septiembre 02, 2007

LA DERECHA BOBA



O por qué manda la izquierda. Este es un artículo escrito por Alberto Mansueti, desde Zulia, Venezuela, quien ha fundado un movimiento político llamado "Rumbo Propio". Este movimiento político busca autonomía política para el estado de Zulia y luchar por el respeto a los derechos individuales, que son atropellados por Hugo Chávez



“La izquierda virulenta es el segundo más grave problema político de Venezuela y América latina; el primero es la derecha estúpida. Chávez se mantiene en el poder no solo ni tanto por el reparto de dinero petrolero y el fraude electoral. Los dos factores le ayudan, por cierto, pero hasta que termine de hacer su efecto el adoctrinamiento masivo, ese lavado cerebral que les volverá a ambos innecesarios, como en Cuba.
Hay otros factores de más peso, como la predominante cultura de izquierdas. Y los partidos opositores, incapaces de enfrentar al socialismo siendo socialistas en mayor o menor medida (¿y quién más socialista que Chávez?) Aunque casi muertos siguen con sus viejas mañas, entre ellas la improvisación, a la que llaman pragmatismo. Y dejan (esta vez por completo) la acción política en manos de periodistas y medios de comunicación, actrices y actores, empresarios mercantilistas, agencias publicitarias y de encuestas, y ahora unos cientos de estudiantes de sentimientos claros e ideas confusas. Sin mensaje. Todos igualmente inexpertos e impotentes ante las veteranas izquierdas en el poder, que saben muy bien lo que hacen, y están dispuestas a todo.
El autor de estas líneas es miembro fundador de Rumbo Propio, movimiento político regional del Zulia (occidente de Venezuela), junto con Néstor Suárez, su Presidente. Ahora mientras UD. las lee, enfrentan un proceso judicial acusados de “separatistas”, y son imputados por traición a la Patria, delito castigado con 25 años de prisión. El local de RP en Maracaibo ha sido asaltado y saqueado un par de veces, y sus directivos reciben incontables amenazas, que proceden no solo del campo oficialista. Y sufren algo peor: la crónica falta de recursos. Su crimen: impulsar un Estatuto de Autonomía para el Zulia y todo otro Estado venezolano que lo decida mediante Plebiscito, consagrando una Carta de 3 Libertades y 11 Derechos con las garantías económicas tan destacadas como las políticas, de expresión, de culto, etc. La sola propuesta de RP es un desafío, el único serio, para Chávez. Pero también para la oposición actual. De concretarse la autonomía regional, una parte del país mostraría a la otra y al mundo -una vez más- la diferencia entre capitalismo y socialismo, en la práctica.
Desde luego los de RP no queremos separar al Zulia de Venezuela. Nuestros reales crímenes han sido decir la verdad y nadar contra la corriente, que en estos tiempos es lo mismo.
La derecha liberal tiene razón: lo mejor es el capitalismo abierto. Pero nadie lo dice. Chávez dice que “ser rico es malo”, pero mire Ud. los socialistas, casi todos ricos (comenzando por él mismo), y tomando su riqueza de los mercados, solo que a la fuerza. No hay comunista pobre. Ni que regale su dinero a los pobres. Pero casi nadie lo señala. Ni hay quien entable el único debate que importa: el ideológico y moral, ante el máximo tribunal en esta tierra hoy en día -la opinión pública-, en defensa del único sistema que funciona: el capitalismo.
Por eso la izquierda manda; e impone el socialismo. Nadie se asume de derechas, como si fuese el vicio secreto inconfesable y único pecado en esta era tan indulgente, la Era de la Indulgencia. El de izquierda es el único relato que se oye, y por eso sus reglas se dan por buenas aunque los desastres que ocasionan son manifiestos. Sus principios -meros pretextos para justificar los desastres- son falsos y tramposos, y sin embargo se toman por lógicas o evidentes certidumbres. ¿Por qué? La primera y más simple razón es que el vocablo “derecha” tiene una gran carga descalificadora e infamante, hábilmente colocada por la izquierda, y como nadie lo reivindica, entonces la palabra conserva intacto el veneno, con el cual todo socialista hiere mortalmente y quita de en medio a quien se atreva a defender el capitalismo; le basta con acusarle: “¡Derechista!” Y ya. Pero hay muchas otras razones.


Abismales asimetrías (las gotas y el océano)

Muy de vez en cuando, alguien como yo escribe un artículo como este, o un ensayo o un libro, y no es fácil publicarlo. ¡Decenas de libros, cientos de ensayos y miles de artículos publican y circulan todos los días los gurúes, mandarines y plumíferos de izquierda, la mayoría en Venezuela y en todo el mundo! El desequilibrio es abrumador. Y más: en plan de periodistas escriben a diario las noticias -lo que ellos dicen ser noticias- y las narran, comentan y “analizan” a su gusto. Como legisladores, año tras año escriben leyes, decretos y ordenanzas, a su modo; como jueces así escriben las sentencias, y como abogados, los alegatos. Como publicitarios, anuncios comerciales. Peor aún: escriben textos escolares y universitarios, literatura culta y teatro, poemas, canciones populares, guiones de películas y teleseries (tipo Sony y Warner) para todos nosotros y nuestros hijos y hasta comiquitas, incorporando a sus obras todos sus sesgos y prejuicios.
La gente no se da cuenta porque está acostumbrada, e impregnada con ideas de izquierda. No las reconoce como tales, porque no puede comparar. El Sr. Jourdain -personaje de Moliere- supo que hablaba en prosa cuando conoció el verso, así la gente sabe que su pensamiento es socialista cuando conoce el liberal. Y eso si el producto es genuino, porque circula un “liberalismo” (adjetivado “moderno”, “social” o “progresista”) que es socialismo en otras palabras, falsificación importada de Europa y EE.UU. Por eso se idolatra al Che Guevara: porque se dignifica al socialismo como “causa noble”; así se legitima a la izquierda, demonizando a la derecha y a lo que se le parezca. Por eso a cualquier iglesia que Ud. vaya un domingo el clérigo será de izquierdas -revolucionario o democrático- o al menos estatista, y por supuesto relativista. Y no importa qué partido vote Ud. un domingo electoral, también lo serán los candidatos, y sus propuestas.
Los personajes de izquierdas ocupan los puestos claves en la política o giran alrededor; pero también -y más importante- en la prensa, la docencia, las letras y las artes, las profesiones y el clero. Su labor dice ser constructiva de un “nuevo sistema”, y es un adoctrinamiento puramente negativo y destructivo de los conceptos, los valores y la economía. Pero convierten a su credo a cantores y artistas, y a muchos billonarios y a sus ejecutivos, a militares, profesionales exitosos y “héroes” del deporte tipo Maradona. Y al pueblo. Su tasa de reproducción es muy alta; en Venezuela se han multiplicado por 4 o 5 en apenas 2 o 3 generaciones. Por eso aquí la política es de izquierdas, en el oficialismo y en la oposición: porque lo es el ambiente.
Disponen de cuantiosos recursos, de todo orden. Con la incomparable ventaja (entre otras) de destruir a tiempo completo, viviendo casi todos del Estado y sin desafío. Los demás en cambio vivimos de nuestro trabajo (ellos también, viven del nuestro) y a él dedicamos nuestros diarios afanes. Y a nuestras familias y vida privada, sin tiempo para política, economía, filosofía o asuntos públicos, y menos para la rehabilitación, legitimación y promoción del capitalismo. Estamos en este drama todos quienes con el capitalismo liberal saldríamos de la pobreza: la clase media hoy depauperada y los millones de pobres y miserables, ambos sectores carentes de representación eficaz, y que en su mayoría siguen a las izquierdas por ignorancia, y porque no hay otra cosa.


