Cuando usted va a comprar algo lo primero que pregunta es ¿cuánto vale? Y al considerar comprarlo instintivamente compara la satisfacción que obtendría con otras que podría adquirir con ese mismo dinero. (Lo que deja de comprar le llamamos “costo de oportunidad”). Lo que no reparamos cuando hacemos esas comparaciones es el hecho de que las podemos hacer sólo porque existen los precios. Sin precios, ¿cómo comparar?
Entonces, surge la pregunta, ¿cómo es que llegan a existir los precios? ¿Acaso alguien o el gobierno los inventa? Alguien dirá que el precio lo fijan los productores sumando su ganancia a sus costos. Esto es cierto sólo en el sentido que el precio tiene que cubrir costos y ganancias para que se produzca la cosa, pero eso es muy distinto a decir que el precio es la suma de ellos porque muchas cosas no se llegan a producir porque su precio no cubre los costos y en esos casos, si se insiste en producirlas, se incurrirá en pérdidas a costillas del patrimonio del productor. Esto nos indica que los precios de lo que se produce, incluyendo los precios de todo lo que se usó para producirlo no se puede establecer arbitrariamente.
¡Qué fácil sería ganar dinero si cada quien estableciera el precio de lo que vende simplemente sumando ganancias a costos! ¡Nadie perdería y todos seríamos ricos!
Puesto que nadie los fija, ¿de donde vienen los precios? La respuesta completa la da la Teoría de Precios basada en lo que se conoce como “utilidad marginal decreciente” que explica cómo “el mercado” establece los precios tomando en cuenta innumerables factores que ninguna persona o institución podría listar, pues incluye la enorme variedad de gustos, el poder adquisitivo de todos y cada uno, la relativa escasez de cada recurso incluyendo accesibilidad de infraestructura, los distintos costos de insumos en cada localidad, las diferentes prioridades de cada familia, el efecto de las diferencias de cultura, sexos y edades de la población, etcétera, todo lo cual, además, está en continuo proceso de cambio. Y, sin embargo, los precios ahí están, cognoscibles por cualquier interesado, en el mercado.
¿Qué es el mercado? Pues es el conjunto de transacciones libres y pacíficas que ocurren diariamente. ¿Transacciones de qué? Pues de derechos de propiedad. Quien vende algo es porque tiene derecho de propiedad de la cosa y quien la compra porque tiene derecho de propiedad del dinero con que paga. Y ¿qué sucede cuando no se reconoce el derecho de propiedad, es decir, cuando las cosas no son de alguna persona particular sino son “de todos”, del gobierno, como en el socialismo? ¿podrá existir una sociedad autónoma socialista sin precios?
A principios de los 70’s en visita oficial a Hungría, pregunté al Vice Ministro de Hacienda cómo fijaban el precio de, por ejemplo, la pimienta, y me respondió lo que yo esperaba, que usaban el precio de donde sí existía propiedad privada, del mundo capitalista.
Lo increíble es que aún hayan personas que se consideren socialistas cuando a nadie se le ha ocurrido cómo establecer algo equivalente a los precios en ausencia de propiedad privada de los medios de producción y libre intercambio. Los socialistas simplemente piensan que más de alguien sabrá, pero si así fuere, ¿por qué nadie lo sabe? La verdad es que ingenuamente están a favor de un sistema que nadie ha descrito y que, por lo tanto, no existe. ¡Que pena!
Fuente: www.prensalibre.com
Este artículo fue enviado por Eneas Biglione de Fundación Hacer
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