Las imágenes y texto que se pueden ver más abajo fueron publicados en el diario La Nación, de Buenos Aires que fueron retiradas del mismo por razones desconocidas, quizá por el contenido de las imágenes o por alguna otra amenaza contra el medio. Lo importante es que hubo tiempo suficiente para capturar el texto e imágenes y así poder publicarlos en otros medios de Internet.
El texto narra las declaraciones de un senador, cuyo nombre se desconoce, exhausto después de la votación favorable al gobierno, cuando se aseguraba que la oposición tenía mayoría absoluta para rechazar el Decreto de Necesidad y Urgencia, por el cual la presidente Cristina Kirchner creó el Fondo del Desendeudamiento, desconociendo las normas constitucionales.
El texto nos dá una idea cabal acerca de pudredumbre absoluta en que se encuentran las instituciones políticas: la compra de votos, el intercambio de favores, acomodos en puestos claves, etc.
Un senador opositor desparrama su depresión en un desvencijado sillón después del triunfo oficialista en el caso Marcó del Pont. ¿Cómo seguirá la política?, le preguntan.
La respuesta cae, seca y rápida: Será un lodazal.
Un shopping permanente para la compra y venta de votos.
La oposición tiene sus diferencias partidarias, y hasta ideológicas, pero lo que sucedió en los últimos días no se inscribe en esos desacuerdos congénitos.
Una mezcla de intereses políticos personales y de intercambio de favores, también personales, fue lo que espoleó la derrota de los opositores.
Carlos Menem sentó hace poco un precedente: sólo la deslealtad de un senador opositor podía dejar a la Cámara alta sin quórum.
Carlos Verna (que le dio al Gobierno el mejor proyecto de ley posible sobre el manejo de las reservas) abrió otro camino para la inconsistente coalición de senadores opositores: se puede ir y venir entre la oposición y el oficialismo en un paseo sin dificultades.
Los impopulares Kirchner podrían cosechar de esas deserciones más de lo que se propusieron: toda sociedad reclama, al fin y al cabo, un gobierno.
La gente común detesta la anarquía y la oposición no le da mucho más, hasta ahora, que un desorden estéril.
La verdad es que los opositores no saben ni siquiera cuántos son.
Sectores del peronismo disidente sospechan, por ejemplo, que Francisco de Narváez está negociando con el kirchnerismo la reunificación del peronismo.
El candidato que venció a Kirchner en junio pasado suele explicar, en efecto, que la Argentina necesita de la reconstrucción del poder y que esa faena sólo la puede acometer el peronismo unificado.
Esa reunificación peronista necesita de los sindicatos y del kirchnerismo, sin los Kirchner , repitió en los últimos días.
Felipe Solá se cayó de espaldas cuando el también diputado Alfredo Atanasof, que milita con De Narváez, lo desayunó con una noticia inesperada.
Quiero avisarte formalmente que iniciamos una negociación con el kirchnerismo, le zampó Atanasof .
¿Por qué? , se inquietó Solá.
Mira, Kirchner sabe que él ya no tiene destino, pero no quiere que Cobos sea el próximo presidente.
Está buscando al tercer candidato, le explicó Atanasof.
Ese es Scioli , le replicó el ex gobernador. No estoy seguro, le dijo Atanasof.
Déjame darte un anticipo: Kirchner se los comerá crudos a todos ustedes, cortó Solá.
Kirchner les aseguró a gobernadores peronistas, en Chaco, que él no será el candidato presidencial. Primera coincidencia con Atanasof.
También propuso en su discurso público chaqueño la reunificación del peronismo, incluidos, dijo, los que se han ido. Segunda coincidencia, esta vez con De Narváez.
Insistentes versiones señalaron en los últimos días que De Narváez se había reunido en secreto con Julio De Vido, con Florencio Randazzo y con Juan Carlos Mazzón, el eterno operador de Kirchner.
Voceros inmejorables de De Narváez afirmaron que esas reuniones no existieron, pero es cierto que preexiste una antigua comunicación entre el diputado opositor y De Vido.
Lo cierto es que el peronismo disidente no pudo bajar a la sesión especial de la Cámara de Diputados
(en la que Elisa Carrió quedó en soledad) porque las tropas de De Narváez se negaron a acompañar al resto.
Los moderados , les llama a éstos el felipismo. De Narváez reclamó también una modificación de la actual ley electoral con los votos de todo el peronismo unido en la Cámara de Diputados y en contra del resto de la oposición no peronista.
