septiembre 30, 2007

Milton Friedman, Free to Choice

Toda la colección de "Free to Choice", producida por Milton Friedman en 1980.

Free to Choice, vol 01 , 1980.



Free to Choice, vol 02, 1980.



Free to Choice, vol 03 , 1980.



Free to Choice, vol 04, 1980.

Free to Choice, vol 05, 1980.


Free to Choice, vol 06, 1980.



Free to Choice, vol 07, 1980.



Free to Choice, vol 08, 1980.



Free to Choice, vol 09, 1980.



Free to Choice, vol 10, 1980.

Escuelas públicas: privatícenlas.


Por Milton Friedman


Milton Friedman fue Premio Nobel en Economía y académico del Hoover Institution. Este ensayo fue publicado originalmente el 19 de febrero de 1995 en el Washington Post y fue reproducido en inglés por el Cato Institute con permiso del autor y del Washington Post (Cato Institute Briefing Paper no. 23 [1]). También puede leer este documento en formato PDF aquí [1].


Sumario


Nuestro sistema de educación, primaria y secundaria, necesita de una reestructuración radical. Una reconstrucción así, sólo puede realizarse privatizando la mayor parte del sistema educativo, es decir, permitiendo que la actividad privada, con fines de lucro, desarrolle una amplia variedad de servicios educativos y sea una competencia efectiva a las escuelas públicas. El modo más factible de realizar esta transferencia, del sector público a las empresas privadas, consiste en establecer, en cada estado, un sistema de bonos escolares que permita a los padres escoger las escuelas a las que asisten sus hijos. El bono escolar debe ser universal, disponible para todos los padres y suficiente para cubrir los costos de una educación de alta calidad. No deberían fijarse condiciones anexas a los bonos escolares que interfirieran con la libertad de las empresas privadas para experimentar, explorar e innovar.



Introducción


Nuestro sistema educativo primario y secundario necesita de una reconstrucción radical. Esta necesidad surge como resultado, en primer lugar, de los defectos de nuestro sistema vigente. Pero, además, se ha visto reforzada, en gran medida, por algunas de las consecuencias de las revoluciones, tecnológica y política, ocurridas en las últimas décadas. Estas revoluciones prometen aumentos considerables en la producción mundial, pero también amenazan con serios conflictos sociales a los países desarrollados, debido a la creciente brecha de ingresos entre los altamente calificados (la elite del conocimiento) y la mano de obra no calificada.
Una reconstrucción radical del sistema educativo puede evitar los conflictos sociales mientras que fomenta mejoras en la calidad de vida, posibles gracias a la revolución tecnológica y el crecimiento del mercado global. En mi opinión, una reconstrucción radical sólo se lograría privatizando la mayor parte del sistema educativo —es decir, permitiendo que las empresas privadas con fines de lucro ofrezcan una gran variedad de servicios educativos para que compitan con la educación pública. Semejante reconstrucción no podrá hacerse de la noche a la mañana; inevitablemente, debe ser un proceso gradual.
La manera más factible de realizar una transferencia, gradual pero importante, de la educación pública a las empresas privadas es mediante de un sistema de bonos escolares implementado en cada estado que permita a los padres la libertad de escoger las escuelas a las que asistan sus hijos. Propuse éste sistema de bonos hace 40 años.
En los últimos años se han realizado muchos intentos de adoptar el sistema de bonos escolares. Salvo excepciones menores, nadie ha logrado implementarlo, debido al poder político del establishment educacional, recientemente fortalecido por la Asociación Nacional de Educación y la Federación Americana de Maestros, el grupo de presión más poderoso de los Estados Unidos.



1. El deterioro de la enseñanza


Nuestras escuelas hoy son mucho peores de lo que eran en 1955. En ningún otro aspecto son tan grandes las desventajas de los residentes de los barrios pobres como en la calidad de la educación que pueden obtener para sus hijos. Las razones son, en parte, el deterioro de nuestras ciudades centrales y, también en parte, la creciente centralización de las escuelas públicas —como lo muestra la reducción del número de escuelas de distrito de 55.000 en 1955 a 15.000 en 1992. Con la centralización, ha resultado —como causa y efecto— el incremento del poder de los sindicatos docentes. Cualquiera que sea la razón, el deterioro de la educación primaria y secundaria es un hecho indiscutible.
Con el paso del tiempo, el sistema ha empeorado a medida que se ha venido centralizando. El poder de decisión se ha ido desplazando desde la comunidad local a la escuela, de ésta al distrito escolar, de éste al estado hasta llegar al gobierno federal. Cerca del 90% de nuestros niños ahora van a las denominadas escuelas públicas, que no son nada públicas, sino feudos privados propiedad principalmente de sus administradores y de los dirigentes sindicales.
Todos conocemos los tristes resultados: hay algunas escuelas públicas relativamente buenas que se ubican en los suburbios y en las comunidades de altos ingresos; otras escuelas públicas muy malas, se encuentran en el interior de nuestras ciudades, afectadas por altas tasas de deserción, creciente violencia escolar, bajo rendimiento y desmoralización de maestros y estudiantes.
Estos cambios en nuestro sistema educativo ha mostrado claramente la necesidad de una reforma fundamental. Pero también ha fortalecido los obstáculos para una amplia reforma del sistema, que podría realizarse mediante un efectivo sistema de bonos escolares. Los sindicatos de maestros se han opuesto amargamente a cualquier reforma que disminuya su poder y han adquirido una enorme fuerza, política y financiera, que están dispuestos a utilizar para derrotar cualquier intento de adoptar el sistema de bonos escolares. El último ejemplo de lo que vengo diciendo es la derrota de la Proposición 174, ocurrida en California, en 1993.



2. La nueva revolución industrial


Una reconstrucción radical de nuestro sistema educativo se ha vuelto más urgente debido a las revoluciones gemelas que han ocurrido en las últimas décadas: una revolución tecnológica —el desarrollo, en particular, de medios más eficientes y eficaces de comunicación, transporte y transmisión de datos; y una revolución política que ha ampliado la influencia de la revolución tecnológica.
La caída del muro de Berlín fue el acontecimiento más dramático de la revolución política. Pero no fue, necesariamente, el más importante. Por ejemplo, el comunismo no ha muerto en China y no ha colapsado. Y aún así a comienzos de 1976, el Primer Ministro Deng inició una revolución dentro de China que condujo a que ésta se abra al resto del mundo. De modo semejante, una revolución política tuvo lugar en América Latina, la cual, en el curso de las últimas décadas, ha conducido a un incremento importante en la porción de la población de esa región que vive en países que pueden ser descritos con propiedad más como democracias que como dictaduras militares, y que están luchando por ingresar en los mercados mundiales abiertos.
La revolución tecnológica ha hecho posible que una empresa ubicada en cualquier lugar del mundo pueda emplear recursos ubicados en cualquier sitio, para elaborar un producto en otro lugar y luego venderlo en cualquier otro lugar del planeta. Es imposible decir, “éste auto es estadounidense” o “éste auto es japonés”, y lo mismo sucede con muchos otros productos.
La posibilidad de coordinar el capital y el trabajo, en cualquier parte del mundo, con el capital y el trabajo, de cualquier otro sitio, tuvo efectos dramáticos incluso antes de que la revolución política tuviera lugar. Significó la existencia de una gran oferta de trabajo, relativamente de salarios bajos, para colaborar con el capital de los países desarrollados, capital físico y más importante aún, capital humano —habilidades, conocimientos, técnicas, capacitación.
Antes de que la revolución política sucediera, la vinculación internacional del trabajo, el capital y los conocimientos ya había resultado en una rápida expansión del comercio internacional, en el crecimiento de las empresas multinacionales y en un grado, inconcebible hasta ese momento, de prosperidad en los países otrora subdesarrollados de Asia del Este, conocidos como los “Cuatro Tigres”. Chile fue el primero en beneficiarse de estos desarrollos en América Latina, pero su ejemplo pronto se extendió a México, Argentina y otros países de la región. En Asia, el último en embarcarse en un programa de reformas de mercado ha sido India.
La revolución política reforzó considerablemente a la revolución tecnológica de dos maneras. Primero, aumentó grandemente la masa de mano de obra de salarios bajos —aunque no necesariamente de baja calificación— que podría ser empleada para coordinarse con el trabajo y el capital de los países avanzados. La caída del “telón de acero” agregó, tal vez, a 500 millones de personas; y China liberó, al menos parcialmente, a cerca de 1000 millones de personas que luego podían ser involucradas en actos capitalistas con personas de cualquier otro lugar del mundo.
Segundo, la revolución política desacreditó la idea de la planificación centralizada. Condujo, en todas partes, a una mayor confianza en los mecanismos de mercado que en el control gubernamental centralizado. Y aquello fomentó el comercio internacional y la cooperación entre las naciones.
Estas dos revoluciones ofrecen la oportunidad de una importante revolución industrial —comparable a la ocurrida hace 200 años, también esparcida mediante los desarrollos tecnológicos y el libre comercio. En aquellos 200 años, el producto mundial creció más que en los 2000 anteriores. Ésta meta podría superarse en las próximas dos centurias si los habitantes del mundo obtienen plenos beneficios de las nuevas oportunidades.



3. Diferencias salariales


Las revoluciones gemelas han producido salarios más altos para los trabajadores y mejores ingresos para casi todas las clases sociales en los países subdesarrollados. El efecto ha sido un poco distinto en los países desarrollados. La fortalecida relación entre el trabajo de bajo costo y el capital ha elevado los salarios de los trabajadores de alta calificación y las ganancias sobre el capital físico, pero ha presionado a la baja a los salarios de los trabajadores de baja calificación. El resultado ha sido un notable ensanchamiento de las diferencias salariales entre los trabajadores de alta y los de baja calificación, tanto en los Estados Unidos como en otros países desarrollados.
Si el ensanchamiento de las diferencias salariales prosigue de manera descontrolada, hay riesgo de que resulte en un problema social de grandes proporciones en nuestro país. No estaremos dispuestos a ver un sector de nuestra población descender un nivel de vida del Tercer Mundo, mientras que otro sector de nuestra población se vuelve cada vez más rico. Semejante estratificación, es una receta para el desastre social. La presión para evitarlo, mediante el proteccionismo y otras medidas semejantes, será irresistible.



