junio 12, 2010
La victoria de Argentina es la derrota de su selección de fútbol.
febrero 08, 2008
La Rusia de las mafias
Autor: Alberto Benegas Lynch (h)
Vladimir Bukovsky -el más destacado disidente junto con Solzhenitsin y Sajarov- ha sostenido que "el monstruo que crearon nuestros Frankensteins mató a sus creadores, pero él está vivo, muy vivo. A pesar de los informes optimistas de los medios de comunicación occidentales, que en los años transcurridos desde entonces han proclamado que Rusia entró en la era de la democracia y de la economía de mercado, no hay evidencias, ni siquiera perspectivas, de que así sea. En lugar de un sistema totalitario ha surgido un estado gangster, una tierra sin ley en la cual la antigua burocracia comunista, mezclada con el hampa, se ha convertido en una nueva elite política, así como en una nueva clase de propietarios".
Muchos de los tilingos de Occidente celebraron las políticas de Gorbachov sin siquiera tomarse el trabajo de leer sus escritos en los que proclamaba a los cuatro vientos "el establecimiento del socialismo real". Gorbachov fue tratado en muchos medios de Occidente como el libertador del pueblo ruso sin percibir que se trataba de una nueva vuelta de tuerca para implantar, ahora sí, el "verdadero" socialismo, manteniendo la abolición de la propiedad privada de los medios de producción al mejor estilo marxista. La Unión Soviética provocó el mayor genocidio de la historia de la humanidad: cien millones de asesinatos desde 1917 a 1989 (en la URSS 20 millones y en China 65 millones) como lo muestra el Libro negro del comunismo escrito por seis investigadores encabezados por S. Courtois, (Planeta, 1998).
Ahora, alarmado, Gari Kasparov escribe que el actual presidente Vladimir Putin celebra nada menos que la historia de la KGB, imprime efigies del asesino Félix Dzerzhinsky, elimina el debate sobre si Lenin debe ser removido del lugar de honor que ocupa en la Plaza Roja, puesto que afirma que "hacerlo sería decirles a los rusos que ellos han venerado valores falsos". Asimismo, Kasparov señala que en los textos difundidos por la Universidad de Moscú se tergiversan los hechos más importantes de la historia soviética y "las invasiones de Hungría y Checoslovaquia son descritas como operaciones conjuntas del Pacto de Varsovia para preservar la integridad del sistema socialista". Kasparov, con razón, se indigna frente al hecho de que las autoridades rusas -a diferencia de lo que ocurrió después del holocausto hitleriano o la reciente inauguración de La Casa del Terror, en Hungría- no han producido ni el más mínimo mea culpa.
La situación actual de Rusia, dominada por la antigua nomenclatura, se ha adueñado en la persona de aquellos hampones de la parte más importante de la actividad económica de aquel país. En medio de intimidaciones y cercenamiento de la prensa y amenazas cada vez que hay simulacro de procesos electorales y de violencia institucionalizada, esta parodia grotesca significa un peligro para la civilización además de una catástrofe para el sufrido pueblo ruso.
En marzo último nos visitó en Buenos Aires Yuri Yarim Agaev, quien nos explicó detenidamente que en 1991 hubiera sido posible revertir la situación en Rusia debido a la colaboración de eminentes ciudadanos de ese país. La operación se frustró debido a la decidida intervención del Fondo Monetario Internacional, que apoyó con sumas millonarias a las mafias hoy enquistadas en el poder y en los sectores económicos y sociales más importantes. Una vez más se repite aquello que Eudocio Ravines citaba de Lenin: "Occidente vende a los rusos las cuerdas con que serán ahorcados".
Tras este drama está presente la confusión de ideas reinantes. La única forma de progresar es contar con marcos institucionales que respeten la propiedad privada y, por tanto, los derechos individuales de las personas, comenzando por su propio cuerpo y su pensamiento, extendido a lo que obtienen de modo lícito. Es del todo injustificada la clasificación de países desarrollados o subdesarrollados. Tampoco es pertinente la clasificación de países ricos o países pobres. La clasificación correcta es de países que generan riqueza y países que generan pobreza, ya que el progreso no depende de latitudes geográficas, razas, climas o extensiones territoriales. Depende exclusivamente del respeto recíproco a los derechos inherentes a la persona que son anteriores y superiores a la existencia de todo gobierno.
Alberto Benegas Lynch (h) es vicepresidente-investigador senior de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Argentina.
enero 14, 2008
FARC, rehenes y complicidad cubana
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Videos enviados por Eneas Biglione de Fundación Hacer
diciembre 29, 2007
La cultura del saqueo
El empleo de la coacción, la violencia y la fuerza como métodos para obtener aquello que se desea, por más justo o merecido que sea, es una de las causas de la decadencia argentina.
