abril 24, 2007

La democracia

La democracia es dos lobos y una oveja votando sobre que se va a comer.
La Libertad es la oveja, armada, impugnando el resultado.

Benjamin Franklin

abril 22, 2007

El retorno al sistema de reparto

Hace algunos dias fue sancionada una ley y puesta en vigor, que permite el regreso al sistema de reparto de quienes estaban afiliados a una administradora de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP). El retorno de muchos afiliados de estas administradoras a las cajas del Estado traerá compliacaciones financieras al gobierno e incrementará la deuda del mismo a largo plazo. Estas complicaciones aparecerán cuando se ha esfumado la bonanza económica que goza el actual gobierno argentino, no por sus meritos, sino por un golpe de suerte, como los altos precios de los comodities que produce y exporta la economía argentina, y por el empuje que da el crecimiento económico en todo el mundo. Este crecimiento argentino puede verse disminuido a corto plazo cuando las ventajas comparativas de los precios de los comodities se esfume y produzca una eventual receción económica que disminuya los ingresos fiscales. Cuando esto suceda el Estado se verá en grandes dificultades para afrontar las nuevas erogaciones que le acarreará el sistema de jubilaciones, engrosado por el retorno de los nuevos afiliados y la eventual disminución de ingresos.
En la República de Chile, las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), fue creado hacia prinicipios de los años 80, y el sistema desde su creación no ha cesado de crecer y desarrollarse. Ha acumulado grandes cantidades de capital financiero producto del ahorro, que han permitido una creación de capital autenticamente nacional,también ha permitido una disminución de los tipos de interés que ha hecho posible y rentables muchos proyectos de inversión, y dado a la economía de Chile un crecimiento sostenido durante casi un cuarto de siglo, sin haber afrontado una receción económica grave, ni indices de desempleo elevado. Ha permitido que el Estado Chileno, no dependa del capital financiero internacional y mantenga una deuda pública baja por el activo sector privado económico de Chile.
El sistema de reparto en Argentina, tiene un vicio en su estructura. Está basado en saqueo compulsivo del producto de la gente productiva. El Estado saca por la fuerza el producto de la gente que produce honestamente y lo distribuye como le viene en gana entre los afiliados. No deja alternativa para quienes no deseen ingresar al sistema. El dinero cae en manos de gente inescrupulosa y corrupta que distribuye o manipula a su conveniencia esos fondos. Es inconcebible que haya gente pueda creer que el Estado es seguro, cuando ha sido el estafador más grande que ha habido en la historia argentina. Ha estafado a los ciudadanos repetidas veces en la historia, cada diez años más o menos ha saqueado las cuentas bancarias y emitido deuda que ahora se niega a reconocer. Ha estafado también a ciudadanos de otros paises como Italia que ingenuamente creyero en el país coomprando títulos de deuda, y cuyos ahorros estaban destinado para afrontar su vejez. Quienes se pasan al sistema de reparto se preguntan que sucedería si una AFJP quebrara, creen que sus ahorros se perderían por una quiebra, pero ignoran que los fondos que administra una AFJP son fideicomisos, sus fondos son inembargables y no forman parte del patrimonio de la administradora; la quiebra de una AFJP,no afecta el patrimonio de los afiliados, sencillamente se pasa la administración del fondo a otra AFJP. Ignoran incluso, producto de la incultura del pueblo argentino el significado del término "fideicomiso", que es tan común en los economías capitalistas.
En la sanción de la mencionada ley, ha predominado la nostalgia,la estupidez, y la inescrupulosidad de los políticos de hacerse de fondos con el propósito de hacer a la gente dependiente de ellos y manipularla con fines políticos. Las consecuencias económicas y financieras de esta ley, son un negro futuro para los actuales contribuyentes que verán amenzada su jubilación en el largo plazo, pese a haber aportado una parte considerable de sus ingresos durante años y décadas. La amenaza es para la gente joven, que tiene varios años de vida laboral. El estado argentino no podrá seguir estafando cuantas veces desee a sus ciudadanos o al mundo. Llegará un momento en que los ingresos se le acabarán.

abril 15, 2007

Derecho, Legislación y Libertad

F.A.VON HAYEK - DERECHO, LEGISLACION Y LIBERTAD


Ícaro quiso rozar los rayos del sol y la cera de sus alados brazos se derritió, precipitando su desdichada suerte en los dominios de Neptuno. La hybris le empujó a tamaña osadía, convirtiendo sus sueños en una funesta advertencia para la humanidad. Con el tiempo, sin embargo, los mitos se desvanecieron entre las tórridas luces de la Razón y el hombre se creyó nuevamente en posesión del fuego sagrado. De las aguas bautismales de la Aufklärung surgió un hombre nuevo; un ser de nuda pureza, sin lazos con el pasado, sin atávicos temores, seguro de sí mismo, de aspecto divino, de poder ilimitado, y cuyo mundo cabe en una ecuación. La era de la Razón nubló las mentes de los hombres, evitando su emancipación de la primitiva concepción que interpretaba toda realidad en sentido antropomórfico y dando paso a una nueva forma de irracionalismo. Así, los philosophes creían que podían borrar toda duda, ignorancia, prejuicio, temor, propios de las sociedades fanáticas, teocráticas y poco civilizadas. Con este marchamo liberador las tropas napoleónicas predicaron su nueva fe al son de los acordes de Rouget. Hoy en día la izquierda, en nombre de un pretendido afán civilizador, se ha erigido en la portadora del fuego sagrado, arrasando a su paso toda tradición, a la que considera hija del oscurantismo religioso.

En la presente obra de Friedrich A. Hayek encontraremos las claves de los principios que fundamentan las sociedades abiertas y que han permitido el estado actual de civilización en Occidente. Sin embargo, Hayek nos advierte del peligro que corren esas sociedades bajo la nueva ola de irracionalismo que pretende reconstruir la civilización sobre las bases de una aporía racionalista que lleva en sí la semilla de la autodestrucción. Contrapone así el insigne pensador dos concepciones distintas del orden natural que están en la base de las corrientes actuales de pensamiento. La primera, inspirada en los dogmas cartesianos, en la ilusión sinóptica de una mente que lo controla todo; y la segunda, propia de las sociedades liberales, caracterizada por la mano invisible de Adam Smith. Orden artificial, construido, «taxis», frente a orden espontáneo, evolutivo, «cosmos». Sociedades teleocráticas -que diría Michael Oakeshott-, regidas por fines que se imponen a los miembros de la organización, paradigma del totalitarismo, frente a sociedades nomocráticas, regidas por normas espontáneas, en las que los individuos persiguen sus propios fines.

Así, en las sociedades libres los individuos se rigen por reglas de recta conducta surgidas de un proceso de evolución cultural, de una tradición heredada que no ha sido inventada ni genéticamente transmitida, pero sí ha sido fruto de un proceso de selección que ha llevado a diferentes grupos humanos a elegir aquellas prácticas que consideraban más ventajosas. Es evidente que los ingredientes utilizados en el proceso de desarrollo cultural de Occidente han acreditado un mayor éxito que el de otras sociedades. Como dijo Ernst Gombrich en referencia a nuestro modelo de sociedad: «la historia de la civilización y de la cultura ha sido la historia del ascenso del hombre desde un estado casi animal a una sociedad culta, al refinamiento de las artes, a la adopción de valores civilizados y al libre ejercicio de la razón». Así, debemos afirmar sin ambages que la cultura es hija putativa de la razón, tanto como la razón es producto de la cultura.

En este orden de cosas, las normas cumplen una función estructurante de la sociedad. La ley en su acepción originaria consistía en ese cuerpo de costumbres que los miembros de un grupo consideraban beneficioso adoptar. Posteriormente, y bajo el influjo del racionalismo constructivista, ese concepto se transformará para equiparar ley con toda norma emanada de los parlamentos. De ahí que la hiperlegitimación democrática nos resulte en muchas ocasiones contraria a nuestras estructuras mentales y a nuestro acervo cultural -sobran ejemplos en la era-. Es la base del positivismo que pretende crear la realidad a golpe de decreto al amparo de la ilimitada «voluntad» del pueblo soberano. Este modelo kelseniano se contrapone al modelo liberal de la rule of law en el que las instituciones y los gobiernos también se someten al imperio de la ley. En la Grecia clásica, la modificación de las normas, o nomoi, estaba sujeta a un complejo procedimiento que corría a cargo de un cuerpo elegido expresamente para ello, los nomothetae. No era así legal intentar modificar las leyes -en el sentido expresado de normas de conducta- mediante decreto; quien lo intentaba se veía expuesto a la imputación por actos ilegales. Por ello, Hayek propugna la existencia de un número limitado de normas, que son las que hunden sus raíces en la tradición, cuya aplicación es general para todos, con el fin de evitar el actual sistema oligárquico de aprobación de leyes que benefician a determinados grupos en pago de su contribución a la conquista del voto.

La justicia, la igualdad ante la ley y la libertad son los pilares a los que Hayek atribuye la evolución de la civilización occidental. De este modo, el prurito de la justicia ha sido lo que ha creado un sistema de reglas que garantizan el desarrollo del orden espontáneo. Me dirán, ¿pero qué es justo? Y debo contestarles, con permiso y bajo la inspiración del ilustre premio Nobel de Economía, que la justicia no se puede definir. En este sentido la justicia es negativa, no se puede enlatar, no es, sino, lo que provoca indignación y se considera injusto por la mayoría de los hombres. No es fácil de prever, pero sí de reconocer. Por otro lado, la justicia social no existe y sólo es un instrumento en manos de los ingenieros sociales para enervar la libertad y la igualdad ante la ley. Al favorecer a unos, para igualarlos materialmente con otros más afortunados, se están destruyendo los valores que han propiciado los grandes logros científicos, económicos y sociales de nuestra civilización. No hay más que echar un vistazo a las ruinas del paradigma estajanovista de la industria del proletariado. Que duda cabe, también,que la libertad ha sido el motor de desarrollo de las economías modernas; como creía Bernard de Mandeville, son los vicios privados los que contribuyen a beneficiar al conjunto de los individuos. Con independencia de que unos pocos pierdan, el conjunto se beneficia. Así, las reglas deben ser iguales para todos. Lo contrario es caer en las redes de los intereses particulares -con apoyo de gobiernos débiles y necesitados de votos- que, en nombre del bien común, obtienen privilegios a costa de la eficiencia económica y la libertad.

El presente volumen, junto con Los fundamentos de la Libertad y La fatal arrogancia, constituyen el armazón central del individualismo metodológico de este destacado representante de la Escuela Austríaca. En lo que podemos considerar la obra cumbre de su pensamiento, Hayek desenreda algunas de las claves del liberalismo con su esforzada clarividencia: la idea de la evolución en la formación de las instituciones sociales y la crítica del abuso de la razón. Si Ícaro hubiese obedecido a su padre, Dédalo, habría intuido que tocar el astro solar sólo está al alcance de los dioses.

No se lleven a engaño, en otra ocasión pienso cebarme con los portavoces de la contra-ilustración que se aferran a su monolítico mundo de ultratumba, negándose a sustituir aquellas normas inservibles o que suponen un freno a la evolución espontánea de la sociedad. De Maistre, Chateaubriand, o De Bonald, alienados de su tiempo, junto con el impulso primigenio del sentimentalismo alemán, influenciado por los escritos de Herder y de sus seguidores del Sturm und Drang, movimiento literario precursor del romanticismo, en el que la voluntad se impone sobre la razón, traerán los fascismos del siglo XX. Abogamos desde esta página, como siempre, por un racionalismo crítico, no dogmático, consciente de su falibilidad y sabedor de que junto a la capacidad organizadora del hombre existen otras fuerzas espontáneas que debemos aprender a respetar y encauzar en beneficio del conjunto de la humanidad.