No hay derecha (y mucha falta hace)

Hace tanto de esto que ya casi no hay derecha capaz de reconocer en concepto el capitalismo liberal, que en pocas y simples palabras es el sistema de trabajo y ahorro (“acumulación de capital”), inversiones y actividades privadas libres y sin privilegios legales, para producir con eficiencia una cesta de bienes y servicios cada vez más abundante y variada, de superior calidad y menor precio. Eso es posible cuando el Gobierno no estorba con reglamentos y permisos, y cumple bien sus funciones naturales -seguridad, justicia y obras públicas- con mínimo gasto e impuestos, sin apropiarse de lo ajeno. En resumen: Gobiernos limitados, mercados libres, y propiedad privada; con empresas, escuelas, hospitales, iglesias, etc., separadas del Estado.
No obstante este sistema es presentado de manera deformada y tendenciosa como explotador, inmoral e inhumano. Y como uno que “ya no se practica en ningún país”; lo cual es cierto, pero -y nadie aclara el punto- no porque “todos los extremos son malos”, sino porque la izquierda tiene la supremacía cultural y política y lo impide, y porque la gente desconoce sus potenciales beneficios. El abrumador consenso intimida y disuade a cualquiera de reservas o dudas, o al menos de expresarlas. Y si el público ya ni puede identificar el capitalismo, menos puede juzgarle objetivamente. Ni compararle con el socialismo, bajo el cual las actividades privadas son acosadas y entrabadas, pero al mismo tiempo gravadas y parcialmente confiscadas, por sus enemigos, que sin embargo viven gracias a ellas. Ese sí es un extremo malo.
En Venezuela, la socialdemocracia y el social cristianismo -los partidos AD y COPEI, y sus descendientes- pasan como centroderecha y hasta derecha. Pero son corrientes de izquierda moderada, que se dice de centro y “humanista” pero es izquierda boba, por creer en un socialismo no tiránico. Y lo que la izquierda hace pasar por “extrema derecha” puede ser extrema pero no es derecha, sino la variante nazi o nacional-racista del colectivismo. El truco es para confundir y amedrentar, asociando al capitalismo con el (nacional-) socialismo, que aquí es una expresión minúscula, pero puede crecer si ante el comunismo sigue ausente la derecha liberal. El resto es izquierda neta, más “viva” que boba; comenzando por el chavismo, ahora como PSUV (Partido Socialista Unido), formado con cuadros salidos del Ejército, el PCV (Partido Comunista) y las iglesias cristianas.
Y siguiendo por los ahora opositores MAS (Movimiento al Socialismo), ID (Izquierda Democrática), Causa R (Radical), BR (Bandera Roja); y sus herederos, camuflados con nombres más anodinos y menos explícitos, pero idénticas propuestas y consignas. Casi todos sus líderes, rojos de toda la vida -y algunos ya muy ancianos- fueron chavistas hasta ayer o anteayer. No cambiaron de ideas, solo de bando, y no por principios, sino por una cruda cuestión aritmética: no hay suficientes puestos -y contratos y subcontratos, créditos y becas, etc.- para todos (y sus enormes egos), sus séquitos y parientes. Y eso que el nuestro es un país petrolero. Y su Estado es rico y enorme, por obra de las izquierdas (política, diplomática, académica, militar, sindical, cultural y artística, mediática, clerical, empresaria y profesional, deportiva, etc.) que ahora no caben en el gobierno. Ya pasó en Cuba hace muchísimos años; por eso los dirigentes habaneros buscan siempre colocaciones en otros países que tratan de colonizar, por todos los medios, incluyendo la invasión militar, como a Venezuela en los’60, y después en Centroamérica, África y Asia.

La oposición no sirve (no da en el clavo)

Aquí la oposición “de centro” (pero, ¿puede haber centro sin derecha?) quiere un retorno al pasado anterior a Chávez. Imposible: Chávez manda gracias al profundo, justificado y extendido descontento con lo que había. Y la otra oposición quiere un socialismo sin Chávez. Imposible también: la de Chávez es con mucho la oferta socialista más colorida y atractiva. Y mientras los opositores sigan con ofertas tan deslucidas, seguirán como minorías “escuálidas”, como él les llama.
La tímida oposición ni se llama a sí misma oposición sino más modestamente “disidencia”, como en Cuba. Y como en Cuba, no tiene mensaje, programa ni proyecto. Como el chavismo se parece al castrismo, así se parece el antichavismo al anticastrismo: en lugar de recoger el desafío ideológico de la izquierda y dar la respuesta, se limita quejosa a mostrar las heridas, contusiones y ofensas, en espera de apoyo internacional, que nunca llega porque la hegemonía de izquierda es mundial. Y embiste contra toda ideología y toda política, incluso las liberales, que desconoce. Pide “unidad” opositora; pero ¿dónde están los principios, las propuestas y la agenda? Y reclama “consenso”; pero el consenso es la enfermedad de Venezuela: ¡consenso es lo que sobra, en contra del capitalismo liberal y en favor de los puntos de vista “sociales” de las izquierdas!
La “disidencia” insiste en consignas oportunistas del momento, ahora p. ej. por el canal RCTV, cerrado por Chávez. Y en que “esto no es revolución”, como si toda revolución fuese buena y santa. Y en que “esto no es socialismo”. Dice que es comunismo, stalinismo, fascismo, totalitarismo, militarismo, dictadura, autoritarismo o lo que sea con tal de proteger y salvar al socialismo. Sin embargo, “comunismo” es un término equivalente a socialismo, Stalin fue un jefe supremo socialista (como Chávez), y el fascismo es un socialismo (como el bolivariano). Y el totalitarismo militarista y la dictadura autoritaria -de un jefe, un grupo o una categoría social- son inseparables de todo socialismo.

