Autor: Ricardo Valenzuela
“El hombre sabio no deja su destino a la suerte, tampoco en manos del poder de las mayorías. No hay un solo rasgo de virtud en la acción de las masas.”
Henry David Thoreau
Hace un par de semanas, nuevamente tuve la osadía de intentar distinguir los conceptos de República y Democracia y, ante los galopantes rumores de mi pretensión para convertirme en el moderno Maximiliano y ceñirme la corona del nuevo imperio, continúo con mi esfuerzo.
La democracia nació y falleció en la vieja Atenas. La República nació y falleció en la Revolución Francesa cuando confundieran el concepto de igualdad. Sin embargo, renació vigorosamente en la independencia de los EU cuando identificaran igualdad, como igualdad frente a la ley definiendo al nuevo país como una República Federal y Comercial.
La moderna República es un gobierno representativo bajo el mandato de la ley. La reencarnación de la Democracia es un gobierno bajo el mandato de las masas. La República reconoce y respeta los derechos inalienables del individuo. La moderna Democracia se preocupa sólo por las exigencias de las masas, en especial cuando se tornan violentas.
En la República legislar es un cuidadoso proceso que requiere la aprobación de las tres ramas de gobierno y la Suprema Corte. En la Democracia es una precipitada carrera presionada por esas masas utilizando herramientas como encuestas, plebiscitos, referéndums, o, manifestaciones estilo Los Macheteros de Atenco. Un buen ejemplo de la deforme democracia sería un linchamiento.
En la República la autoridad deriva de parte de un cuerpo de la sociedad, no necesariamente la mayoría, eligiendo “los mejores” funcionarios públicos utilizando herramientas como delegados, colegios electorales, mediante el uso del sufragio como una fina cirugía. En Democracia la autoridad deriva de la mayoría de votos y del pavor provocado por las masas, o cualquier otro medio de expresión como las diarias protestas en el DF.
En la República la ley es administración de justicia de acuerdo a principios establecidos en la Constitución, y evidencia clara establecida vigilando cuidadosamente los resultados. En Democracia la ley es reinado de la mayoría ya sea basada en deliberación, o gobernada por pasión, prejuicio o impulso, sin importar las consecuencias.
En la República el respeto a la propiedad individual es sacrosanto, la base para el nacimiento de los mercados libres y el desarrollo económico. En la Democracia la actitud hacia la propiedad es comunal y de gran hostilidad hacia los derechos de individuales, principal obstáculo para el desarrollo de una economía saludable.
RESULTADOS: En esa novedosa democracia surge la demagogia, el populismo, la agitación, la corrupción el caos. El Republicanismo evita los extremos tanto de las tiranías como el de las masas, surge el estadismo, no estatismo, la libertad con oportunidad, la razón, la justicia y el progreso.
Sin embargo, continuamos el uso de las palabras democracia y república sin conocer su significado.
Orwel escribió acerca de las palabras nebulosas que constantemente usan los políticos con gran deshonestidad. Libertad, democracia, justicia han sido tan abusadas que perdieron su significado original. Y al haberlo perdido, los políticos y las elites de forma premeditada pueden oscurecer la realidad para asociarlas con percepciones positivas o negativas, según su conveniencia. Por ello, la gente ha sido programada para aceptar la palabra democracia como libertad, oportunidad, progreso etc.
Pero democracia es sólo mayoritismo que por naturaleza es incompatible con libertad. Los fundadores de EU lo entendieron y la evidencia es su sistema constitucional que, desgraciadamente, lo abandonan presionados por las masas. Madison, sabiamente aseguró que bajo la “democracia” no hay forma de controlar el sacrificio de la minoría por la mayoría, y tampoco permite la operación de la creativa destrucción de los mercados para eliminar las manzanas podridas.
Afirmaba la democracia entrega concesiones para revocar los derechos de los ciudadanos de acuerdo al humor de las masas. La República, continuaba, existe para proteger esos derechos. Nos advertía de los futuros ataques al concepto de libertad, porque a las elites y a las iglesias no les conviene la humanidad liberada. Libertad, afirmaba, no es libertinaje, es la ausencia de gobiernos coercibos. Para ello, la República se construye sobre gobierno limitado, controlado y descentralizado para así proteger derechos, libertades y propiedades de los ciudadanos.
Sin embargo, la gente no entiende que todas las acciones de gobiernos se han convertido en coercivas. Ej. Los gobiernos requieren de impuestos. Si los impuestos se recabaran en libertad no se llamarían “impuestos,” se les debería llamar donaciones. Si usamos el concepto de libertad, deberíamos tener la integridad de darle su verdadero significado.
Para la izquierda libertad es igualitarismo, es la liberación de necesidades materiales utilizando la coerción del estado y su monopolio de la fuerza, para transferir del productivo al no productivo. Para ellos, el hombre sólo es libre cuando las leyes económicas de escasez se suspenden, los caseros no cobren rentas, la comida es regalada. Pero ese deformado concepto de libertad sólo es posible cuando el gobierno se la arrebata a otros.
La derecha identifica esa libertad con grandeza nacional a base de militarismo o simbolismos. Favorecen el poderoso estado central para edificar su mercantilismo, el corporativismo, monopolios, eliminar la competencia para, en lugar de producir ganancias, se les garanticen rentas estilo TELMEX. Luego, de las migajas cocinadas en los programas sociales, promueven una vergonzosa dependencia.
Ambos son promotores de la expansión masiva del aparato gubernamental, de las burocracias profesionales como sus agentes y, en especial, del aparato policiaco.
Pero forzando una ilógica justificación a lo que tenemos, podríamos decir que Democracia es la forma de elegir gobernantes y República es la receta para gobernar. Pero la Democracia no garantiza los derechos civiles, políticos, ni humanos: solamente “legitima” al propietario del poder por haber sido elegido por las masas.
La República, en cambio, se basa en la Constitución buscando convertir a los países en modernos Estados de Derecho, que se auto limiten jurídicamente reconociendo los derechos de los ciudadanos, la igualdad ante la ley, “la debida representación política” y la división de poderes.
La Constitución es el reconocimiento de todo ello, es también la creación de instituciones que les den vigencia y las protejan de los abusos y desviaciones de los gobernantes. Donde se vulnera la Constitución se violan los derechos del hombre; y cuando desaparece la división de poderes, se empieza a recorrer el camino que conduce a la tumba de la libertad.
Por eso una democracia a secas, como la que promueven los demagogos, es una falacia que regresa las páginas de la Historia para encadenarnos a toda clase de despotismos, y dibujar un horizonte verdaderamente triste.
Ricardo Valenzuela es economista mexicano y columnista de Diario de América.
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