¿Quién es Howard Roark?

EL MANANTIAL - AYN RAND


Si se escondía algún propósito oculto, bajo las últimas reseñas en este rincón de confidencias, era posiblemente esbozar lo que con sublime percepción nos revela Ayn Rand en esta deslumbrante novela de efectos revitalizantes. Autora, entre otras obras inigualables, de la Rebelión de Atlas e Himno*, es la precursora de la filosofía del objetivismo que encumbra a Prometeo al lugar donde le corresponde por inventar el fuego.En este sentido, el hombre es un fin en sí mismo, y, la razón su arma principal para aprehender la realidad de los hechos, alejada de toda visión metafísica que perturbe su percepción. Huye Rand del monismo ingenuo, que confunde las normas (leyes naturales) con los hechos, y aspira al dualismo o racionalismo crítico al que Karl Popper nos acerca a través de La sociedad abierta y sus enemigos.

Si bien, su obra literaria trasluce el realismo de su filosofía, la visión que nos da es, ante todo, romántica y artística. De este modo, esculpe sus personajes con la concienzuda precisión del artista enamorado de su proyecto. Howard Roark o John Galt, personajes de sus novelas, no son de este mundo; son la idealización del hombre como debería ser, en toda su belleza, a la que Ayn Rand aspira con la firmeza inquebrantable de sus convicciones. La imagen corpórea de Howard Roark, el arquitecto que protagoniza El Manantial, retrata su visión del mundo y deja entrever la fuerte personalidad de su ego. Un ego puro y cristalino no contaminado por el detritus de vulgaridad colectiva.

A través de Gombrich descubrimos las dificultades de aquellos artistas que intentaron introducir la arquitectura moderna -simple en las formas, incluso fea, pero de una belleza natural sobrecogedora, al estilo de Caravaggio, y, destinada al confort de sus moradores- en un ambiente en donde el Arte -con A mayúscula- ahogaba la creatividad del artista imponiendo estilos góticos, renacentistas o, en ocasiones, eclécticos, y, siempre de segunda mano. Roark se mantiene fiel a sí mismo, a su proyecto en la vida, sin dejarse afectar por los estilos y la presión externa. Nada le perturba; ni los clientes, ni las penurias económicas, consiguen transformar su idea de la belleza que exterioriza a través de sus angulosas construcciones y erizados rascacielos. De este modo, se granjea el odio de los colectivistas, de aquellos que aspiran a la felicidad del conjunto y matan el ego para obtener algo que está fuera de su alcance: la felicidad colectiva.

Si hay un personaje opuesto a la obra de Roark es Ellsworth Toohey, predicador mediático, cuya debilidad física, y mente brillante pero perversa, le impulsará enfermizamente a buscar el poder. En uno de los diálogos finales de esta novela,Toohey devela a la perfección sus intenciones, que curiosamente nos recuerdan el monstruo al que se refería Houellebeck en La posibilidad de una isla o el propio Raspail en El Campamento de los Santos. Así, explica a Peter Keating, uno de sus muchos engranajes humanos, otro arquitecto, amigo de Roark, y mente lobotomizada por el monstruo, cómo su objetivo es quebrar el alma de los hombres. Hacer que el hombre se sienta pequeño, culpable -recordemos la rebelión del hombre por la expulsión de El Paraíso Perdido de Milton-;matar sus ideales y su integridad, predicando el altruismo, anulando su ego y obligándole a vivir por los demás. El hombre pierde todo su valor;su grandeza y poder creativo deben ser destruidos para abrir paso a la vulgaridad, al relativismo, a la renuncia de los gozos en esta vida. No fumes, no bebas, no trates de enriquecerte, si algo te hace feliz eres culpable, debes sentirte culpable. La razón, arma principal del hombre, debe ser limitada; lo único verdadero son los sentidos, la fe, la revelación, la raza, la tribu, el materialismo Dialéctico. La razón te susurra que si un falso profeta te habla de sacrificio, es que hay amos y esclavos, y él pretende ser el amo. Mata, por tanto, la razón, y el mundo será tuyo. Mata la individualidad y ensalza lo vulgar, y comerán de tu mano. El gobierno de la estupidez. Todos sonreirán y obedecerán. Nos recuerda Toohey: ¿Has notado que los imbéciles siempre sonríen?. A pesar de estas confesiones, enigmáticamente, Keating le inquiere: No te vayas, Ellsworth. Su alma está muerta.

Erich Fromm nos habló de la individuación del ser humano, proceso que liberará al hombre de sus cadenas, de su carga de culpa, de su vínculo primario con la Madre Naturaleza. Rand nos enseña esa posibilidad a través de Roark y sus denodados esfuerzos por conservar lo más valioso de su ser: su ego. El verdadero egoísmo es bello, natural, gratificante; nada hay más armónico que dos seres humanos intercambiando el producto de su esfuerzo, de su creatividad. Es un acto de amor. La piedad, sin embargo, implica superioridad; el altruismo implica desprecio superlativo hacia el ser humano; la solidaridad implica sumisión, dominación, infelicidad. La única solidaridad posible es la lealtad con uno mismo, porque el que no se ama a sí mismo, no puede amar a los demás. El que así actúa únicamente siente desprecio, y sólo busca mitigar su carga de culpa, redimiéndola con un acto de ofrenda al monstruo devorador de almas.

Unos pocos entenderán el mensaje que transmite Roark con su obra, pero le defenderán apasionadamente como quien defiende un bien muy preciado. Su mensaje es un mensaje de amor y de esperanza. El hombre tiene derecho a buscar la felicidad. No debe vivir para los demás. Contrapone Ayn Rand Europa a los EEUU en donde el individuo prima por encima del colectivo. Este mensaje es válido hoy también [la novela se pergeña bajo el ascenso de Hitler al poder y, la escritora de origen ruso había escapado, a su vez, de las fauces del comunismo], pero se nos muestra mucho más sutil y peligroso,a la manera de Ellsworth. El monstruo inocula su veneno progresivamente a través de sus resortes humanos encumbrados en la literatura, el cine, el arte, los medios de comunicación, la política. Todo con la misma finalidad de destruir el alma del hombre y volverlo contra sí mismo, doblegar su ego y someterlo, sacrificarlo por el bien de ¿todos? La civilización, como muy bien dice Roark en su alegato final, es el proceso que consiste en liberar al hombre del hombre. Y sobre todo recuerda, no sonrías, cuando el mundo te escupe su cochina vulgaridad.


* Por indicación de un amable lector, señalamos que el título de la edición española es ¡Vivir!

abril 14, 2007

Frases celebres sobre la libertad

El hombre libre es aquel que no está en grilletes ni en prisión, ni aterrorizado como esclavo por el miedo al castigo. No es falta de libertad no poder volar como un águila o nadar como una ballena. Helvétius, filósofo francés.

Quien necesita ser persuadido para ser libre, no merece serlo.
--L. Neil Smith

Mientras que el comportamiento de las plantas y los animales está determinado por sus instintos, la naturaleza del hombre es tal que cada individuo, para poder actuar, tiene que elegir sus propios fines y emplear sus propios medios para conseguirlos. Al no poseer instintos automáticos, cada persona debe aprender acerca de sí misma y del mundo, usar su mente para seleccionar valores, aprender sobre causas y efectos, actuando con el propósito de mantenerse y crecer en su vida. Ya que sólo en forma individual las personas pueden pensar, sentir, evaluar y actuar, para la supervivencia y prosperidad de cada persona se hace vitalmente necesario que ella sea libre de aprender, elegir, desarrollar sus capacidades y actuar, de acuerdo con su conocimiento y valores. Este es el camino necesario para la evolución humana. Interferir y coartar este proceso mediante el uso de la violencia, va profundamente en contra de dicha evolución. La interferencia coercitiva en las elecciones y el aprendizaje de la persona es profundamente anti-humana.
--Murray Rothbard

"La creación del mundo, dijo Platón, "es la victoria de la persuasión sobre la fuerza..." La civilización es el mantenimiento del orden social, por su inherente persuasividad como demostración de la alternativa más noble. El recurso de la fuerza, no importa cuan inevitable parezca, es la revelación del fracaso de la
civilización... Las relaciones entre los individuos y entre los grupos sociales toma una de estas dos formas: fuerza o persuasión. El comercio es el gran ejemplo de las relaciones persuasivas. La guerra, la esclavitud y la compulsión gubernamental ejemplifican el reino de la fuerza. [El triunfo de la persuasión sobre la fuerza es el signo de una sociedad civilizada.]
--Alfred North Witehead

Creencias inconscientes colectivas dan forma a las instituciones del mundo, y están en la raíz de la opresión institucionalizada... Cambiando la imagen interna de la realidad, la gente puede cambiar el mundo.
-Willis Harman

La verdad os hará libres-pero primero os hará endiabladamente enfadados...
-M. Scott Peck.

No estamos liberados hasta que liberamos a los demás. Mientras necesitemos controlar a los demás, no importa cuan benignos sean nuestros motivos, estamos presos de esa necesidad. Al darles libertad a los otros, nos liberamos a nosotros mismos.
-Marilyn Ferguson.

En materia de conciencia, la ley de la mayoría no tiene vigencia.
-Mahatma Gandhi.

Cómo es que algo inmoral, cuando es hecho individualmente, se convierte en moral cuando es hecho colectivamente? Más aún, acaso la legalidad establece la moralidad? La esclavitud era legal, el apartheid era legal, el stalinismo, el nazismo, las purgas maoistas, todo fue legal. Claramente, la legalidad no justifica
esos crímenes.
-Walter Williams.

Una sociedad que roba al individuo el producto de su esfuerzo... no es, estrictamente hablando, una sociedad sino una turba, una banda de asaltantes institucionalizada.
-Ayn Rand.

Ninguna pérdida por inundación o tormenta, ninguna destrucción de ciudades y templos por fuerzas hostiles de la naturaleza, ha privado al hombre de tantas vidas e impulsos nobles como los que su propia intolerancia ha destruido.
--Hellen Keller.

Mientras que los hombres reconocen los actos criminales cuando son cometidos por individuos en interés propio, a menudo fallan en reconocer los mismos actos por lo que son cuando son cometidos por una gran banda en el nombre de la "justicia social" o "el bien común".
-Jarrett Wollstein.

Los proponentes de impuestos argumentan que ya que la gente paga antes de que aparezcan las armas, eso es señal de que han accedido a hacerlo como "el precio por vivir en sociedad". La mayoría de los esclavos obedecía a sus amos antes de que saliera a relucir el látigo, pero difícilmente uno podría argumentar que eso constituía la aceptación de su servidumbre.
-Mary Ruwart

Vivimos en una sociedad enferma, llena de gente que no iría directamente a robarle a su vecino, pero que está perfectamente dispuesta a demandar que el gobierno lo haga por ella.
-William Comer.

Yo defino el mal como el ejercicio del poder político - es decir, la imposición de la voluntad propia sobre otro mediante coerción abierta o encubierta - con el objeto de evitar... el desarrollo espiritual [o de la conciencia].
-M. Scott Peck.

La justicia no consiste en castigar al agresor sino en restituir y reparar el daño sufrido por el agredido.
-Mary Ruwart.

Un ladrón ciertamente debe hacer restitución, pero si no tiene nada, debe ser vendido para pagar por su robo.
-Santa Biblia, Exodo 22:3

El que cometió el daño... debe pagarle al hombre lastimado por la pérdida de su tiempo y ver que esté completamente reestablecido.
-Santa Biblia, Exodo 21:19.