Liberalismo Clásico invisible (reducido y silenciado)

Los venezolanos ni hemos oído hablar de las soluciones capitalistas. Por ejemplo: reducir la pobreza creando riqueza con los mercados abiertos, sin los privilegios de las leyes especiales, que son los verdaderos monopolios, sean grandes o pequeñas las empresas beneficiadas. Sin impuestos excesivos que impiden ahorrar, ni deuda pública agobiante; y con el Estado en su lugar. Con real integración entre países, mediante intercambios sin aranceles, cuotas o trabas; y no por convenios y entes político-burocráticos (CAN, MERCOSUR, ALCA o ALBA). Sin inflación, mediante libre competencia de monedas -nada de “curso legal”-, y con banca y bolsa compitiendo para captar los ahorros y destinarles a las inversiones que incrementan los empleos y la productividad del trabajo, y por ende los salarios y el bienestar. Con buena educación, excelente atención médica y previsión privadas para todos, y cupones estatales para los de menos recursos. Compañías privadas en transportes y otros servicios públicos con tarifas realistas e inversiones continuadas. Con sensatez para las drogas; y leyes comunes, policía limpia y firme, y una justicia accesible y expedita aunque más resarcitoria y compensatoria que punitiva, todos remedios efectivos para la criminalidad desbordada -hoy con formas y proporciones horrorosas-, los tribunales inservibles, y las cárceles atestadas. El “Estado-gendarme”. Sí; ¿y qué?
En la discusión pública faltaron los puntos de vista liberales -siempre novedosos por desconocidos- sobre sindicatos, iglesias, clubes y otras instituciones voluntarias y por naturaleza privadas (partidos políticos) que como las empresas deben competir sin prebendas, ayudas o imposiciones del Estado, y con gestión y financiamiento por cuenta de los interesados. Ni sobre democracia liberal, que no es ilimitada, sino con los derechos a la vida, a la propiedad y a las libertades individuales constitucionalmente garantidos, límites que ninguna mayoría debe desconocer; cosa muy diferente a la demo-tiranía mayoritaria. Y mucho menos sobre cómo remover las barreras y obstáculos para llegar a corto plazo y sin traumas a este sistema, descalificado como “salvaje” y extremo, pero que sería incomparablemente mejor para todos.
Muy contados portavoces del liberalismo clásico hubo aquí, marginados de las posiciones relevantes, y hasta de las cátedras y púlpitos, y silenciados por los medios, con pocas excepciones. Por eso no tuvieron descendencia intelectual ni política. Y por eso hay siempre el mismo aburrido e intrascendente “debate” personalista entre izquierdas sobre si Fulano o Mengano representa o no “los intereses del pueblo”, asumiendo unánimes que lo mejor para esos intereses son los Gobiernos ilimitados, los mercados maniatados, y las instituciones dependientes del Estado. Pues a ese extremo llegamos, tras nuestro “camino a la servidumbre”, título del libro de 1942 donde Friedrich Hayek describe la ruta del socialismo.

Trágicas confusiones (aserrín no es pan rallado)

La derecha boba se apoya en la clase media, impulsada por muchos grupos de aquello que los medios entienden por “sociedad civil”. Se empeña en buscar como mal menor un socialismo “bueno”, tipo el “nuevo” presidente Alan García en el Perú. Pero no hay socialismo bueno: el Estado “de Bienestar” escandinavo ha sido quebrado varias veces por los socialdemócratas; y cada tanto es recapitalizado con más impuestos por los “centristas”, para volver a quebrar al poco tiempo. Igual es en Costa Rica y Uruguay. Esta derecha también idealiza a los socialistas supuestamente “reconvertidos”, pero para reconvertirse hay que leer bastante a Mises, Hayek, Popper, Friedman, Revel y otros autores, que los socialistas conocen si acaso de nombre.
Lo que sí hay son socialistas “contenidos”, por la derecha, donde no es boba. Son socialistas no practicantes, como en Chile: no hostilizan ni agreden al empresario ni le dan su tiro de gracia a la economía, como sí hizo en los ’80 el propio García, por entonces practicante. Pero los no practicantes tampoco hacen, ni antes ni ahora, las reformas liberales de verdad, y así -por omisión- dan paso a los socialistas “malos” otra vez. El caso del presidente García es análogo al de sus colegas Pérez y Caldera en Venezuela, y a muchos otros. Disfrazado de democracia social (o socialcristiana), el socialismo democrático es solo la antesala del otro. A cada Kerenski le sucede su Lenin.
No todas las derechas promueven el capitalismo liberal, y menos su cultura de democracia limitada, competencia abierta y pensamiento racional. Los empresarios incompetentes y políticos asociados defienden el mercantilismo, una forma de estatismo “nacionalista”, anterior al socialismo, que en Latinoamérica se practica desde siempre en el sector formal de la economía. Y que hacen pasar por libre mercado, vigente en el informal, y a medias: sin Gobierno limitado.
El mercantilismo pretexta servir al país, y sirve exclusivamente a sus promotores: las empresas tras los selectivos favores y “protecciones” del Estado. Esta derecha “viva” (sinvergüenza) es el tercero de nuestros grandes males políticos, tras la derecha boba y las izquierdas (todas). Desde los tiempos del Adam Smith -y de los liberales activistas como Jefferson y el venezolano Roscio, Cobden y Bright, Bastiat, etc.- el adversario histórico y principal del liberalismo fue el mercantilismo. El socialismo fue un intruso posterior, que tildó al libre mercado de “capitalismo” -otro término incriminante y descalificador- y colgó el sambenito de “derecha” por igual a mercantilistas y liberales.
Otras derechas defienden inútilmente el Neo-liberalismo de los ’90, continuación del estatismo por otros medios (más actualizados), que de liberal no tiene nada. Cotejada con estas derechas sostenedoras de un status quo insostenible, la izquierda puede lucir siempre como esperanza, y alternativa de cambio. Lo es, de un cambio para peor.

