Como un total creyente de las leyes del mercado, una vez escuché un comentario dicho por monseñor Justo Laguna, que me impresionó y gravó en mi memoria por mucho tiempo, y pude darme cuenta de que el clero y la gente ven a la economía y los negocios como algo de gente indecente, y demuestran claramente que tienen una idea muy religiosa y puritana de la economía y ven como inmoralidades cosas que no tienen nada de inmoral, sin que es sentido común puro.
Dijo Laguna que el salario no es una mercancía, es algo que dignifica al hombre y lo acerca a Dios, y el gobierno debe procurar que el salario sea “digno”. Pero pese al disgusto que le puede provocar a Laguna, el salario está sujeto a las leyes de la oferta y demanda como todos los demás bienes y servicios. El salario no es una dignificación sino un pago, es el pago de un precio por un servicio recibido. Nada más y nada menos. Claro que es digno el hombre que se lo gana trabajando, pero el salario no tiene nada que ver con las cosas del cielo. Es una transacción puramente terrenal. No hay salarios dignos o indignos, no hay forma de definir cuando el salario es digno y cuando no lo es. El precio del salario debe ser una libre transacción entre el empleado y el empleador, sin intermediación alguna, y en donde ambos se beneficien de ese transa.
Si hay formas indignas de aprovecharse de otro, pero esa es una cuestión aparte, eso es un crimen, pertenece al campo del Derecho y de la Ética, pero mi opinión es que un salario es justo cuando recibe exactamente lo mismo que el trabajador aporta a la empresa, y la empresa o empleador recibe del trabajador exactamente la misma cantidad por lo que paga. Cualquier diferencia en más o menos lo hace injusto y tal vez indigno. La única forma de determinar el precio de los bienes y servicios es por la negociación libre, sin intromisiones, ni amenazas, ni triquiñuelas, ni extorsiones.
No hay nada que hacer. Para determinar qué es un “salario digno” debe definirse exactamente que es eso, si pueden. Luego se debe reflexionar que pasará cuando alguien recibe un pago, sin dar nada a cambio, mientras otro se perjudica, pagando por un infortunio que no puede evitar.
Poner limitaciones o prohibiciones a los despidos es poner a las empresas en dificultados en una situación mucho peor y poner una barrera no a los despidos sino a la inversión y creación de nuevos puestos de trabajo. Nadie querrá contratar empleados si ve que cae en una trampa donde no se puede salir. Nadie invertirá capital en una industria, si quien maneja el negocio es un sindicato o el gobierno y el capitalista es un espectador que no tiene poder de decisión, donde de un día para otro se pueden esfumar todas las ganancias obtenidas durante años. Los límites y prohibiciones deben ser para los funcionarios, no para los ciudadanos que trabajan y producen honestamente.
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3 comentarios:
Los "buenistas" siempre arrancandole el pellejo de la espalda a aquellos que dicen pretender ayudar.
HAY MAS DESPIDOS DE LOS QUE SE DICEN
¿PERO COMO CARACHO HACES SI YA NO SE PUEDE SOSTENER UNA EMPRESA Y CON ESTOS SINDICATOS DEL OR... QUE SIEMPRE ESTAN AGAZAPADOS PARA MATARTE?
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