Cuantas más prohibiciones impongas, menos virtuosa será la gente. Trata de hacer a la gente moral, y crearás el terreno propicio para el vicio.
-Lao Tse.

No podemos proteger a la gente de sí misma. Cuando honramos sus elecciones de comida, bebida, drogas o actividades, liberamos a la policía para enfocarse en individuos que en forma directa y a propósito nos lastimarían mediante el uso de violencia, robo o fraude. Cuando dejamos de controlar a los demás, somos mucho más capaces de impedir que los agresores nos controlen.
-Mary Ruwart.

Es errado demandar que el individuo se subordine a la colectividad o se disuelva en ella, porque es por medio de los individuos más avanzados que la colectividad progresa y ellos pueden realmente avanzar si son libres. El individuo es, ciertamente, la clave del movimiento evolutivo.
-Sri Aurobindo.

El uso de la fuerza para conseguir la igualdad destruirá la libertad, y la fuerza, introducida con buenos propósitos, terminará en las manos de gente que la usará para promover sus propios intereses.
-Milton Friedman.

La moderación en el temperamento es siempre una virtud. La moderación en los principios es siempre un vicio.
-Thomas Paine.

Los hombres temen a la guerra porque saben que nunca han rechazado la doctrina que causa las guerras... la doctrina de que es justo, práctico o necesario que los hombres persigan sus objetivos usando violencia física contra otros hombres, y que alguna clase de "bien" puede justificarlo.
-Ayn Rand.

La necesidad de una creciente solidaridad con nuestros congéneres y un creciente espíritu colectivo en la humanidad no está en cuestión. Pero la perdida de la identidad en el estado no es lo mismo que estos altos ideales del hombre, ni es el camino hacia su cumplimiento.
-Sri Aurobindo.

Toda verdad pasa por tres etapas. Primero, es ridiculizada. Segundo, es violentamente objetada. Tercero, es aceptada como obvia.
-Arthur Schopenhauer.

La historia del mundo no es otra cosa que el progreso de la conciencia de la libertad.
--George Hegel, 1821.

"La esencia del Gobierno es el poder; y el poder, radicado, como debe estarlo, en manos humanas, estará siempre expuesto a ser empleado para abusar".
-James Madison.

"Algunas veces se dice que no se le puede confiar al hombre el gobierno de sí mismo. ¿Puede, entonces, confiársele el gobierno de los demás? ¿O hemos encontrado ángeles que asumen la forma de reyes para gobernarlo? Dejemos que la historia conteste esta pregunta".
-Thomas Jefferson.

"Si pudiésemos correr el velo oscuro de la antigüedad [en lo referente al origen de los reyes y el Estado] y

pudiéramos rastrearlos hasta sus orígenes, encontraríamos que el primero de ellos no fue más que el rufián principal de alguna banda desenfrenada; su salvaje modo de ser o su preeminencia en el engaño le hicieron merecer el título de jefe entre canallas. Incrementando su poder y depredación, obligó a los pacíficos e indefensos a comprar su seguridad con frecuentes contribuciones."
-Thomas Paine.

"Todas las asambleas, sean estas pequeñas o numerosas, tienen la propensión a ceder al impulso de pasiones violentas y repentinas, y a ser seducidas por líderes facinerosos para tomar decisiones perniciosas e inmoderadas".
-James Madison, El Federalista, no. 62.

"La primera enseñanza de la economía es la escasez: nunca hay suficiente de algo para satisfacer plenamente a todos los que lo quieren. La primera enseñanza de la política consiste en ignorar la primera enseñanza de la economía".
-Thomas Sowell.

"Una democracia no puede existir como forma permanente de gobierno. Sólo puede existir hasta que los votantes descubren que pueden decidir sobre los dineros del Tesoro Público. A partir de ese momento, la mayoría siempre votará por el candidato que prometa más beneficios a cargo del Tesoro Público, con el resultado de que una democracia siempre colapsa bajo una irresponsable política fiscal, y siempre es
seguida por una dictadura. La edad promedio de las más grandes civilizaciones de la tierra ha sido de doscientos años. Estas naciones han seguido esta secuencia: de la esclavitud a la fe espiritual, de la fe espiritual a una gran valentía, de esta gran valentía a la abundancia, de la abundancia a la complacencia, de la complacencia a la apatía, de la apatía a la dependencia, y de la dependencia de nuevo a la esclavitud."
-Alexander Fraser Tyler, 1700 [Nota: Tyler escribió esto en referencia a la caída de la república Ateniense hace aproximadamente dos mil años.]

"Gobierno no significa razón. No significa elocuencia. Gobierno significa fuerza, y como el fuego, es un sirviente peligroso y un amo temible".
-George Washington, 1797.

"Gobierno es la gran ficción a través de la cual todos nos empeñamos por vivir a expensas de los demás."
--Frederic Bastiat

El Gobierno tiene dos manos - una para recibir y otra para dar; en otras palabras, tiene una mano áspera y otra suave. La actividad de la segunda necesariamente está subordinada a la actividad de la primera. Estrictamente el gobierno puede tomar y no reponer. Esto es evidente, y puede ser explicado por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que siempre retienen una parte, y otras veces todo, de
aquello que tocan. Pero lo que nunca se ha visto, y nunca será visto o concebido, es que el Gobierno le pueda reponer a las personas más de lo que ha tomado de ellas. Es radicalmente imposible para el gobierno otorgar un beneficio particular a cualquiera de los individuos que conforman la comunidad, sin inferir un daño mayor a la comunidad como un todo.
--Frederic Bastiat

"El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente".
-Lord Acton

"Un gobierno sano y frugal, es aquel que haga desistir a los hombres de dañarse mutuamente, y que los
deje libres para regular sus propios asuntos de industria y progreso, y no tome de la boca del trabajo el pan que este ha ganado".
-Thomas Jefferson, Primer Discurso Inaugural, 1801

"El error fundamental del socialismo es de naturaleza antropológica. El socialismo considera al individuo como un simple elemento, una molécula del organismo social, de tal forma que el bien de los individuos está totalmente subordinado al funcionamiento del mecanismo socioeconómico. De igual forma, el socialismo sostiene que el bien de un individuo puede ser logrado sin acudir a su libertad de elección, la cuál es la única responsabilidad que se ejerce al encarar el bien y el mal. El hombre es reducido a una serie de relaciones sociales, y el concepto de persona como sujeto autónomo de decisiones morales desaparece".
-Papa Juan Pablo II, Centesimus Annus

"La moderna economía de negocios tiene aspectos positivos. Su base es la libertad humana ejercida en el campo de la economía".
- Papa Juan Pablo II, Centesimus Annus

"Todo aquello que resulta ser grandioso e inspirador es creado por individuos que pueden trabajar en libertad".
-Albert Einstein, Out Of My Later Years (1950)

"El poder que sobre mí tiene un multimillonario, que puede ser mi vecino o mi empleador, es muchísimo menor que aquel que posee el más insignificante funcionario, pues este cuenta con el poder coercitivo del estado, y de su discreción depende qué tanto se me permite vivir o trabajar".
-Friedrich von Hayek, The Road to Serfdom (1944)

"Tengo la certeza de que nada ha hecho más daño a las salvaguardas jurídicas de la libertad individual que la búsqueda de ese espejismo llamado justicia social".
-Friedrich von Hayek, Economic Freedom and Representative Government (1973)

"El partido Nazi fue elegido por la votación libre de millones de alemanes (...) En las elecciones de julio de 1932, los nazis obtuvieron el 32% de los votos y un buen número de sillas en el Reichstag. El 30 de enero de 1933, en pleno acuerdo con los principios legales y constitucionales alemanes, Hitler fue nombrado canciller. Cinco semanas después, en las últimas y semilibres elecciones del período pretotalitario, los nazis obtuvieron 17 millones de votos, el 44% del total". Los votantes conocían la ideología nazi. La literatura nazi, la cual incluía los planes para el futuro, circuló por todo el país durante los últimos años de la república de Weimar. Sólo del Mein Kampf se vendieron más de 200,000 copias entre 1925 y 1932. La esencia del sistema político que Hitler quería establecer estaba bien clara".
-Leonard Peikoff

"En Alemania vinieron primero por los comunistas, y yo no protesté porque no era comunista. Después vinieron por los judíos, y yo no protesté porque no era judío. Después vinieron por los sindicalistas, y yo no protesté porque no era sindicalista. Después vinieron por los católicos, y yo no protesté porque era protestante. Después vinieron por mi, y ya no quedaba nadie que pudiera protestar".
--Marín Neimoller, pastor protestante

"Quienquiera que tome la propiedad ajena, o use a otra persona como esclavo, o realice cualquier otra demanda injustificada sobre ella debe saber que esto es lo que el Legislador Supremo tenía en mente cuando prohibió la injusticia".
--Ibn Khaldun (historiador árabe, 1332-1406)

"Dios hizo a los hombres y Sam Colt (inventor de las armas de fuego que llevan su nombre) los hizo iguales".
--Anónimo

Si quieres la paz respeta la libertad.
--Juan Pablo II

abril 11, 2007

La Santísima Trinidad Económica

Por Jorge Valin


Uno de los problemas a resolver para los teólogos de todos los tiempos siempre ha sido, entre otros, el misterio de la Santa trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un sólo Dios. Parece difícil de resolver. Pero no sólo la religión tiene este tipo de dilemas, la economía también.
Desde el punto de vista económico todos respondemos y queremos cosas diferentes según la personalidad que adoptemos. Cuando somos consumidores queremos precios baratos, cuando somos capitalistas queremos altos rendimientos y que nuestras inversiones siempre se revaloricen. Cuando adoptamos el papel de trabajadores queremos los mejores beneficios sociales. Somos consumidores, capitalistas y trabajadores, tres en uno. Podría ser la Santa Trinidad de la economía. El problema es que aparentemente son tres personalidades incompatibles. Estamos en contra la deslocalización pero queremos precios baratos, queremos precios baratos pero con un alto sueldo y muchas ventajas sociales, queremos mantener nuestros altos sueldos pero no dudamos en invertir en acciones de la competencia si ésta descubre un producto sorprendente o aumenta sus beneficios.
El problema de esta Santa Trinidad Económica es que siempre se enfoca desde un punto de vista estático y particular, no se ve como lo que realmente es: un todo llamado emprendedor. El hombre que actúa siempre es un emprendedor, mejor o peor, pero siempre ha de decidir de entre todas las opciones la mejor, o más concretamente desestimar las peores.
En el momento que el hombre actúa y busca la más alta de sus utilidades no está negando sus otras personalidades económicas, sino afirmándolas. Trabaja e invierte para conseguir precios más baratos. No es por una conciencia plena de productividad consecuente, sino para saciar su felicidad material futura. El trabajo, la inversión y el consumo son herramientas que ha de articular el hombre emprendedor o, como decimos en economía, el empresario, para llegar a un fin determinado: la felicidad material a la que jamás se llega ya que nuestra felicidad no conoce fronteras, siempre queremos lo mejor para nosotros y nuestros allegados. El empresario, en el lenguaje común (el que tiene una empresa, desde un quiosco hasta una multinacional), también ha de trabajar, invertir y consumir. Ninguna de las tres acciones van en detrimento de las otras sino que las reafirma para llegar a su objetivo: el máximo beneficio, la máxima felicidad material.
En el momento que consideremos que alguno de nuestros tres "yo" siempre corre a expensas de los otros, en ese mismo momento negamos nuestra felicidad material. Podemos pensar que en realidad cuando pedimos beneficios sociales sindicales no caemos en una incongruencia y maximizamos nuestro bienestar, pero al hacerlo, provocamos, como es lógico, que otros también las pidan, y éstas son las que nos repercutirán negativamente sobre nosotros. De seguir por este camino sólo crearíamos una guerra, un estado de caos económico, el de todos contra todos. No hay relaciones económicas voluntarias y consentidas, sino luchas políticas entre unos y otros. La armonía se rompe para ser remplazada por la lucha y la dependencia de unos a otros. Ya no vivimos en relación a nuestros esfuerzos y logros, sino a expensas de los rendimientos de otras personas.
La ventaja de la economía, al ser una ciencia social, es que puede verse reflejada en nuestros actos no económicos. En nuestra vida social no esperamos que sea el estado, los sindicatos o la patronal quienes nos hagan los amigos por nosotros, sino que sabemos que nos los hemos de ganar con nuestro esfuerzo. No tendría sentido que un sindicato impusiera una cuota de amigos por persona para conseguir la igualdad. Tampoco tendría sentido que el estado hiciese una redistribución equitativa de las notas universitarias. Si un universitario consigue un 7 en un examen, quitarle dos puntos para dárselo al del 3 (consiguiendo los dos así una nota de cinco), crearía una injusticia innecesaria.
Nadie nos ha de "regalar" la felicidad material a expensas de otras personas, porque tal acción no es un regalo sino un robo que tarde o temprano tendremos que pagar con nuestro esfuerzo para otorgarlo a otro a cambio de nada. Hemos de ser nosotros quienes consigamos nuestros beneficios, de lo contrario estaremos dando respuestas erróneas y confusas a nuestra Santísima Trinidad Económica creando injusticias que todos sufriremos.