Si alguien dudaba de que Argentina se dirigía de cabeza a una crisis, lo que hoy estamos viviendo debería terminar de convencerlo. Las luchas por el poder sindical llegan hasta el límite de comportamientos mafiosos. Los piqueteros están nuevamente en las calles cortando el tránsito y tomando reparticiones públicas, la calle es un caos por ausencia de autoridad, los precios se siguen disparando y el gobierno acaba de anunciar un plan de emergencia energética que refleja la improvisación con que se manejó este tema todos estos años.
En el fondo, la crisis es solo el emergente de valores totalmente subvertidos del cual el gobierno parece no haberse enterado, por el contrario, sigue dando vuelta los hechos al punto que la presidente (y digo presidente y no presidenta porque presidente es el cargo que figura en la Constitución) acaba de afirmar: “en este programa estamos yendo al tercer eslabón de la responsabilidad, que es la responsabilidad social, porque se puede tener muy buen gobierno pero si no se tienen buenas instituciones en lo privado y en la sociedad, es muy difícil abordar la transformación de un país". Con esta afirmación pareciera ser que Cristina Kirchner considera que el suyo y el de su marido han sido dos muy buenos gobiernos y que si las cosas no marchan mejor es por culpa de culpa de los empresarios y de la gente. Algo similar sostenía, Hitler cuando estaba por caer Berlín en manos de los rusos. Decía el dictador, en su delirio, que su pueblo iba a sufrir porque no lo había acompañado en el sacrificio.
Pero volvamos al caso argentino. Lo que uno ve desde décadas, y más acentuado ahora, es que al revés de lo que marca la presidente, es que justamente ha sido el Estado el que ha subvertido los valores de la sociedad y no se le puede pedir a la gente que tenga comportamientos diferentes si desde lo más alto del poder se actúa con impunidad, mentira y desprecio por el orden jurídico.
¿Qué valores puede exigirle Cristina Kirchner al resto de la sociedad si a sólo 48 hs. de instalada en la casa de Gobierno se ha destapado un caso de corrupción que la involucra como candidata presidencial y compromete seriamente a su marido, que es el mentor de su candidatura?
Cuando Cristina Kirchner les exige seriedad a los empresarios y a la sociedad tiene que tener presente que las reglas de juego que hoy imperan en la Argentina fueron impulsadas por gobiernos con pensamiento populista como el de su marido y el de ella. ¿Qué valores impusieron? El de usar al Estado como instrumento de coacción para beneficio propio y de unos pocos amigos del poder. La cultura del trabajo, del esfuerzo personal fueron dejadas de lado para dar paso a la cultura de la prebenda y de la demostración de fuerza. Basta ver como facciones sindicales se enfrentan por cuotas de poder utilizando la calle como forma de manifestar su poder basado en la fuerza bruta. Aquí no hay razones, hay demostraciones de fuerza. Unos haciendo piquetes en 39 lugares diferentes de la ciudad violando el derecho de la gente a transitar libremente ante la pasividad de la autoridad pública, y otros amenazando con sacar los camiones a la calle como si fueran el séptimo de caballería.
Grupos piqueteros, que dicen ser partidarios del kirchnerismo, se dan el lujo de tomar por la fuerza bruta un edificio público en la ciudad de La Plata, lesionando gravemente a dos policías y los responsables son liberados casi inmediatamente.
Al mismo tiempo tenemos a algunos dirigentes empresariales que le chupan la media al gobierno de turno para mantener sus privilegios o los beneficios del eufemismo del tipo de cambio competitivo.
Argentina tiene reglas en las cuales el saqueo está a la orden del día. El saqueo como regla impuesta por el Estado por la cual se pervierte la ley para quitarle el fruto de su trabajo a quienes lo generaron para transferírselo a quienes no les corresponde. En nuestro país la ley está prostituida. No se la usa para establecer reglas de convivencia sino para saquear “legalmente” a diferentes sectores de la sociedad y para destruir el sistema republicano. Le ley no le pone límites al Estado, se los amplía generando océanos de corrupción.
La banda piquetera que tomó el edificio en La Plata se siente con derecho a exigir que le entreguen más dinero, canastas navideñas y no sé cuantas cosas más. ¿Quién tiene la obligación de pagar todos esos “beneficios” y por qué? ¿Qué estímulos puede tener el hombre o la mujer que se levanta temprano para ir a su trabajo a ganarse honestamente su sustento si ve que una banda de forajidos toma impunemente el edificio, es liberada y encima exige que ese señor o señora le de el fruto de su trabajo, luego de treparse viajar en condiciones infrahumanas en un colectivo, soportar los paros de subtes y aguantar los piquetes de Quebracho o la UOCRA?
Del lado empresarial, hay sectores que, cual ladrones de guantes blancos, estimulan el tipo de cambio competitivo que no es otra cosa que cobrarle el impuesto inflacionario a la gente para transferirle a ellos los beneficios de un dólar caro, cuando no piden créditos subsidiados sin aclarar quién y por qué tienen que financiarles tal petición.
Todos piden y nadie dice porqué el que paga tiene la obligación de pagar la cuenta. Se crea así, una cultura del saqueo impulsada desde el mismo Estado, cuando no es que los mismos funcionarios del Estado forman parte del saqueo.