4. Educación


Hasta ahora, nuestro sistema educativo ha incrementado la tendencia hacia la estratificación social. Y ello a pesar de que es la única fuerza visible con capacidad de mitigar esa tendencia. La inteligencia innata juega, sin lugar a dudas, un papel importante en determinar las oportunidades de cada individuo . Sin embargo, no es la única característica humana de importancia, como lo demuestran numerosos ejemplos. Lamentablemente, nuestro sistema educativo actual contribuye muy poco a que los individuos, cualquiera que sea su coeficiente intelectual, hagan el mejor uso de sus características. Y ello a pesar de ser el camino para revertir las tendencias hacia una mayor estratificación. Un sistema educativo de mejor calidad podría hacer más que cualquier otra cosa para reducir el daño que produciría a nuestra estabilidad social una amplia y permanente clase de gente muy pobre.
Existe un enorme espacio para la mejora de nuestro sistema educativo. Difícilmente exista otra actividad técnicamente más atrasada en los Estados Unidos. Enseñamos a los niños, esencialmente, de la misma forma en que lo hacíamos hace 200 años: un maestro frente a un grupo de niños, encerrados en un salón. La disponibilidad de computadoras ha cambiado la situación, pero no de modo fundamental. Las computadoras adquiridas por las escuelas públicas no se emplean de manera creativa ni innovadora.
Creo que la única forma de hacer una mejora importante en nuestro sistema educativo es través de la privatización, hasta el punto en que una porción substancial de los servicios educativos sea suministrada por empresas privadas. No hay otra forma de debilitar o de destruir considerablemente el poder del establishment educacional —una precondición necesaria para mejorar radicalmente nuestro sistema educativo. Y sólo las empresas privadas de educación podrán introducir una competencia que obligue a las escuelas públicas a mejorar, con el fin de mantener su clientela.
Nadie puede predecir la dirección que tomará un verdadero sistema educativo de libre mercado. Por las experiencias en otras actividades, sabemos cuán creativas pueden ser las empresas privadas bajo un sistema de libre competencia, qué variedad de productos y servicios pueden ofrecer, cuán aptas se muestran para satisfacer a los clientes —es lo que necesitamos en las escuelas, hoy. Sabemos de qué manera la industria de telecomunicaciones se ha revolucionado mediante la apertura a la libre competencia; cómo el fax ha comenzado a socavar el monopolio del correo de primera clase; de qué forma UPS, Federal Express y muchas otras empresas privadas han transformado la entrega de paquetes y de correspondencia y, en un nivel estrictamente privado, cómo la competencia de autos japoneses ha transformado a la industria automotriz nacional.
La educación privada a la que asiste un 10 % de los niños consiste de unas pocas escuelas de exclusivas que educan a un alto costo a una pequeña porción de la población, mientras que las escuelas parroquiales sin fines de lucro compiten con la educación pública, a bajos costos, gracias a la dedicación de sus maestros y a los subsidios de las instituciones que las patrocinan. Estas escuelas privadas proveen una mejor educación, para una pequeña porción de los niños, pero no están en condiciones de hacer cambios innovadores. Para ello, necesitamos la participación de un sistema de empresas privadas más amplio y vigoroso.
El problema es cómo llegar de aquí a allá. Los bonos escolares no son un fin en sí mismos; son los medios para una transición desde un sistema público a un sistema de mercado. El deterioro del sistema educativo y la estratificación creada por la nueva revolución industrial han hecho más urgente e importante la privatización del sistema de lo que era 40 años atrás.
Los bonos escolares pueden promover una rápida privatización sólo si son aptos para crear una gran demanda de colegios privados, lo suficiente para constituir un incentivo real para que los empresarios ingresen a esta industria. Para ello es necesario, en primer lugar, que el bono escolar sea universal, disponible para todos los que pueden enviar a sus hijos a escuelas públicas; y, en segundo lugar, que si el bono tiene un valor nominal inferior al costo por alumno de la educación pública, sea suficiente para cubrir el costo de una empresa educacional privada, con fines de lucro, que suministre una educación de alta calidad. Si esto se lograra, habría un número significativo de familias dispuestas a gastar algo más de sus ingresos para que sus hijos obtengan una educación de mayor calidad aun. Como sucede en todos los casos, el producto "de lujo" pronto se difunde, convirtiéndose en un producto básico.
Para implementar este modelo, es esencial que no se impongan condiciones para la aceptación de los bonos escolares que interfieran con la libertad de las empresas privadas de experimentar, explorar e innovar. Si el modelo se lleva a cabo, todos —excepto un reducido grupo de intereses particulares- ganarán: los padres, los estudiantes, los buenos docentes, los contribuyentes —para quienes bajará el costo del sistema educativo— y especialmente los residentes de las ciudades centrales, que tendrán una alternativa real a las miserables escuelas urbanas a las que tantos de sus hijos están hoy forzados a asistir.
Los empresarios están muy interesados en expandir la cantidad de potenciales empleados bien educados, y en conservar una sociedad libre con apertura comercial y mercados en expansión en todo el mundo. Ambos objetivos serían promovidos mediante un adecuado sistema de bonos escolares.
Por último, al igual que en las demás áreas en las que ha habido un amplio programa privatizador, la privatización de las escuelas producirá una nueva, activa y beneficiosa actividad, lo que creará oportunidades reales para mucha gente de talento que ahora se ve disuadida de ingresar en la profesión docente, debido al espantoso estado de muchas de nuestras escuelas.
Éste no es un asunto que le corresponde al Estado federal. La educación es, y debe seguir siendo, una responsabilidad principalmente de las comunidades locales. El apoyo a la libertad de escoger entre las escuelas ha crecido con rapidez y no podrá ser contenido por los intereses particulares de los sindicatos de docentes y de la burocracia educativa. Pienso que estamos al borde de un adelanto en un estado u otro que se propagará como un incendio por el resto del país en cuanto demuestre su eficacia.
Para lograr que la mayoría de la población apoye un sistema de bonos escolares, debemos estructurar nuestra propuesta de tal modo que: (1) sea tan simple y honesta que pueda ser comprendida por el votante; y que (2) garantice que la propuesta no incrementará la carga impositiva sino que reducirá el gasto público en educación. Un grupo de nosotros en California ha realizado una propuesta que reúne ambas condiciones. Las posibilidades reales de obtener suficiente respaldo a esta propuesta en 1996 son luminosas.


Traducido por Pablo Jaraj
Fuente:
Cato Institute

Ricardo López Murphy habla de sus propuestas

Ricardo López Murphy habla de sus políticas sociales.



Ricardo López Murphy, su propuesta de política energética.



Propuesta de empleo y Pymes



Propuesta de función del estado.



Política Ambiental



Con Antonio Laje hablando de seguridad

Jorge Sobich en Hora Clave

Jorge Sobich, candidato presidencial, fue entrevistado por Mariano Grondona en Hora Clave, el 28.09.07

Parte 1/2



Parte 2/2

septiembre 29, 2007

Jorge Asis habla de política argentina

Este es un video del 12 de agosto pasado. Jorge Asis, candidato vicepresidencial con Jorge Sobich habla un poco de cada candidato. En la fecha en que fue emitido el video, Jorge Asis toda no era designado candidato formalmente.



Fuente: AsisTv
Este video fue reproducido en el programa TLS, que conduce Osvaldo Granados y María Zaldívar

septiembre 27, 2007

SIN FRONTERAS Edic 26.09.07



Fuente: www.aguilarsolucion.com

septiembre 26, 2007

AYN RAND UN SENTIDO DE LA VIDA

Les invito a disfrutar este video reproducido por Alberto Aguilar el 15 de abril de 1999, titulado "Economía, Filosofía y Arte", con invitados como el Juez Ricardo Manuel Rojas, y Eduardo Marty, presidente de Junior Achievement.
El video es una original de los canales Discovery Channel, Fox Channel y Peopel and Art; que fue nominado al premio Oscar en el año 1999.



Fuente: www.aguilarsolucion.com

600 chicos, 650 millones






¿El Kirchnerismo es progresista?



Por Gustavo Lazzari
www.atlas.org.ar


Según un estudio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hay 600 chicos que viven en las calles de la ciudad. Estos chicos están condenados al miedo, y por lo tanto a la violencia. La ley de la calle es clara. Sos violento o morís. No hay término medio. [1]

Por otro lado, informaciones periodísticas dan cuenta que el gobierno de Néstor Kirchner gastó en publicidad oficial 650 millones de pesos en cuatro años. Según el diario Perfil, el gobierno “gastó en materia de publicidad

• 2003: $ 46,2 millones. • 2004: $ 99,8 millones. • 2005: $ 127,4 millones. • 2006: $ 209,6 millones. • 2007: $ 164,7 millones en el primer semestre, de los $ 202,8 millones presupuestados”

¿Cuál es la relación entre una noticia y otra?

Unir los das dos informaciones nos permite inferir una sola conclusión: El progresismo argentino es criminal.

Hay un doble discurso, un patológico doblepensar, por el cual está bien que el gobierno tire a la cloaca 650 millones de pesos y al mismo tiempo 600 chicos están viviendo la peor de las dictaduras, la del miedo.

En tiempos de números falsos donde los funcionarios hablan de millones como si fueran monedas, es necesario poner en realidad los números.

Un simple y conservador ejercicio nos permite comprender por qué es criminal derrochar 650 millones de pesos.

En estos cuatro años, podría haberle salvado literalmente la vida a los chicos de la calle.

A cada uno de dichos niños podría haberle asignado: $ 1.083.000 lo cual es dinero suficiente para comprar:

· 1 casa de 80 m2 a valor de mercado (U$S 1000): $ 240.000
· Pagar educación primaria, secundaria y universitaria en instituciones privadas a precio de mercado. ($ 59.000)
· Pagar salud en prepagos privados por $ 500 mensuales durante 20 años : ( $ 120.000)
· Atender a gastos personales de alimentación y vestimenta por $ 1000 mensuales durante 20 años: ($ 240.000)
· Aún así, cada niño tendría un ahorro de $ 424.000 para financiar cualquier proyecto productivo.

Estos cálculos son mas que conservadores pues suponen que no hay parentesco entre los niños que están en la calle, y supone ninguna capitalización durante los 20 años considerados.

Cierto es que los únicos niños con problemas no son los de la Ciudad de Buenos Aires. El punto es ejemplificar que el supuesto progresismo del gobierno es un verso. No es la falta de recursos sino el nefasto orden de prioridades lo que nos permite ver a niños pidiendo en la calle debajo de carteles oficialistas.

¿Tanto mas importante es pretender adoctrinarnos que “somos un país en serio” o ver las fotos de las obras públicas previas a cada acto del presidente?

¿Tanto mas importante son los periodistas amigos y los comentarios chupamedias?

El Congreso de la Nación está debatiendo el presupuesto de la Administración Nacional para el año 2008. Allí está la partida correspondiente al gasto en publicidad oficial. Los diputados y senadores tienen en sus manos la responsabilidad y la posibilidad de abolir ese gasto auténticamente cloacal y perverso.




[1] Artículo “Córtenla, dijo la corte” de Edi Zunino. http://www.perfil.com/system/modules/com.tfsla.perfil.diario/elements/articulo_print.jsp?filename=contenidos/2007/09/09/noticia_0002.html. Y “Traspasan a la ciudad planes de atención a la niñez” La Nación Jueves 7 de Septiembre de 2006. www.lanacion.com.ar

septiembre 25, 2007

Concurso "Mi foto de graduación con Cristina Fernández"


Se inició en el blog de José Benegas "No me parece" un concurso llamado, "Mi foto de graduación con Cristina Kirchner" para que cualquier compañero de facultad, amigo, tío, primo o la misma candidata a presidente nos envíe su foto en la graduación como abogada y se gane un ejemplar del libro "La Rebelión de Atlas" de Ayn Rand. El ganador se dará a conocer el domingo en NO ME PARECE FM por FM Identidad 92.1 de 11 a 13. horas. Las bases del concurso en:


Lo hacemos para despejar la duda que no pudimos despejar cuando lanzamos la pregunta de si la señora era o no abogada como dice su currículum en la página del Senado y la imposibilidad de acceder a sus antecedentes académicos. Se ruega difundir. Así conseguimos muchas lindas fotos.-- Jose Benegas




El Woody Allen de la economía segun ABC



El diario español ABC dedicó un artículo al ex presidente del banco de Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) Alan Greenspan.

Alan Greenspan conoció a Ayn Rand y fue miembro del circulo fundado por esta autora. Como presidente del banco central de los Estados Unidos por más de 20 años, Greenspan aplicó los principios de la filosofía objetivista de Ayn Rand, tampoco se apartó de los principios del liberalismo clásico de lizze-fire y lizze-pass en cuanto a las atribuciones que el cargo le permitía. Durante el largo lapso en que Alan Greenspan presidió la Fed, la economía de los Estados Unidos ha tenido los periodos de crecimientos económicos más largos de la historia de ese pais. El crecimiento se ha mantenido sin interrupción durante 14 años, con una inflación en los índices más bajos en décadas. Las políticas monetaristas de Greenspan han hechado por tierra las teorías de Keynes, por la cual el crecimiento económico se basaba en una expansión del gasto, principalmente el gasto público; que años después se comprobó que eran erróneas, cuando aparecieron efectos no conocidos por los economistas, como la estanflación (estancamiento económico con inflación).

septiembre 24, 2007

¿Quién lo impedirá?