Fuente: www.jorgevalin.com

abril 09, 2007

Se vienen tiempos difíciles



Publicada 09/04/2007


Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky

La realidad demuestra que Néstor Kirchner no tiene coraje para enfrentar la adversidad y que, ante la menor complicación, huye de la escena política rumbo al sur. Con serios problemas económicos y sociales en el horizonte, la actitud del presidente complica aún más el panorama.

En cuatro años de mandato, el presidente Néstor Kirchner ha demostrado sistemáticamente que, ante las situaciones críticas, huye rápidamente y se refugia en el sur. El miedo a enfrentar una simple conferencia de prensa ya es un clásico. Sólo se expresa desde el atril, sabiendo que a quienes les habla lo van a aplaudir incondicionalmente y sin reparar en lo que pueda decir. Alguien que tiene miedo de enfrentar una conferencia de prensa demuestra una gran inseguridad. Sabe que en esa situación pueden surgir preguntas comprometedoras para las cuales no tenga una respuesta convincente. Por otra parte, las pocas veces que el presidente accedió a un reportaje, se notó claramente la complacencia del entrevistador. Hay otros hechos que también muestran la clásica huida de Kirchner frente a la adversidad. Ocurrió cuando se produjo la tragedia de Cromagnon. También, cuando se organizó una multitudinaria marcha contra la inseguridad y no sólo se negó a recibir un petitorio de los organizadores, sino que jugó con fuego al dejar que Luis D’Elía hiciera una contramarcha a pocas cuadras de la otra. Tampoco asistió al acto por Malvinas ante la posibilidad de ser abucheado. El listado puede seguir. Utilizar la seguridad del atril para desplegar diatribas a diestra y siniestra, decirles a militares que ni habían nacido en 1976 que no les tiene miedo e insultar a otro desde una tribuna no es un signo de audacia o valentía. Más bien, me hace acordar al viejo chiste del tipo que grita: “agárrenme que lo mato”. Lo concreto es que todo indica que Kirchner no parece tener gran coraje para enfrentar los problemas y, ante la menor complicación, desaparece de escena rápidamente. Siendo éste el perfil que viene mostrando, la pregunta es: ¿qué hará ahora que los problemas económicos y sociales tienden a aumentar y a acelerarse? Hasta el momento, la gran pregunta era: ¿qué hará Kirchner después de las elecciones si es reelecto? Hoy, con una inflación acelerándose y el país estallando en varios puntos de conflicto social, vale la pena preguntarse: ¿qué hará el presidente de aquí hasta las elecciones? A pesar de todos los esfuerzos por dibujar el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y esconder la realidad inflacionaria, la gente ya percibe con creciente malhumor cómo los precios suben de a dos dígitos mensuales. Por otro lado, Hugo Moyano y su hijo Pablo no paran de complicarle la vida a la gente. Desde la huelga en los peajes, pasando por los piquetes para apoderarse del transporte de granos, los Moyano son como un Pac-man que quieren comerse todo sabiendo que Kirchner no los va a detener porque tiene miedo a un boicot del camionero. Mientras tanto, los “Gordos” intentan recuperar el poder perdido. Por su lado, los manifestantes por las papeleras en cualquier momento desatan un conflicto internacional. La nueva crisis es con los docentes, que han entrado en conflicto en todo el país, con un muerto gracias a la impericia de Kirchner. Es que buscando levantar la intención de votos de su candidato Daniel Filmus, el gobierno nacional no tuvo mejor idea que decretar un aumento de salarios a los docentes sabiendo que serán las provincias, con sus recursos, las que tendrán que afrontar el aumento anunciado. Sacar un decreto diciéndole a otro que pague es muy fácil. Posiblemente, el gobierno haya especulado con que, al comprometer económicamente a las provincias con el aumento, los gobernadores tendrían que ir al pie para financiar el aumento del gasto en los meses anteriores a las elecciones. Pero el tiro le salió por la culata, porque al momento de buscar más votos no se analizó la posibilidad de conflictos como los que se están produciendo y, mucho menos, que esos conflictos pudieran terminar en una muerte. Sumado a todo esto, tenemos un superávit fiscal que tiende a evaporarse por el fuerte aumento del gasto público, mientras el grupo Quebracho hace de las suyas con total impunidad, como ya es costumbre. El primer indicio claro y concreto que tuvimos de que las cosas se le estaban yendo de las manos a Kirchner fue la intervención del INDEC. Semejante decisión sólo puede entenderse en un contexto de alta inflación que compromete el proyecto político del oficialismo. Con el control de precios habiendo fracasado en toda la línea y con una intervención del INDEC que generó una reacción adversa en la gente respecto a la credibilidad sobre la inflación, mi impresión es que Kirchner no llegará a octubre navegando en un mal calmo. El dato relevante es que la tasa de expansión monetaria anual se mantiene en el orden del 20% y que los precios no regulados muestran aumentos cercanos a esa tasa de emisión monetaria. Esto nos indica que la demanda por moneda ya no crece y que los pesos que emite el Central se transforman casi instantáneamente en inflación. Si, al mismo tiempo, Kirchner necesita de la caja que le proporcionan los derechos de exportación para sostenerse políticamente y éstos dependen de un dólar alto que se mantiene a fuerza de emisión monetaria, de aquí a octubre va a tener que llenar el mercado de bonos para absorber liquidez, lo que elevará la tasa de interés y frenará la economía, fundamentalmente el consumo, o bien verá cómo la inflación se le escapa y los conflictos sociales y sindicales tienden a agudizarse. Frente a ese escenario, es posible que primero Kirchner trate de buscar chivos expiatorios, denunciándolos desde el atril. Sin embargo, como el peso de la realidad será muy fuerte, es muy probable que se refugie en el sur esperando que la divina providencia lo saque del desborde al que ha conducido al país. En síntesis, sabemos que Kirchner no está preparado para enfrentar problemas. Que escapa frente al menor conflicto. También sabemos que vamos de cabeza hacia serios problemas económicos y sociales. Con un presidente que pierde el valor cuando no está detrás del seguro atril y busca refugio en el sur, a la Argentina le esperan tiempos difíciles. © http://www.economiaparatodos.com.ar/

abril 08, 2007

Desprecio del derecho, la raíz de la decadencia

Por: Julio César Criville

Hace más de cincuenta años comenzó la decadencia argentina. El país rico, la sociedad que sorprendió al mundo por su educación y desarrollo se ha convertido en una de las naciones pobres y atrasadas del planeta.Los argentinos hemos pensado siempre que la raíz de nuestros males era económica. Este trabajo pretende llamar la atención sobre la verdadera raíz de nuestra decadencia.El desprecio por el Derecho, es la verdadera causa de nuestra decadencia y que los problemas económicos son su efecto. Sólo un profundo cambio jurídico, una “lucha por el Derecho,” pueden evitar la pobreza y la disolución social.Creyendo que nuestros problemas eran económicos, nos hemos sometido a experimentos extravagantes, carentes de fundamento empírico y dirigido al fracaso.La inflación cero de Gelbard, la tablita de Martínez de Hoz, el dólar fijo de Grinspun, el Austral de Sourrouille, la convertibilidad de Cavallo, el tres a uno, son las últimas soluciones mágicas.Cada una de estas experiencias terminó con un “rodrigazo” una explosión económica y social. Así sucederá también con el “tres a uno” que tarde o temprano será arrasado por la inflación, mas allá de los “acuerdos” de precios.Paradójicamente, mientras buscábamos que la magia económica nos devolviera la prosperidad perdida, hemos destruido las bases jurídicas que sustentan una sociedad occidental y promueven el crecimiento espiritual y material de los pueblos.La destrucción duró décadas, hasta llegar al estado actual en que nos diferenciamos poco de una sociedad primitiva.La restauración de las elecciones en 1983 justificó las esperanzas de que Argentina por fin retomaría la senda de una republica occidental. Sin embargo, desde aquel renacimiento institucional, la decadencia se ha pronunciado aún más.El sistema republicano no ha tenido vigencia durante las últimas dos décadas. La división de poderes, ha sido abolida de hecho y de derecho. El Pacto de Olivos ha consagrado al Poder Ejecutivo Nacional como único poder de la Nación. La democracia representativa está sometida a piqueteros y otros grupos vandálicos que se arrogan el derecho de peticionar por el pueblo.Los gobiernos actúan con total desinterés por los derechos de los individuos y de las minorías. Escudados en “la herencia recibida” y en acusaciones morales al gobierno anterior, cada nuevo gobierno se propone refundarlo y rehacerlo todo, como si todo lo anterior fuese inmoral, corrupto e ineficaz.La Constitución y la Ley son para cada gobierno de turno, instrumentos destinados a otro gobierno. El gobierno de turno, siempre está exento del cumplimiento de la ley común mediante poderes de emergencia. La oposición de turno, piensa igual y está siempre dispuesta a conferir poderes excepcionales por encima de la Constitución y de la Ley.Los políticos argentinos no saben o no quieren gobernar sin la “suma del poder público.” Los políticos argentinos no administran, sino que mandan igual que un déspota oriental.CorrelatoAbolir la división de poderes tiene como correlato anular el estado de derecho y la seguridad jurídica, con su consabida secuela: delito, violencia, corrupción, desinversión, pobreza, crisis económica, éxodo de capital, etc.Los argentinos tenemos la certeza de que nuestros derechos nada valen, que cualquier poder puede anularlos, que las leyes cambian todo el tiempo, que lo que hoy está bien, mañana estará mal y que apostar esfuerzos a la ley es una tontería. Siempre estamos en emergencia económica y la Justicia por cuestiones formales, nunca decide nada en contra del poder.Grupos violentos y piqueteros se han adueñado del territorio, la violación de contratos va desde los jubilados hasta las multinacionales abarcando a casi toda la sociedad. Un populismo rayano en lo delirante, ha destrozado las instituciones republicanas y los derechos individuales.Vivimos en una selva en la cual sólo sobreviven los más fuertes. En este clima de peligro, de angustia y de inestabilidad, el crecimiento espiritual y económico es imposible.Según Macchiavelli la causa de la decadencia de las sociedades es la pérdida de la” virtud pública,” la falta de interés de las clases dirigentes en preservar la sociedad de la cual forman parte, sin ver el grave peligro de disolución que acecha, enfrascada en sus intereses particulares.Es lo que nos sucede hasta hoy.Todos los que formamos la clase dirigente, empresarios, dirigentes sindicales, políticos, religiosos, académicos, profesionales, sabemos lo que sucede y lo que sucederá. Sabemos que este nuevo ciclo de exaltación mágica durará poco y que sobrevendrá una nueva y violenta crisis.Pero, mientras tanto, negamos y seguimos haciendo los pingües negocios que esta negación permite, atesorando sin reinvertir por el temor cierto a la crisis que como una tormenta se cierne en el horizonte.Encerrados en nuestro mundito, vamos los argentinos, cada vez más pobres, más solos y más lejos de Occidente.Hemos llegado a un punto de inflexión de inusitada gravedad, nos acercamos a la disolución social y política, en un marasmo de populismo, inflación, piquetes, huelgas violentas, represión de los precios, desinversión, pobreza extrema y aislamiento internacional.Este gobierno tiene la oportunidad de pasar a la historia si se convierte en el agente provocador del cambio.Pero es la clase dirigente, que tiene el poder constituyente, quien tiene el deber de producir el cambio para salvar a la sociedad, como sucedió en España y en Irlanda. La clase dirigente, en este peligro extremo, debe establecer una agenda jurídica de coincidencias mínimas, incluyendo el sistema republicano, la división de poderes, la seguridad jurídica, la libertad de comercio, la libertad ambulatoria, la seguridad interior, la expansión del trabajo, el derecho de propiedad, etc. Esta agenda debe ser absolutamente obligatoria para quienes gobiernen.Hace años que Argentina está en las tinieblas. De allí solamente se sale con cambios profundos. El agente convocante puede ser el gobierno. La responsabilidad es de la clase dirigente. Argentina espera.

