Post sacado del Blog de Ricardo López Göttig (gracias Ricardo!)
Reseña de Hernán Alberro
Buscar desenmascarar un mito es indudablemente una tarea ardua. Si encima se trata de quien adorna las remeras, brazos, colgantes, bolsos y demás accesorios de buena parte de la juventud del mundo, el desafío se hace casi imposible. Por supuesto, se trata de Ernesto “Che” Guevara, el inmortalizado mito guerrillero, a quien la prensa mundial y hasta Hollywood se han deleitado describiendo y mostrando como un joven rebelde, en permanente lucha por sus ideales.
Este es el gran desafío que se propone Humberto Fontova, autor de varios libros sobre el tema y una de las víctimas de las atrocidades realizadas por el Che Guevara y sus socios cubanos, ya que a los siete años de edad tuvo que huir raudamente del país con su madre y hermano sin saber si su padre sería o no fusilado por el argentino que entonces capitaneaba las ejecuciones en la cárcel La Cabaña. Así, intentando despegarse de toda carga emocional, Fontova realiza una minuciosa investigación sobre el Che Guevara, suministrando datos bien documentados y testimonios de quienes en uno u otro momento de sus vidas compartieron un tiempo con el mítico guerrillero.
Con gran sencillez y una impecable rigurosidad, Fontova comienza describiendo la llegada del Che Guevara a Nueva York para dar su famoso discurso ante la Asamblea General de la ONU en 1964. Aunque tal como documenta el autor, esto era sólo una máscara para ayudar a coordinar la voladura de la Estatua de la Libertad, atentado afortunadamente frustrado por el FBI.
Durante todo el libro, Fontova se centra en la actitud de roqueros como Santana y Rage Against the Machine, o estrellas de Hollywood como Johnny Deep, Robert Redford y Angelina Jolie que llevan en sus atuendos o en sus pieles el marketinero rostro inmortalizado por Korda. Por este motivo, dedica gran parte del libro a demostrar las crueldades del Che para con todo rebelde, en fin, con quien pretendiera romper las reglas impuestas por él. Incluso el nieto de quien fuera idolatrado por sus biógrafos, Jon Lee Anderson y Jorge Castañeda, Canek Sánchez Guevara, ahora exiliado en México, tomó la decisión de abandonar el sistema creado por su abuelo por considerar que “el régimen demanda sumisión y obediencia… el régimen persigue a hippies, homosexuales, libre pensadores, y poetas… Utilizan un sistema constante de vigilancia, control y represión”.
El libro está repleto de anécdotas y detalles no muy conocidos, no sólo del Che Guevara, sino también del régimen que Fidel Castro dominó con mano férrea durante casi cincuenta años y ahora su hermano pretende extender en una suerte de dinastía. Así también, detalla la persecución específica recibida por homosexuales por parte del gobierno cubano desde mediados de la década del 60 con las Unidades Militares de Ayuda de Producción (UMAP). Se trataba de campos de concentración y trabajo forzado para homosexuales y otros “elementos antisociales” cuyo lema era “El trabajo los hará hombres” frase que recuerda al cartel de Auschwitz “El trabajo los hará libres”.
El libro no sólo se preocupa por la vida pública de Ernesto Guevara, sino que también profundiza en su vida privada para contrastar la versión que lo presenta como un despreocupado por las riquezas terrenales. De todas las propiedades confiscadas por el régimen en 1959, el Che eligió como morada la más lujosa de la isla, perteneciente al, hasta entonces, constructor más importante del país, una mansión con puerto de yates, una enorme pileta de natación, siete baños, sauna y hasta un enorme televisor con lo que en esa época era poco conocido incluso en Estados Unidos: un control remoto. En este sentido también profundiza sobre la ambición de Guevara e incluso pone en duda con documentos concretos, su supuesto título de médico.