Nunca hubo derecha liberal (evocación de oportunidades perdidas)

En 1960 las garantías económicas fueron suspendidas sin término en Venezuela. De no haber sido así, ¿se da cuenta Ud. cómo sería hoy nuestro país? Pero casi nadie protestó, ni después, y siguieron en suspenso ya bajo la Constitución de 1961. Así desde esa época, y con beneplácito y complicidad de los empresarios mercantilistas, se dictó una legislación cada vez más dirigista y estatista, sin que fuera posible interponer los debidos recursos constitucionales; y en los ‘70 fueron estatizados el hierro, el petróleo y el gas. La compañía telefónica ya era estatal desde 1953, cuando por decisión del Presidente militar de entonces, Gral. Marcos Pérez Jiménez, pasó a ser un monopolio del Estado; pero antes era un monopolio privado. En los ’70 y ’80, el Estado rico promulgó leyes de “ingeniería social” cada vez más intervencionista, y casi nadie se opuso. Y en los últimos 25 años se dejaron pasar todas las oportunidades de fundar un partido para contener a las izquierdas y al avance arrollador del Estado, y al crecimiento del gasto estatal, los impuestos, las regulaciones y la inflación.
El 18 de febrero de 1983 (viernes negro), el presidente Luis Herrera (COPEI) ya no pudo mantener el dólar a 4.30, vigente por más de dos décadas. Aprovechando la discusión sobre el devaluado bolívar -y el rumbo de la democracia- pudimos los venezolanos haber creado ese partido en defensa del interés público y la inmensa mayoría, de signo y contenido liberal en lo económico, conservador en lo político, y cristiano en sus principios. El tema se trató en el Grupo Santa Lucía -una reunión de empresarios, académicos y políticos- ante quienes podían impulsarlo. Pero solo hablaron. Y en el quinquenio 1984-88, bajo el presidente Jaime Lusinchi (AD), la izquierda neta dio comienzo a su orquestada y feroz campaña de descrédito contra “la derecha”. Profesores y políticos demagogos (casi todos), sindicalistas, artistas, comentaristas y clérigos atacaron al pensador liberal Carlos Rangel, a los grupos económicos, a los bancos (privados) y a los “latifundistas” (excepto al Estado). Y en particular a los “cogollos” (cúpulas) de los partidos; aunque no a los de la izquierda neta. Y a los altos mandos de las Fuerzas Armadas, la Iglesia católica y el empresariado; aunque no a los de la prensa y los medios, que se prestaron a la campaña alquilando a cuanto marxista aceptara la paga: todos. El partido liberal debió surgir para responder al desafío, aclarando pedagógicamente los conceptos, las ideas y el vocabulario político. Pero pasaron esos 5 años y no surgió: los “reaccionarios” no reaccionaron.
Para las elecciones de 1988 reapareció el tema del partido nuevo en ideas; pero los candidatos compitieron en populismo, como siempre. No pasó nada. Y el 27 de febrero de 1989 la izquierda neta motorizó una violenta poblada en la capital: el “caracazo”. Su objetivo fue incapacitar al nuevo gobierno del presidente Pérez (AD), e impedir así las reformas pendientes. Una fuerza política debió nacer entonces, aprovechando la quiebra de la URSS, para indicar cuáles son las reformas liberales de verdad -no las del Consenso de Washington-, señalar el derrotero, explicarlo al pueblo, y exigir al gobierno seguirlo con firmeza. Pero ese alumbramiento no ocurrió.
En 1992 la izquierda militar capitaneada por Hugo Chávez le dio a Pérez dos golpes de Estado aunque frustrados en un lapso de meses (como 40 años antes a Betancourt, en 1962: el “carupanazo” y el “porteñazo”) … y nada. En mayo de 1993 el presidente fue destituido, primera vez en la historia democrática. Y la izquierda neta fue tras el poder con la coalición “el Chiripero”, y su candidato: el sempiterno Dr. Caldera (ex COPEI). En enero de 1994, a días de juramentado Caldera para su segundo período, estalló la peor crisis bancaria de nuestro siglo XX, momento otra vez propicio para un partido que dijese a la gente la verdad; no lo que quiere escuchar sino lo que debe saber: que con moneda enferma no hay banca sana. Nada tampoco. Y en noviembre de 1995 el bolívar fue devaluado a 290 por dólar, y de allí siguió cuesta abajo. En 1996 Caldera intentó corregir el rumbo con su Agenda Venezuela. Pero la derecha liberal no estuvo. Tampoco en las dramáticas elecciones de 1998, que ganó Chávez. O en la tumultuaria agitación que llevó a la Asamblea Constituyente de 1999. Ni en los muchos aunque cuestionados comicios del nuevo siglo. Por eso estamos donde estamos.

El caso RCTV (el crimen no paga)

En mayo pasado se le negó a RCTV la renovación de su concesión vencida, bajo leyes que consagran la teoría del espectro radioeléctrico como un bien limitado y de dominio público, con el Estado asignando las frecuencias y canales a los concesionarios (no propietarios), como la mamá repartiendo la torta a los niños. El concepto es falso porque el espacio radioeléctrico no es limitado, ¡y menos con la tecnología de hoy! Bajo un régimen liberal, a las empresas difusoras les serían aplicables la propiedad de sus frecuencias, y los derechos de ocupante legítimo, de primer o de actual ocupante. La interferencia a una señal podría ser juzgada -de presentarse- en tribunales, como intromisión a una propiedad ajena, tal como es (o era) con la invasión a un inmueble.
Pero la teoría del espectro limitado les evitaba a las emisoras la entrada al mercado de nuevos competidores. Les aseguraba sus nichos monopólicos, con audiencia cautiva y abultada cobranza publicitaria. Y les daba facilidades para avanzar su propia agenda: el hundimiento de AD y COPEI, con la ridícula pretensión de sustituirles por los medios. Por ello esa teoría nunca se cuestionó, desde la Ley de 1940. ¡Tampoco ahora!
Con propiedad privada y libre competencia tendríamos muchas más emisoras de radio y TV, con mayor calidad, cobertura y variedad, y más probabilidades de imparcialidad y hasta de objetividad, que buena falta hacen. Sin ellas tenemos “concesiones”, que un gobierno graciosamente otorga y otro quita (o el mismo). Y ahora una ola de medios chavistas, cambiando un parcialismo subjetivo por otro. Incapaz de responsabilizar al estatismo y encolerizados contra todos los partidos y la política, los opositores olvidaron que no hay democracia sin los partidos, y son irreemplazables. Por eso pasó lo que pasó. RCTV recibió una dosis masiva de su propia medicina. Y su colega la TV Globovisión (cabeza del antichavismo) está amenazada.