Altruismo y Capitalismo

por David Kelley

El sistema capitalista se inició en el siglo que va de 1750 a 1850, como resultado de tres revoluciones. La primera fue una revolución política: el triunfo del liberalismo, particularmente la doctrina de los derechos naturales, y la visión de que la función del gobierno debe limitarse a proteger los derechos individuales, incluyendo los derechos de propiedad.

La segunda revolución fue el nacimiento del entendimiento económico, culminando con "La Riqueza de las Naciones" de Adam Smith. Smith demostró que cuando los individuos son dejados libres para perseguir sus propios intereses económicos, el resultado no es el caos, sino el orden espontáneo, un sistema de mercado en el cual las acciones individuales son coordinadas y se produce mayor bienestar que el que se lograría si el gobierno manejara la economía.

La tercera revolución fue, por supuesto, la Revolución Industrial. La innovación tecnológica proveyó una palanca que multiplicó los poderes productivos del hombre. El efecto no fue solamente elevar el nivel de vida de todos, sino alertar a los individuos de que podrían obtener una fortuna inimaginable en poco tiempo.

La revolución política—el triunfo de la doctrina de los derechos individuales—fue acompañada por el espíritu del idealismo moral. Fue la liberación del hombre de la tiranía, el reconocimiento de que todo individuo, sea cual sea su ubicación en la sociedad, es un fin en sí mismo. Pero la revolución económica fue expresada en términos moralmente ambiguos: como sistema económico, el capitalismo fue presentado como concebido en el pecado. El deseo de riqueza cedió bajo la sombra del mandato cristiano contra el egoísmo y la avaricia. Los primeros estudiosos del orden espontáneo fueron conscientes de que estaban sosteniendo una paradoja moral: la paradoja, como la expresó Bernard Mandeville, de que los vicios privados podrían producir beneficios públicos.

Los críticos al mercado siempre capitalizaron estas dudas sobre su moralidad. El movimiento socialista ha sostenido que el capitalismo multiplicó el egoísmo, explotación, alienación, injusticia. Esta misma creencia invocó el estado benefactor, que redistribuye los ingresos a través de programas del gobierno, en nombre de la "justicia social".

El esfuerzo por construir una sociedad socialista ha sido colapsado ahora, acabando con un trágico experimento social, que ha demostrado que un sistema colectivista es incompatible con prosperidad, libertad y justicia. Poca gente negaría hoy las virtudes económicas del sistema de mercado. Pero el capitalismo no ha escapado aún de la ambigüedad moral en la cual fue concebido. Es valorado por la prosperidad que produce; es valuado como una precondición necesaria para la libertad política e intelectual. Pero pocos de sus defensores están preparados para afirmar que el modo de vida central del capitalismo—la persecución del propio interés a través de la producción y el comercio—es moralmente honorable, mucho menos que noble o ideal.

El Rol Del Altruismo
Los motivos de aquellos que prosperan en el mercado, siempre han sido vistos con sospecha. Al fin del siglo pasado, hombres como Andrew Carnegie, John D. Rockefeller, James J. Hill y J.P. Morgan, se hicieron millonarios construyendo ferrocarriles y acerías, buscando petróleo, y financiando un fabuloso estallido de crecimiento económico. Los historiadores económicos han mostrado que estos empresarios consiguieron su riqueza por la producción, no por la predación. Sin embargo, ellos son aún hoy rutinariamente descriptos como "barones del robo". Un ejemplo reciente es la última década. En los 1980s, una tremenda explosión de energía creativa originó nuevos productos de consumo, nuevos instrumentos financieros, nuevas formas de organización de negocios. Sin embargo, se denunció a la década de los 80' como la "década de la codicia", porque mucha gente hizo mucho dinero. Y hoy escuchamos reclamos renovados por programas gubernamentales para acabar con la alegada falta de equidad del mercado.

No hay misterio acerca de dónde proviene la antipatía moral contra el mercado. Nace en la ética del altruismo, que está enraizada profundamente en la cultura occidental, al igual que en la mayoría de las culturas. Según los parámetros del altruismo, la persecución del propio interés es, en el mejor de los casos, un acto neutral, fuera del campo de la moralidad, y en el peor de los casos un pecado. Es verdad que el éxito en el mercado se consigue por los tratos voluntarios, y satisfaciendo las necesidades de otros. Pero también es verdad que quienes triunfan están motivados en el lucro personal; y la ética está más interesada en los motivos que en los resultados.

Pero, ¿Qué significa exactamente el término "altruismo"? Por un lado, puede significar nada más que delicadeza o cortesía. Por otro lado, puede significar la completa sumisión del yo en un enorme agujero social. Esto es lo que entendió Augusto Comte cuando acuñó el término. "Vivir para otros", "incorporarse a la Humanidad", esas, dijo él, eran las virtudes cardinales de su "religión de Humanidad" (1). El altruismo, en este sentido más profundo, es la base para los varios conceptos de "justicia social" que se han usado para defender los programas gubernamentales que redistribuyen la riqueza. Mi objetivo es mostrar que este principio de altruismo no es compatible con el reconocimiento del individuo como fin en sí mismo. Mi argumento está basado en el trabajo de la escritora y filósofa norteamericana Ayn Rand, cuya fama—o notoriedad—descansó en la batalla que le presentó al altruismo.

Conceptos De Justicia Social
Comenzaré señalando que las demandas por justicia social toman dos formas diferentes, que llamaré estado de bienestar e igualitarismo. De acuerdo con el estado de bienestar, los individuos tienen un derecho a ciertas necesidades de la vida, incluyendo un nivel mínimo de alimento, albergue, vestimenta, asistencia médica, educación, y más. Es responsabilidad de la sociedad asegurar que todos sus miembros tengan acceso a estas necesidades. Pero un sistema capitalista laissez-faire no las garantiza para todos. Entonces, argumentan los sostenedores de esta teoría, el capitalismo no cumple su responsabilidad moral, y debe ser modificado a través de la acción estatal para proveer tales bienes a la gente que no los puede obtener por sus propios esfuerzos.

De acuerdo con el igualitarismo, la riqueza producida por una sociedad debe ser distribuida equitativamente. Es injusto que algunas personas ganen 15, 50 o 100 veces más que otras. Pero el capitalismo laissez-faire permite y promueve estas desigualdades en la distribución de la riqueza, y por ello es injusto. La característica del igualitarismo es el uso de las estadísticas sobre distribución de los ingresos. En 1989, por ejemplo, el 20% de los norteamericanos más ricos recibían el 45% del total de los ingresos, mientras que el 20% más pobre recibía sólo el 4% del total de los ingresos. El fin del igualitarismo es reducir esta diferencia; cualquier cambio en la dirección de una mayor igualdad es considerado como un acto de equidad.

La diferencia en estas dos concepciones de justicia social es la diferencia entre los niveles absoluto y relativo de bienestar. Los partidarios del estado bienestar demandan que la gente tenga acceso a un mínimo estándar de vida. Mientras exista este piso no importa cuánta riqueza tenga cada uno, o cuanta disparidad exista entre ricos y pobres. Por ello, están interesados primordialmente en programas que beneficien a la gente que está en niveles de pobreza, enfermedad, desempleo o carenciados en cualquier otra forma.

Los igualitarios, por otro lado, están interesados en el bienestar relativo. Sostienen que de dos sociedades posibles, ellos prefieren aquella en que la riqueza sea más igualmente distribuida, aún cuando el nivel de vida sea menor. Están a favor de medidas gubernamentales como los impuestos progresivos, que ayudan a distribuir la riqueza de acuerdo con la escala de ingresos. También intentan nacionalizar bienes tales como educación y medicina, sacándolos completamente del mercado y haciéndolos accesibles a todos de un modo más o menos igual.

Trataré ambos conceptos de justicia social por orden.

Estado De Bienestar
La premisa fundamental del estado bienestar es que la gente tiene derecho a bienes tales como comida, vivienda y asistencia médica. Son titulares de esas cosas. Sobre esta base, quien recibe beneficios de un programa del gobierno está recibiendo meramente lo que se le debe, del mismo modo que un comprador que recibe el bien por el que ha pagado, recibe lo que se le debe. Cuando el estado otorga estos beneficios protege derechos, del mismo modo que cuando protege a los compradores del fraude. En ningún caso existe necesidad de gratitud.

El concepto de derechos al bienestar, o derechos positivos, como frecuentemente se los llama, está modelado en los tradicionales derechos liberales a la vida, libertad y propiedad. Pero existen diferencias bien conocidas. Los derechos tradicionales son derechos a actuar sin interferencia de otros. El derecho a la vida es un derecho a actuar con el propósito de preservarse a uno mismo. No es un derecho a ser inmune a la muerte por causas naturales, aún a una muerte prematura. El derecho a la propiedad es el derecho a comprar y vender libremente, y apropiarse de los bienes de la naturaleza que no tengan dueño. Es el derecho de buscar propiedad, pero no un derecho a una dote de la naturaleza o del estado; no es una garantía de éxito para adquirir nada. En consecuencia, estos derechos imponen a otros sólo la obligación negativa de no interferir, no impedir por la fuerza que alguien actúe como ha elegido. Si me imagino a mí mismo extraído de la sociedad -viviendo, por ejemplo, en una isla desierta- mis derechos estarían perfectamente seguros. Podría no vivir mucho y ciertamente no viviría bien; pero estaría perfectamente libre de asesinato, robo o asalto.

Por contraste, los derechos al bienestar se conciben como derechos a poseer y disfrutar ciertos bienes, sin interesar la acción personal; son derechos a tener bienes provistos por otros si uno no puede obtenerlos por sí mismo. En consecuencia, los derechos al bienestar imponen obligaciones positivas sobre otros. Si tengo derecho a comida, alguien está obligado a crearla. Si no puedo pagarla, alguien deberá comprarla para mí. Los defensores del estado de bienestar argumentan que la obligación es impuesta a la sociedad como un todo, no a ningún individuo en especial. Pero la sociedad no es una entidad, mucho menos un agente moral por sobre los miembros individuales, de modo que cualquiera de esas obligaciones cae sobre los individuos. Cuando los derechos al bienestar se implementan mediante programas del gobierno, la obligación es distribuida sobre los contribuyentes.