Ya no queda gran margen para esconder este uso desvergonzado del poder, de la mentira, para disimular la inflación, la crisis energética y la caída del salario real.
Argentina está nuevamente en la pendiente descendente porque no se han cambiado las reglas del saqueo, solo se han cambiado las personas. Y las mismas reglas con diferentes personas igual dan los mismos resultados.
Fuente: http://www.economiaparatodos.com.ar
agosto 25, 2007
mayo 12, 2007
La Rusia de las mafias.
En verdad, la historia de Rusia es triste. Primero el terror blanco, luego el terror rojo, ahora el terror de las mafias constituidas por la antigua nomenklatura, sólo que con un ropaje distinto. Vladimir Bukovsky –el más destacado disidente junto con Solzhenitsin y Sajarov– ha sostenido que “el monstruo que crearon nuestros Frankensteins mató a sus creadores, pero él está vivo, muy vivo. A pesar de los informes optimistas de los medios de comunicación occidentales, que en los años transcurridos desde entonces han proclamado que Rusia entró en la era de la democracia y de la economía de mercado, no hay evidencias, ni siquiera perspectivas, de que así sea. En lugar de un sistema totalitario ha surgido un estado gangster, una tierra sin ley en la cual la antigua burocracia comunista, mezclada con el hampa, se ha convertido en una nueva elite política, así como en una nueva clase de propietarios”.Muchos de los tilingos de Occidente celebraron las políticas de Gorbachov sin siquiera tomarse el trabajo de leer sus escritos en los que proclamaba a los cuatro vientos “el establecimiento del socialismo real”. Gorbachov fue tratado en muchos medios de Occidente como el libertador del pueblo ruso sin percibir que se trataba de una nueva vuelta de tuerca para implantar, ahora sí, el “verdadero” socialismo, manteniendo la abolición de la propiedad privada de los medios de producción al mejor estilo marxista. La Unión Soviética provocó el mayor genocidio de la historia de la humanidad: cien millones de asesinatos desde 1917 a 1989 (en la URSS 20 millones y en China 65 millones) como lo muestra el “Libro negro del comunismo” escrito por seis investigadores encabezados por S. Courtois, (Planeta, 1998).
Ahora, alarmado, Gari Kasparov escribe que el actual Presidente Vladimir Putin celebra nada menos que la historia de la KGB, imprime efigies del asesino Félix Dzerzhinsky, elimina el debate sobre si Lenin debe ser removido del lugar de honor que ocupa en la Plaza Roja, puesto que afirma que “hacerlo sería decirles a los rusos que ellos han venerado valores falsos”. Asimismo, Kasparov señala que en los textos difundidos por la Universidad de Moscú se tergiversan los hechos más importantes de la historia soviética y “las invasiones de Hungría y Checoslovaquia son descritas como operaciones conjuntas del Pacto de Varsovia para preservar la integridad del sistema socialista”. Kasparov, con razón, se indigna frente al hecho de que las autoridades rusas –a diferencia de lo que ocurrió después del holocausto hitleriano o la reciente inauguración de La Casa del Terror, en Hungría- no han producido ni el más mínimo mea culpa.
La situación actual de Rusia, dominada por la antigua nomenklatura, se ha adueñado en la persona de aquellos hampones de la parte más importante de la actividad económica de aquel país. En medio de intimidaciones y cercenamiento de la prensa y amenazas cada vez que hay simulacro de procesos electorales y de violencia institucionalizada, esta parodia grotesca significa un peligro para la civilización además de una catástrofe para el sufrido pueblo ruso.
En marzo último nos visitó en Buenos Aires Yuri Yarim Agaev, quien nos explicó detenidamente que en 1991 hubiera sido posible revertir la situación en Rusia debido a la colaboración de eminentes ciudadanos de ese país. La operación se frustró debido a la decidida intervención del Fondo Monetario Internacional que apoyó con sumas millonarias a las mafias hoy enquistadas en el poder y en los sectores económicos y sociales más importantes. Una vez más se repite aquello que Eudocio Ravines citaba de Lenin: “Occidente vende a los rusos las cuerdas con que serán ahorcados”.
Tras este drama está presente la confusión de ideas reinantes. La única forma de progresar es contar con marcos institucionales que respeten la propiedad privada y, por tanto, los derechos individuales de las personas, comenzando por su propio cuerpo y su pensamiento, extendido a lo que obtienen de modo lícito. Es del todo injustificada la clasificación de países desarrollados o subdesarrollados. Tampoco es pertinente la clasificación de países ricos o países pobres. La clasificación correcta es de países que generan riqueza y países que generan pobreza, ya que el progreso no depende de latitudes geográficas, razas, climas o extensiones territoriales. Depende exclusivamente del respeto recíproco a los derechos inherentes a la persona que son anteriores y superiores a la existencia de todo gobierno.
Alberto Benegas Lynch (h) es Vicepresidente–Investigador Senior de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Argentina. www.hayek.org.ar