julio 28, 2009

El Comandante Putañero



Los videos vistos más abajo, son anteriores al golpe que terminó con Mel Zelaya como presidente de de Honduras. El texto pegado más abajo, con el título de "El Golpe de las Burlas" fue publicado por el diario La Nación de Buenos Aires y fue escrito por Mario Vargas Llosa.

Jaime Bayly explica con el sentido del humor que lo caracteriza como el (ahora ex) presidente de Honduras fue desviándose de la plataforma del Partido Liberal que lo nominó como candidato presidencial y cómo la influencia de Chávez con el dinero del petróleo robado a su pueblo de Venezuela compra voluntades e incrementa su influencia.





EL GOLPE DE LAS BURLAS
por Mario Vargas Llosa
(Publicado en el diario La Nación de Buenos Aires, el 25 de julio de 2009)

Despertar a un presidente constitucionalmente elegido a punta de bayonetas y enviarlo al exilio sin darle tiempo siquiera a cambiarse el pijama, como hicieron los militares hondureños con Manuel Zelaya, es un acto de barbarie política y resulta justa la enérgica condena que este atropello ha merecido de las Naciones Unidas, la OEA y de la mayoría de las naciones del mundo entero.

Ahora bien, sentado este principio, que la interrupción de la democracia por una acción militar no es justificable en ningún caso, es preciso analizar lo ocurrido más de cerca y con prudencia, porque en este golpe de Estado, como en la famosa "cena de las burlas", nada es lo que parece ser y la frontera entre la verdad y la mentira resulta más escurridiza que una anguila.

Tal vez más que la acción misma del asalto a la residencia del jefe de Estado hondureño haya que reprochar a los militares, y a los jueces que les dieron la orden de hacerlo, que, con semejante atropello, hayan convertido en víctima de la democracia, y poco menos que en héroe de la libertad, a un demagogo irresponsable como Mel Zelaya, quien, en violación flagrante de la Constitución que había jurado respetar, se disponía a llevar a cabo un referéndum para hacerse reelegir, una pretensión que fue condenada por la Corte Suprema y la Fiscalía de la Nación, y por la que el Congreso hondureño había iniciado un proceso para destituirlo como jefe del Estado. Este era un procedimiento legítimo en defensa de la democracia que la acción militar frenó y desnaturalizó, sembrando una confusión de manicomio.

A tal extremo, que nada menos que el comandante Hugo Chávez, el comandante Daniel Ortega, Evo Morales y hasta el mismísimo Raúl Castro aparecieron de pronto liderando la protesta continental en defensa de la ley y de la democracia, exigiendo sanciones contra Honduras y convocando en Nicaragua una reunión de ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) a la que el despistado José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, dio, con su presencia, un aura de legitimidad.

Si el comandante Hugo Chávez, gran desestabilizador de la democracia latinoamericana, ex golpista y megalómano caudillo que ha convertido a Venezuela en una pequeña satrapía personal y aspira a hacer otro tanto con el resto de América latina, se arroga el rol de defensor del Estado de Derecho hondureño, además de un eclipse del sentido común y de la racionalidad, comprobamos una evidencia: que algo debía de andar podrido antes de este golpe en ese pequeño país latinoamericano, convertido hoy en el centro de la atención mundial. Y, en efecto, Honduras estaba a punto de caer, tras de Bolivia, Nicaragua y Ecuador, en la órbita de Hugo Chávez cuando sobrevino la intervención militar. Manuel Zelaya era la última conquista del caudillo venezolano.

Lo había sobornado, al igual que a sus otros vasallos latinoamericanos, vendiéndole el petróleo de su país a precio de ganga y con créditos generosos, y, sobre todo, apoyando sus apetitos reeleccionistas. Ni corto ni perezoso, Zelaya, antiguo destacado figurín de la oligarquía rural hondureña, vinculado en el pasado a matanzas de campesinos, y elegido presidente como candidato del Partido Liberal, de centroderecha, con un programa de apoyo a la inversión extranjera y a la empresa privada y de severa persecución a la delincuencia, de pronto, a media gestión, experimentó una conversión populista y revolucionaria (es decir, chavista), afilió su país a ALBA y comenzó a preparar su eternización en el poder mediante una reforma constitucional, tal como lo han hecho Chávez y sus discípulos, es decir, la hez política de América latina.

