noviembre 29, 2007

Festejando el dinero



Por Samuel Gregg




El pasaje de la Biblia que quizás más a menudo se cita mal es que “el dinero es la raíz de todos los males”. Lo nocivo es la codicia y lo que dice la Biblia (1 Timoteo 6:10) es que “el amor del dinero es la raíz de todos los males”.
A lo largo de la historia, los banqueros y financistas, desde los Medici y los Rothschilds hasta las inversiones especulativas de los Hedge Funds de hoy, reciben mala prensa. Inclusive el premio Nobel y ex economista jefe del Banco Mundial Joseph Stiglitz utiliza despectivamente la expresión “dictadura financiera internacional” para describir la influencia ejercida por financistas occidentales en América Latina y Africa.
Lamentablemente, toda esa retórica esconde lo que apropiadamente se podría llamar el milagro del dinero y los beneficios que éste confiere a nuestras vidas.
Los historiadores siguen debatiendo sobre el origen del dinero y sobre cuándo el dinero reemplazó al trueque. Lo que no está en discusión son los beneficios logrados por ese cambio.
Uno de los arquitectos del milagro alemán de la posguerra fue el economista Wilhelm Röpke, quien escribió que es imposible concebir el surgimiento de la civilización sin la creación del dinero, logro verdaderamente revolucionario en la historia de la humanidad.
Es difícil pensar en otro instrumento capaz de servir simultáneamente tan variados propósitos. Por ejemplo, el dinero aporta la estructura del mercado que llamamos precios, permitiéndonos ejercer nuestras propias prioridades personales que en su conjunto nos aseguran la mejor utilización de recursos escasos.
El dinero es un activo líquido, medio de intercambio y unidad contable. Quizás la mejor manera de comprender la importancia del dinero es imaginarnos un mundo sin dinero, lo cual significaría obligarnos al trueque cada vez que queramos algo, sea esto un alimento, ropa o alguna herramienta.
El problema con el trueque lo describía muy bien el economista del siglo XIX William Jevons, al señalar que un incremento en la variedad de bienes dificulta considerablemente el cálculo de cuánto vale algo en base a otras cosas. Pronto el cálculo se complica y se vuelve imposible, lo cual frena todo crecimiento económico.
Con el dinero, cualquier bien puede intercambiarse por una suma de dinero y viceversa. Esto permite una mayor especialización de la gente y, por consiguiente, aumenta el crecimiento y la productividad. Mientras más grande es el mercado mayor será la especialización.
Otra ventaja del dinero es que facilita y acelera las transacciones, mientras que en una economía regida por el trueque la gente puede ahorrar solamente guardando objetos. Por el contrario, hoy podemos dar un cheque de nuestra cuenta bancaria para adquirir cualquier cosa y las transacciones electrónicas aceleran y facilitan el proceso aún más, lo mismo que las inversiones.
Esto promueve y facilita el desarrollo económico porque los bancos y demás instituciones financieras aportan capital a empresarios y emprendedores que asumen riesgos y convierten sus ideas en lucrativas realidades.
Todos estos factores nos ayudan a comprender por qué los países que surgen de la pobreza requieren tanto una moneda estable como fácil acceso a capital extranjero. Sin una moneda estable y confiable no hay posibilidad de crecimiento real.
Lamentablemente, la pobreza aumenta en lugar de disminuir en los países que sufren de inflación y de la manipulación de la moneda por parte de gobernantes fiscalmente irresponsables.
Así es que lejos de esclavizarnos, el dinero nos da libertad, contribuyendo al desarrollo social, al crecimiento económico y a la soberanía del consumidor.


Samuel Greeg es Director de investigaciones del Acton Institute.
Fuente: www.aipenet.com