¿Piensas que son sólo valores materiales los que te exigen sacrificar?


Nunca llames sacrificio a tus mejores acciones. Si un hombre muere peleando por su libertad, ese no es un sacrificio para quien no está dispuesto a vivir como esclavo; pero sí lo es para el tipo de hombre que está dispuesto a serlo. Si un hombre se niega a vender sus convicciones, esto no es un sacrificio, a menos que sea el tipo de hombre que no las tiene.
El sacrificio es apropiado para quienes no tienen nada que sacrificar, ni valores ni reglas ni juicios. Para una persona de estatura moral, cuyos deseos nacen de valores racionales, el sacrificio es la rendición de lo correcto a lo equivocado, de lo bueno a lo malo.
¿Piensas que son sólo valores materiales los que te exigen sacrificar? ¿Y qué crees que son los valores materiales? La materia carece de valor excepto como medio para satisfacer los deseos humanos. ¿Al servicio de qué se te pide que apliques lo que ha producido tu virtud? Pues al servicio de aquello que tú mismo consideras malo: a un principio que no compartes, a una persona que no respetas, al logro de un propósito opuesto al tuyo¿ de otra forma, tu ofrenda no es un sacrificio.
Somos entidades indivisibles de materia y conciencia. Renuncias a tu conciencia y te transformarás en un bruto. Renuncia a tu cuerpo y te transformarás en una farsa. Renuncia al mundo material y se lo estarás entregando al mal.
¿Sabes lo que te piden? Bríndate a lo que no disfrutas; sirve a lo que no admiras; sométete a lo que consideras malo; rinde el mundo a los valores de otro; niega, rechaza renuncia a tu yo. Tu yo es tu mente: renuncia a ella y te convertirás en un pedazo de carne, listo para ser devorado por cualquier caníbal.
Es tu mente lo que quieren que entregues todos los que te predican el credo del sacrificio, tanto si te prometen otra vida en el paraíso o la panza llena en esta tierra.
Lo cierto es que lo más egoísta que existe es la mente que no reconoce autoridad alguna por encima de sí misma, ni valor mayor que su propio juicio de verdad. Si les preguntas: ¿Qué es el bien? La única respuesta que encontrarás será: "el bien de los demás". El bien es cualquier deseo de los otros, cualquier cosa que creas que ellos desean o cualquier cosa que creas que deberían desear.
El "bien de los demás" es una fórmula mágica que transforma cualquier cosa en oro, que debe ser recitada como garantía de gloria moral y como justificativo de cualquier acción, aunque esta sea terrible. No necesitan pruebas, ni razones ni éxito; no necesitan alcanzar con los hechos el bien de los demás: todo lo que necesitan es decir que el motivo de cualquier cosa que hagan fue el bien de los demás.
Y cuando la racionalidad se rebela, viene la fuerza. Tratan de forzarte a renunciar a tu mente y aceptar la voluntad del otro como sustituto, con un revólver en lugar de un razonamiento, con el terror en lugar de un argumento.
Ya sea un asaltante de caminos que enfrenta a un viajero con el ultimátum: "la bolsa o la vida", o un político que enfrenta a un país con el ultimátum: "la educación de tus hijos o tu vida", el verdadero significado de esa intimidación es: "tu mente o tu vida", pero para el hombre no es posible la una sin la otra.
Si el mal tiene grados, es difícil decir quién es peor: el bruto que asume el derecho de forzar la mente de otros, o los imbéciles que le permiten hacerlo.

Algo así dijo John Galt, en su estupenda "cadena" al pueblo, en los últimos capítulos de La rebelión de Atlas, 1957.

New York Times y La Nación conmemoran a Ayn Rand


Los diarios New York Times y La Nación de Buenos Aires publicaron hoy artículos conmemorativos de la escritura rusa Ayn Rand

Quién le teme a Ayn Rand?

Ignorada en ámbitos académicos, su obra en nuestro país circula entre políticos y gente de negocios, a veces, como un secreto inconfesable

“Los CEO argentinos más inteligentes recién están empezando a descubrir ahora a Ayn Rand; varios la leyeron y se entusiasmaron, aunque no sé a cuántos les gustaría hacerlo público”, informa Eduardo Marty, reconocido como el hombre que introdujo la filosofía randiana en Argentina, a mediados de los ochenta. Fue Marty, actual presidente de Junior Achievement –una ONG dedicada a despertar el espíritu emprendedor en los chicos– quien le recomendó y le dio en mano a Mauricio Macri una de las obras emblemáticas de la escritora rusa, La Virtud del Egoísmo. Claro que en nuestro país no hay nada comparable con la influencia decisiva que tuvo y tiene Rand en EE.UU., donde –según una encuesta realizada en la prestigiosa Biblioteca del Congreso de aquel país– La rebelión de Atlas fue la obra que más impacto produjo después de la Biblia, no sólo entre los hombres de negocios sino en la formación ideológica del americano medio. En Argentina, por diversas razones, la recepción de su pensamiento es muy distinta. Hay “círculos randianos” sueltos, por así decirlo, o think tanks liberales que, sin definirse tajantemente como randianos, estudian los textos de Rand, entre ellos, además de la ONG de Marty, las fundaciones Atlas y Hayek, el Foro Liberal de Recrear, el partido que fundó Ricardo López Murhpy –quien, al igual que su socio en Pro, también ha leído a Rand–, el Centro de Investigación sobre Instituciones y Mercados (CIIMA) y algunos posgrados ligados al management . Aunque, como señala Martín Krausse, profesor en Eseade, “el management argentino no fue influenciado por La rebelión de Atlas, y muchos no conocen a Rand”, lo que plantea Marty es igualmente cierto. Algunos CEO empiezan a interesarse ahora y, de hecho, La rebelión y La Virtud, reeditadas en Argentina, figuran en las bibliotecas de importantes hombres de negocios, como los CEO Armando Silberman (Iplan); Claudio Muruzábal (Neoris); Guillermo Yeatts, ex directivo de Sol Petróleo y presidente de la Fundación Atlas ; Jorge Sojo (QBE ART) y el fundador de Apple Argentina, Enrique Duhau. Tal como ocurrió con el revival del randianismo en España –impulsado por el gobierno de José María Aznar, que se nutrió de jóvenes provenientes del management –, aquí también, el compañero de fórmula presidencial de López Murphy, Esteban Bullrich, es uno de los pocos políticos que han estudiado a Rand, aunque no comparte totalmente sus postulados. Es que Bullrich pertenecía al mundo empresarial cuando conoció al jefe de Recrear, en 2002, cuando aquél organizaba debates con jóvenes que tenían posgrados en el exterior. “Acuerdo con Rand en que no me gusta la idea de Estado como Gran Hermano –explica Bullrich–, pero en países emergentes como el nuestro, el Estado no puede estar ausente en lo social.” Para el pionero Marty, una de las razones por las cuales la filosofía randiana no terminó de anclar en estas tierras es que los liberales argentinos clásicos están, por lo general, cerca del catolicismo. “Y Rand es una capitalista atea, no encaja en ningún lado”, explica. Sin embargo, nunca deja de estar en el candelero. La reciente reedición de sus textos en el país, la circulación de su obra entre empresarios y políticos jóvenes –Mauricio Macri es uno de los admiradores locales de la escritora–, el aniversario de los cincuenta años de la La rebelión de Atlas y la noticia de que el año que viene empezará a rodarse la versión cinematográfica –con Angelina Jolie como heroína– son todos signos de un interés que no decae. Donde no tiene repercusión es en el mundo académico. Muchos a los que podríamos considerar “popes” de la intelectualidad argentina ni siquiera la conocen (lo que resulta un dato en sí mismo) y quienes la conocen comparan la profundidad de su obra con la de un manual de autoayuda. “Pero a mí me gustaría saber cuántos intelectuales argentinos han vendido 20 millones de ejemplares, y creo que me quedo corto con la cifra de lo que ha vendido históricamente La rebelión –dice el consultor Enrique Zuleta Puceiro–. Digo, yo no soy leninista, pero he leído a Lenin y no puedo negarlo”, provoca. Odios y amores Claro que las explicaciones maniqueas siempre son tentadoras. Primero, porque son fáciles de creer y, segundo, porque son igualmente fáciles de difundir. Pero la realidad suele ser siempre más compleja. Para los más críticos, su obra alienta el capitalismo salvaje y el egoísmo. Para sus defensores, es una cumbre contra los abusos del colectivismo y una defensa radical de la libertad del individuo ante cualquier totalitarismo. “A mí el libro me provoca una doble reacción, una de ellas muy visceral –dice Gabriela Michetti, vicejefa porteña electa–. Por un lado, lo empezás a leer y te pega muy fuerte la exaltación de la construcción personal, el heroísmo y la creatividad en el armado de la propia vida, pero a medida que avanzaba en la lectura empecé a sentir náuseas por la crueldad que tiene con el desamparado o con los pobres. Para ella, la solidaridad es un disvalor y, desde ese lugar, creo que a su obra le falta amor”, cuestiona la líder de Pro, que está más cerca del socialcristianisno que de cualquier otra corriente. El futuro ministro de Educación de Macri, Mariano Narodowski –que dio sus primeros pasos en la vida política en la Federación Juvenil Comunista– confiesa que tiene La Rebelión en su biblioteca pero, según revela, no pudo pasar de la página 25. “Es que el individualismo posesivo me aburre”, explica. Quienes conocen al futuro jefe porteño aseguran que él odia la queja y el reclamo. “A Mauricio no le gusta esa gente que espera que le caiga el maná del cielo. Valora la superación personal”, cuentan algunos legisladores, que comparten reuniones políticas con el presidente de Boca. “Si todos pusieran su granito de arena, otra sería la Argentina”, machaca el ingeniero en los retiros espirituales de Pro. Y por ese lado, dicen, se enganchó con Rand, cuya máxima vital es que el triunfo es el resultado de la lucha y que el trofeo se mide en función del reto superado.

Por Laura Di Marco Para LA NACION



El egoísmo como estímulo: interés propio y bien común

Celebrado por algunos lectores por su defensa moral del capitalismo y denostado por otros que lo consideran una glorificación de la avaricia, La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, es uno de los libros más influyentes de EE.UU., donde tuvo y tiene gran penetración en los ámbitos empresariales. A 50 años de su publicación, mantiene intacta su capacidad provocadora.

Uno de los libros de negocios más influyentes jamás escrito es una novela de 1200 páginas publicada hace 50 años, el 12 de octubre de 1957. Pese al tiempo transcurrido, el libro de Ayn Rand La rebelión de Atlas -una glorificación del derecho de los individuos a vivir por completo en función de sus propios intereses- sigue atrayendo lectores: el año pasado se vendieron 150.000 ejemplares en librerías y hoy figura en el puesto 388 de la lista de libros más vendidos de Amazon.com. Durante años el mensaje de Rand fue cuestionado por intelectuales que sostenían que los individuos también deben trabajar al servicio de los demás. De hecho, su libro fue rechazado como un homenaje a la avaricia y Gore Vidal describió su filosofía como "casi perfecta en su inmoralidad". Pero el libro atrajo un corrillo de admiradores, algunos de ellos altos ejecutivos corporativos, que no se atrevían a hablar de su impacto más que en privado. Cuando leyeron La rebelión de Atlas , en muchos casos como estudiantes universitarios, dicen ahora, el libro dio forma y sustancia a sus pensamientos desordenados, al mostrarles que no había conflicto entre la ambición privada y el beneficio público. "Muchos CEO de algunas de las 500 empresas más importantes que integran la lista de la revista Fortune admiten que La rebelión de Atlas ha tenido una influencia significativa sobre sus decisiones empresariales, aunque no coincidan con todas las ideas de Ayn Rand", dice John A. Allison, CEO de BB&T, uno de los mayores bancos de los Estados Unidos. Y agrega: "Ofrece algo que otros libros no: los principios que se aplican a los negocios y a la vida en general". Uno de los devotos más famosos de Rand es Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, cuyo libro de memorias, The Age of Turbulence ("La era de la Turbulencia"), acaba de publicarse. Greenspan conoció a Rand cuando él tenía 25 años y trabajaba como pronosticador económico. Ella ya era reconocida por ser la autora de El Manantial (" El ego del hombre es el manantial del progreso humano ", escribió Rand). Greenspan se había casado con una integrante del círculo íntimo de Rand, conocido como el Colectivo, que se reunía todos los sábados en su departamento de New York. Al parecer, Rand no le prestó demasiada atención a Greenspan hasta que él comenzó a elogiar algunas partes del Atlas que ella leía en voz alta a sus discípulos, según Jeff Britting, el archivista de los papeles de Ayn Rand. Britting dijo que Greenspan se sintió atraído por "la defensa moral del capitalismo" que hacía Rand.