Pero, a diferencia de lo ocurrido en países como Ecuador, Bolivia o Nicaragua (o, en el otro extremo del espectro político, la Colombia de Uribe, un mandatario democrático que por desgracia incurrió también en el siniestro deporte de la reelección), donde los mandatarios reeleccionistas contaban con una base popular que apoyaba sus planes, en Honduras la pretensión de Zelaya fue desde el principio masivamente impopular y lo desprestigió en todos los ámbitos del espectro político.
Todas las instituciones rechazaron su intento, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Electoral, todos los partidos políticos democráticos (empezando por el suyo, el Liberal), la Fiscalía de la Nación y la opinión pública en general. El rechazo no fue sólo al volteretazo ideológico del voluble mandatario. Fue, también, una clarísima toma de posición del grueso de la población hondureña en contra de la perspectiva de convertirse en un país dependiente de Hugo Chávez, es decir, en una pequeña dictadura populista enfeudada al caudillo venezolano.

Este es el contexto en el que hay que juzgar la situación hondureña. No para justificar una acción militar de una gran torpeza, que sólo ha servido para sembrar el descrédito en unas instituciones y un pueblo que habían emprendido una valerosa resistencia contra un intento claramente antidemocrático de un mandatario sin principios, sino, para no incurrir, creyendo actuar en defensa de la democracia, en una operación que termine legitimando los planes inconstitucionales, reeleccionistas y de entrega de Honduras al poder chavista de Manuel Zelaya.

¿Qué se puede hacer para reconstituir la demediada democracia hondureña? Lo ideal, que sería reponer a Zelaya en la presidencia, a condición de que renuncie a sus planes reeleccionistas y garantice que las elecciones de noviembre se lleven a cabo de manera impecable, bajo vigilancia de las Naciones Unidas, parece ahora difícil, por lo envenenada que está la situación, como se vio el 5 de julio, cuando el fracasado intento de retorno a Tegucigalpa del depuesto presidente, que provocó violentos incidentes y varios heridos. Honduras se ha retirado de la Organización de los Estados Americanos, lo que no debe sorprender a nadie, dada la pertinaz inutilidad de esta institución, que tiene, además, la nefasta propiedad de volver también inútiles a sus secretarios generales, incluso a los que, como José Miguel Insulza, parecían más despiertos que los otros, de modo que la OEA mientras menos intervenga ahora tanto mejor. La mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, premio Nobel de la Paz, es una buena idea: se trata de un estadista respetado y respetable, buen negociador y auténtico demócrata.

De otro lado, hay que evitar por todos los medios que la tensión existente evolucione hacia el derramamiento de sangre. Chávez ha amenazado con una intervención militar, en la que probablemente haría de peón de brega la Nicaragua del comandante Ortega, a la que el gobierno de facto ha acusado de movilizar tropas hacia la frontera con Honduras. Es cierto que no hay manera de verificar si las noticias, según las cuales esa frontera viene siendo cruzada ya desde antes del golpe por comandos venezolanos y cubanos, que denuncia la prensa de Honduras, son ciertas o meras operaciones publicitarias en defensa del gobierno de Roberto Micheletti; pero, dados los antecedentes y el contexto político de América Central, tampoco pueden ser descartadas. La situación inestable y precaria de Honduras, ahora en la picota de la opinión internacional, es propicia para una acción insurreccional teledirigida desde Caracas.

Tal vez estos riesgos puedan conjurarse con el adelanto de las elecciones presidenciales, ya convocadas para el mes de noviembre. Este proceso debería tener lugar a la brevedad posible, dentro de un par de meses a lo más, algo realizable si la comunidad internacional colabora con la infraestructura electoral, y llevarse a cabo bajo la responsabilidad y vigilancia de las Naciones Unidas, y con observadores internacionales de la Unión Europea y de organizaciones políticas y de derechos humanos como la Fundación Carter, Amnistía Internacional y Americas Watch. No veo otra manera más rápida de reconstruir el Estado de Derecho y poner fin a la anómala situación que vive Honduras por culpa tanto de los militares que asaltaron la presidencia con nocturnidad como de las arteras maniobras de Mel Zelaya y su gurú ideológico, Hugo Chávez.

julio 26, 2009

La Escuela Austriaca y la crisis financiera

El Dr. Óscar Vara, desde el punto de vista de la teoría económica de la Escuela Austriaca, explica las causas que provocaron la actual crisis mundial, situación que no es vista con sorpresa por sus seguidores dadas las predicciones de Ludwig von Mises.

Una producción de New Media / UFM Guatemala, 2009
http://www.newmedia.ufm.edu

julio 24, 2009

julio 21, 2009

El Comunismo según Ayn Rand



Por Gorka Etxebarría
(Artículo integramente extraído de La Ilustración Liberal

Hace setenta años, una completa desconocida publicó una novela sobre la Rusia soviética que llevaba por título Los que vivimos. En un primer momento pasó sin pena ni gloria por los anaqueles de las librerías de EEUU, país al que su autora había emigrado para escapar del infierno soviético; pero después las cosas cambiaron, y mucho: Ayn Rand acabaría siendo uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX, y Los que vivimos alcanzaría cifras de venta prodigiosas (se han vendido no menos de dos millones de ejemplares).