En otro apartado el libro alcanza momentos hilarantes al relatar los “conocimientos” del Che sobre la guerra de guerrillas y su rol, tanto en Sierra Maestra como en el Congo y en Bolivia, donde éste se entrega con la famosa frase: “¡no disparen! Valgo más vivo que muerto” (como si esto fuera distinto para quienes él fusiló…). Aparentemente el Che se entrega gustoso no sólo creyendo que no lo iban a matar, sino viendo que ésa era su mejor salida, ya que estaba perdido, con hambre y bastante solo (sin apoyo popular) en medio de la selva boliviana. De hecho, en el único enfrentamiento en el que el Che tuvo éxito, según el autor, fue cuando tuvo lugar la invasión de Bahía de los Cochinos, momento en el cual el argentino vio su oportunidad de lucirse y se dirigió con un buen batallón al lugar opuesto de la isla donde la CIA había preparado un señuelo.
Permanentemente, Fontova nos recuerda de la crueldad y el ansia de sangre y muerte del Che Guevara utilizando como fuentes sus propias declaraciones y escritos. “Si los misiles se hubiesen quedado en Cuba los habríamos utilizado contra el mismo corazón de los Estados Unidos, incluyendo Nueva York. Nunca debemos establecer una coexistencia pacífica. ¡Debemos caminar el camino de la victoria incluso si cuesta millones de víctimas atómicas!” declararía el argentino al London Daily Worker . Fue este supuesto Jesús contemporáneo quien afirmó “un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivada por puro odio”. Esto sumado a su famosa declaración en Montevideo en 1964: “Claro que fusilamos. Y continuaremos fusilando cuanto sea necesario”. Según estimaciones, hasta 1970, el número de fusilamientos alcanzaba los 1400 en el “paraíso tropical”.
Por este motivo, Fontova dedica un capítulo a una de las aparentes pasiones del Che: los fusilamientos. De esta forma, explica cómo el argentino idolatrado entonces por la revista Times y el New York Times, se convirtió en una “efectiva y violenta máquina de matar”. Es aquí donde el libro toma su lado más doloroso y relata historias realmente dignas de una película de terror sádico. Cuenta cómo este supuesto héroe mandó a fusilar a personas ante la impotente mirada de sus padres, esposas y familiares en general, deleitándose en el acto. A tal punto llegaba su sadismo, que el argentino eligió, en La Cabaña, la oficina que mejor vista tenía al paredón donde se realizaban los fusilamientos.
Pero no todo es crítico. Fontova relata los éxitos del Che Guevara como Ministro de Economía. Ya que fue con la gran ayuda de este argentino que Cuba logró convertir a la sangre humana en un commodity para venderla a Vietnam del Norte. Todo esto está incluso documentado por la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos.
La evidencia es elocuente. Los datos y testimonios del libro por momentos ponen la piel de gallina al lector. Sin embargo, este genocida latinoamericano sigue siendo idolatrado por miles y miles de jóvenes, intelectuales, periodistas y hasta políticos. ¿Por qué esta idolatría si los datos son tan concretos, si se sabe que asesinó a sangre fría a tanta gente y se quedó con las ganas de acribillar a tantos más? El libro también responde esta pregunta con una anécdota en la cual el cubano americano Henry Gómez caminaba por la calle luciendo su remera casera con la frase “El Che está muerto – acéptenlo”. Justo entonces, se cruza con el guitarrista Carlos Santana quien le dice que eso no es cierto porque “el Che vive en nuestros corazones”. Por supuesto, este joven cubano le comenzó a dar datos respecto del odio y la crueldad de este personaje como así también los sufrimientos por los que han pasado los cubanos por casi medio siglo, a lo cual el roquero le contesta: “Te estás aferrando demasiado a los hechos”.
Es así, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero quien esté dispuesto a abrir sus ojos y aferrarse a los datos concretos, en lugar de las fábulas imaginarias de hagiógrafos del Che y adoradores del régimen castrista que prefieren vivir en Estados Unidos, aquí tienen el libro indicado. Contundente, ameno, pero a la vez crudo y fundamentalmente basado en datos concretos.
Hernán Alberro es Director de Programas del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL)
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