De la revolución a Hollywood

Ayn Rand nació en 1905 en Rusia. Su vida cambió de la noche a la mañana cuando los bolcheviques se apoderaron de la farmacia de su padre y declararon su fuente de ingresos propiedad del Estado. Rand huyó de la Unión Soviética en 1926 y arribó más tarde, ese mismo año, a Hollywood. Fue allí cuando, espiando a través del portón de un estudio donde Cecil B. DeMille filmaba Rey de Reyes, conoció al director, quien le ofreció primero llevarla hasta el estudio en su auto, luego un puesto como extra en el film y más tarde un puesto como guionista junior. Rand logró vender varios guiones y escribió en forma bastante regular novelas que fracasaron comercialmente, hasta 1943, cuando los entusiastas de El Manantial comenzaron una campaña boca a boca que impulsó inmensamente las ventas. Poco después de la publicación de La rebelión de Atlas , en 1957, Greenspan escribió una carta a The New York Times para responder al comentario de un crítico según el cual "el libro fue escrito basado en el odio". Greenspan escribió: " La rebelión de Atlas es una celebración de la vida y la felicidad. La justicia es perseverante. Los individuos creativos y el propósito firme y la racionalidad permiten alcanzar la felicidad y la realización. Los parásitos que evitan persistentemente tener propósitos firmes o cultivar la razón perecen, tal como debieran". La revista de Rand, The Objectivist ("El objetivista"), luego publicó varios ensayos de Greenspan, incluyendo uno sobre el patrón oro en 1966. La misma Rand dijo que Atlas es un misterio "no sobre el asesinato del cuerpo de un hombre, sino sobre el asesinato -y renacimiento- del espíritu del hombre". Comienza en un momento de recesión. Para salvar a la economía, el héroe, John Galt, llama a una huelga contra la interferencia del Estado. Se paralizan fábricas, establecimientos agropecuarios y tiendas. Se producen disturbios al volverse escasa la comida. Rand dijo que su propósito fue "mostrar que el mundo necesita desesperadamente gente con iniciativa aunque trate mal a tales personas y lo que sucede en un mundo que no tiene esa clase de gente". El libro recibió críticas terribles cuando se publicó. Se repudió su extensión, su filosofía y su ambición literaria. Conservadores y liberales por igual lo rechazaron; la derecha vio descreimiento en Dios y la izquierda vio un mensaje en el sentido de que "la avaricia es buena". Se dice que Rand lloró día tras día ante la aparición de las críticas. Con fama de vivir muy centrada en su propio interés, se dice que Ayn Rand sedujo a su lector más consecuente, Nathaniel Branden, cuando el tenía 24 o 25 años y ella al menos 50 y estaba casada con otro hombre. De hecho, según confirmó Britting, ambos llamaron a sus respectivos cónyuges a una reunión en la que anunciaron su intención de convertir la relación de mentora y protegido en una relación sexual. "Ella no era una persona agradable" admite Darla Moore, vicepresidenta de la firma de inversión privada Rainwater Inc. "Pero qué regalo que nos ha dejado". Moore, benefactora de la Universidad de Carolina de Sur, habló de su deuda con Rand en 1998, cuando se bautizó la facultad de estudios empresarios de esa universidad en honor a la ejecutiva de Rainwater. "Como mujer y sureña -dijo- hice mío el mensaje de Rand en el sentido de que lo único que cuenta es el trabajo de calidad, no quién una es". La idea de Rand de la "virtud del egoísmo -dijo Moore- es una frase dura, pero expresa la idea budista de que uno tiene que cuidar de sí mismo". James M. Kilts, que encabezó la recuperación de Gillette, Nabisco y Kraft, dijo que leyó Atlas en un momento "de su vida universitaria en el que todos eran nihilistas, antiestablishment y colectivistas". Los escritos de ella lo tranquilizaron, dijo, porque hacían que el éxito pareciera racional. "Rand creía que existe lo correcto y lo incorrecto", dijo. "Que uno debe tener por meta la excelencia". John P. Stack es un ejecutivo de negocios que hizo propias las ideas de Rand. Era CEO de Springfield Remanufacturing Company, una rectificadora de motores de tractor de Springfield, Montana, cuando su compañía madre, International Harvester, vendió la firma en la recesión de 1982, el año en que murió Rand. Habiendo perdido su único cliente en una ciudad cuya economía industrial estaba en caída libre, Stack dice que actuó como un héroe de novela, al estilo de Atlas. Creó una compañía de "libros abiertos" en la que los empleados trabajaban transparentemente por su propio interés. Le fijó a cada tarea un valor básico y cada salario, incluyendo el suyo, aparecía en un informe diario de la compañía. Stack dice que, aunque los lugares de trabajo son notoriamente no democráticos, cargados de emociones y de internas políticas, él logró reemplazar eso con una conducta racional. Un maquinista sabía exactamente cuánto aportaba su hora de trabajo a la empresa y por tanto el costo de haraganear. Stack dijo que esto era una manifestación de la filosofía del objetivismo en Atlas: gente guiada por la razón y por su propio interés. "Hay algo en el propio ser interior de cada uno que Rand hace aflorar -dice-. Uno quiere ser un héroe, quiere tener razón, pero, por lo mismo, uno tiene que cuestionarse, y no debe escuchar las palabras de los que quieren disuadirlo. Los abogados me decían que no abriera los libros ni compartiera el capital". Dice que los enfrentó. "Atlas me ayudó a llevar este sueño idiota en que se convirtió SRC". Stack cuenta que tenía 19 años y trabajaba en una fábrica cuando un gerente le dio una copia del libro. "Es el mejor libro de negocios que jamás leí", dijo. "No me fue bien en los estudios porque era muy soñador. Pero leer algo que le dice a uno que debe tomar sus sueños con seriedad, eso llama la atención".

Un héroe de ficción en la realidad

Cada año 400.000 copias de las novelas de Rand son distribuidas en forma gratuita para programas de escuela secundaria. Son pagadas por el Instituto Ayn Rand, cuyo director, Yaron Brook, dice que la misión es "mantener viva a Rand". El año pasado se vendieron 150.000 copias del libro en librerías. Sigue teniendo atractivo, incluso para una generación más joven. Mark Cuban, dueño de los Dallas Mavericks (equipo de basketball), nacido en 1958, y John P. Mackey, el CEO de Whole Foods, que tenía 3 años cuando fue publicado el libro, dicen que Rand ha sido crucial para su éxito. Y además, el héroe del libro, John Galt, sigue viviendo. La subcontratista encargada de demoler el antiguo edificio del Deutsche Bank, que sufrió roturas cuando cayeron las torres gemelas del Centro de Comercio Mundial, fue la John Galt Corporation. En Chicago existe John Galt Solutions, productor de software para compañías que manejan cadenas de distribución tales como Tastykake. La fundadora y CEO de la compañía, Annemarie Omrod, dice que el personaje fue su inspiración. Cuando ella y Kai Trepte pensaban en fundar la compañía, ambas estaban leyendo el libro. "Para nosotras Atlas simbolizó la importancia de crecer y mejorar sin perjudicar a otros. John Galt contrató a todas las grandes mentes y fundó una nueva sociedad." "Algunos de nuestros clientes no conocen su nombre, pero cuando se encuentran con nosotras enseguida quieren leer el libro", continúa. "Nuestros representantes de ventas tienen un problema, sin embargo. Los clientes nuevos por lo general preguntan: ´Oiga, ¿dónde está John Galt? ¿Por qué no se me considera suficientemente importante como para merecer una visita de John Galt? "

Por Harriet Rubin LA NACION y The New York Times

Símbolo del hombre productivo

Forjadora del individualismo contemporáneo, en los años del New Deal y la Segunda Guerra, Ayn Rand fue una escritora contra corriente y, a la vez, inmensamente popular. El Atlas mitológico que sostiene el mundo fue tomado como símbolo del hombre productivo, cuya riqueza se ve expropiada por el colectivismo. La novela narra el proceso por el cual los Atlas que sostienen el mundo renuncian a seguir llevando su carga. En palabras de la autora: “La rebelión de Atlas presenta el conflicto de dos antagonistas fundamentales, dos escuelas opuestas de filosofía, o dos actitudes opuestas hacia la vida: el eje razón-individualismo-capitalismo vs. el eje misticismo-altruismo-colectivismo”.

septiembre 23, 2007

Suelo libre y vivienda digna

Rodriguez Zapatero, primer ministro de España ha hecho aprobar en las cámaras parlamentarias un proyecto de ley llamada “Ley del Suelo”, por el cual el estado subsidia los alquileres, y se limita el derecho de propiedad de los propietarios quienes tienen dos o más pisos, lo que en Argentina quiere decir casa o departamento.
El problema del encarecimiento de los precios de las viviendas y en consecuencia el precio de los alquileres se debe a una escasa oferta de viviendas. El excesivo intervencionismo del gobierno con innumerables regulaciones ha desalentado la construcción de viviendas por mucho tiempo y en la actualidad el aumento de la demanda por causa del aumento de la población, también porque más gente decide vivir sola y no en casa compartida con familiares, en contraste con la reducción de la oferta por razones citadas más arriba, han contribuido a elevar los precios.
Rodríguez Zapatero como buen socialista no cree en las leyes del mercado. Las soluciones que propone para solucionar este problema es más estatismo a problemas que el estado ha creado. Las leyes del mercado son quienes resolverán el problema. El incremento de los precios en los alquileres y valores de las propiedades inmuebles es el incentivo que tiene los propietarios de poner en alquiler sus propiedades y los constructores a construir nuevas viviendas. El lucro es el incentivo para el crecimiento. Cuando el estado interviene para impedir los incrementos de precios, quita el incentivo para quienes pueden aumentar la oferta.
En libertad Digital TV (www.libertaddigital.tv) se trata este problema titulado como: Suelo libre y vivienda digna.

1ª Parte



2ª Parte

El socialista que parece liberal

José Rodríguez Zapatero tiene un lenguaje que parece liberal, pero no lo es. Muchos liberales pueden ser atraídos por el lenguaje de Rodríguez Zapatero, pero van a ser engañados. En el video que se ve abajo, Carlos Rodríguez Brau lo resalta en este reporte.



