Recuerdo que un funcionario extranjero dijo hace cinco años atrás que el pueblo argentino estaba para un sillón de psicólogo. Me gustó esa frase porque estaba muy atento a los acontecimientos y veía que la paranoia se había apoderado de una gran parte de la comunidad. Hoy José Benegas dice en su blog algo similar, y declaro que personalmente coincido con su opinión. El resentimiento de Argentina contra los Estados Unidos no tiene explicación lógica. El odio a esa nación no tiene motivo alguno, no he escuchado ninguna opinión razonable al respecto; si veo sin embargo un sentimiento de inferioridad del ciudadano argentino común respecto a los estadounidenses, y eso puede explicar el odio que se siente, que es en realidad un disfraz, una excusa para ocultar otros más vergonzosos: la mediocridad y el fracaso. Ese sentimiento de inferioridad es también muy común en Latinoamérica pero en ningún lugar del continente es tan fuerte como en Argentina.
Todas las acciones de los gobiernos latinoamericanos y principalmente de Néstor Kirchner y de Hugo Chávez están orientadas a llamar la atención del gobierno de EE.UU. Los gobiernos de Argentina y Venezuela necesitan demostrar que son políticamente independientes de los Estados Unidos, pero se comportan de manera tan infantil, haciendo tantas populacherías y parodias para llamar la atención del gobierno norteamericano, que están demostrando ser totalmente dependientes de la consideración del gobierno de ese país. Como lo diría Ayn Rand, buscar la aprobación o consideración de otro es una forma de parasitismo, y el parasitismo es una vergonzosa forma de dependencia.
En Argentina existe una creencia en el vulgo de eso que se llama el “ser nacional”, un pensamiento tan absurdo e irracional como el pensamiento de Hitler y la “superioridad germánica” sobre las demás razas, que se cree que han nacido con un don especial que carecen los demás seres del mundo. Esta creencia argentina de superioridad que es realmente una debilidad, es tan vieja como la nación misma, pero que ha cobrado vigor en los últimos años, después de los desastrosos resultados de las políticas populistas. Desde los sucesivos desastres políticos ha renacido el sentimiento contra los Estados Unidos, porque la clase política necesitan crearse un enemigo para culpar, demonizándole, y pretendiendole culparlo de los fracasos políticos argentinos, sin embargo el fracaso es la incoherencia de las políticas populistas que se siguen desde hace más de 70 años y que han llegado a su clímax. Estados Unidos no es el enemigo ni el culpable.
La incoherencia en los activistas de DDHH
Las fuerzas políticas de izquierdas se han adueñado del tema de los derechos humanos, pretendiendo mostrarse al mundo como los defensores absolutos de la vida, la libertad y los derechos individuales; sin embargo casi todos sus militantes provienen de bandas subversivas que tomaron las armas en la década de los años 70; muchos de ellos con largos antecedentes criminales. Una parte considerable de estos militantes tiene simpatías con el régimen iraní, con la banda Al Qaeda, con Hamas, con la Jihad Islámica. Tuvieron en el pasado financiamiento del régimen cubano y ahora lo consiguen del régimen venezolano. Su política es negar la verdad, pretenden manipular y reescribir la historia haciéndoles creer a las nuevas generaciones que en Argentina no hubo una guerra civil, que todo lo que se dice en contra de ellos es una confabulación de la derecha, y para ello tiene todo el apoyo de la prensa y de los docentes universitarios.
En ocasión de conmemorarse el sexto aniversario del atentado terrorista contra los Estados Unidos en Nueva York, Pensilvana y Washington muchos activistas celebraron este sanguinario suceso donde murieron miles de personas inocentes. Esta celebración es un hecho bochornoso, totalmente deplorable y absolutamente contrario a los objetivos que dicen perseguir. ¿Por qué son derechos humanos como la vida solamente las víctimas de los activistas y no los otra gente? ¿Cómo pretenden que el mundo les crea después de esta manifestación? Está visto que los derechos humanos les importan un comino, usan esta bandera para conseguir subsidios, indemnizaciones para vivir a expensas de los demás individuos. Han cambiado las armas por una cámara y un micrófono en la televisión o una cátedra en la universidad, y han cambiado el secuestro extorsivo por un subsidio permanente del gobierno y la extorsión por una indemnización.
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