Se ha preguntado cual es el origen del dinero? El dinero es solo un instrumento de intercambio que no puede existir a menos que existan bienes y personas capaces de producirlos. Es la forma material del principio según el cual quienes deseen tratar con otros deben hacerlo mediante transacciones, entregando valor por valor. No es un instrumento de los pordioseros, que exigen llorando el producto del trabajo ajeno, ni de los saqueadores que lo arrebatan por la fuerza; el dinero se hace sólo posible gracias a quienes producen. ¿Es eso lo considera malvado?
Cuando se acepta dinero en pago del esfuerzo propio, se hace con la condición de que luego uno lo podrá cambiar por el producto del esfuerzo ajeno. No son los pordioseros ni los saqueadores los que dan valor al dinero. Ni un océano de lágrimas, ni todos los cañones de la Tierra, podrán transformar los pedazos de papel que lleva en su billetera, en el pan que necesitará mañana para sobrevivir. Esos papeles, que en realidad deberían ser oro, son un pacto de honor; su tenencia da derecho a la energía de la gente que produce. Su billetera es la declaración de su convicción de que, en algún lugar del mundo, hay personas que no quebrantarán ese principio moral que es la raíz del dinero. ¿Eso es lo que considera malvado?
¿Alguna vez se ha preocupado por investigar las raíces de la producción? Observe un generador eléctrico y atrévase a pensar que ha sido creado por la fuerza bruta de seres carentes de inteligencia; intente cultivar una semilla de trigo sin los conocimientos transmitidos por quienes lo hicieron anteriormente; o trate de obtener alimento tan solo con movimientos físicos, y se dará cuenta de que la mente humana es la raíz de todos los bienes producidos y de toda la riqueza que alguna vez haya existido sobre la Tierra.
Sin embargo, hay personas que aseguran que el dinero lo consiguen los fuertes a expensas de los débiles. ¿Pero a qué fuerza se refiere? No es la fuerza de las armas ni de los músculos, ya que la riqueza es el producto de la capacidad del hombre para pensar. Entonces, ¿el dinero lo obtiene quien inventa un motor a expensas de quienes no lo inventaron? ¿Lo obtiene el inteligente a expensas del idiota? ¿El capaz a expensas del incompetente? ¿El ambicioso a expensas del holgazán? El dinero debe hacerse, antes de que pueda ser saqueado, y es hecho a través del esfuerzo de las personas honradas, en la medida de la capacidad de cada una; y el honrado es aquel que comprende que no puede consumir más de lo que ha producido.
Comerciar utilizando dinero es el código de los hombres de buenas intenciones, porque el dinero se basa en el axioma de que cada uno es dueño de su mente y de su esfuerzo. El dinero no otorga ningún poder para prescribir el valor de un esfuerzo, más allá de la elección voluntaria de quien desea ofrecer el suyo a cambio.
El dinero le permite obtener por sus bienes y su trabajo lo que vale para los que lo compran, pero no más que eso. El dinero sólo permite tratos que se hacen en beneficio mutuo, según el libre juicio de ambas partes.
El dinero exige el reconocimiento de que se debe trabajar en beneficio, y no en perjuicio, propio; para ganar, y no para perder. El dinero reconoce que el hombre no es una bestia de carga nacida para transportar el fardo de su propia miseria, que debe ofrecer valores y no agravios, que el lazo común entre los seres no es un intercambio de sufrimientos, sino de bienes. El dinero exige vender, pero no debilidad a cambio de estupidez, sino talento a cambio de razón; exige comprar, no lo peor sino lo mejor que pueda conseguir. Y cuando las personas viven basadas en el intercambio, poniendo como árbitro decisivo a la razón en lugar de la fuerza, lo que triunfa es el mejor producto, el trabajo más perfecto, el hombre de mejor juicio y mayor idoneidad. El grado de productividad de cada uno es también el de su recompensa. Éste esel código de existencia, cuya herramienta y símbolo es el dinero. ¿Es esto lo que considera malvado?
El dinero es sólo un instrumento que lo llevará adonde quiera, pero no lo reemplazará como conductor; le dará los medios para la satisfacción de sus deseos, pero no le proveerá dichos deseos.
El dinero es el azote de quienes intentan revertir la ley de causalidad; de quienes buscan reemplazar la mente apoderándose de los productos de la mente.
El dinero no comprará la felicidad para quien no sepa qué desea; no le dará un código de valores a quien haya rehusado adoptarlo, ni proporcionará un propósito a quien haya eludido la elección.
