Pero estos hombres que claman y
ejercen este dominio absoluto e irresponsable sobre nosotros, no se atreven a
ser consistentes, y decir que son nuestros amos, o que les pertenecemos como
propiedad. Ellos dicen que son sólo nuestros servidores, agentes, defensores, y
representantes.
Pero esta declaración implica una absurdidad, una
contradicción. Ningún hombre puede ser mi servidor, agente, defensor o representante, y ser, al mismo tiempo, incontrolable
para mí, e irresponsable ante mí por sus actos.
Si yo lo hice incontrolable por mí, e irresponsable
ante mí, ya no es mi servidor, agente, defensor o representante. Si le di poder
absoluto e irresponsable sobre mi propiedad, yo le di mi propiedad. Si le di
poder absoluto e irresponsable sobre mí mismo,
lo hice mi amo, y me di a él como esclavo. Y no es
importante si lo llamo amo o esclavo, agente o propietario. La única pregunta
es, ¿qué poder puse en sus manos? ¿Fue un poder absoluto e
irresponsable? ¿O un poder limitado y responsable?
Todavía hay otra razón por la que no son ni
nuestros servidores,
agentes, defensores, ni representantes. Y esa razón
es, que nosotros no nos hacemos responsables de sus actos. Si un hombre es mi
servidor, agente o defensor, yo necesariamente me hago responsable de todos sus
actos cometidos dentro de los límites del poder que yo le confié. Si le he
confiado, como mi agente, o poder absoluto, o cualquier poder, sobre las
personas o
propiedades de otros, de esa manera me hago
necesariamente responsable ante aquellas personas por cualquier daño que él
pudiera ocasionarles, mientras que él actúe dentro de los límites del poder que
le otorgué. Pero ningún individuo que pudiera ser perjudicado en su persona o
propiedad, por actos del Congreso, puede ir a los electores individuales, y
responsabilizarlos
por estos actos de sus supuestos agentes o
representantes. Este hecho prueba que estos pretendidos agentes del pueblo, de
todos, son realmente los agentes de nadie.
- Lysander Spooner, "Sin Traición: La
constitución sin autoridad" (1870)