Hoy, tantos años después de la caída del Muro de Berlín, y cuando el comunismo sólo sojuzga Corea del Norte y Cuba (y, nominalmente, China), quizá pudiera parecer que la primera novela de Rand carece de relevancia, pero entender lo que supuso el socialismo ayuda a comprender hasta qué punto es perversa esta ideología; no sólo en la práctica, también, y sobre todo, en la teoría.

La joven Kira, protagonista de Los que vivimos, es hija de unos comerciantes a los que el comunismo ha despojado de sus bienes. Poco a poco, y movida por la necesidad, su familia se transforma: las cartillas de racionamiento, la escasez, la penuria, obligan a sus miembros a hacer lo imposible por sobrevivir en un mundo donde la tristeza y la desesperación se propagan como un incendio en un bosque seco. En el prólogo, Rand escribe que escuchó por primera vez el principio comunista de que "el hombre debe vivir para el Estado" cuando contaba doce años, y que comprendió que ahí residía el mal. "Este principio era malo y (...) no podía conducir a nada que no fuera malo".

Ahora como entonces, mucha gente se pregunta por qué hay quienes otorgan a otros el derecho a disponer de sus vidas.

Pero volvamos a la novela. Kira se enamora de un anticomunista ferviente. Ahora bien, la historia de amor se irá complicando, a medida que su pareja, Leo, se muestre incapaz de luchar contra el sistema con el mismo arrojo que ella. Por si esto fuera poco, Kira experimentará una poderosa atracción por un comunista llamado Andrei y sobrado de coraje. A resultas de su amor por Kira, Andrei descubrirá la alegría de vivir y las incoherencias del sistema por el que tanto ha luchado, lo que le llevará a tomar un camino sin retorno.

El desenlace de la novela está dotado de un dramatismo tal, que cuando se llevó al cine, en 1942, cosechó un gran éxito en Italia, con Alida Valli en el papel de Kira y Rossano Brazzi en el de Leo. No obstante, estuvo poco tiempo en cartelera; y es que Mussolini advirtió que, aunque la cinta era anticomunista, su lacerante crítica podía aplicarse a cualquier régimen dictatorial. Ahora bien, a los italianos les dio tiempo a dar la vuelta al título y hablar, paródicamente, de "los que morimos" (noi morti).

"Los que vivimos no es una novela sobre la Rusia soviética, sino sobre el Hombre contra el Estado", proclamó Rand. Y añadió: "Es una historia que trata de la Dictadura, de cualquier dictadura, en cualquier lugar, en cualquier época, sea en la Rusia soviética o en la Alemania nazi".

La principal crítica de Rand a los comunistas era ésta: "Han venido a negar la vida a los que vivimos. Nos han encerrado a todos en una jaula de hierro y después han sellado las puertas". En este sentido, uno de los protagonistas de Los que vivimos afirmará, tras descubrir que el comunismo atenta contra el fin propio del ser humano, vivir para uno mismo: "Quienes no viven así no pueden decir que viven. Contra esto nada se puede hacer. No se puede cambiar, porque el hombre nació así: solo, completo, como un fin en sí mismo. No hay ninguna ley, ningún libro (...) ninguna decisión del Partido que pueda matar en un hombre aquello que es capaz de decir yo".

Si le gustaron Rebelión en la granja y 1984, Los que vivimos no le defraudará. Es una obra apasionante, intensa, que encumbró a Rand como autora de poderosas ideas, que supo plasmar en cada página y en cada título que escribió. Así pues, no lo dude: hágase con esta novela, un canto a la grandeza del individualismo y una acerada denuncia de todas las ideologías que quieren someter al hombre mediante la erradicación de su esencia.

Ayn Rand, Los que vivimos, Grito Sagrado, Buenos Aires, 2007, 438 páginas.

julio 16, 2009

La mano negra

julio 01, 2009

Las diferentes tapas de Clarín

El lunes 29 de junio, el siguiente después de las elecciones argentinas, el diario Clarín publicó dos tapas diferentes: en una de ellas la impresa, aparece una foto de Néstor Kirchner haciendo una mueca de lamentación por los resultados electorales. En la otra portada, la que se vio en Internet, la foto de Kirchner sufriendo es reemplazada por otra donde se lo ve subiendo a un escenario junto al gobernador Scioli y el Jefe de Gabinete, Sergio Mazza.

Busqué la foto no publicada en Internet y no la hallé, pero pude escanearla y subirla por cuenta propia para que puedan verla.

No se si es el motivo, pero me inclina a pensar que esa foto no fue puesta en Internet para evitar que los internautas se burlen y la reproduzcan.

Vean la diferencia:

Edición impresa



Edición digital


La foto que no se encontraba en la web