Autor: Manuel F. Ayau
El Banco de Guatemala (Banguat) destruyó el hábito de ahorro. Siguiendo la moda, persistentemente disminuye el valor de los ahorros de la gente en 4/5 por ciento anual. Le llaman inflación moderada. Pero ninguna ley económica justifica tan cruel proceder. ¿Acaso hay algún inconveniente con cero inflación e inclusive con uno o dos por ciento de deflación, como ocurrió en el Siglo de Oro, cuando el ahorro de la población se apreciaba con el tiempo?
Parece que los funcionarios no se aguantan las ganas de manipular. La inestabilidad causada por estar cambiando la tasa de interés cambia expectativas de consumo e inversión. Greenspan, primero alentó la demanda de vivienda, convirtiéndola en un artículo de especulación, y cuando vio el resultado, echó marcha atrás, causando muchas quiebras. En la década de los 1980, el Banguat causó la década perdida (ver La Década Perdida, CEES). A fines de la década de 1990 elevó severamente las tasas de interés, causando gran cantidad de pérdidas a personas y empresas otrora solventes.
Si investigamos el origen de las bancas centrales, encontramos que las razones han sido para beneficio de los políticos, y no económicas. Luego fueron imitadas por los paisitos que todo lo copian. A principios del siglo pasado, pocos países tenían bancas centrales. En EE. UU., alguna vez fue declarada inconstitucional y, para evadir ese "inconveniente", se organizó como institución privada que hoy pertenece a bancos miembros del Sistema de Reserva, con determinante injerencia del Gobierno. En Inglaterra, en el siglo XVIII, el Gobierno estableció el primer monopolio de emisión a un banco privado, a cambio de obtener más crédito. Más tarde lo nacionalizó.
Antes de la generalización de bancos centrales, el mercado, y no los gobiernos, habían libremente establecido el oro como patrón, utilizando billetes redimibles en oro. La cantidad de oro extraído no era manipulable, pues dependía del costo marginal de extraerlo. Rara vez un nuevo descubrimiento causaba inflación local que se esparcía por el mundo con efectos similares a los causados por los gobiernos, pero nunca nada tan catastrófico y empobrecedor como las inflaciones galopantes recomendadas por CEPAL, que subdesarrollaron a Argentina, Chile, Perú, etc.
No sé de crisis monetaria (no las bancarias) en la historia no causada por algún banco central. La súbita reducción del 30 por ciento del medio circulante en EE. UU. causó la infame Gran Depresión de los años 1930. Las crisis inflacionarias, desde Francia, en el siglo XVIII, hasta la fecha, jamás pudiesen haber ocurrido en ausencia de ley de curso forzoso, pues la gente hubiese recurrido a otra moneda.
Cuando no existían bancas centrales y aumentaba la producción mundial de bienes, la cantidad de dinero (oro) no aumentaba a la par, y los precios bajaban paulatinamente. A los sueldos y salarios se les sumaba el aumento del poder adquisitivo del dinero que recibían y ahorraban. Hoy, aunque los salarios aumentan en efectivo, no aumenta su poder adquisitivo y, cruelmente, los ahorros pierden valor.
Aunque por milenios el mundo prosperó sin ella, la Banca Central estará con nosotros muchos años, porque su suntuosidad apantalla al incauto, y porque ya ni siquiera se sabe, pues no se enseña, cómo funciona un mundo sin ella.
Fuente: www.prensalibre.com
Este artículo fue enviado por Eneas Biglione de Fundación HACER
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