septiembre 24, 2007

¿Quién lo impedirá?

¿Piensas que son sólo valores materiales los que te exigen sacrificar?


Nunca llames sacrificio a tus mejores acciones. Si un hombre muere peleando por su libertad, ese no es un sacrificio para quien no está dispuesto a vivir como esclavo; pero sí lo es para el tipo de hombre que está dispuesto a serlo. Si un hombre se niega a vender sus convicciones, esto no es un sacrificio, a menos que sea el tipo de hombre que no las tiene.
El sacrificio es apropiado para quienes no tienen nada que sacrificar, ni valores ni reglas ni juicios. Para una persona de estatura moral, cuyos deseos nacen de valores racionales, el sacrificio es la rendición de lo correcto a lo equivocado, de lo bueno a lo malo.
¿Piensas que son sólo valores materiales los que te exigen sacrificar? ¿Y qué crees que son los valores materiales? La materia carece de valor excepto como medio para satisfacer los deseos humanos. ¿Al servicio de qué se te pide que apliques lo que ha producido tu virtud? Pues al servicio de aquello que tú mismo consideras malo: a un principio que no compartes, a una persona que no respetas, al logro de un propósito opuesto al tuyo¿ de otra forma, tu ofrenda no es un sacrificio.
Somos entidades indivisibles de materia y conciencia. Renuncias a tu conciencia y te transformarás en un bruto. Renuncia a tu cuerpo y te transformarás en una farsa. Renuncia al mundo material y se lo estarás entregando al mal.
¿Sabes lo que te piden? Bríndate a lo que no disfrutas; sirve a lo que no admiras; sométete a lo que consideras malo; rinde el mundo a los valores de otro; niega, rechaza renuncia a tu yo. Tu yo es tu mente: renuncia a ella y te convertirás en un pedazo de carne, listo para ser devorado por cualquier caníbal.
Es tu mente lo que quieren que entregues todos los que te predican el credo del sacrificio, tanto si te prometen otra vida en el paraíso o la panza llena en esta tierra.
Lo cierto es que lo más egoísta que existe es la mente que no reconoce autoridad alguna por encima de sí misma, ni valor mayor que su propio juicio de verdad. Si les preguntas: ¿Qué es el bien? La única respuesta que encontrarás será: "el bien de los demás". El bien es cualquier deseo de los otros, cualquier cosa que creas que ellos desean o cualquier cosa que creas que deberían desear.
El "bien de los demás" es una fórmula mágica que transforma cualquier cosa en oro, que debe ser recitada como garantía de gloria moral y como justificativo de cualquier acción, aunque esta sea terrible. No necesitan pruebas, ni razones ni éxito; no necesitan alcanzar con los hechos el bien de los demás: todo lo que necesitan es decir que el motivo de cualquier cosa que hagan fue el bien de los demás.
Y cuando la racionalidad se rebela, viene la fuerza. Tratan de forzarte a renunciar a tu mente y aceptar la voluntad del otro como sustituto, con un revólver en lugar de un razonamiento, con el terror en lugar de un argumento.
Ya sea un asaltante de caminos que enfrenta a un viajero con el ultimátum: "la bolsa o la vida", o un político que enfrenta a un país con el ultimátum: "la educación de tus hijos o tu vida", el verdadero significado de esa intimidación es: "tu mente o tu vida", pero para el hombre no es posible la una sin la otra.
Si el mal tiene grados, es difícil decir quién es peor: el bruto que asume el derecho de forzar la mente de otros, o los imbéciles que le permiten hacerlo.

Algo así dijo John Galt, en su estupenda "cadena" al pueblo, en los últimos capítulos de La rebelión de Atlas, 1957.

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