por Gabriela Calderón
Guayaquil, Ecuador— La semana pasada el presidente Correa por fin nos dio una definición del tan cacareado Socialismo del Siglo XXI (SSXXI): “una derrota social del neoliberalismo”. Añadió que el SSXXI es un proceso en construcción y que se diferencia del socialismo de aquel del siglo XX en que no incita a lucha de clases.
Resulta inconsistente decir que no se busca provocar una lucha de las clases mientras que diariamente se lanzan ataques verbales a distintos sectores de la sociedad ecuatoriana: los pelucones, los banqueros, la prensa corrupta, entre otros. Sin embargo, hablemos de lo que significa el SSXXI según uno de sus principales exponentes:
Llama la atención lo que Dieterich considera la única forma de realizar la transición de una economía capitalista hacia una socialista del siglo XXI: “la sustitución del sistema de precio-mercado por el cálculo en valores, y el intercambio de valores iguales”. Esto significa que un producto o servicio valdrá el tiempo que se requirió para producirlo. Además, dispone que los intercambios solo se realicen por productos o servicios del mismo valor (en tiempo).
Un vaso de agua no vale lo mismo en el desierto que en la ciudad. Las distintas circunstancias pueden afectar hacia arriba o hacia abajo el precio de cualquier producto o servicio y esto se debe a que el valor es subjetivo. También es subjetivo porque cada cosa tiene un valor distinto para cada persona por razones que no necesariamente son objetivas. Dieterich descalifica a esta teoría del valor subjetivo simplemente por ser “burguesa”.
En una sociedad libre, las miles de millones de transacciones realizadas por las personas determinan de la manera más democrática posible qué productos o servicios quieren. En el sistema que propone Dieterich, un escocés y su fórmula que determina el valor de una hora de trabajo fijan en gran parte lo que costará cada producto o servicio. Es decir, se ignorarían por completo las preferencias de cada persona. ¿Es eso democratizar los precios de una economía?
Además, si le van a pagar de acuerdo a cuánto se demora en producir su servicio, pues demórese que así se hará rico con el SSXXI.
Mientras que uno de los gobiernos más socialista del siglo XXI intenta realizar estos descabellados experimentos adentro de Venezuela, en el mercado internacional no solo está de acuerdo con el sistema de precios para el intercambio de mercancías como el petróleo, sino que se aprovecha de lo que Marx llamó “precios monopolísticos” (a través de la OPEP).
Si Venezuela es el Norte del SSXXI, mejor vamos al sur, donde está Chile. En el primer quinquenio del gobierno chavista (1999-2004) la pobreza en Venezuela aumentó de 42,8% de la población a 53%, según las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas de Venezuela. En 2004 Chávez decidió cambiar la metodología con que se medía la pobreza y, ahora misteriosamente esta muestra un descenso. El estudio independiente del Proyecto Pobreza de la Universidad Católica Andrés Bello coloca la pobreza por encima del 55% de la población.
Chile, en cambio, entre 1990 y 2006 redujo la pobreza de aproximadamente 40% de su población a menos de 15%. Desde el 2003 solamente, la pobreza extrema se ha reducido por un tercio. Ahí no se habla de burguesía, del imperio, de largas noches neoliberales u otros cucos imaginarios que suelen mencionar los ideólogos de ese disparate del siglo XXI.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 28 de agosto de 2007.
Gabriela Calderón es editora de ElCato.org y columnista de El Universo (Ecuador).
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