De Narváez aspira a ser candidato presidencial (sólo se bajaría frente a la improbable postulación de Carlos Reutemann, ha dicho) y quiere ser la expresión de todo el peronismo; por eso necesita al kirchnerismo.
Su único y monumental escollo es que tiene un conflicto personal con la Constitución.
No es argentino nativo ni sus padres son argentinos. Carece, en principio, de los requisitos esenciales para ser presidente.
De Narváez cree que sorteará ese escollo con una relectura de la Constitución por parte de la Corte Suprema de Justicia, que debería resolver su caso, dice, a la luz de los tratados internacionales de derechos humanos.
Sin embargo, es perceptible cierto escepticismo entre varios jueces del máximo tribunal de justicia, porque no hay ningún precedente internacional en condiciones de avalar su pretensión.
El mismo requisito argentino existe en casi todo el mundo.
Verna venía anunciando un proyecto de ley sobre las reservas y presentó otro.
Cristina Kirchner saludó la noticia con algarabía. ¿Qué pasó? Imposible saberlo con certeza; sólo cabe la conjetura. Verna es un hombre escurridizo, que oscila entre la ambigüedad y el silencio. Nadie sabe nunca si está llegando o si se está yendo. Perteneció a la dirigencia de senadores que en el año 2000 estalló con el escándalo de los sobornos. Fue el único que sobrevivió.
La senadora Hilda Duhalde le preguntó hace unos días a Verna cómo votaría él en uno de los casos en disputa en el Senado. En contra del Gobierno , le respondió Verna. ¿Y su compañera Higonet? , le repreguntó la senadora. No lo sé. El voto de ella es de ella , le contestó Verna. Es inverosímil que el duro Verna acepte tan mansamente una eventual división de un bloque de dos, que conforman María Higonet y él mismo, jefe político de su compañera de bancada. Verna es así.
Algo pasó , señaló, seguro, uno de los senadores del bloque kirchnerista en alusión al imprevisto acercamiento de Verna.
La supuesta senadora opositora Roxana Latorre (que adelantó que le salvará la vida a Marcó del Pont) es una ex colaboradora de Reutemann, aficionada a nombrar ordenanzas y jueces, inspectores y secretarias en la administración pública.
Su despacho es una especie de bolsa de trabajo permanente. Cuentan ex funcionarios kirchneristas que ningún diálogo con Latorre es posible si no se empiezan aceptando sus muchos pedidos de empleos, traslados y ascensos.
Tiene personas muy cercanas en puestos clave de la Oncca, el organismo oficial que controla el comercio de granos. Productores rurales suelen recurrir a ella para reclamar los pagos atrasados de subsidios. Con esas formas, su situación es muy vulnerable frente a un gobierno que no duda en echar de la administración, en el acto, a todos los empleados que responden a legisladores díscolos.
Latorre no podrá volver a Santa Fe , coligió Reutemann.
El gobierno tiene, además, un enorme sistema de información para detectar debilidades de sus adversarios.
Intentó llevarse a la senadora liberal correntina Josefina Meabe, con la promesa de permutar su voto por un cargo de juez del Superior Tribunal de Justicia de Corrientes para un abogado de su partido.
No pudo.
Chocó antes con la negativa del senador radical Nito Artaza; el popular actor es el único senador que debe explicar en la calle sus posiciones parlamentarias.
Los radicales no andan en estas permutas, pero hay cierta incompetencia en su actual liderazgo parlamentario.
Una interna radical puso en duda también la continuidad del presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy.
El funcionario es radical y debe ser propuesto, según la Constitución, por el principal partido de la oposición para ocupar ese cargo. Su mandato concluirá en los próximos días, pero algunos radicales quieren cambiarlo.
Despouy ha sido el contralor más tenaz y eficaz en el seguimiento de los actos del Gobierno, aun cuando fue duramente asediado por el kirchnerismo.
Despouy conserva en su cabeza cada caso de supuesta corrupción del Gobierno. Ahora, una disputa radical podría sacarlo del medio.
Los senadores que se han ido con el Gobierno volverán con la oposición y después se irán de vuelta.
Ese juego será interminable y es la estrategia de ellos. Una adscripción definitiva al kirchnerismo les impediría seguir cotizando en Bolsa.
Nunca harán eso.
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