Desde un punto de vista ético, la esencia del estado de bienestar es la premisa de que la necesidad de un individuo es un reclamo sobre los otros. En todas las versiones de la doctrina, el reclamo no depende de su relación personal con el reclamante, o su elección de ayudarlo, o su evaluación de sí él merece su ayuda. Es una obligación sin elección basada en el mero hecho de su necesidad.

Pero debemos llevar el análisis a un escalón superior. Si estoy viviendo solo en una isla desierta no tengo por supuesto derechos al bienestar, desde que no hay nadie alrededor para proveerme los bienes. Por la misma razón, si vivo en una sociedad primitiva donde la medicina es desconocida, no tendré derecho a la ayuda médica. El contenido de los derechos al bienestar es relativo al nivel de riqueza económica y capacidad productiva en una sociedad dada. Correspondientemente, la obligación de los individuos a satisfacer las necesidades de otros depende de su habilidad para hacerlo. Un individuo no puede ser culpado por no proveer a otros algo que no puede producir por sí mismo.

Pero suponga que yo puedo producirlo y simplemente elijo no hacerlo. Suponga que soy capaz de ganar mucho más dinero del que gano, sobre el cual se cobran los impuestos con los que deberé sostener a un hambriento. ¿Estoy obligado a trabajar más duro, a ganar más, para el bienestar de esa persona? No conozco ningún filósofo del bienestar que diga que lo estoy. El reclamo moral que se me impone por las necesidades de otras personas es contingente, no sólo sobre mi habilidad, sino también sobre mi deseo de producir.

Esto dice algo importante sobre el enfoque ético del estado de bienestar. No sostiene una obligación a perseguir la satisfacción de las necesidades humanas, mucho menos la obligación de tener éxito en lograrlo. La obligación es condicional: aquellos que tienen éxito en crear riqueza deben hacerlo sólo con la condición de que otros puedan disponer de ella. El fin no es tanto beneficiar al necesitado como amarrar al hábil. La asunción implícita es que la habilidad e iniciativa de una persona son ventajas sociales, que deben ser ejercidas sólo con la condición de que estén al servicio de otros.

Igualitarismo
Si vamos hacia el igualitarismo, vemos que llegamos al mismo principio por una ruta lógica diferente. La armadura ética de lo igualitario es definida por el concepto de justicia antes que por el derecho. Si vemos a la sociedad como un todo, vemos que el ingreso, la riqueza y el poder están distribuidos en una forma cierta entre individuos y grupos. La pregunta básica es: ¿Es equitativa la distribución existente? Si no, debe ser corregida por programas gubernamentales de redistribución. Una economía pura de mercado, por supuesto, no produce igualdad entre individuos. Pero algunos igualitarios han reclamado que la justicia requiere igualdad estricta de resultado. La posición más común es que hay una presunción a favor de resultados iguales, y que se justifica una partida desde la igualdad por sus beneficios sociales. El escritor inglés R.H. Tawney escribió que "la desigualdad de circunstancias razonable, en cuando es una condición necesaria de asegurar los servicios que requiere la comunidad" (2). El famoso "Principio de diferencia" de John Rawls—que las desigualdades son permitidas en tanto sirven los intereses de los menos aventajados en la sociedad—es sólo el más reciente ejemplo de esta afirmación (3). En otras palabras, los igualitarios reconocen que la nivelación estricta tendría un efecto desastroso en la producción. Admiten que la igualdad no contribuye a la riqueza de una sociedad. La gente debe ser recompensada de acuerdo con su habilidad productiva, como incentivo para desarrollar los mayores esfuerzos de los que sea capaz. Pero cualquiera de esas diferencias debe ser limitada por lo necesario para el bien público.

¿Cuál es la base filosófica de este principio? Los igualitarios sostienen que se sigue lógicamente del principio básico de justicia: que la gente debe ser tratada diferente sólo si hay diferencias en alguna forma moralmente relevante. Si vamos a aplicar este principio a la distribución del ingreso, debemos primero asumir que la sociedad literalmente está empeñada en un acto de distribución del ingreso. Esta afirmación es falsa (4). En una economía de mercado, los ingresos son determinados por las elecciones de millones de individuos—consumidores, inversores, empresarios y trabajadores. Estas elecciones son coordinadas por las leyes de oferta y demanda, y no es un accidente que un empresario exitoso gane mucho más que un jornalero. Pero no es el resultado de ninguna intención consciente de la sociedad. En 1992, la mejor paga animadora de Estados Unidos fue Oprah Winfrey, quien ganó unos 42 millones de dólares. Esto no fue porque "la sociedad" decidió que ella mereció tanto, sino porque millones de fans decidieron que su show merecía verse. Aún en una economía socialista, como ahora sabemos, los sucesos económicos no están bajo el control de los planes del gobierno. Aún allí hay un orden espontáneo, aun cuando corrupto, en el cual los sucesos son determinados por luchas burocráticas, mercados negros, etc.

A despecho de la ausencia de un acto literal de distribución, los igualitarios aún argumentan que la sociedad es responsable por asegurar que la distribución estadística de ingresos siga ciertos estándares de equidad. ¿Por qué? Porque la producción de riqueza es un proceso cooperativo, social. Más riqueza es creada en una sociedad caracterizada por el comercio y la división del trabajo, que en una sociedad de productores autosuficientes. La división del trabajo significa que mucha gente contribuye al producto final; y el comercio significa que un mayor círculo de gente adquiere responsabilidad por la riqueza que es obtenida por los productores. La producción es así transformada por estas relaciones, dicen los igualitarios, y el grupo como un todo debe ser considerado la unidad real de producción y la fuente real de riqueza. Finalmente, esta es la fuente de la diferencia en riqueza que existe entre una sociedad cooperativa y una que no lo es. Entonces, la sociedad debe asegurar que los frutos de la cooperación sean equitativamente distribuidos entre todos los participantes.

Pero este argumento sólo es válido si consideramos la riqueza económica como un producto social anónimo, en el que es imposible aislar las contribuciones individuales. Sólo en este caso será necesario establecer principios de justicia distributiva para repartir el producto. Pero esta afirmación, una vez más, es actualmente un vasto conjunto de bienes y servicios individuales disponibles en el mercado. Es posible conocer cuál bien o servicio ha ayudado a producir cada individuo. Y cuando el producto fue producido por un grupo, como una compañía, es posible identificar quién hizo qué. Después de todo, un empleador no contrata trabajadores por su antojo. Un trabajador es contratado por la anticipada diferencia con que sus esfuerzos contribuirán al producto final. Este hecho es reconocido por los igualitarios cuando sostienen que estas desigualdades son aceptables si son un incentivo para una mayor productividad que incremente la riqueza total de la sociedad. Para asegurarse de que los incentivos vayan a la gente correcta, como ha observado—Robert Nozick, aun los igualitarios deben asumir que podemos identificar el rol de las contribuciones individuales (5). En suma, no hay base para aplicar el concepto de justicia a la distribución estadística del ingreso o riqueza. Debemos abandonar la figura de una gran torta a ser dividida por un padre benevolente que desea ser equitativo con todos los chicos que hay en la mesa.

Una vez que abandonamos esa figura, ¿qué queda del principio expuesto por Tawney, Rawls y otros: que las inequidades son aceptables solo si sirven a los intereses de todos? Si esto no puede ser fundado en la justicia, debe ser considerado como materia de obligaciones que tenemos con los demás como individuos. Cuando lo consideramos desde este aspecto, vemos que es el mismo principio que identificamos como base de los derechos al bienestar. El principio es que el productivo puede disfrutar los frutos de su esfuerzo sólo bajo la condición de que esos esfuerzos beneficien del mismo modo a otros. No hay obligación a producir, a crear, a ganar. Pero si lo hace, las necesidades de los otros se elevan como un condicionante a sus acciones. Su habilidad, iniciativa, inteligencia, dedicación a sus fines, y todas las demás cualidades que hacen posible el éxito, son ventajas personales que lo colocan bajo una obligación hacia aquellos con menos habilidad, iniciativa, inteligencia o dedicación.

En otras palabras, toda forma de justicia social descansa en la asunción de que la habilidad individual es una ventaja social. La asunción no es meramente que el individuo no debe usar su talento para avasallar los derechos de los menos hábiles. Tampoco esta afirmación dice meramente que la benevolencia o generosidad son virtudes. Dice que los individuos deben considerarse a sí mismo como medios para el bien de otros. Y aquí llegamos a la médula de la cuestión. Respecto de los derechos de otras personas, reconozco que son fines en sí mismos, que yo no debo tratarlos meramente como medios para mi satisfacción, del mismo modo que trato con objetos inanimados. ¿Por qué, entonces no es igualmente moral considerarme a mí mismo como un fin? ¿Por qué, no debo rechazar, por respeto a mi propia dignidad como ser humano, la visión de mí mismo como medio al servicio de otros?

Una ética Individualista
Para cuestionar la ética del altruismo, quiero mostrar una filosofía ética alternativa, desarrollada por Ayn Rand. Es una ética individualista, que defiende el derecho moral de perseguir el propio interés.

Los altruistas sostienen que la vida nos presenta una elección básica: debemos sacrificar a otros para nosotros o sacrificarnos nosotros por los demás. En otras palabras, debemos ser predadores o altruistas. Pero esta es una falsa alternativa, de acuerdo con Rand. La vida no requiere sacrificios en ninguna dirección. Los intereses de la gente racional no están en conflicto y la procura de nuestro genuino interés requiere que tratemos con otros por medios pacíficos, por cambio voluntario.

Para ver por qué, preguntémonos cómo decidimos lo que está en nuestro propio interés. Un interés es un valor que nosotros tratamos de obtener: salud, placer, seguridad, amor, autoestima, o cualquier otro bien. La filosofía ética de Ayn Rand se basa en el principio de que el valor fundamental es la vida. Es la existencia de los organismos vivos, su necesidad de mantenerse a sí mismos mediante una acción constante, lo que origina el fenómeno de los valores. Un mundo sin vida sería un mundo de hechos pero no de valores, un mundo en el cual ningún estado podría ser considerado mejor o peor que cualquier otro. El patrón fundamental de valores, por referencia al cual una persona debe juzgar qué es de su interés, es su vida: no meramente la supervivencia de un momento a otro, sino la satisfacción completa de sus necesidades a través del ejercicio de sus facultades (6).

La facultad primaria del hombre, su medio primario de supervivencia, es su capacidad para usar la razón. Es la razón lo que nos permite vivir por producción y superar el precario nivel de cazar y acopiar. La razón es la base del lenguaje, que nos permite cooperar y transmitir conocimiento. La razón es la base de las instituciones sociales gobernadas por reglas abstractas. En la visión de Rand, el propósito de la ética es proveer patrones para vivir de acuerdo con la razón, en procura de nuestras vidas. Varias consecuencias se siguen de este principio y sólo puedo describir algunas pocas de ellas muy brevemente.

