y obligaciones). Es decir, que si las reservas del Banco Central son de 48.000 millones de dólares, pero tiene obligaciones representadas en bondos emitidos por el mismo banco por $ 26.000 millones, entonces las reservas netas son la diferencia de ámbas cifras, es decir $ 22.000 millones de dólares.
Otro grave inconveniente, por el cual el gobierno parece no tener una solución, porque el daño producido por el curso del tiempo ha sido muy grande es la distorsión de precios relativos en el mercado de la energía. Los precios relativos son las relaciones de precios que los bienes tienen entre si, y ese cálculo se determina dividiendo simplemente el precio monetario de ambos productos. Pero los precios relativos son importantes, porque es la información de la que se valen las empresas para tomar decisiones al momento de invertir, determinar que cantidad de bien producir, cómo producir, en que momento producir, y por su puesto al menor costo posible. La distorsión de precios relativos se ha ido agravando cada vez más por el desfasaje que ha producido la inflación sobre los precios de la energía. Recordemos que esos precios están regulados por el gobierno, y que los aumentos que esos precios han tenido respecto a la inflación de los últimos cinco años son muy inferiores a los precios de los demás artículos.
El resultado de esta intervención gubernamental, con fines políticos, pero economicamente desastrozos, es que la inversión en el mercado energético es casi nula, y sin inversión el capital existente se va depreciando y no es reemplazado por otro, por lo que a largo plazo, la industria energética quedará destruída. Sin energía suficiente, la economía en general tiene limitado su crecimiento. No podrán establecerse nuevas industrias, ni instalar nuevas maquinarias si no hay energía para ponerlas en funcionamiento. Hasta ahora, el mercado ha ido tirando con los subsidios pagados por el tesoro público, para paliar los crecientes costos de producción, pero con el agravante de que el festival de subsidios pagados por el estado a tantos sectores, está produciendo un quebranto que terminará llevando al tesoro a un colapso, y cuando llegue ese instante, los precios de los bienes que están regulados por el gobierno explotarán cuando el subsidio ya no pueda ser pagado.
Como he estudiado ciencias económicas, entiendo la partida doble. En el artículo al que me refiero, se hace cita a Luca Paccioli, que fue quien inventó la partida doble en la contabilidad, y por ella cada vez que se registra un activo (Dinero, Créditos, Bienes de Uso, Inmuebles y Derechos Varios) se debe registrar una partida equivalente en el pasivo (deudas y obligaciones). Es decir, que si las reservas del Banco Central son de 48.000 millones de dólares, pero tiene obligaciones representadas en bondos emitidos por el mismo banco por $ 26.000 millones, entonces las reservas netas son la diferencia de ámbas cifras, es decir $ 22.000 millones de dólares.
Otro grave inconveniente, por el cual el gobierno parece no tener una solución, porque el daño producido por el curso del tiempo ha sido muy grande es la distorsión de precios relativos en el mercado de la energía. Los precios relativos son las relaciones de precios que los bienes tienen entre si, y ese cálculo se determina dividiendo simplemente el precio monetario de ambos productos. Pero los precios relativos son importantes, porque es la información de la que se valen las empresas para tomar decisiones al momento de invertir, determinar que cantidad de bien producir, cómo producir, en que momento producir, y por su puesto al menor costo posible. La distorsión de precios relativos se ha ido agravando cada vez más por el desfasaje que ha producido la inflación sobre los precios de la energía. Recordemos que esos precios están regulados por el gobierno, y que los aumentos que esos precios han tenido respecto a la inflación de los últimos cinco años son muy inferiores a los precios de los demás artículos.
El resultado de esta intervención gubernamental, con fines políticos, pero economicamente desastrozos, es que la inversión en el mercado energético es casi nula, y sin inversión el capital existente se va depreciando y no es reemplazado por otro, por lo que a largo plazo, la industria energética quedará destruída. Sin energía suficiente, la economía en general tiene limitado su crecimiento. No podrán establecerse nuevas industrias, ni instalar nuevas maquinarias si no hay energía para ponerlas en funcionamiento. Hasta ahora, el mercado ha ido tirando con los subsidios pagados por el tesoro público, para paliar los crecientes costos de producción, pero con el agravante de que el festival de subsidios pagados por el estado a tantos sectores, está produciendo un quebranto que terminará llevando al tesoro a un colapso, y cuando llegue ese instante, los precios de los bienes que están regulados por el gobierno explotarán cuando el subsidio ya no pueda ser pagado.
Esta política de regulaciones, subsidios con fines políticos para crear relación de dependencia del subsidiado hacia el gobierno, y despilfarro público con la creencia de que así se reactiva la economía, ha sido una constante a lo largo de la historia argentina, por lo menos desde los años 40. Los resultados están a la vista. Cada diez años hay un colapso económico, con devaluaciones, incautación de depósitos y ahorros de la población, desocupación, cese de pagos de deudas públicas, y en lo político con renuncias de ministros, caídas de gobiernos o rupturas del orden constitucional, y violaciones sistemáticas contra la propiedad privada. Es penoso ver que a tan pocos años del nefasto suceso ocurrido en el 2001, y todas las locuras que vinieron después volvamos a caer en lo mismo.
Y pesar de todo lo vivido, seguimos creyendo en el estado. Como dijo José Benegas en su blog "Ser estatista de otro estado es no comprender la naturaleza de la política ni la naturaleza humana ni la historia. Pero para ser estatista del estado argentino francamente hay que ser muy pelotudo."
ResponderBorrar