Rodriguez Zapatero, primer ministro de España ha hecho aprobar en las cámaras parlamentarias un proyecto de ley llamada “Ley del Suelo”, por el cual el estado subsidia los alquileres, y se limita el derecho de propiedad de los propietarios quienes tienen dos o más pisos, lo que en Argentina quiere decir casa o departamento.
El problema del encarecimiento de los precios de las viviendas y en consecuencia el precio de los alquileres se debe a una escasa oferta de viviendas. El excesivo intervencionismo del gobierno con innumerables regulaciones ha desalentado la construcción de viviendas por mucho tiempo y en la actualidad el aumento de la demanda por causa del aumento de la población, también porque más gente decide vivir sola y no en casa compartida con familiares, en contraste con la reducción de la oferta por razones citadas más arriba, han contribuido a elevar los precios.
Rodríguez Zapatero como buen socialista no cree en las leyes del mercado. Las soluciones que propone para solucionar este problema es más estatismo a problemas que el estado ha creado. Las leyes del mercado son quienes resolverán el problema. El incremento de los precios en los alquileres y valores de las propiedades inmuebles es el incentivo que tiene los propietarios de poner en alquiler sus propiedades y los constructores a construir nuevas viviendas. El lucro es el incentivo para el crecimiento. Cuando el estado interviene para impedir los incrementos de precios, quita el incentivo para quienes pueden aumentar la oferta.
En libertad Digital TV (www.libertaddigital.tv)


Nicolás Márquez nos dice que es populismo



Fuente: www.nicolas-marquez.com

¿Piensa Usted que el dinero es el origen de todos los males?




¿Se ha preguntado cual es el origen del dinero? El dinero es solo un instrumento de intercambio que no puede existir a menos que existan bienes y personas capaces de producirlos. Es la forma material del principio según el cual quienes deseen tratar con otros deben hacerlo mediante transacciones, entregando valor por valor. No es un instrumento de los pordioseros, que exigen llorando el producto del trabajo ajeno, ni de los saqueadores que lo arrebatan por la fuerza; el dinero se hace sólo posible gracias a quienes producen. ¿Es eso lo considera malvado?

Cuando se acepta dinero en pago del esfuerzo propio, se hace con la condición de que luego uno lo podrá cambiar por el producto del esfuerzo ajeno. No son los pordioseros ni los saqueadores los que dan valor al dinero. Y un océano de lágrimas, ni todos los cañones de la Tierra, podrán transformar los pedazos de papel que lleva en su billetera, en el pan que necesitará mañana para sobrevivir. Esos papeles, que en realidad deberían ser oro, son un pacto de honor; su tenencia da derecho a la energía de la gente que produce. Su billetera es la declaración de su convicción de que, en algún lugar del mundo, hay personas que no quebrantarán ese principio moral que es la raíz del dinero. ¿Eso es lo que considera malvado?

¿Alguna vez se ha preocupado por investigar las raíces de la producción? Observe un generador eléctrico y atrévase a pensar que ha sido creado por la fuerza bruta de seres carentes de inteligencia; intente cultivar una semilla de trigo sin los conocimientos transmitidos por quienes lo hicieron anteriormente; o trate de obtener alimento tan solo con movimientos físicos, y se dará cuenta de que la mente humana es la raíz de todos los bienes producidos y de toda la riqueza que alguna vez haya existido sobre la Tierra.

Sin embargo, hay personas que aseguran que el dinero lo consiguen los fuertes a expensas de los débiles. ¿Pero a qué fuerza se refiere? No es la fuerza de las armas ni de los músculos, ya que la riqueza es el producto de la capacidad del hombre para pensar. Entonces, ¿el dinero lo obtiene quien inventa un motor a expensas de quienes no lo inventaron? ¿Lo obtiene el inteligente a expensas del idiota? ¿El capaz a expensas del incompetente? ¿El ambicioso a expensas del holgazán? El dinero debe hacerse, antes de que pueda ser saqueado, y es hecho a través del esfuerzo de las personas honradas, en la medida de la capacidad de cada una; y el honrado es aquel que comprende que no puede consumir más de lo que ha producido.

Comerciar utilizando dinero es el código de los hombres de buenas intenciones, porque el dinero se basa en el axioma de que cada uno es dueño de su mente y de su esfuerzo. El dinero no otorga ningún poder para prescribir el valor de un esfuerzo, más allá de la elección voluntaria de quien desea ofrecer el suyo a cambio.

El dinero le permite obtener por sus bienes y su trabajo lo que vale para los que lo compran, pero no más que eso. El dinero sólo permite tratos que se hacen en beneficio mutuo, según el libre juicio de ambas partes.

El dinero exige el reconocimiento de que se debe trabajar en beneficio, y no en perjuicio, propio; para ganar, y no para perder. El dinero reconoce que el hombre no es una bestia de carga nacida para transportar el fardo de su propia miseria, que debe ofrecer valores y no agravios, que el lazo común entre los seres no es un intercambio de sufrimientos, sino de bienes. El dinero exige vender, pero no debilidad a cambio de estupidez, sino talento a cambio de razón; exige comprar, no lo peor sino lo mejor que pueda conseguir. Y cuando las personas viven basadas en el intercambio, poniendo como árbitro decisivo a la razón en lugar de la fuerza, lo que triunfa es el mejor producto, el trabajo más perfecto, el hombre de mejor juicio y mayor idoneidad. El grado de productividad de cada uno es también el de su recompensa. Éste es el código de existencia, cuya herramienta y símbolo es el dinero. ¿Es esto lo que considera malvado?

El dinero es sólo un instrumento que lo llevará adonde quiera, pero no lo reemplazará como conductor; le dará los medios para la satisfacción de sus deseos, pero no le proveerá dichos deseos.

El dinero es el azote de quienes intentan revertir la ley de causalidad; de quienes buscan reemplazar la mente apoderándose de los productos de la mente.

El dinero no comprará la felicidad para quien no sepa qué desea; no le dará un código de valores a quien haya rehusado adoptarlo, ni proporcionará un propósito a quien haya eludido la elección.

El dinero no brindará inteligencia al estúpido, ni coraje al cobarde, ni respeto al incompetente. Quien intenta comprar el cerebro de sus superiores, reemplazando con su dinero su mayor capacidad de juicio, termina convirtiéndose en víctima de sus inferiores. Los hombres inteligentes lo abandonarán, pero los embaucadores y los farsantes irán en manadas hacia él, atraídos por una ley que él desconoce: la de que nadie puede ser menos que su dinero. ¿Es éste el motivo por el que considera malvado al dinero?

Sólo quien no la necesita está capacitado para heredar riqueza, o sea aquel que de todos modos haría su propia fortuna sin que importe su punto de partida. Si un heredero está a la altura de su dinero, el dinero le sirve; de lo contrario, lo destruye. Pero cuando usted y quienes comparten sus ideas observan a alguien así, dicen que el dinero lo ha corrompido. ¿Es verdad? ¿O ha sido él quien ha corrompido al dinero? No envidie a un heredero inútil, pues su riqueza no es suya. No le habría ido mejor en caso de obtenerla. No tiene sentido considerar que esa riqueza debería haberse distribuido entre usted y los otros, pues cargar al mundo con cincuenta parásitos en vez de uno no reviviría la virtud muerta de esa fortuna. El dinero es un poder viviente que si es despojado de su raíz, muere; por eso no le servirá a una mente que no esté a su altura. ¿Es éste el motivo por el que se lo considera malvado?

El dinero es su medio de supervivencia. El veredicto que pronuncia sobre su fuente de supervivencia es el mismo que pronuncia sobre su vida. Si la fuente es corrupta, está condenando su propia existencia. ¿Ha conseguido el dinero por medio del fraude? ¿Siendo alcahuete de los vicios o de la estupidez humana? ¿Sirviendo a los imbéciles con la esperanza de conseguir más de lo que su capacidad merece? ¿Degradando sus ideales? ¿Realizando una tarea que desprecia para vendérselas a quienes aborrece? En tal caso, su dinero no le proporcionará ni un momento de auténtica felicidad, pues todo lo que compre no será un elogio hacia su persona, sino un reproche; no un triunfo, sino un constante recordatorio de la vergüenza. Entonces gritará que el dinero es malo. ¿Malo porque no sustituye al respeto que se debe a sí mismo? ¿Malo porque no deja disfrutar de su corrupción? ¿Es ésta la causa del odio hacia el dinero?

El dinero será un efecto del que las personas somos causa. Es producto de la virtud, pero no lo hará virtuoso ni lo redimirá de sus vicios. El dinero no le dará lo que no se merezca, ni material ni espiritualmente. ¿Es ésa la razón por la que se lo aborrece?

¿O acaso sostiene que el amor al dinero es el origen de todos los males? Amar una cosa es conocerla y respetar su naturaleza; por lo tanto, amar al dinero es conocer y respetar el hecho de que representa lo mejor de cada uno, que es la llave maestra para intercambiar su esfuerzo por el mejor esfuerzo de los demás. La persona que vendería su alma por unos centavos es la que proclama a gritos su odio hacia el dinero; y hay que reconocer que tiene motivos para odiarlo. Pero los amantes del dinero están dispuestos a trabajar por él, y saben que están en condiciones de merecerlo. Quien maldice el dinero, lo ha obtenido de manera deshonrosa, pero quien lo respeta, se lo ha ganado honestamente.

Huya de quien le diga que el dinero es malvado, pues esa frase es la señal que anuncia la presencia de un saqueador. En tanto los hombres vivamos en sociedad y necesitemos medios para tratar unos con otros, el único sustituto, en caso de abandonar el dinero, serían las armas.

El dinero exige las más elevadas virtudes para conseguirlo o conservarlo. Quienes carecen de valentía, de orgullo o de autoestima, los que no tienen sentido moral de su derecho al dinero y no están dispuestos a defenderlo como si se tratara de su propia vida, esos que parecen pedir perdón por ser ricos, no lo serán por mucho tiempo, pues son un cebo natural para las bandas de saqueadores, que desde hace siglos se agazapan bajo las rocas y salen en cuanto huelen a alguien que ruega ser perdonado por ser rico, y se apresuran a aliviarlo de su culpa, de su dinero y de su vida, tal como lo merece.

Entonces verán aparecer los hombres de doble moral: los que se basan en la fuerza, y sin embargo, dependen de quienes viven del comercio para darle valor a su dinero robado. Son los que quieren ser virtuosos gratuitamente, aquellos que en una sociedad moral son los criminales de quienes la ley debería proteger a los demás. Pero cuando una sociedad establece la existencia de criminales por derecho y de saqueadores legales, es decir de personas que utilizan la fuerza para apoderarse de la riqueza de víctimas desarmadas, entonces el dinero se convierte en vengador de su creador.

Esos ladrones se sienten seguros al robar a indefensos, luego de haber sancionado una ley para desarmarlos, pero su botín se convierte en un imán para otros saqueadores que también se lo arrebatan de la misma forma como ellos lo hicieron. Entonces el éxito irá, no la más competente en la producción, sino al capaz de la más despiadada brutalidad y crueldad. Cuando la fuerza se convierte en norma, el asesino vence al carterista, y la sociedad desaparece entre ruinas y cadáveres.

¿Quieren saber si ese día se acerca? Observe al dinero, pues es el barómetro de las virtudes de una sociedad. Cuando vea que el comercio se hace, no por consentimientos de las partes, sino por coerción; cuando adviertan que para producir, necesitan obtener autorización de quienes no producen nada; cuando comprueben que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciban que muchos se hacen ricos por el soborno y por las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no los protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.

El dinero es un medio tan noble que no compite con las armas, ni pacta con la brutalidad. Nunca permitirá sobrevivir a un país basado parcialmente en la propiedad y parcialmente en el robo. Siempre que aparezcan elementos destructores entre los humanos, comienzan destruyendo al dinero, porque éste es la protección del hombre y la base de su existencia moral. Los destructores se apoderan del oro, y entregan a cambio un montón de papel impreso. De esta forma, destruyen todas las normas objetivas del valor y dejan al hombre en las garras de un juez arbitrario. El oro era un valor objetivo, un equivalente a riqueza producida. El papel es una hipoteca sobre riqueza que no existe, respaldada por un arma apuntada al pecho de quienes se espera ha de producirla.

El papel es un cheque librado por saqueadores legales sobre una cuenta ajena: sobre la virtud de las víctimas. Espere al día en que ese papel sea rechazado con la leyenda “sin fondos”.