Para vivir por la razón, antes que nada, debemos aceptar a la independencia como virtud. La razón es una facultad del individuo. No importa cuánto aprendamos de otros, el acto de pensar tiene lugar en una mente individual. Debe ser iniciado por cada uno de nosotros por nuestra elección y dirigido por nuestro esfuerzo mental. La racionalidad requiere que aceptemos la responsabilidad para dirigir y sostener nuestras vidas. Segundo, para vivir por la razón, debemos aceptar la productividad como virtud. La producción es el acto de crear valor. Los seres humanos no pueden vivir una vida completa descubriendo lo que necesitan en la naturaleza, como el resto de los animales. Tampoco pueden vivir como parásitos de otros. "Si algún hombre intenta sobrevivir mediante la fuerza bruta o el fraude", argumenta Rand, "saqueando, robando, engañando o esclavizando a otros que producen, sigue siendo cierto que su supervivencia sólo es posible por el esfuerzo realizado por sus víctimas, aquellos hombres que han elegido pensar y producir los bienes que ellos, los saqueadores, les arrebatan. Tales saqueadores son parásitos incapaces de sobrevivir, que existen destruyendo a quienes sí son capaces, a quienes siguen el curso de acción propio del hombre"(7).

El egoísta es usualmente mostrado como alguien que no hará nada para conseguir lo que quiere; alguien que mentirá, hurtará y exigirá para dominar a los otros en procura de satisfacer sus deseos. Como mucha gente, Rand consideraría este modo de vida como inmoral. Pero su razón no es que esto perjudica a otros. Su razón es que lo perjudica a él mismo. El deseo subjetivo no es el patrón para considerar que algo está en nuestro interés, y el engaño, el robo y el poder no son los medios para lograr la felicidad o una vida exitosa. Las virtudes que mencioné son patrones objetivos. Están enraizados en la naturaleza del hombre. Pero su propósito es permitir a cada persona "conseguir, mantener, completar y mejorar ese valor último, que es un fin en sí mismo, que es su propia vida" (8). Entonces, el propósito de la ética es decirnos cómo alcanzar nuestros intereses reales, no cómo sacrificarlos.

Principios Sociales
¿Cómo entonces debemos tratar con otros? La ética social de Rand descansa en dos principios básicos, un principio de derechos y un principio de justicia. El principio de derechos dice que debemos tratar con otros en forma pacífica, voluntaria, sin iniciar el uso de la fuerza contra ellos. Sólo por este camino el hombre puede vivir independientemente, por su propio esfuerzo productivo; la persona que intenta vivir controlando a otros es un parásito. Dentro de una sociedad organizada, debemos respetar los derechos de otros si deseamos que nuestros propios derechos sean respetados. Y sólo por este camino podemos obtener los beneficios que provienen de la interacción social: los beneficios del cambio económico e intelectual, tanto como los valores de una relación personal más íntima. La fuente de estos beneficios es la racionalidad, la productividad, la individualidad de la otra persona, y todo ello requiere libertad. Si vivo por la fuerza, ataco la raíz de los valores que busco.

El principio de justicia es lo que Rand llamó el principio del comerciante: vivir por el comercio, ofreciendo valor por valor, nunca buscando ni entregando lo no ganado. Una persona honorable no ofrece sus necesidades como un reclamo hacia otros, ofrece sus valores como la base de cualquier relación. Tampoco acepta una obligación no elegida de servir las necesidades de otros. Nadie que valore su propia vida puede aceptar una responsabilidad abierta de ser el mantenedor de sus hermanos. El principio del comercio, observó Rand, es la única base sobre la cual los humanos pueden tratar unos con otros como iguales independientes.

Lo que le he mostrado es un breve sumario de la filosofía ética de Rand, la ética Objetivista, como ella la llamó. Pero pienso que es suficiente para indicar que es una alternativa a la ética tradicional del altruismo, una alternativa que trata al individuo como un fin en sí mismo en el completo significado del término. La implicación de este acercamiento es que el capitalismo es el único sistema justo y moral.

Moralidad Y Capitalismo
Una sociedad capitalista está basada en el reconocimiento y protección de los derechos individuales. En una sociedad capitalista, los hombres son libres de perseguir sus propios fines, por el ejercicio de sus propias mentes. El hombre está constreñido por las leyes de la naturaleza. La comida, vivienda, vestimenta, libros y medicinas no crecen en los árboles. Pero el único límite social que impone el capitalismo es que aquellos que quieran el servicio de otros deben ofrecer un valor a cambio. Nadie debe usar al estado para expropiar lo que otros han producido (9).

El éxito económico en el mercado -la distribución del ingreso y la riqueza- dependerán de las acciones e interacciones voluntarias de todos los partícipes. El concepto de justicia se aplica al proceso de actividad económica. El ingreso de una persona es justo si lo ganó por trato voluntario, como recompensa por el valor ofrecido, de acuerdo con el juicio de aquel a quien se lo ofrece. Los economistas saben bien que no hay tal cosa como precio justo para un bien, aparte de los juicios hechos por los participantes en el mercado acerca del valor de ese bien para ellos. Lo mismo es verdad respecto del precio de los servicios productivos. Esto no significa que deba medir mi mérito de acuerdo con mi ingreso, sino que si deseo vivir mediante el comercio con otros, no puedo demandar que ellos acepten mis términos y sacrifiquen su propio interés.

¿Qué pasará entonces con quien es pobre, discapacitado o incapaz de mantenerse a sí mismo? Esta es una pregunta válida, en tanto no sea la primera pregunta que nos hagamos respecto de un sistema social. Es un legado del altruismo pensar que el patrón primario para evaluar una sociedad son los miembros menos productivos. "Benditos son los pobres de espíritu", dijo Jesús, "benditos son los humildes". Pero no existe ningún fundamento en justicia para sostener que los pobres o humildes deban ser tenidos en alguna estima especial o para considerar sus necesidades como primordiales. Si debiésemos elegir entre una sociedad colectivista en la que nadie es libre pero nadie padece hambre y una sociedad individualista en la cual todos son libres pero un puñado de personas morirán de hambre, yo sostendría que la segunda sociedad, la libre, es moralmente preferible. Nadie puede reclamar un derecho a que otros lo sirvan en contra de su voluntad, aún cuando su propia vida dependa de ello. Pero no es esta la elección frente a la cual nos encontramos. De hecho, el pobre está mucho mejor bajo el capitalismo que bajo el socialismo, o aún el estado de bienestar. Como hecho histórico, las sociedades en las cuales nadie es libre, como la antigua Unión Soviética, son sociedades en las que un gran número de personas padece hambre. Aquellos que son capaces de trabajar, tienen un vital interés en el crecimiento económico y tecnológico, lo que ocurre más rápidamente en un sistema de mercado. La inversión de capital y el uso de la maquinaria posibilitan el empleo de gente que de otro modo no podría producir lo suficiente para sobrevivir. Las computadoras y los equipos de comunicaciones, por ejemplo, hacen hoy posible que gente con severas discapacidades puedan trabajar en sus propias casas.

Y para aquellos que simplemente no pueden trabajar, las sociedades libres han provisto siempre numerosas formas de ayuda privada y filantropía: organizaciones de caridad, sociedades de benevolencia, etc. En este sentido, aclaremos que no existe contradicción entre egoísmo y caridad. A la luz de los muchos beneficios que recibimos del trato con otros, es natural considerar a nuestros semejantes con un espíritu de benevolencia general, preocuparnos por sus infortunios y ayudarlos cuando ello no significa un sacrificio para nuestros propios intereses. Pero existen grandes diferencias entre una concepción egoísta y una altruista de la caridad.

Para un altruista, la generosidad hacia otros es un primario moral y debería ser elevada hasta el punto del sacrificio, sobre el principio: dé hasta que duela. Dar es un deber moral, sin importar cualquier otro valor que uno tenga y el que recibe tiene derecho a ello. Para un egoísta, la generosidad es una entre muchas otras formas de perseguir nuestros valores, incluyendo el valor que encontramos en el bienestar de otros. Esto debería ser hecho en el contexto del resto de los propios valores, sobre la base del principio: dé cuando ello ayuda. No es un deber, ni los que lo reciben tienen derecho a ello. Un altruista intenta considerar a la generosidad como una expiación de culpa, asumiendo que hay algo pecaminoso en el hecho de ser capaz, exitoso, productivo o rico. Un egoísta considera esos mismos tratos como virtudes y ve a la generosidad como una expresión del orgullo emanado en ellas.

La Cuarta Revolución
Hay mucho más que se podría decir acerca de la economía de distribución del ingreso, sobre la filantropía privada en una sociedad libre y sobre los defectos de los programas de transferencia del gobierno. Pero mi tema se relaciona con la ética, no con la economía. Mi tópico ha sido la ética del mercado y las bases éticas de las demandas por justicia social. He dicho al comienzo que el capitalismo fue el resultado de tres revoluciones, cada una de las cuales provocó una ruptura radical con el pasado. La revolución política estableció la primacía de los derechos individuales y el principio de que el gobierno es un sirviente del hombre, no su señor. La revolución económica aportó un entendimiento del mercado. La Revolución Industrial expandió radicalmente la aplicación de la inteligencia al proceso de producción. Pero la humanidad nunca rompió con su pasado ético. El principio ético de que la habilidad individual es un haber social, es incompatible con una sociedad libre. Si la libertad ha de sobrevivir, necesitamos una cuarta revolución, una revolución moral, que establezca el derecho moral de un individuo para vivir por sí mismo.

Auguste Comte, "A General View of Positivism", 2º ed., trans. J.H. Bridges, London, 1865, p.374.
R.H. Tawney, "Equality", New York, 1952, p. 117.
John Rawls, "A Theory of Justice", Harvard University Press, 1971.
F.A. Hayek, "The mirage of Social Justice", vol.2 of "Law, Legislation and Liberty", Chicago University Press, 1976, chap.9. Robert Nozick "Anarchy, State and Utopia", New York, 1974, chap.7.
Nozick, op.cit., p. 188-89.
Aynd Rand, "The Objetivist Ethics", in "The Virtue of Selfishness", New York, 1963.
Ibid., p.23.
Ibid., p.25.
Ayn Rand, "What is Capitalism?" in "Capitalism: The Unknown Ideal", New York, 1967.
David Kelley es fundador y Director Ejecutivo del The Objetivist Center, estudió filosofía en el Vassar College y en Brandeis University. Entre sus libros están: The evidence of the senses, un tratado sobre epistemología; The art of reasoning, un manual de lógica; y, recientemente, The Life of One´s Own, un ensayo sobre los derechos individuales y el estado de bienestar. Fue columnista del Barron's y escribió varios artículos sobre filosofía, política y asuntos públicos.

