por Manuel F. Ayau
Manuel F. Ayau Cordón es Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.
Una de las más altas prioridades de las familias es la educación, pero a menudo se considera una herejía cuestionar si el gobierno debe o no asumir la responsabilidad de educar a la juventud. Sin embargo, negarse a revisar las premisas de algo tan importante no es de personas inteligentes y, peor aún, rehusar el análisis por razones ideológicas.
Desde que los políticos se involucraron en la educación pública se aceptó como dogma ideológico indiscutible que educar es una función legítima del gobierno y no de los padres de familia. No me refiero a educar a jóvenes cuyos padres son pobres. Me refiero a erigir a políticos y funcionarios públicos en rectores coercitivos de la educación, inclusive la educación de jóvenes cuyos padres rechazan tal ingerencia en la formación de sus hijos. Sin duda que el genuino deseo de ver a todo ciudadano preparado para el futuro impidió el ponderado análisis de las consecuencias directas e indirectas, de corto y largo plazo, de privar a los padres del derecho de escoger libremente la educación de sus hijos.
La educación no debe ser un asunto ideológico. Las preguntas pertinentes son:
¿Tienen o no los padres de familia el derecho de educar a sus hijos según su propio criterio y por cuenta propia? ¿Acaso está justificado el uso de la fuerza pública para impedir que los padres contraten libremente a educadores para sus hijos? ¿Acaso el ejercicio de ese derecho y libertad viola derechos de los demás ciudadanos?
Para irrespetar el derecho de los padres se aduce que los colegios privados van a explotar y a engañar a los padres. ¿Acaso ocurre eso en la provisión de alimentos que es aún más vital y urgente? Si hubiese más libertad de contratación, habrían muchos más colegios y en un ambiente de competencia los colegios malos desaparecerían y los buenos crecerían. Si a un padre no le satisface la educación que su hijo recibe en un colegio, podría inscribirlo en otro o en una escuela pública.
Se argumenta que el gobierno controla la calidad, pero la calidad no es la mejor ni los programas son los más convenientes ni mejor adaptados a la actualidad. Fueron los colegios públicos los últimos en comenzar a enseñar computación. Muchos aún no enseñan inglés, aunque beneficia a los jóvenes y lo desean los padres. La historia que se enseña en las escuelas es la versión oficial del magisterio, del gobierno, lo mismo que en los países socialistas.Respecto a la supuesta calidad de la burocracia educativa basta observar que la gran mayoría de los legisladores y funcionarios del gobierno de Estados Unidos mandan a sus hijos a escuelas privadas. Dudo que sea diferente en América Latina.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
Source URL:http://www.elcato.org/node/3053
Estoy completamente de acuerdo. Uno de los mayores desafíos de quienes procuramos una sociedad abierta, será derribar el mito de la "educación estatal". Las consecuencias de este sistema perverso son devastadoras, en cada nivel, secundario,universitario,etc la burocracia estatal se asegura una nueva generación encadenada al gobierno.
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