Cuando se haya convertido a la maldad en medio de supervivencia, no espere que los hombres sigan siendo buenos, no espere que conserven la moral y pierdan la vida convertidos en forraje de los inmorales, no espere que produzcan cuando la producción sea castigada y el robo recompensado. Entonces, no deberá preguntar “¿Quien está destruyendo al mundo? Porque será usted mismo el que lo estará haciendo.

Se encuentra entre los mayores logros de la civilización más productiva y se pregunta porqué todo se derrumba, mientras maldice la fuente que le da la vida: el dinero. Ve al dinero como lo han hecho sus antepasados salvajes. En la historia de la humanidad, el dinero ha sido siempre botín de saqueadores, de un tipo o de otro, cuyos nombres fueron cambiando, pero cuyos métodos fueron siempre los mismos: apoderarse del dinero por la fuerza y mantener cautivos a los productores, degradándolos, difamándolos y despojándolos de su honor. Esa frase acerca de la maldad del dinero, que expresa con meticulosa imprudencia, viene de la época en que la riqueza era producida por el trabajo de los esclavos, esclavos que repetían los movimientos inventados con anterioridad por la mente de alguien y que siguieron ejecutándose sin mejora alguna durante siglos. Mientras la producción fue gobernada por la fuerza y la riqueza se consiguió por usurpación, había poco para conquistar. Sin embargo, a lo largo de los siglos de miseria y de hambre, las personas exaltaron a los saqueadores como aristócratas de la espada, como aristócratas desde la cuna, y más tarde, como aristócratas de la burocracia, despreciando a los productores, como esclavos, comerciantes, vendedores o industriales.


Para gloria de la humanidad, existió por primera y única vez en la historia un país del dinero y no es posible dar un mayor tributo a los Estados Unidos de América, porque eso significa un país donde reinan la razón, la justicia, la libertad, la producción y el progreso. Por primera vez, la mente y el dinero de los hombres quedaron libres, dejó de existir la fortuna como botín de conquista y, en lugar de guerreros y esclavos, surgió el verdadero productor de riqueza, el gran trabajador convertido en el tipo más elevado de ser humano: el auto suficiente, el industrial estadounidense.

Si se pide que dé algún nombre a la distinción de la cual los estadounidenses pueden estar orgullosos, elegiría porque contiene a todas las demás, la de haber sido el pueblo que acuñó la expresión “ hacer dinero” Ninguna otra lengua o nación había utilizado semejante fórmula, porque los hombres siempre consideraron a la riqueza como una cantidad estática que sólo podía ser arrebatada, mendigada, heredada, distribuida, saqueada o obtenida como favor. Los estadounidenses fueron los primeros o mejor dichos los únicos que comprendieron que la riqueza debe ser creada. La frase hacer dinero contiene la esencia de la moralidad humana.

Sin embargo, debido a esas palabras, los estadounidenses fueron denunciados por las culturas podridas de estos continentes de ladrones. Ahora, el credo de los saqueadores los ha llevado a pensar que los más dignos industriales son motivo de vergüenza, que su prosperidad es motivo de culpa, que los industriales más eminentes son unos canallas, que sus magníficas fábricas producto de su trabajo honrado son el fruto del trabajo de esclavos movidos por el látigo, como los que construyeron las pirámides de Egipto. El depravado que se lamenta de no ver la diferencia en su propia piel como ocurrirá a la larga.

Hasta que descubra que el dinero es la raíz de todo lo bueno, seguirá encaminándose hacia su propia destrucción. Cuando el dinero deje de ser la herramienta mediante la cual los hombres se relacionan entre sí, los hombres mismos se convertirán en herramientas e otros hombres. Sangre, látigos, armas; o dólares. Debe elegir. No hay otra opción.

Autor: Ayn Rand
Libro: La Rebelión de Atlas

Altruismo y Capitalismo


por David Kelley

El sistema capitalista se inició en el siglo que va de 1750 a 1850, como resultado de tres revoluciones. La primera fue una revolución política: el triunfo del liberalismo, particularmente la doctrina de los derechos naturales, y la visión de que la función del gobierno debe limitarse a proteger los derechos individuales, incluyendo los derechos de propiedad.

La segunda revolución fue el nacimiento del entendimiento económico, culminando con "La Riqueza de las Naciones" de Adam Smith. Smith demostró que cuando los individuos son dejados libres para perseguir sus propios intereses económicos, el resultado no es el caos, sino el orden espontáneo, un sistema de mercado en el cual las acciones individuales son coordinadas y se produce mayor bienestar que el que se lograría si el gobierno manejara la economía.

La tercera revolución fue, por supuesto, la Revolución Industrial. La innovación tecnológica proveyó una palanca que multiplicó los poderes productivos del hombre. El efecto no fue solamente elevar el nivel de vida de todos, sino alertar a los individuos de que podrían obtener una fortuna inimaginable en poco tiempo.

La revolución política—el triunfo de la doctrina de los derechos individuales—fue acompañada por el espíritu del idealismo moral. Fue la liberación del hombre de la tiranía, el reconocimiento de que todo individuo, sea cual sea su ubicación en la sociedad, es un fin en sí mismo. Pero la revolución económica fue expresada en términos moralmente ambiguos: como sistema económico, el capitalismo fue presentado como concebido en el pecado. El deseo de riqueza cedió bajo la sombra del mandato cristiano contra el egoísmo y la avaricia. Los primeros estudiosos del orden espontáneo fueron conscientes de que estaban sosteniendo una paradoja moral: la paradoja, como la expresó Bernard Mandeville, de que los vicios privados podrían producir beneficios públicos.

Los críticos al mercado siempre capitalizaron estas dudas sobre su moralidad. El movimiento socialista ha sostenido que el capitalismo multiplicó el egoísmo, explotación, alienación, injusticia. Esta misma creencia invocó el estado benefactor, que redistribuye los ingresos a través de programas del gobierno, en nombre de la "justicia social".

El esfuerzo por construir una sociedad socialista ha sido colapsado ahora, acabando con un trágico experimento social, que ha demostrado que un sistema colectivista es incompatible con prosperidad, libertad y justicia. Poca gente negaría hoy las virtudes económicas del sistema de mercado. Pero el capitalismo no ha escapado aún de la ambigüedad moral en la cual fue concebido. Es valorado por la prosperidad que produce; es valuado como una precondición necesaria para la libertad política e intelectual. Pero pocos de sus defensores están preparados para afirmar que el modo de vida central del capitalismo—la persecución del propio interés a través de la producción y el comercio—es moralmente honorable, mucho menos que noble o ideal.

El Rol Del Altruismo

Los motivos de aquellos que prosperan en el mercado, siempre han sido vistos con sospecha. Al fin del siglo pasado, hombres como Andrew Carnegie, John D. Rockefeller, James J. Hill y J.P. Morgan, se hicieron millonarios construyendo ferrocarriles y acerías, buscando petróleo, y financiando un fabuloso estallido de crecimiento económico. Los historiadores económicos han mostrado que estos empresarios consiguieron su riqueza por la producción, no por la predación. Sin embargo, ellos son aún hoy rutinariamente descriptos como "barones del robo". Un ejemplo reciente es la última década. En los 1980s, una tremenda explosión de energía creativa originó nuevos productos de consumo, nuevos instrumentos financieros, nuevas formas de organización de negocios. Sin embargo, se denunció a la década de los 80' como la "década de la codicia", porque mucha gente hizo mucho dinero. Y hoy escuchamos reclamos renovados por programas gubernamentales para acabar con la alegada falta de equidad del mercado.

No hay misterio acerca de dónde proviene la antipatía moral contra el mercado. Nace en la ética del altruismo, que está enraizada profundamente en la cultura occidental, al igual que en la mayoría de las culturas. Según los parámetros del altruismo, la persecución del propio interés es, en el mejor de los casos, un acto neutral, fuera del campo de la moralidad, y en el peor de los casos un pecado. Es verdad que el éxito en el mercado se consigue por los tratos voluntarios, y satisfaciendo las necesidades de otros. Pero también es verdad que quienes triunfan están motivados en el lucro personal; y la ética está más interesada en los motivos que en los resultados.

Pero, ¿Qué significa exactamente el término "altruismo"? Por un lado, puede significar nada más que delicadeza o cortesía. Por otro lado, puede significar la completa sumisión del yo en un enorme agujero social. Esto es lo que entendió Augusto Comte cuando acuñó el término. "Vivir para otros", "incorporarse a la Humanidad", esas, dijo él, eran las virtudes cardinales de su "religión de Humanidad" (1). El altruismo, en este sentido más profundo, es la base para los varios conceptos de "justicia social" que se han usado para defender los programas gubernamentales que redistribuyen la riqueza. Mi objetivo es mostrar que este principio de altruismo no es compatible con el reconocimiento del individuo como fin en sí mismo. Mi argumento está basado en el trabajo de la escritora y filósofa norteamericana Ayn Rand, cuya fama—o notoriedad—descansó en la batalla que le presentó al altruismo.

Conceptos De Justicia Social

Comenzaré señalando que las demandas por justicia social toman dos formas diferentes, que llamaré estado de bienestar e igualitarismo. De acuerdo con el estado de bienestar, los individuos tienen un derecho a ciertas necesidades de la vida, incluyendo un nivel mínimo de alimento, albergue, vestimenta, asistencia médica, educación, y más. Es responsabilidad de la sociedad asegurar que todos sus miembros tengan acceso a estas necesidades. Pero un sistema capitalista laissez-faire no las garantiza para todos. Entonces, argumentan los sostenedores de esta teoría, el capitalismo no cumple su responsabilidad moral, y debe ser modificado a través de la acción estatal para proveer tales bienes a la gente que no los puede obtener por sus propios esfuerzos.

De acuerdo con el igualitarismo, la riqueza producida por una sociedad debe ser distribuida equitativamente. Es injusto que algunas personas ganen 15, 50 o 100 veces más que otras. Pero el capitalismo laissez-faire permite y promueve estas desigualdades en la distribución de la riqueza, y por ello es injusto. La característica del igualitarismo es el uso de las estadísticas sobre distribución de los ingresos. En 1989, por ejemplo, el 20% de los norteamericanos más ricos recibían el 45% del total de los ingresos, mientras que el 20% más pobre recibía sólo el 4% del total de los ingresos. El fin del igualitarismo es reducir esta diferencia; cualquier cambio en la dirección de una mayor igualdad es considerado como un acto de equidad.

La diferencia en estas dos concepciones de justicia social es la diferencia entre los niveles absoluto y relativo de bienestar. Los partidarios del estado bienestar demandan que la gente tenga acceso a un mínimo estándar de vida. Mientras exista este piso no importa cuánta riqueza tenga cada uno, o cuanta disparidad exista entre ricos y pobres. Por ello, están interesados primordialmente en programas que beneficien a la gente que está en niveles de pobreza, enfermedad, desempleo o carenciados en cualquier otra forma.

Los igualitarios, por otro lado, están interesados en el bienestar relativo. Sostienen que de dos sociedades posibles, ellos prefieren aquella en que la riqueza sea más igualmente distribuida, aún cuando el nivel de vida sea menor. Están a favor de medidas gubernamentales como los impuestos progresivos, que ayudan a distribuir la riqueza de acuerdo con la escala de ingresos. También intentan nacionalizar bienes tales como educación y medicina, sacándolos completamente del mercado y haciéndolos accesibles a todos de un modo más o menos igual.

Trataré ambos conceptos de justicia social por orden.

Estado De Bienestar

La premisa fundamental del estado bienestar es que la gente tiene derecho a bienes tales como comida, vivienda y asistencia médica. Son titulares de esas cosas. Sobre esta base, quien recibe beneficios de un programa del gobierno está recibiendo meramente lo que se le debe, del mismo modo que un comprador que recibe el bien por el que ha pagado, recibe lo que se le debe. Cuando el estado otorga estos beneficios protege derechos, del mismo modo que cuando protege a los compradores del fraude. En ningún caso existe necesidad de gratitud.