El socialismo que buscan no existe (y el que existe no sirve)

Las izquierdas todas calumnian al “laissez-faire” y promueven el socialismo, una (no tan) nueva forma de estatismo que pretexta servir a los pobres y también sirve solo a sus promotores. El socialismo que anhelan sus creyentes no existe; y tampoco “Tercera vía”, porque no hay segunda. En el papel el socialismo es un ataque “teórico” insolvente al capitalismo, que entre nosotros es mercantilista. Y en la práctica es la destrucción de toda economía privada, y su reemplazo por entes burocráticos en directa o indirecta dependencia del Estado, que hacen ricos a sus captores. El socialismo no es un alto ideal romántico que nunca pudo concretarse por azares del destino o defectos de sus jefes; es un pretexto para robar, masivamente. Y para matar. Porque así como muchos robos terminan en homicidios, el robo masivo que llaman socialismo (o comunismo) suele desembocar en crueles holocaustos: feroces guerras entre las divisiones de la izquierda, y/o guerras de exterminio internas o internacionales contra la población entera, casos Haití, Camboya, Etiopía, Somalia y muchos otros.
Sin embargo la derecha boba -por desgracia mucha- cae en la trampa: toma en serio al socialismo, y lo compra por su valor facial. Ingenuamente cree que es “otro sistema”, y su fin el bienestar general; y que impuestos y estatizaciones -y colectivizaciones y cooperativas forzadas- son los medios escogidos, aunque equivocados, para lograrlo. Y como no se logra, esta derecha concluye que el socialismo “fracasó”, y un régimen como el de Chávez debe “implosionar” solo, y muy pronto, sin dar trabajo ni esfuerzo mental. Así le dice Globovisión todos los días a su desprevenida audiencia: “¡Ya está cerca el final del dictador!”… bla, bla, bla. No es cierto; igual dijeron de Fidel en Cuba, y va para medio siglo. Es la derecha que grita “¡Libertad!”, pero no la conoce porque la confunde con la democracia, y por eso es incapaz de defenderla. Su argumento es el número: “¡Somos la mayoría!”… bla, bla, bla. Tampoco es cierto, pues los venezolanos no nos dividimos en dos mitades sino en tres tercios (aproximadamente): el chavista; el antichavista; y el tercero que no vota, porque no quiere ni a unos ni a otros, y espera otra oposición, la cual ni el gobierno ni Globovisión permiten que surja. Si no surge, los números pueden cambiar a futuro, pero en favor de Chávez. Y sin otra oposición no habrá otro gobierno.
La pregunta que nadie hace: ¿y si el fin del socialismo fuese el bienestar personal y familiar de los socialistas, y el medio para lograrlo la concentración de un inmenso poder? En tal caso el socialismo es un rotundo éxito, y el fracaso es de la derecha, incapaz siquiera de poner contención al peligro.


En Venezuela no hay contención (y el dilema del parásito)

Contención pone en El Salvador el partido ARENA; y es la economía más dinámica de Centroamérica. Contención ponen en Chile los partidos UDI y RN, aún desde la oposición, en el Congreso, y el diario El Mercurio, y la central empresarial SOFOFA; y es la economía de mejor desempeño en Sudamérica. Algo menos la de Brasil, donde ponen contención los grupos económicos. Contención es incapaz de poner el PAN en México, y por eso la izquierda va a la presidencia, y probablemente antes del 2012, año pautado para la elección.
Sin contención no hay otro límite para la izquierda que su propia astucia, factor no siempre presente. Vea Ud.: la economía privada es vital porque crea riqueza. El socialismo en cambio la consume y destruye, por eso es mortal: un parásito. Como el enfermo no necesita parásito, la empresa privada no requiere socialismo, pero el parásito sí necesita organismo vivo. (Los asaltantes de bancos también necesitan de los bancos, no al revés.) Desde la oposición -en el parlamento y los medios- o desde el gobierno, las izquierdas obstaculizan los mercados, la libre competencia y las empresas. Así les impiden funcionar a plenitud, y rendir sus frutos abundantes para todos. Y pueden matarlos, pero no les conviene, pues viven de las confiscaciones: impuestos y multas, estatizaciones, inflación de papel moneda, aranceles, derechos y licencias, sobornos, etc. Enfrentan el dilema del parásito: 1) satanizan y difaman a los productores para deslegitimarles ante la opinión, y así quitarles impunemente un enorme botín; 2) pero si les matan ya no hay exacciones, y también mueren los socialistas. Por eso muchos empresarios mercantilistas se asocian a sus secuestradores, como en el síndrome de Estocolmo. Así es en Venezuela.
Chávez resuelve el dilema mezclando un verbo cada vez más radical, con acciones siempre algo menos radicales. El primero enardece e ilusiona a la base de sus fieles y le disculpa por los magros resultados. Y la mezcla con las segundas confunde a sus despistados enemigos, quienes le acusan de “dividir en dos” al pueblo con un “discurso ideológico y confrontacional”, ¡que es lo que le mantiene en pie! Le funciona porque los líderes opositores -políticos, empresariales, mediáticos, académicos, estudiantiles y religiosos- predican solo una hueca “reconciliación” sin contenido. Él puede seguir así por años y años, “profundizando” la revolución, o sea: ajustando más los torniquetes. Y como Castro en Cuba, ya viejo, cerradas del todo las compuertas de los mercados y muerta la economía privada, periódicamente abrirá resquicios en períodos de “tolerancia”, a fin de tener los socialistas unos restaurantitos abiertos. Eso sí: de 6 mesas nada más.

Chávez no es como lo pintan sus detractores (es peor)

