La mentalidad colectivista está en el núcleo del racismo.
El gobierno, como institución, está particularmente mal preparado para combatir la intolerancia. La intolerancia es esencialmente un problema del corazón, y no podemos cambiar los corazones de la gente aprobando más leyes y regulaciones.
Es el gobierno federal el que más nos divide según la raza, la clase, la religión y el género. Con sus impuestos, sus regulaciones restrictivas, sus subsidios a las empresas, sus asignaciones raciales y sus programas de asistencia, el gobierno juega un rol muy importante en la determinación de quién sale exitoso y quién fracasa.
La “benevolencia” del gobierno desplaza la buena voluntad al institucionalizar el pensamiento grupal, haciendo que cada grupo sospeche que los otros están recibiendo más del botín del gobierno. Esto lleva al resentimiento y a la hostilidad entre nosotros.
El racismo es simplemente una forma horrible de colectivismo, una mentalidad que ve a los humanos estrictamente como miembros de grupos y no como individuos. Los racistas creen que todos los individuos que comparten características físicas superficiales son iguales: al igual que los colectivistas, los racistas piensan sólo en términos grupales. Al alentar a los estadounidenses a adoptar mentalidades grupales, lo que los defensores de la así llamada “diversidad” en realidad hacen es perpetuar el racismo.
El verdadero antídoto contra el racismo es la libertad. La libertad es tener un gobierno limitado y constitucional dedicado a la protección de los derechos individuales y no a la protección de los reclamos grupales. La libertad es el capitalismo de libre mercado, que premia la capacidad y el logro individuales, no el color de la piel, el género o la etnia.
En una sociedad libre, cada ciudadano adquiere un sentido de sí mismo como individuo, y no una mentalidad victimista o grupal. Esto lleva a un sentido de la responsabilidad individual, haciendo que el color de la piel sea irrelevante. El racismo durará hasta que dejemos de pensar en términos grupales y empecemos a pensar en términos de libertad individual.
Santa María del Mar, playa y reparto de La Habana
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Si algo sobrevive casi ileso la hecatombe económica cubana son las playas.
Ese tesoro natural del que siempre ha presumido Cuba y que sigue siendo
oasis de...
Hace 17 horas.
1 comentario:
tiene razón!
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