El concepto de derechos al bienestar, o derechos positivos, como frecuentemente se los llama, está modelado en los tradicionales derechos liberales a la vida, libertad y propiedad. Pero existen diferencias bien conocidas. Los derechos tradicionales son derechos a actuar sin interferencia de otros. El derecho a la vida es un derecho a actuar con el propósito de preservarse a uno mismo. No es un derecho a ser inmune a la muerte por causas naturales, aún a una muerte prematura. El derecho a la propiedad es el derecho a comprar y vender libremente, y apropiarse de los bienes de la naturaleza que no tengan dueño. Es el derecho de buscar propiedad, pero no un derecho a una dote de la naturaleza o del estado; no es una garantía de éxito para adquirir nada. En consecuencia, estos derechos imponen a otros sólo la obligación negativa de no interferir, no impedir por la fuerza que alguien actúe como ha elegido. Si me imagino a mí mismo extraído de la sociedad -viviendo, por ejemplo, en una isla desierta- mis derechos estarían perfectamente seguros. Podría no vivir mucho y ciertamente no viviría bien; pero estaría perfectamente libre de asesinato, robo o asalto.

Por contraste, los derechos al bienestar se conciben como derechos a poseer y disfrutar ciertos bienes, sin interesar la acción personal; son derechos a tener bienes provistos por otros si uno no puede obtenerlos por sí mismo. En consecuencia, los derechos al bienestar imponen obligaciones positivas sobre otros. Si tengo derecho a comida, alguien está obligado a crearla. Si no puedo pagarla, alguien deberá comprarla para mí. Los defensores del estado de bienestar argumentan que la obligación es impuesta a la sociedad como un todo, no a ningún individuo en especial. Pero la sociedad no es una entidad, mucho menos un agente moral por sobre los miembros individuales, de modo que cualquiera de esas obligaciones cae sobre los individuos. Cuando los derechos al bienestar se implementan mediante programas del gobierno, la obligación es distribuida sobre los contribuyentes.

Desde un punto de vista ético, la esencia del estado de bienestar es la premisa de que la necesidad de un individuo es un reclamo sobre los otros. En todas las versiones de la doctrina, el reclamo no depende de su relación personal con el reclamante, o su elección de ayudarlo, o su evaluación de sí él merece su ayuda. Es una obligación sin elección basada en el mero hecho de su necesidad.

Pero debemos llevar el análisis a un escalón superior. Si estoy viviendo solo en una isla desierta no tengo por supuesto derechos al bienestar, desde que no hay nadie alrededor para proveerme los bienes. Por la misma razón, si vivo en una sociedad primitiva donde la medicina es desconocida, no tendré derecho a la ayuda médica. El contenido de los derechos al bienestar es relativo al nivel de riqueza económica y capacidad productiva en una sociedad dada. Correspondientemente, la obligación de los individuos a satisfacer las necesidades de otros depende de su habilidad para hacerlo. Un individuo no puede ser culpado por no proveer a otros algo que no puede producir por sí mismo.

Pero suponga que yo puedo producirlo y simplemente elijo no hacerlo. Suponga que soy capaz de ganar mucho más dinero del que gano, sobre el cual se cobran los impuestos con los que deberé sostener a un hambriento. ¿Estoy obligado a trabajar más duro, a ganar más, para el bienestar de esa persona? No conozco ningún filósofo del bienestar que diga que lo estoy. El reclamo moral que se me impone por las necesidades de otras personas es contingente, no sólo sobre mi habilidad, sino también sobre mi deseo de producir.

Esto dice algo importante sobre el enfoque ético del estado de bienestar. No sostiene una obligación a perseguir la satisfacción de las necesidades humanas, mucho menos la obligación de tener éxito en lograrlo. La obligación es condicional: aquellos que tienen éxito en crear riqueza deben hacerlo sólo con la condición de que otros puedan disponer de ella. El fin no es tanto beneficiar al necesitado como amarrar al hábil. La asunción implícita es que la habilidad e iniciativa de una persona son ventajas sociales, que deben ser ejercidas sólo con la condición de que estén al servicio de otros.

Igualitarismo

Si vamos hacia el igualitarismo, vemos que llegamos al mismo principio por una ruta lógica diferente. La armadura ética de lo igualitario es definida por el concepto de justicia antes que por el derecho. Si vemos a la sociedad como un todo, vemos que el ingreso, la riqueza y el poder están distribuídos en una forma cierta entre individuos y grupos. La pregunta básica es: ¿Es equitativa la distribución existente? Si no, debe er corregida por programas gubernamentales de redistribución. Una economía pura de mercado, por supuesto, no produce igualdad entre individuos. Pero algunos igualitarios han reclamado que la justicia requiere igualdad estricta de resultado. La posición más común es que hay una presunción a favor de resultados iguales, y que se justifica una partida desde la igualdad por sus beneficios sociales. El escritor inglés R.H. Tawney escribió que "la desigualdad de circunstancias razonable, en cuando es una condición necesaria de asegurar los servicios que requiere la comunidad" (2). El famoso "Principio de diferencia" de John Rawls—que las desigualdades son permitidas en tanto sirven los intereses de los menos aventajados en la sociedad—es sólo el más reciente ejemplo de esta afirmación (3). En otras palabras, los igualitarios reconocen que la nivelación estricta tendría un efecto desastroso en la producción. Admiten que la igualdad no contribuye a la riqueza de una sociedad. La gente debe ser recompensada de acuerdo con su habilidad productiva, como incentivo para desarrollar los mayores esfuerzos de los que sea capaz. Pero cualquiera de esas diferencias debe ser limitada por lo necesario para el bien público.

¿Cuál es la base filosófica de este principio? Los igualitarios sostienen que se sigue lógicamente del principio básico de justicia: que la gente debe ser tratada diferente sólo si hay diferencias en alguna forma moralmente relevante. Si vamos a aplicar este principio a la distribución del ingreso, debemos primero asumir que la sociedad literalmente está empeñada en un acto de distribución del ingreso. Esta afirmación es falsa (4). En una economía de mercado, los ingresos son determinados por las elecciones de millones de individuos—consumidores, inversores, empresarios y trabajadores. Estas elecciones son coordinadas por las leyes de oferta y demanda, y no es un accidente que un empresario exitoso gane mucho más que un jornalero. Pero no es el resultado de ninguna intención consciente de la sociedad. En 1992, la mejor paga animadora de Estados Unidos fue Oprah Winfrey, quien ganó unos 42 millones de dólares. Esto no fue porque "la sociedad" decidió que ella mereció tanto, sino porque millones de fans decidieron que su show merecía verse. Aún en una economía socialista, como ahora sabemos, los sucesos económicos no están bajo el control de los planes del gobierno. Aún allí hay un orden espontáneo, aun cuando corrupto, en el cual los sucesos son determinados por luchas burocráticas, mercados negros, etc.

A despecho de la ausencia de un acto literal de distribución, los igualitarios aún argumentan que la sociedad es responsable por asegurar que la distribución estadística de ingresos siga ciertos estándares de equidad. ¿Por qué? Porque la producción de riqueza es un proceso cooperativo, social. Más riqueza es creada en una sociedad caracterizada por el comercio y la división del trabajo, que en una sociedad de productores autosuficientes. La división del trabajo significa que mucha gente contribuye al producto final; y el comercio significa que un mayor círculo de gente adquiere responsabilidad por la riqueza que es obtenida por los productores. La producción es así transformada por estas relaciones, dicen los igualitarios, y el grupo como un todo debe ser considerado la unidad real de producción y la fuente real de riqueza. Finalmente, esta es la fuente de la diferencia en riqueza que existe entre una sociedad cooperativa y una que no lo es. Entonces, la sociedad debe asegurar que los frutos de la cooperación sean equitativamente distribuidos entre todos los participantes.

Pero este argumento sólo es válido si consideramos la riqueza económica como un producto social anónimo, en el que es imposible aislar las contribuciones individuales. Sólo en este caso será necesario establecer principios de justicia distributiva para repartir el producto. Pero esta afirmación, una vez más, es actualmente un vasto conjunto de bienes y servicios individuales disponbiles en el mercado. Es posible conocer cuál bien o servicio ha ayudado a producir cada individuo. Y cuando el producto fue producido por un grupo, como una compañía, es posible identificar quién hizo qué. Después de todo, un empleador no contrata trabajadores por su antojo. Un trabajador es contratado por la anticipada diferencia con que sus esfuerzos contribuirán al producto final. Este hecho es reconocido por los igualitarios cuando sostienen que estas desigualdades son aceptables si son un incentivo para una mayor productividad que incremente la riqueza total de la sociedad. Para asegurarse de que los incentivos vayan a la gente correcta, como ha observado—Robert Nozick, aun los igualitarios deben asumir que podemos identificar el rol de las contribuciones individuales (5). En suma, no hay base para aplicar el concepto de justicia a la distribución estadística del ingreso o riqueza. Debemos abandonar la figura de una gran torta a ser dividida por un padre benevolente que desea ser equitativo con todos los chicos que hay en la mesa.

Una vez que abandonamos esa figura, ¿qué queda del principio expuesto por Tawney, Rawls y otros: que las inequidades son aceptables solo si sirven a los intereses de todos? Si esto no puede ser fundado en la justicia, debe ser considerado como materia de obligaciones que tenemos con los demás como individuos. Cuando lo consideramos desde este aspecto, vemos que es el mismo principio que identificamos como base de los derechos al bienestar. El principio es que el productivo puede disfrutar los frutos de su esfuerzo sólo bajo la condición de que esos esfuerzos beneficien del mismo modo a otros. No hay obligación a producir, a crear, a ganar. Pero si lo hace, las necesidades de los otros se elevan como un condicionante a sus acciones. Su habilidad, iniciativa, inteligencia, dedicación a sus fines, y todas las demás cualidades que hacen posible el éxito, son ventajas personales que lo colocan bajo una obligación hacia aquellos con menos habilidad, iniciativa, inteligencia o dedicación.

En otras palabras, toda forma de justicia social descansa en la asunción de que la habilidad individual es una ventaja social. La asunción no es meramente que el individuo no debe usar su talento para avasallar los derechos de los menos hábiles. Tampoco esta afirmación dice meramente que la benevolencia o generosidad son virtudes. Dice que los individuos deben considerarse a sí mismo como medios para el bien de otros. Y aquí llegamos a la médula de la cuestión. Respecto de los derechos de otras personas, reconozco que son fines en sí mismos, que yo no debo tratarlos meramente como medios para mi satisfacción, del mismo modo que trato con objetos inanimados. ¿Por qué, entonces no es igualmente moral considerarme a mí mismo como un fin? ¿Por qué, no debo rechazar, por respeto a mi propia dignidad como ser humano, la visión de mí mismo como medio al servicio de otros?

Una Ética Individualista

Para cuestionar la ética del altruismo, quiero mostrar una filosofía ética alternativa, desarrollada por Ayn Rand. Es una ética individualista, que defiende el derecho moral de perseguir el propio interés.

Los altruistas sostienen que la vida nos presenta una elección básica: debemos sacrificar a otros para nosotros o sacrificarnos nosotros por los demás. En otras palabras, debemos ser predadores o altruistas. Pero esta es una falsa alternativa, de acuerdo con Rand. La vida no requiere sacrificios en ninguna dirección. Los intereses de la gente racional no están en conflicto y la procura de nuestro genuino interés requiere que tratemos con otros por medios pacíficos, por cambio voluntario.

