octubre 19, 2007

Del capitalismo nace la igualdad


Capitalismo o Libre mercado


La igualdad – de derechos- sólo es posible en un marco competitivo racional de libre mercado, donde los sujetos interactúan buscando su beneficio particular por razón de su supervivencia, en donde las elecciones “se toman” por discriminación racional.

La igualdad de derechos es incompatible con la igualdad de resultados y la igualdad de oportunidades ya que en ellas, las cuatro premisas no se dan.

Por Juan Trenado Quintana


Estoy convencido de que entre los lectores habrá alguno que compartirá el título o tesis del artículo, bastantes que sin defenderlo en público actúan y viven como si estuvieran de acuerdo amoldándose a las circunstancias, y muchísimos otros más, que seguramente vean esta afirmación como un disparate o una obscenidad.
Sea cual sea el grupo donde se encuentre, a lo largo del artículo demostraré que libertad e igualdad no son excluyentes (siendo por supuesto principios distintos) y que la mayor cota de igualdad se consigue en el libre mercado. Empezaré por aclarar y definir los términos.
En nuestros días sigue existiendo una confusión generalizada en torno a la igualdad, tendiendo a mezclar tres conceptos.

Igualdad de los hombres ante la ley (a la que se refería Thomas Jefferson)
Igualdad de resultados, que implicaría que todos los hombres tuvieran una misma cantidad... ¿de qué? En general los defensores de la igualdad de resultados se refieren a cantidades iguales de dinero para todos, pero... ¿Por qué ha de ser esa la única medida?¿Por qué no aspirar a la misma cantidad de belleza, cabello o trabajo? Es un hecho que la búsqueda de igualdad de resultados presupone una decisión que sólo puede implantarse cuando un grupo impone sobre otro su visión del mundo. La auténtica igualdad de resultados es algo lógicamente inalcanzable en un mundo caracterizado por la diversidad. Los intentos por conseguirla han desembocado en calamidades sociales ya que conseguir resultados iguales, uniformizar la sociedad, supone tratar a los hombres de forma desigual.

Igualdad de oportunidades, entendida como igual asignación de probabilidades a todas las personas para triunfar en la vida. Los que utilizan igualdad de esta manera en la mayoría de los casos (implícitamente) se refieren a igualdad ante la ley o igualdad de derechos. De no ser así, los esfuerzos por crear una auténtica igualdad de oportunidades pueden ser tan dictatoriales como los medios para crear la igualdad de resultados. La discriminación, mal llamada positiva, es una distinción irracional de unos colectivos sobre otros. El envoltorio de esta discriminación siempre es el mismo, la igualdad de oportunidades. Se llega a esta discriminación mediante la sobrevaloración de un grupo por el mero hecho de ser de un determinado sexo, raza, condición, o clase cercenando la igualdad de derechos ante la ley del resto que no son así y que soportan las cargas por cuestión de nacimiento o naturaleza.

La clase de igualdad adecuada para una sociedad libre es la igualdad de derechos (igualdad ante la ley). Como afirma claramente la declaración de Independencia de Estados Unidos. Los derechos no son privilegios otorgados por el Gobierno. Son algo natural e invariable, inherente a la esencia del hombre. Son propiedad del individuo por el mero hecho de su condición de ser humano, por la capacidad de responsabilizarse de sus actos. Por lo tanto no son conferidos por los hombres y no son otorgados por los Gobiernos. Los hombres crean Gobiernos para defender los derechos que ya poseen.

Pasando al segundo concepto de la proposición, Capitalismo o libre mercado, lo definiré como el ámbito donde los particulares (agentes económicos) intercambian bienes y servicios como consecuencia de la libre voluntad. Voluntad cierta puesto que cualquier acuerdo en el que exista error, intimidación o mala fe es nulo (El Estado garantiza precisamente por esa igualdad de derechos que todos son tratados ante la ley de la misma manera y que, por tanto, el consentimiento es real).

Una vez definidos sucintamente igualdad y libre mercado enunciaré cuatro premisas necesarias y lógicas (aunque no por ello políticamente correctas) para demostrar que la igualdad sólo puede darse en el terreno del liberalismo (en la acepción de la palabra en lengua española).