abril 06, 2007

El poeta que tenía razón

Publicación: 17/8/1992

Por Czeslaw MiloszNational Review

Pagar tributo a un hombre excepcionalmente valioso es darse cuenta una vez más que la igualdad no existe en la república de las artes y de las letras. Su estructura es estrictamente jerárquica. La primera categoría no es igual a la segunda categoría, el atrevimiento no es igual a la cobardía, la generosidad de la mente no puede ser puesta en el mismo nivel que el interés propio. Las incertidumbres que son obvias cuando intentamos determinar cuál es la primera categoría en las artes o en la escritura socavan constantemente la propia noción de la jerarquía. Y aún la vida trae una y otra vez la confirmación de su existencia.
El logro de Robert Conquest se torna más obvio cuando lo observamos junto al comportamiento de sus contemporáneos, escritores como él, ya sea ingleses, estadounidenses, franceses, o italianos. Por muchas décadas en el siglo veinte, la gran mayoría de ellos observó ciertas reglas, que les parecían tan obvias que las convirtieron en la segunda naturaleza. Actuar contra esas reglas hubiese sido violar poderosos tabúes. La sanción para la inconformidad no era política sino social, en la medida en que implicaba una pérdida de status en la comunidad intelectual. Tengo en mente, por supuesto, una orden judicial prohibiéndole a uno decir la verdad sobre el sistema comunista en la Unión Soviética.
Robert Conquest, pese a ser el autor de varios libros académicos, es un poeta, y yo le deseo mucho más tiempo libre para alcanzar su verdadera vocación, ahora que ha terminado su tarea al servicio de la humanidad escribiendo sobre la naturaleza criminal del estado soviético. En la historia de la poesía moderna, Conquest ocupa un lugar permanente como iniciador del denominado Movimiento en Inglaterra en los años 50, junto con Kingsley Amis, Dennis Enright, Donald Davie, Philip Larkin y Thorn Gunn. Siendo yo un poeta y vivido en París en los años 50, puedo visualizar el riesgo corrido por un poeta que transgredió lo que entonces era considerado como políticamente correcto. En aquella época Jean-Jean-Paul Sartre se encontraba liderando una campaña espantosa contra Albert Camus, quien se atrevió a mencionar, en su libro El Rebelde, la existencia de campos de concentración en la Unión Soviética. El Londres de Robert Conquest no debe haber sido en este aspecto muy diferente de París. E incluso, si bien no puedo comparar mi propia contribución a la lucha contra las modernas formas de esclavitud con la voluminosa Cnuvre de Robert Conquest, mi experiencia es suficiente para comprender la resistencia que debió superar para emprender sus investigaciones. La honestidad me obliga a agregar que varios años después de la Segunda Guerra Mundial, debido a la situación política peculiar en Polonia, practiqué un compromiso con mi conciencia. Por lo tanto, lo que digo aquí puede ser interpretado también como un homenaje pagado por el vicio a la virtud.
Quizás ciertos sucesos retroceden demasiado rápido en un olvido misericordioso. La actitud de la abrumadora mayoría de los literatos occidentales hacia el estado comunista se extendió desde la abierta adulación hasta el silencio sobre hechos tales como los asesinatos y las deportaciones masivas, las hambrunas artificiales, y los campos de trabajo esclavo. En conjunto constituye uno de los fenómenos más extraños de la historia de nuestro siglo y proporcionará ciertamente tema para muchos análisis. Una mitologizada noción del progreso condujo a equiparar al supuesto socialismo de los soviéticos con el futuro de la humanidad.
Entre los admiradores de la Unión Soviética encontramos a las mentes más brillantes las que solamente deseaban ser engañadas, por mencionar solamente a Bernard Shaw, Romain Rolland, Jean-Jean-Paul Sartre, Pablo Picasso. Hoy es más y más obvio que la larga supervivencia de la tiranía soviética fue en gran medida dependiente del mantenimiento, mediante una gigantesca maquinaria de desinformación, de una apariencia de humanismo. Recuerdo a un eminente periodista estadounidense asegurarme que los trabajos de Abram Tertz (el seudónimo de Andrei Sinyavsky) no fueron escritos en Moscú sino que fueron fabricados en el exterior por anticomunistas. Con todo, las voces de los escritores y de los eruditos rusos tuvieron éxito al final en alcanzar al mundo en gran escala. El Archipiélago de Gulag de Solzhenitsyn y la franqueza de Andrei Sakharov aguijonearon el engaño. Y ésa fue una de las causas principales de la desintegración del imperio. Fue en verdad—para contrariar a los detractores del Presidente Reagan—un imperio del mal.
La responsabilidad de muchos intelectuales en mantener una conspiración de indiferencia no puede, sin embargo, justificar la denigración de ellos como una clase social o casta. Para en Rusia, aunque muchos fueron serviles, otros comenzaron a rebelarse tempranamente. La suerte de Boris Pasternak puede ser reseñada aquí como un ejemplo. También en Occidente, los casos de Solzhenitsyn y Sakharov hallaron una enorme respuesta y apoyo precisamente entre los escritores y los artistas.
Los libros de Robert Conquest siguen una disciplina de investigación académica, aunque no se encuentran separados, en virtud de que la separación al ocuparse de la desgracia de millones de seres humanos sería insensible. Los propios títulos indican claramente el contenido. Su obra Poder y Política en la URSS apareció en 1961. En 1962 Conquest publicó El Ultimo Imperio, el cual luce profético treinta años más tarde. El mismo año publicó El Asunto Pasternak: Coraje y Genio, Un Informe Documental. Fue seguido por Rusia después de Khrushchev (1965), La Política de las Ideas en la URSS (1967), La Religión en la URSS (1968), El Sistema Político Soviético (1968), El Gran Terror: La Purga de Stalin en los Años 30 (1969). La política soviética hacia las nacionalidades, la cual está siendo escarmentada hoy día por los acontecimientos, fue tratada primero en El Ultimo Imperio, y más adelante en Los Asesinos de la Nación: Las Deportaciones Soviéticas de las Nacionalidades (1970), Kolyma: Los Árticos Campos de la Muerte (1978), La Cosecha de Dolor: La Colectivización Soviética y la Hambruna de Terror (1986), y Stalin: Triturador de Naciones (1991).
La gente que se atrevió, al igual que Robert Conquest, a revolver la conciencia del mundo fue generalmente acusada de ultra conservadora, partidaria de la Guerra Fría, etc. Si esa clase de actividad era un privilegio de los conservadores, deben estar orgullosos de su buena voluntad de llamar a una espada una espada. Pese a ello, entre esos miembros de la república del arte y de las letras que rompió la conspiración del silencio se encontraban representantes de un espectro político amplio, incluyendo a hombres de la izquierda como George Orwell, Arthur Koestler, y mis recientes amigos, los eminentes escritores italianos Ignazio Silone y Nicola Chiaromonte. Una compañía honorable. Y cuando incluyo a Robert Conquest en ella, me digo a mi mismo que las altas cualidades de ese grupo compensan probablemente los errores y las aberraciones que fueron de otra manera tan comunes entre la intelligentsia.
Vengo de un área en Europa que estuvo durante mucho tiempo ocupada por la Unión Soviética. Lo que sea que el futuro traiga para esa área—y no estamos exentos de recelos—los horrores del estado policial se encuentran terminados. He intentado llegar a la opinión pública occidental escribiendo sobre la situación del país de mi nacimiento, Lituania, y del país de mi lengua, Polonia, y, por supuesto, fui respetuoso de aquellos pocos colegas cuyos trabajos promovieron la causa de la liberación. En este momento estoy feliz de la oportunidad de expresar mi gratitud a Robert Conquest.

Traducido por Gabriel Gasave
Fuente www.elindependent.org

abril 05, 2007

Liberalismo represor

Publicación original 02/02/2007
Por Jorge Valin




Entre muchos liberales hay la creencia que la regulación estatal ha de existir. Para ellos, la libertad total lleva al actor económico y social a un estado de irresponsabilidad que ha de ser atajado por una entidad superior, por ejemplo, el Estado. Esta concepción del liberalismo no deja de estar inspirada en una visión elitista, falsa y despótica. Todo lo contrario lo que implica la idea de liberal.
Los planificadores sociales liberales conciben el conjunto de la sociedad como si fuera una empresa. Creen que España es la empresa, y el Gobierno el gestor. Por alguna razón opinan que ciertos recursos y servicios son una propiedad natural del Estado que ha de ser dirigida por técnicos que tengan vía libre en interferir en la vida de las personas en defensa del conjunto. Un empresario hace algo similar, pero con una gran diferencia. El empresario detecta una carencia en el mercado que cubre mediante la producción del hasta ahora producto inexistente para recibir así el beneficio económico. Es una conjunción de intereses reales y medibles, la del planificador no. Éste sólo monopoliza o nacionaliza un sector de la producción mediante el uso de la fuerza, la ley, para gestionarlo como él mejor cree sin el infalible test del mercado, esto es, la complacencia activa del cliente y su interés hacia ese producto o servicio y no otros. Además, el planificador social tomando este recurso en exclusiva genera un efecto crowding out (efecto expulsión) dejando la competencia mermada y en desigualdad de oportunidades. A diferencia del empresario también, si el Estado falla en su oferta, no cierra, sino que la refuerza. Ejemplos como los de la educación, sanidad o justicia los vivimos diariamente, cuando más fallan, más dinero les destina el Estado. La única solución será entregarlos todos a la sociedad, al mercado.
También cree el planificador social que su teoría es ajena al mundo en el que vive. No contempla las diversas fuerzas contrarias de la sociedad a la que todo medio político sucumbe siempre, como los sindicatos, grupos de presión, grandes empresas o medios de comunicación. ¿Qué nos hace pensar que la brillante teoría del liberal planificador se aplique en la realidad? Nada, sólo es una ilusión de su mente.
Una de las herramientas de la gestión de la "empresa-país" es mediante el control de la información. La idea empieza a tomar fuerza a partir de William Stanley Jevons (1835-1882), que ya en su libro La Teoría De La Economía Política demanda que el estado empiece a recopilar datos para manejar la sociedad. Jevons también destaca por otras teorías brillantes, como la de intentar relacionar los ciclos lunares con los económicos. Jevons no entendió que la información es incomprensible e imposible de acaparar por el ser humano debido a la propia estructura multidimensional y volátil de la misma, los agregados sólo nos sirven para hacer balances de conjuntos para disminuir al máximo los costes, pero "vivir" en sociedad no es un coste ni una utilidad, no hay relación económica. En este sentido, no hay una correlación lógica entre el coste económico del empresario o empresa y el coste social, externalidades, del planificador.
Lo que hizo Jevons y otros, no es más que intentar buscar relaciones comunes de comportamientos contingentes para aplicarlos sobre la sociedad (por ejemplo, relacionar los ciclos lunares con los ciclos económicos), pero en el momento que una ley económica y social se basa en la contingencia se vuelve discrecional, subjetiva y, por tanto, inválida como respuesta a las necesidades reales del hombre libre.
También nos hemos de preguntar, por qué estos planificadores liberales quieren castigar lo que ellos creen que es un comportamiento "violento" de todas las personas, adoptando la idea de Thomas Hobbes, para mitigarla con el uso de más violencia, pero ésta, institucional. Si los hombres son violentos o malos, no tiene sentido alguno colocar a uno de ellos como gestor del resto, es un absurdo, y más aún sin haber pasado el test de afirmación voluntario del mercado. Tal concepción de hombre-de-estado-bueno se convierte en esclavitud. Cuando en esta dinámica entramos, la agresión no es un mal en sí, sino un mal menor que puede derivar fácilmente en el mayor de los males. El desprecio a la vida, propiedad y libertad del hombre libre no harán más que crecer. El S. XX ha sido una muestra.
Entre empresarios o burócratas hay una idea muy difundida: "mi plan es el mejor". Muchas empresas cierran por ese prejuicio no analizado correctamente, pero en el caso del empresario, la responsabilidad última siempre es suya, se crea en este sentido una autoresponsabilidad total. Arriesga su dinero, o el que otros le han prestado voluntariamente bajo su responsabilidad. En el caso del planificador social que pretende regular la educación, la justicia, la medicina, los seguros, la defensa... el proceso es el inverso: arriesga el dinero de otros que ha tomado por la fuerza, por el uso de la violencia y la extorsión; y cuando el plan no funciona, jamás lo paga el planificador, sino el hombre libre que ha sufrido el robo estatal. La responsabilidad desaparece en un entorno de control político. Sólo la libertad individual es un fin en si mismo y no los desquicios mentales de algún técnico engreído con ansias de dominio social. En realidad, quien pretende controlar la sociedad como si de una empresa u organización de afiliación forzosa se tratara no deja de ser un tirano, y de eso no trata precisamente el liberalismo. Si tales planificadores tan convencidos están de sus planes, que lo testen de verdad creando empresas. Esta es la mejor forma de servir a la sociedad, y de forma voluntaria además, sin imposiciones, monopolios de ley ni castigos.