Para ver por qué, preguntémonos cómo decidimos lo que está en nuestro propio interés. Un interés es un valor que nosotros tratamos de obtener: salud, placer, seguridad, amor, autoestima, o cualquier otro bien. La filosocía ética de Ayn Rand se basa en el principio de que el valor fundamental es la vida. Es la existencia de los organismos vivos, su necesidad de mantenerse a sí mismos mediante una acción constante, lo que origina el fenómeno de los valores. Un mundo sin vida sería un mundo de hechos pero no de valores, un mundo en el cual ningún estado podría ser considerado mejor o peor que cualquier otro. El patrón fundamental de valores, por referencia al cual una persona debe juzgar qué es de su interés, es su vida: no meramente la supervivencia de un momento a otro, sino la satisfacción completa de sus necesidades a través del ejercicio de sus facultades (6).

La facultad primaria del hombre, su medio primario de supervivencia, es su capacidad para usar la razón. Es la razón lo que nos permite vivir por producción y superar el precario nivel de cazar y acopiar. La razón es la base del lenguaje, que nos permite cooperar y transmitir conocimiento. La razón es la base de las instituciones sociales gobernadas por reglas abstractas. En la visión de Rand, el propósito de la ética es proveer patrones para vivir de acuerdo con la razón, en procura de nuestras vidas. Varias consecuencias se siguen de este principio y sólo puedo describir algunas pocas de ellas muy brevemente.

Para vivir por la razón, antes que nada, debemos aceptar a la independencia como virtud. La razón es una facultad del individuo. No importa cuánto aprendamos de otros, el acto de pensar tiene lugar en una mente individual. Debe ser iniciado por cada uno de nosotros por nuestra elección y dirigido por nuestro esfuerzo mental. La racionalidad requiere que aceptemos la responsabilidad para dirigir y sostener nuestras vidas. Segundo, para vivir por la razón, debemos aceptar la productividad como virtud. La producción es el acto de crear valor. Los seres humanos no pueden vivir una vida completa descubriendo lo que necesitan en la naturaleza, como el resto de los animales. Tampoco pueden vivir como parásitos de otros. "Si algún hombre intenta sobrevivir mediante la fuerza bruta o el fraude", argumenta Rand, "saqueando, robando, engañando o esclavizando a otros que producen, sigue siendo cierto que su supervivencia sólo es posible por el esfuerzo realizado por sus víctimas, aquellos hombres que han elegido pensar y producir los bienes que ellos, los saqueadores, les arrebatan. Tales saqueadores son parásitos incapaces de sobrevivir, que existen destruyendo a quienes sí son capaces, a quienes siguen el curso de acción propio del hombre"(7).

El egoísta es usualmente mostrado como alguien que no hará nada para conseguir lo que quiere; alguien que mentirá, hurtará y exigirá para dominar a los otros en procura de satisfacer sus deseos. Como mucha gente, Rand consideraría este modo de vida como inmoral. Pero su razón no es que esto perjudica a otros. Su razón es que lo perjudica a él mismo. El deseo subjetivo no es el patrón para considerar que algo está en nuestro interés, y el engaño, el robo y el poder no son los medios para lograr la felicidad o una vida exitosa. Las virtudes que mencioné son patrones objetivos. Están enraizados en la naturaleza del hombre. Pero su propósito es permitir a cada persona "conseguir, mantener, completar y mejorar ese valor último, que es un fin en sí mismo, que es su propia vida" (8). Entonces, el propósito de la ética es decirnos cómo alcanzar nuestros intereses reales, no cómo sacrificarlos.

Principios Sociales

¿Cómo entonces debemos tratar con otros? La ética social de Rand descansa en dos principios básicos, un principio de derechos y un principio de justicia. El principio de derechos dice que debemos tratar con otros en forma pacífica, voluntaria, sin iniciar el uso de la fuerza contra ellos. Sólo por este camino el hombre puede vivir independientemente, por su propio esfuerzo productivo; la persona que intenta vivir controlando a otros es un parásito. Dentro de una sociedad organizada, debemos respetar los derechos de otros si deseamos que nuestros propios derechos sean respetados. Y sólo por este camino podemos obtener los beneficios que provienen de la interacción social: los beneficios del cambio económico e intelectual, tanto como los valores de una relación personal más íntima. La fuente de estos beneficios es la racionalidad, la productividad, la individualidad de la otra persona, y todo ello requiere libertad. Si vivo por la fuerza, ataco la raíz de los valores que busco.

El principio de justicia es lo que Rand llamó el principio del comerciante: vivir por el comercio, ofreciendo valor por valor, nunca buscando ni entregando lo no ganado. Una persona honorable no ofrece sus necesidades como un reclamo hacia otros, ofrece sus valores como la base de cualquier relación. Tampoco acepta una obligación no elegida de servir las necesidades de otros. Nadie que valore su propia vida puede aceptar una responsabilidad abierta de ser el mantenedor de sus hermanos. El principio del comercio, observó Rand, es la única base sobre la cual los humanos pueden tratar unos con otros como iguales independientes.

Lo que le he mostrado es un breve sumario de la filosofía ética de Rand, la ética Objetivista, como ella la llamó. Pero pienso que es suficiente para indicar que es una alternativa a la ética tradicional del altruismo, una alternativa que trata al individuo como un fin en sí mismo en el completo significado del término. La implicación de este acercamiento es que el capitalismo es el único sistema justo y moral.

Moralidad Y Capitalismo

Una sociedad capitalista está basada en el reconocimiento y protección de los derechos individuales. En una sociedad capitalista, los hombres son libres de perseguir sus propios fines, por el ejercicio de sus propias mentes. El hombre está constreñido por las leyes de la naturaleza. La comida, vivienda, vestimenta, libros y medicinas no crecen en los árboles. Pero el único límite social que impone el capitalismo es que aquellos que quieran el servicio de otros deben ofrecer un valor a cambio. Nadie debe usar al estado para expropiar lo que otros han producido (9).

El éxito económico en el mercado -la distribución del ingreso y la riqueza- dependerán de las acciones e interacciones voluntarias de todos los partícipes. El concepto de justicia se aplica al proceso de actividad económica. El ingreso de una persona es justo si lo ganó por trato voluntario, como recompensa por el valor ofrecido, de acuerdo con el juicio de aquel a quien se lo ofrece. Los economistas saben bien que no hay tal cosa como precio justo para un bien, aparte de los juicios hechos por los participantes en el mercado acerca del valor de ese bien para ellos. Lo mismo es verdad respecto del precio de los servicios productivos. Esto no significa que deba medir mi mérito de acuerdo con mi ingreso, sino que si deseo vivir mediante el comercio con otros, no puedo demandar que ellos acepten mis términos y sacrifiquen su propio interés.

¿Qué pasará entonces con quien es pobre, discapacitado o incapaz de mantenerse a sí mismo? Esta es una pregunta válida, en tanto no sea la primera pregunta que nos hagamos respecto de un sistema social. Es un legado del altruismo pensar que el patrón primario para evaluar una sociedad son los miembros menos productivos. "Benditos son los pobres de espíritu", dijo Jesús, "benditos son los humildes". Pero no existe ningún fundamento en justicia para sostener que los pobres o humildes deban ser tenidos en alguna estima especial o para considerar sus necesidades como primordiales. Si debiésemos elegir entre una sociedad colectivista en la que nadie es libre pero nadie padece hambre y una sociedad individualista en la cual todos son libres pero un puñado de personas morirán de hambre, yo sostendría que la segunda sociedad, la libre, es moralmente preferible. Nadie puede reclamar un derecho a que otros lo sirvan en contra de su voluntad, aún cuando su propia vida dependa de ello. Pero no es esta la elección frente a la cual nos encontramos. De hecho, el pobre está mucho mejor bajo el capitalismo que bajo el socialismo, o aún el estado de bienestar. Como hecho histórico, las sociedades en las cuales nadie es libre, como la antigua Unión Soviética, son sociedades en las que un gran número de personas padece hambre. Aquellos que son capaces de trabajar, tienen un vital interés en el crecimiento económico y tecnológico, lo que ocurre más rápidamente en un sistema de mercado. La inversión de capital y el uso de la maquinaria posibilitan el empleo de gente que de otro modo no podría producir lo suficiente para sobrevivir. Las computadoras y los equipos de comunicaciones, por ejemplo, hacen hoy posible que gente con severas discapacidades puedan trabajar en sus propias casas.

Y para aquellos que simplemente no pueden trabajar, las sociedades libres han provisto siempre numerosas formas de ayuda privada y filantropía: organizaciones de caridad, sociedades de benevolencia, etc. En este sentido, aclaremos que no existe contradicción entre egoísmo y caridad. A la luz de los muchos beneficios que recibimos del trato con otros, es natural considerar a nuestros semejantes con un espíritu de benevolencia general, preocuparnos por sus infortunios y ayudarlos cuando ello no significa un sacrificio para nuestros propios intereses. Pero existen grandes diferencias entre una concepción egoísta y una altruista de la caridad.

Para un altruista, la generosidad hacia otros es un primario moral y debería ser elevada hasta el punto del sacrificio, sobre el principio: dé hasta que duela. Dar es un deber moral, sin importar cualquier otro valor que uno tenga y el que recibe tiene derecho a ello. Para un egoísta, la generosidad es una entre muchas otras formas de perseguir nuestros valores, incluyendo el valor que encontramos en el bienestar de otros. Esto debería ser hecho en el contexto del resto de los propios valores, sobre la base del principio: dé cuando ello ayuda. No es un deber, ni los que lo reciben tienen derecho a ello. Un altruista intenta considerar a la generosidad como una expiación de culpa, asumiendo que hay algo pecaminoso en el hecho de ser capaz, exitoso, productivo o rico. Un egoísta considera esos mismos tratos como virtudes y ve a la generosidad como una expresión del orgullo emanado en ellas.

La Cuarta Revolución

Hay mucho más que se podría decir acerca de la economía de distribución del ingreso, sobre la filantropía privada en una sociedad libre y sobre los defectos de los programas de transferencia del gobierno. Pero mi tema se relaciona con la ética, no con la economía. Mi tópico ha sido la ética del mercado y las bases éticas de las demandas por justicia social. He dicho al comienzo que el capitalismo fue el resultado de tres revoluciones, cada una de las cuales provocó una ruptura radical con el pasado. La revolución política estableció la primacía de los derechos individuales y el principio de que el gobierno es un sirviente del hombre, no su señor. La revolución económica aportó un entendimiento del mercado. La Revolución Industrial expandió radicalmente la aplicación de la inteligencia al proceso de producción. Pero la humanidad nunca rompió con su pasado ético. El principio ético de que la habilidad individual es un haber social, es incompatible con una sociedad libre. Si la libertad ha de sobrevivir, necesitamos una cuarta revolución, una revolución moral, que establezca el derecho moral de un individuo para vivir por sí mismo.
Fuente: Ayn Rand Institute

Auguste Comte, "A General View of Positivism", 2º ed., trans. J.H. Bridges, London, 1865, p.374.
R.H. Tawney, "Equality", New York, 1952, p. 117.
John Rawls, "A Theory of Justice", Harvard University Press, 1971.
F.A. Hayek, "The mirage of Social Justice", vol.2 of "Law, Legislation and Liberty", Chicago University Press, 1976, chap.9. Robert Nozikck "Anarchy, State and Utopia", New York, 1974, chap.7.
Nozick, op.cit., p. 188-89.
Aynd Rand, "The Objetivist Ethics", in "The Virtue of Selfishness", New York, 1963.
Ibid., p.23.
Ibid., p.25.
Ayn Rand, "What is Capitalism?" in "Capitalism: The Unknown Ideal", New York, 1967.
David Kelley es fundador y Director Ejecutivo del The Objetivist Center, estudió filosofía en el Vassar College y en Brandeis University. Entre sus libros están: The evidence of the senses, un tratado sobre epistemología; The art of reasoning, un manual de lógica; y, recientemente, The Life of One´s Own, un ensayo sobre los derechos individuales y el estado de bienestar. Fue columnista del Barron's y escribió varios artículos sobre filosofía, política y asuntos públicos.