Le dicen ególatra patológico e ignorante, cabeza de un régimen ineficaz y corrupto, pagador con dinero del petróleo de los aplausos que recibe en Venezuela y el exterior, inventor de una ideología folclórica -mezcla de elementos incoherentes-, y reincidente violador de la Constitución de 1999 que él mismo impulsó y promulgó. ¿Es así?
Su megalomanía es notoria, sin duda, pero no es rasgo exclusivo suyo sino consustancial a todo jefe socialista. ¿Hay alguno que no lo tenga? La ineficiencia y la corrupción son también predecibles e inherentes al socialismo: ¿quién ha visto socialismo eficiente o incorrupto? Al dinero se lo quedan los intermediarios políticos. Al pueblo (aquí y en el exterior) solo le llegan unas monedas, las excusas, y más promesas. Pero le llega el infaltable adoctrinamiento ideológico de los “alfabetizadores” y “médicos” cubanos -o con probados métodos cubanos-, cuyo efecto se subestima pero es enorme en una opinión muy preacondicionada.
¿Y la ideología? Chávez no inventó el socialismo, cuyo ingrediente folclórico y campesino es típico desde las violentas revueltas contra la Revolución Industrial, las máquinas, las fábricas y las grandes ciudades modernas, hasta Mao-Tse-Tung. Antiimperialismo e indigenismo tampoco son inventos de Chávez; en nuestra América arraigan en la mentalidad anticapitalista del populismo rural y urbano desde la Revolución Mexicana (1911), la Reforma Universitaria de Córdoba (1918) y el APRA (1924), pasando por los Perones en Argentina y Velazco Alvarado en Perú, modelos de Chávez. Y lo “bolivariano” le sirve de taparrabo a la izquierda en Venezuela, pero así es en todas partes el socialismo: martiano en Cuba, sandinista en Nicaragua, cacerista en Perú y artiguista en Uruguay. (Además es cierto que Simón Bolívar heredó ideas estatistas de su maestro y mentor Simón Rodríguez, socialista declarado.) Ni siquiera es novedosa la conexión con el antisionismo (antijudaísmo) árabe, que data a lo menos de los ‘50, cuando Nasser, el partido Baath y la fundación de la OPEP (1960). Y respecto a la multicolor combinación de ecologismo antiglobalización, holismo panteísta, feminismo y agenda homosexualista, logofobia (odio a la razón) y exaltación de los sentimientos -con religión seudocristiana, islamista o neopagana-, es hoy común a las neo-izquierdas en todo el orbe, mezcla confusa si se quiere pero no tan incoherente si bien se mira, de la cual Chávez no es ignorante, pero al parecer sí la “disidencia”.
¿Y las violaciones a la Constitución? Su texto es muy ambiguo, pero a propósito. La normativa jurídica socialista es a menudo contradictoria (y antigramatical), para facilitar su interpretación en un sentido u otro según el caso, lo que dificulta concluir si hay o no violación. Así se escriben cláusulas retóricas por la propiedad privada -y el federalismo, la libre expresión, etc.- para adormecer a los incautos. Y a renglón seguido vienen todas las consabidas alusiones al “bien común”, la “justicia social”, el “interés estratégico” y otras por el estilo; y todas semánticamente fraudulentas, porque pueden ser y de hecho son interpretadas contra todas las anteriores, para dar más poder al Estado (central) mediante las leyes malas: contrarias a la economía privada, a la razón, a la justicia y a las libertades. Pero en Venezuela se vive el mito del país rico y las leyes buenas, y se desconoce al socialismo en carne y hueso, por eso se culpa a Chávez por las faltas propias de la especie. De este y otros errores de juicio se hace eco la prensa en el exterior, pronta a disculpar al socialismo atribuyendo sus defectos a quien lo encarna.
Chávez es un comunista tan coherente como puede serlo un comunista. Y hábil. Se hizo jefe continental de una izquierda neta que ya existía en el continente desde el Río Grande a la Patagonia, repotenciada tras la bancarrota del Neo-liberalismo de los ‘90. Heredó ese cetro de Fidel por propios “méritos”, tras largos años de conspiración incansable, unificando las facciones de la indisciplinada izquierda venezolana, y saltando con ella al poder. No es loco; es inteligente, astuto y enterado, y sobre todo cuenta con una oposición que no es ninguna de las tres cosas, como lo demostró en la increíble bufonada de abril de 2002, cuando un golpe de Estado abortado por sus mismos conductores le quitó del poder por 36 horas.


La izquierda ha mudado muchas de sus formas (pero no el fondo)

En esta era de víctimas y culpables -la Era del Victimismo-, la izquierda descubre nuevos chivos expiatorios para todas las calamidades, tanto las imaginarias o inventadas como las reales, productos del estatismo. Entre las primeras se cuentan las hipotéticas catástrofes ecológicas, las “voraces” multinacionales, las tabacaleras, la globalización, la publicidad, el “consumismo”, el individualismo, el machismo, Colón y la colonización (española), los Testigos de Jehová o el cristianismo, la raza blanca -y su tecnología-; y hasta el viejo Aristóteles y el “pensamiento único” (¿cuál? ¿el socialista?) Pero también y como siempre la “explotación”, el imperialismo (de EE.UU.), y los medios “alienantes” y la educación, que supuestamente imparten valores individualistas. En este segundo grupo hay datos de la realidad, pero solo pueden ser aclarados desde el ángulo liberal clásico, no convencional; ¡y sus representantes no están en la palestra! Veamos solo algunos ejemplos.
¿Explotación? Es cierto que los salarios son muy bajos cuando hay monopolios, pero no es producto del capitalismo sino de su ausencia. ¿Imperialismo? Es cierto que los gobiernos de EE.UU. se creen el policía mundial para vigilar que el estatismo de los otros gobiernos sea el políticamente “correcto”: drogas, medioambiente, leyes laborales, aranceles, etc. ¡Y eso es imperialismo! Pero aunque nadie lo recuerde, imperialismo no es el colmo del capitalismo como creía Lenin, sino del estatismo como enseñaba Mises. Y los gobiernos de EE.UU. han sido y son cada vez más estatistas, y ya van muy alejados del modelo jeffersoniano de 1776. El instrumento principal de su imperialismo es el dólar, hijo de su Banco Central (estatista), el Fed. Y su imperialismo sirve al socialismo de pretexto, como a Castro le han servido las sanciones económicas (estatistas) para ayudarle a atornillarse en el poder; y si mañana las aplican con Chávez, le servirán igual. ¿Los medios de comunicación? Cierto que dicen muchas mentiras -sobre todo si gozan de monopolios- e innumerables tonterías; pero aunque nadie lo advierta públicamente, casi todas son a favor de la izquierda y el estatismo. E igual con la educación controlada por el Estado, que a diario transmite los valores equivocados: colectivistas. ¿De dónde salen tantos comunistas? De las aulas de Liceos y Universidades, estatales y “privadas”, pero todas regidas por el Estado en condiciones, Programas de Estudios, textos aprobados y bibliografía oficial.
Falta la derecha liberal que desenrede la madeja, ilumine los cambios y haga ver las distinciones que aclaren los equívocos. Y haga ver a los muchos millones de damnificados del socialismo conjugado con mercantilismo la causa real de sus sufrimientos, la cual hoy no ven, aunque a gritos demandan soluciones, y para ahora.
Por su lado, los Gobiernos socialistas ya controlan y deforman nuestra economía, y casi nuestras familias; así que ahora su objetivo es nuestra mente. La realidad no es como ellos dicen; ni puede ser como dicen pretender. Ahora van a “des-alienarnos”: a controlar nuestro cerebro, y a deformarlo, para que no pensemos conforme a la realidad sino al revés. A tal propósito ya no les sirve Lenin sino Gramsci -políticamente más “correcto”-, como bien lo entiende Chávez, tan subestimado por sus oponentes. Para colmo, y como si el chavismo fuera poco, ya han surgido los grupos más bolcheviques (Tupamaros, Carapaicas, Alexis Vive, etc.), que aprovechan en su beneficio la creciente miseria y los visibles atropellos, torpezas, despilfarros y malversaciones propios del socialismo. Fuertes en barrios populares y hasta en caseríos rurales, se preparan para actuar en su momento. Chávez ya usa las peleas entre facciones (normales en la izquierda) para acrecentar su poder personal mediante el arbitraje, y puede usar esta fuerza de choque para lo que quiera. También ocurre siempre: a la izquierda de cada socialista hay otro peor. Y a cada Lenin le sucede su Stalin.
A todo esto la derecha boba ha comprado el cuento del “fin de las ideologías”, con logofobia y relativismo “multicultural” y “posmoderno”, envueltos en la gaseosa verborrea de la “New Age”, sensiblera, azucarada, empegostosa y totalitaria. Y mucho neosocialismo: ambientalismo, feminismo, responsabilidad “social y ética” del empresario, la versión expandida y social-estatista de los derechos humanos, la exigencia de “iguales oportunidades” con cuotas fijas, la manía de las leyes por toneladas; y hasta el “socialismo de mercado”. Se cierra ella misma el camino porque se parece demasiado a la izquierda que dice enfrentar. Socialismo no se combate con socialismo. ¿Quién quiere copias, teniendo a mano el original? (¡Y qué original!)


