abril 06, 2008

No hay que dialogar con el gobierno sino armarse.








Parece que Joaquín Morales Solá se dio cuenta de que hay inflación porque el cheque que ha recibido del kircherato ahora no le alcanza. Justamente Morales Solá, que ha que ha desacreditado su profesión para cubrir los trapos sucios del kirchnerismo durante años.

Con la pandilla que detenta el poder no se debe negociar, no hay que hablar en ninguna circunstancia. Lo que los estancieros deben hacer es armarse, mantenerse unidos con sus vecinos y defenderse mutuamente. El preferible que gasten su dinero pagándole un sueldo a una milicia propia que entregárselo a las corruptas oficinas del gobierno, y cuando una pandilla como la de D’Elia, Moyano, o Gendarmería pongan sus narices dentro de los límites de sus propiedades deben volárselas de un balazo.

Antes las estancias debían defenderse por si mismas. Era menester tener al menos una escopeta en cada finca para ahuyentar a los ladrones, porque no se podía contar con la policía. Mis dos abuelos han sido estancieros y los dos tenían armas para proteger sus tierras, sembrados, ganado, establos, bodegas y graneros. Un estanciero era muy bien visto entre la población e incluso los más grandes del municipio eran elegidos como diputados a la legislatura, el cargo de senador o diputado eran como un título honorífico: mi abuelo materno ha sido uno y ha sido miembro de la legislatura por 24 años.

Claro está que no todos los pleitos se resolvían a tiros, por el contrario era un lugar donde había mucha paz y algo muy parecido al paraíso en la tierra. Los pleitos entre vecinos se resolvían con la intervención del juez de paz del municipio y un jurado de vecinos, pero cuando se trataba de forasteros que venían a robar no había jurado, ni juez ni policía: todos los vecinos aparecían con sus armas a protegerse mutuamente. Esa era la forma en que vivía hace 35 o 40 años atrás, luego vinieron los militares que les quitaron las armas a los estancieros y luego la democracia trucha y apestosa que inauguró Alfonsín, que suprimió los jurados, introdujo una legislación perniciosa para los vecinos y terminó de desarmar a los estancieros, y estranguló sus finanzas con impuestos. Desde entonces la paz y la armonía en el lugar ha desaparecido: las bandas de asaltantes entran con absoluta impunidad a robarse la hacienda y se confunden con los funcionarios provinciales cuyo gobierno no deja de crecer creando organismos innecesarios, costosos e ineficientes, con el sólo propósito de justificar el saqueo del clientelismo electoral que les permite acceder a los cargos públicos.

No hay más gobierno, no hay más estado de derecho, los políticos y los jueces han acabado con todo eso. Lo que tenemos es una pandilla de ladrones que detenta el poder y lo usa para su beneficio. Desarman a la población para asegurarse el atraco; sus necesidades económicas, sus salvaguardas de impunidad, y sus locuras son la nueva ley en Argentina. El progreso económico se va a terminar, y lo que se ha conseguido hasta ahora es por la iniciativa del sector privado. El gobierno y especialmente el kirchnerismo no han contribuido en nada a crear riqueza. El aumento de las cosechas y el rendimiento del capital han sido por la iniciativa exclusiva del sector privado, el estado sólo está para recibir beneficios inmerecidos y de los cuales no ha contribuido a producirlos.

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