septiembre 13, 2008

Vendedor de buzones





Hugo Chávez ignora las consecuencias nefastas que una sanción del gobierno de los Estados Unidos contra el de Venezuela provocaría. Un corte en el suministro de petróleo por parte de Venezuela solo causaría una disminución menor al 10% del petróleo que los Estados Unidos necesitan; pero para Venezuela, las ventas de petróleo a ese país representan el 75% por ciento de sus exportaciones. En una relación comercial el cliente es el rey.


La gente que trabaja en marketing y tiene estudios en ese campo aprendió desde muy pronto en su vida un principio que tiene serias consecuencias: el consumidor es el rey todopoderoso en un mercado libre con competencia. Todo se subordina a complacerlo y tratar de persuadirlo de comprar el bien que se produce.

Eso es lo que intentan hacer todos los productores y es parte del proceso normal de decisiones de una empresa. Por eso se hacen investigaciones de mercado, publicidad, diseño de empaques, todo trata de agradar al cliente del producto, el que decide la compra.

Unos lo hacen muy claramente, otros menos, pero todos lo hacen. Hay quienes tratan de engañar al cliente, pero también hay otros que son honestos. De una manera u otra saben que el que domina el proceso de un mercado es el cliente. El que compra y selecciona una marca sobre otras.

Esa es la vida normal en las empresas, incluso en las que atienden mercados industriales y venden a otras empresas. Es un principio que domina y que tiene consecuencias, como los programas de calidad, de productividad, de atención al cliente.

Lo curioso del asunto es que este principio es realmente uno de naturaleza filosófica, cosa que estoy seguro tiene sin cuidado a la inmensa mayoría de los empresarios.

Y ese principio filosófico tiene raíces que son profundas. Está enraizado en la noción de un ser humano que es libre, piensa y puede tomar decisiones que están determinadas por el deseo personal de mejorar la situación presente.
Estas son las mismas ideas sobre las que se basa la Escuela Austriaca de Economía y que resultaría de gran utilidad para quien estudia administración, marketing, finanzas y similares.

Más aún, la idea de un consumidor libre lleva dentro de ella otra idea lógica, la de un ser humano libre. Si soy libre para comprar una Heineken entre diversas cervezas, no hay por qué no ser libre para otras cosas, como leer, estudiar, orar, viajar, producir.

La misma libertad que se tiene para comprar Heineken, la tengo para votar, escribir, abrir negocios, lo que yo quiera y aplicable a todos.

El que está vendiendo Kellog´s o Mole Doña María, está fundamentado en el mismo principio que el que hace una campaña electoral, o trabaja en misiones religiosas. Todos ellos toman por supuesto que las personas son libres y tienen capacidad para elegir. Esto me parece admirable y digno de señalar abiertamente... aunque quizá sea tan obvio que cause algún bostezo en el lector.

Puede ser obvio, pero debe ser señalado porque existe sólo una persona entre todas que no comparte esa idea de la libertad personal. Cree en ella el que hace el marketing de Nissan, el sacerdote que da un sermón el domingo, la universidad que quiere atraer alumnos, el escritor que publica una novela.

Todos tomamos como dada la idea de que el resto son libres. Todos, menos uno, el gobernante.

El marco mental del gobernante no es el de la libertad, sino el de la imposición. El que vende Heineken debe hacer a su producto atractivo, darlo a buen precio, distribuirlo bien, tener calidad constante. El gobernante no piensa así. Para él, los humanos son sujetos de sus decisiones.

Por eso sus leyes, procesos, permisos, instalaciones, reglamentos, son de muy baja calidad. El gobernante no depende de nuestras decisiones libres y por eso no se esfuerza en tratarnos como nos tratan quienes producen otros bienes y servicios.

Los gobernantes no tienen incentivos para hacer bien las cosas porque para ellos no somos libres, al contrario. Somos esos quienes deben obedecer por la fuerza lo que ellos dispongan.

La estructura mental es diametralmente opuesta entre quien vende un Renault o da un servicio bancario y quien emite una ley, o cobra un impuesto. Esas dos mentalidades no pueden ser más contrarias.

Están sustentadas en principios antagónicos. Es innegable y puede ser usado para especular lo que sería un monopolio estatal cualquiera y varias empresas similares, por ejemplo, explotando petróleo y produciendo sus derivados.

Ya tenemos elementos para concluir con razonable certeza cómo sería administrada esa industria dependiendo de si ella está en manos de gobernantes o en manos de quienes manejan otras empresas. A mi ya se me acabó el espacio para sacar esas conclusiones, pero usted las puede sacar sin problemas.

Artículo relacionado: http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=2254

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