La gran ofensiva doctrinal (el CIM)

En 1967, Fidel y el Che crearon en La Habana la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), una internacional guerrillera que en los ‘70 sembró a nuestros países de violencia en “focos” insurreccionales rurales y urbanos, con muchos muertos, heridos y otras pérdidas y desgracias, aunque sin el resultado esperado.
Ahora Venezuela encarga muchas compras militares; pero a la vez los Chávez (Hugo y su hermano Adán) crearon en Caracas el Centro Internacional Miranda (CIM), bien provista y eficaz red global de escritores, periodistas, profesores, cineastas, juglares y otros expertos propagandistas. Es la fuente de consignas y símbolos con letra y música -en CDs y otros medios e instrumentos- para el partido de Chávez, las radios, televisoras, revistas, libros, librerías y periódicos de izquierda; y la educación, los gremios, militares, cooperativas y Concejos Comunales, Embajadas, etc. Desde la cumbre de la activa pirámide se procesa, afina y difunde hacia abajo y hacia afuera el Socialismo del Siglo XXI, con contenidos ideológicos nacionales e importados de París, Madrid y New York; y de Teherán, Buenos Aires, México y por supuesto La Habana. Y también Moscú, como siempre. Aunque más que defender el socialismo, el CIM dispara sus nuevas baterías contra el capitalismo liberal, en términos de fuerte impacto y resonancia popular.

Los “think-tanks” liberales (deberían revisarse, ¡urgente!)

Atacar las ideas contrarias antes que argumentar por las propias es lógico y natural en las izquierdas, ¡no en los defensores del capitalismo! Pero es lo que hacen muchos “tanques de pensamiento” liberales de EE.UU. y sus filiales locales. Su labor es imprescindible, pero se queda demasiado corta: no se parece al CIM en lo que debería. Poco hacen para imprimir y difundir literatura popular de divulgación masiva, o producir audiovisuales para el grueso de la población. O para reimprimir, reeditar, grabar o traducir a los clásicos liberales -que hoy no se hallan en librerías ni en bibliotecas- y distribuirlos para que lleguen a quienes les buscan, antes que se desanimen.
Algunos confinados dentro de los estrechos límites de la ciencia económica, y otros como si la izquierda de hoy fuera exactamente la de hace 50 o 100 años, sus miembros no siempre abordan los tópicos más candentes o desde los ángulos de mayor resonancia popular. A veces se hacen eco de conceptos a la moda, de dudosa filiación y contenido, como “gobernabilidad” (¿?). Y se expresan menos en un lenguaje corriente para gente corriente que en los abstrusos términos de las ciencias sociales. No es de suponer que así pretendan hacer de cada ciudadano de a pie un perito en Economía, Historia y Ciencias Políticas -aspiración sin sentido-; entonces debemos asumir que se dirigen a sus colegas de la Academia oficial (cuyo reconocimiento parecen procurar) y a los estatistas que gobiernan. ¡Que son de izquierda, o casi todos! Por eso no leen ni escuchan a estos liberales, que además viven encerrados en sus ghettos académicos -salvo sus viajes de un ghetto a otro, predicando al coro, como los esperantistas- en lugar de penetrar en la política y los parlamentos. O al menos intentarlo.

Un buen ejemplo: la Escuela de Manchester (que no era académica)

En 1846, los empresarios ingleses Cobden y Bright lograron la derogación de las Leyes de Granos con el apoyo de los rudos obreros de Manchester, a quienes hablaron en palabras sencillas. En 1848, el economista francés Frédéric Bastiat respondió al Manifiesto Comunista con el folleto “El Gobierno”, Manifiesto liberal en lenguaje franco y directo; e hizo campaña para la Asamblea Nacional, y fue electo diputado.
Los “tanques” siguen menos estos ejemplos que el consejo de Hayek, pensador profundo, agudo y brillante, que jamás atribuyó a los socialistas otra cosa que error intelectual, haciendo de ello punto de honor. Por eso, y aunque sabiamente escribió que “los liberales deben ser agitadores”, les disuadía de ingresar en la política y les alentaba a dedicarse de lleno a los estudios, a diferencia de su maestro Ludwig von Mises. En 1947 Hayek organizó la Sociedad Mont Pelerin para defender el liberalismo clásico, invitando solo a un grupo de profesores universitarios, casi todos de Economía.
A 60 años de aquella fecha, muchos “tanques” y sus generosos financistas parecen seguir en esa misma línea, en lugar de convocar a periodistas, publicistas, novelistas, folletistas, músicos, cineastas, teatreros y otros profesionales, técnicos y artistas capaces de hacer propaganda efectiva. Parecen seguir tomando en serio al socialismo por sus declaraciones, como sistema alternativo con entidad propia, y no un puro y nihilista “destruccionismo” como Mises le llamó. Les explican a las izquierdas que ese sistema no funciona, y que tiene tales y cuáles gravísimos defectos, fallas y taras. Lo cual es cierto, evidente y hasta obvio; pero a los izquierdistas les importa un bledo, porque viven muy bien así, y no quieren cambiar porque a ellos sí les funciona.
Para colmo, en institutos y fundaciones los liberales clásicos conviven con anarquistas volteados a la derecha -la última moda- enemigos de todo Gobierno, incluso limitado. Y con liberales “demócratas” como muchos de la IL (Internacional Liberal), inclinados a transar con formas blandas de socialismo; y con mercantilistas y Neo-liberales, proclives a cierta intervención estatal, favorable a sus intereses los unos, y supuestamente inteligente o eficaz los otros. Por eso no siempre son consistentes. Al estilo del hegeliano Fukuyama anuncian alborozados un vuelco global del mundo al libre mercado -y para ya mismo-, que no se ve. En sus Índices de libertad económica aparecen como libres los EEUU y otras naciones que ya no lo son, aunque es posible que sean menos estatistas que otras, en comparación estadística. Y cierta perspectiva filosófica -legado del liberalismo de la Ilustración- a veces utilitarista, o estrechamente empiricista y conductista, no les permite una más sólida vindicación moral del capitalismo, pese a los esfuerzos de los muchos seguidores de Ayn Rand en sus filas (y de los no muchos cristianos