Premisa A: TODA ELECCIÓN IMPLICA UNA DISCRIMINACIÓN

Esto es así puesto que la no discriminación en el sentido absoluto llevaría al estatismo o lo que es lo mismo, la no acción. No se llevaría a cabo ni se tomaría ninguna decisión. Cuando elijo un coche, discrimino una marca sobre otras por el precio o por el diseño, o si le pido salir a una chica al cine es porque su sonrisa, inteligencia o su simpatía me enamoran y me hacen discriminarla favorablemente en la elección, con relación a otras féminas. Incluso la elección aleatoria es discriminatoria en sentido inverso (no interviene mi voluntad sino motivos y causas ajenas a mi en la elección y determinación del hecho).

La voluntad remite a lo querido y es determinado por la “causación” de lo querido (Spinoza). Sin ánimo de entrar en la INFINITA red de causalidades determinativas de la voluntad, encontraremos en todo caso que la elección determinativa ha supuesto en todo caso una exclusión de un elemento sobre otro.

Premisa B: EXISTEN DISCRIMINACIONES BAJO CRITERIOS RACIONALES Y DISCRIMINACIONES QUE SE REALIZAN CON CRITERIOS IRRACIONALES

En esta premisa intento dividir los motivos de la elección de un hecho en dos grupos, aquellos que tienen un componente racional (beneficio, razón de mérito, inteligencia, esfuerzo, comodidad, etc.) y aquellas causas que son “irracionales” (por ejemplo razones sentimentales de amor – odio, envidia, miedo, angustia, locura, ignorancia, etc.). Por ejemplo, contratar a un vendedor porque es listo y hace bien su trabajo es una discriminación racional sobre otras personas que quieren ese puesto y no lo son o son menos capaces. Si ese empresario contratara para ese puesto a una persona por el hecho de ser un familiar suyo sin valer ni ser apto para el cargo, o contratar a un hombre por el hecho de ser hombre o a una mujer por el hecho de ser mujer, sería una elección irracional. Centrando la cuestión en el aspecto financiero y tributario del Estado, quitar el dinero a aquellos que lo han producido (bajo la coerción de la cárcel en caso de negarse) para dárselo a otros que lo necesitan (teóricamente) más, podrá ser una decisión buena o mala, pero sin duda el dar algo a alguien de otro, por el mero hecho de ser o estar, es irracional.

Premisa C: EN UN MARCO DE COMPETENCIA SI NO SE TOMAN DECISIONES RACIONALES “SE MUERE” Y RACIONALMENTE LA EMPRESA QUIERE SOBREVIVIR (beneficio)

Sin duda, en el llamado libre mercado existen decisiones lógicas y elecciones irracionales o menos afortunadas. Estas últimas, las malas elecciones las acaba sufriendo y pagando la empresa en su balance y cuenta de resultados. Cuando el empresario contrata a un inútil por el simple hecho de ser un amigo, conocido o familiar le esta pagando por algo que no hace, hace mal u otro haría mejor, por lo tanto está teniendo una pérdida. Si es al contrario y no contrata a alguien válido por prejuicios de raza, sexo o edad (etc.), el empresario está desaprovechando una oportunidad de beneficio. En todo caso, la pérdida o la equivocación la sufrirá el empresario que libremente tomó la decisión irracional, y eso es algo que en un mercado de competencia abierta el empresario no se puede permitir. En España, por ejemplo, el 85% de las pequeñas y medianas empresas se disuelven a los dos años de haber nacido.

Premisa D: “SÓLO SE PUEDE COMPETIR EN IGUALDAD CON OTRO EN EL PLANO RACIONAL”

Todo lo que se escapa de esta premisa es peligroso para la igualdad. Competir o tomar una decisión cuando están por medio sentimientos o prejuicios ilógicos es inestable e inseguro. La subjetividad reina en este mundo (tan humano por otra parte) y como consecuencia la desigualdad en las valoraciones y la toma de decisiones. Por ejemplo, un procesado amigo del juez no competiría en igualdad de condiciones si otro juez, no vinculado, fuera el encargado de juzgarle.

Si aceptamos las cuatro premisas tenemos que:

“La igualdad – de derechos- sólo es posible en un marco competitivo racional de libre mercado, donde los sujetos interactúan buscando su beneficio particular por razón de su supervivencia, en donde las elecciones “se toman” por discriminación racional. Y que esa igualdad es la que garantiza que nuestras capacidades (que atienden a unas necesidades o causas) van a ser valorados adecuadamente, respetando los derechos que tenemos por el mero hecho de existir (garantizados – y no dados- por el Estado)”.
“Si lo anterior es cierto, la igualdad de derechos es incompatible con la igualdad de resultados y la igualdad de oportunidades ya que en ellas, las cuatro premisas no se dan”.

Publicado en el Diario de América el 23/08/2007

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