El mejor ejemplo (el de 1776)

El ideario del Gobierno limitado tiene firme apoyo en la sana teoría económica, pero no es una ciencia sino una doctrina política. ¿Por qué entonces no explicarle a la gente sencilla de la calle y en su lenguaje que no hay capitalismo funcionando para ellos pero sí podríamos tenerlo y cómo? ¿Por qué no escribir panfletos populares, y una simple lista de vetos o prohibiciones al Gobierno al modo de la Independencia Americana de 1776, correlativos de otras tantas libertades enunciadas como derechos constitucionales? Eso es Rumbo Propio. Comenzamos por Estatutos autonómicos regionales, y luego una nueva Constitución para Venezuela.
En América del Norte los principios liberales clásicos fueron consagrados primero en constituciones y leyes fundamentales para cada una de las colonias, anteriores a los textos de 1776. Y como cristianos bíblicos -bautistas, presbiterianos, episcopales, etc.- los redactores de estos documentos liminares de EEUU no compartieron la cándida noción de una naturaleza humana toda bondad y sin pecado, típica de la Ilustración, y no casualmente cultivada por los despóticos monarcas europeos y sus ministros. Por eso no vieron en el absolutismo una desviación causada por errores filosóficos, teológicos, científicos o de pensamiento político-económico, sino un pecado de los gobernantes, aunque de hecho hubiese muchos errores de todo orden involucrados, como en todos los pecados, sea para ocultarlos, disfrazarlos o excusarlos.
Lo mismo vieron un par de siglos antes los sacerdotes católicos -dominicos primero y después jesuitas- de la Escolástica hispana, ilustres predecesores de la Escuela austriaca y anteriores a los comerciantes calvinistas. Y lo escribieron. Pero en latín y para los eruditos; y por eso al capitalismo lo pusieron en práctica no los hispánicos o mediterráneos católicos sino los “herejes” protestantes, previa traducción a un lenguaje llano como hicieron con la Biblia, y no científico sino político: de barreras constitucionales al absolutismo. Aunque conscientes de que la Constitución de poco serviría sin una fuerte corriente de opinión favorable, encarnada un partido, ambos combativos y dispuestos a hacerla valer.

Rehabilitar moral, política y legalmente el capitalismo (¡Esa es la Salida!)

Los de RP describimos el capitalismo, y mostramos al público sus ventajas -y a los creyentes, sus bases bíblicas-; y sobre todo las vías políticas prácticas conducentes a obtenerlo felizmente sin esperar décadas, lo que no es imposible. Atacar intelectualmente al socialismo, mera negación del capitalismo, equivale a negar una negación, por eso no es un razonamiento muy efectivo. A menos que se destaque claro y de entrada que el socialismo no es tan solo una idea equivocada sino un fraude, una estafa a gran escala, sofisticada y peculiar: las víctimas pueden perder algo más que sus bienes. Y que sus objetivos declarados no son los verdaderos; y sus promotores, como los estafadores vulgares, deberían ser enjuiciados, tal como ahora los empresarios.
Vea Ud. la legislación de hoy, fase ya muy avanzada de la descalificación moral y consecuente desacreditación política y proscripción legal impuesta al capitalismo, a las ganancias y a la empresa privada. Vea todas esas leyes (especiales) de impuestos, laborales, pro-consumidor, anti-trust, de protección del medio ambiente, represión del “latifundio” o del contrabando, de radio y TV, bancos, “propiedad intelectual”, control cambiario, etc. Bajo sus inicuas normas, en Venezuela y muchos países cualquier contribuyente, empleador, comerciante, empresario, inversionista, agricultor, ganadero, radiodifusor, banquero, editor, importador, exportador, etc., puede ser acusado y procesado, condenado, multado, inhabilitado, confiscado y/o hecho preso como delincuente por alguna “conspiración contra el pueblo”. Entonces, ¿por qué no un comunista y por el mismo cargo, con todavía mayor razón?
No digo que los socialistas vayan todos presos, pero al menos, ¿por qué no pensar en que devuelvan a sus propietarios los bienes saqueados? Como Zaqueo el “publicano”, jefe de la recaudación fiscal en Jericó, según el Evangelio de Lucas, Cáp. 19. Por cierto, uno de los tantos pasajes bíblicos que la izquierda “cristiana” malinterpreta como favorables al socialismo -“Saqueo, el rico que dio su dinero a los pobres”- cuando es lo contrario. Y por cierto, los “think-tanks” podrían poner más énfasis en rectificar las torcidas interpretaciones socialistas de los Evangelios. Es urgentísimo desde que el colapso del Muro de Berlín y de la URSS -mas no del socialismo comunista- arrastró en su caída al dúo Marx & Engels, y las izquierdas han reclutado nada menos que a un Jesús falsificado para fundar sus salvajadas. Y a un Islamismo manipulado.
A diferencia de la producción del CIM, la de los “tanques” circula poco y su influencia es marginal: la mayor parte en lenguaje cientificista -como un moderno latín- y sin traducciones al vernáculo, se queda en la Internet. Sin bajar a los programas políticos y a las Constituciones y leyes, ni a las enciclopedias y manuales, ni a los periódicos y medios que diaria y masivamente transmiten las noticias, películas, series, entretenimientos y anuncios comerciales. Ni a las homilías, a las novelas, o a las canciones. O a las comiquitas.

Conclusiones:

En Venezuela como en todo el mundo, la izquierda manda porque no hay derecha. Y donde la hay no hace la tarea, o no la hace bien, o no la hace completa.
Pero esto puede cambiar. Y si Ud. está de acuerdo con nosotros y quiere que todo esto cambie, y participar en ese cambio, puede comenzar por guardar copia de este artículo y difundirlo. Puede ser un principio. Escríbalo: a Chávez lo sacamos nosotros -los liberales autonomistas- o no sale. Pero necesitamos muchos apoyos, y donaciones. Seguramente la contribución de Ud. nos ayudará a Néstor Suárez, Hildemaro Ferrer y su tocayo Ángel Ferrer, Alexia Bracho, Gabriel Oroño y a todos los de Rumbo Propio a mantenernos fuera de la cárcel, y a seguir haciendo ese partido descontaminado y 100 % libre de socialismo y estatismo: el Partido Liberal Cristiano que tanto necesitamos en el Zulia, en Venezuela y en el mundo. Muchas gracias y que Dios le bendiga ricamente

1 comentario:

Martín Benegas dijo...

Estoy de acuerdo en mucho de lo que dice aunque no en lo de un partido "liberal cristiano" ese es un concepto excluyente ¿acaso no se puede ser judío y liberal? además de llegar al poder violaría implicitamente el principio liberal de separación entre iglesia y estado.