El dinero no brindará inteligencia al estúpido, ni coraje al cobarde, ni respeto al incompetente. Quien intenta comprar el cerebro de sus superiores, reemplazando con su dinero su mayor capacidad de juicio, termina convirtiéndose en víctima de sus inferiores. Los hombres inteligentes lo abandonarán, pero los embaucadores y los farsantes irán en manadas hacia él, atraídos por una ley que él desconoce: la de que nadie puede ser menos que su dinero. ¿Es éste el motivo por el que considera malvado al dinero?
Sólo quien no la necesita está capacitado para heredar riqueza, o sea aquel que de todos modos haría su propia fortuna sin que importe su punto de partida. Si un heredero está a la altura de su dinero, el dinero le sirve; de lo contrario, lo destruye. Pero cuando usted y quienes comparten sus ideas observan a alguien así, dicen que el dinero lo ha corrompido. ¿Es verdad?¿O ha sido él quien ha corrompido al dinero? No envidie a un heredero inútil, pues su riqueza no es suya. No le habría ido mejor en caso de obtenerla. No tiene sentido considerar que esa riqueza debería haberse distribuido entre usted y los otros, pues cargar al mundo con cincuenta parásitos en vez de uno no reviviría la virtud muerta de esa fortuna. El dinero es un poder viviente que si es despojado de su raíz, muere; por eso no le servirá a una mente que no esté a su altura. ¿Es éste el motivo por el que se lo considera malvado?
El dinero es su medio de supervivencia. El veredicto que pronuncia sobre su fuente de supervivencia es el mismo que pronuncia sobre su vida. Si la fuente es corrupta, está condenando su propia existencia. ¿Ha conseguido el dinero por medio del fraude? ¿Siendo alcahuete de los vicios o de la estupidez humana? ¿Sirviendo a los imbéciles con la esperanza de conseguir más de lo que su capacidad merece? ¿Degradando sus ideales? ¿Realizando una tarea que desprecia para vendérselas a quienes aborrece? En tal caso, su dinero no le proporcionará ni un momento de auténtica felicidad, pues todo lo que compre no será un elogio hacia su persona, sino un reproche; no un triunfo, sino un constante recordatorio de la vergüenza. Entonces gritará que el dinero es malo. ¿Malo porque no sustituye al respeto que se debe a sí mismo? ¿Malo porque no deja disfrutar de su corrupción? ¿Es ésta la causa del odio hacia el dinero?
El dinero será un efecto del que las personas somos causa. Es producto de la virtud, pero no lo hará virtuoso ni lo redimirá de sus vicios. El dinero no le dará lo que no se merezca, ni material ni espiritualmente. ¿Es ésa la razón por la que se lo aborrece?
¿O acaso sostiene que el amor al dinero es el origen de todos los males? Amar una cosa es conocerla y respetar su naturaleza; por lo tanto, amar al dinero es conocer y respetar el hecho de que representa lo mejor de cada uno, que es la llave maestra para intercambiar su esfuerzo por el mejor esfuerzo de los demás. La persona que vendería su alma por unos centavos es la que proclama a gritos su odio hacia el dinero; y hay que reconocer que tiene motivos para odiarlo. Pero los amantes del dinero están dispuestos a trabajar por él, y saben que están en condiciones de merecerlo. Quien maldice el dinero, lo ha obtenido de manera deshonrosa, pero quien lo respeta, se lo ha ganado honestamente.
Huya de quien le diga que el dinero es malvado, pues esa frase es la señal que anuncia la presencia de un saqueador. En tanto los hombres vivamos en sociedad y necesitemos medios para tratar unos con otros, el único sustituto, en caso de abandonar el dinero, serían las armas.
El dinero exige las más elevadas virtudes para conseguirlo o conservarlo. Quienes carecen de valentía, de orgullo o de autoestima, los que no tienen sentido moral de su derecho al dinero y no están dispuestos a defenderlo como si se tratara de su propia vida, esos que parecen pedir perdón por ser ricos, no lo serán por mucho tiempo, pues son un cebo natural para las bandas de saqueadores, que desde hace siglos se agazapan bajo las rocas y salen en cuanto huelen a alguien que ruega ser perdonado por ser rico, y se apresuran a aliviarlo de su culpa, de su dinero y de su vida, tal como lo merece.
Entonces verán aparecer los hombres de doble moral: los que se basan en la fuerza, y sin embargo, dependen de quienes viven del comercio para darle valor a su dinero robado. Son los que quieren ser virtuosos gratuitamente, aquellos que en una sociedad moral son los criminales de quienes la ley debería proteger a los demás. Pero cuando una sociedad establece la existencia de criminales por derecho y de saqueadores legales, es decir de personas que utilizan la fuerza para apoderarse de la riqueza de víctimas desarmadas, entonces el dinero se convierte en vengador de su creador.
Esos ladrones se sienten seguros al robar a indefensos, luego de haber sancionado una ley para desarmarlos, pero su botín se convierte en un imán para otros saqueadores que también se lo arrebatan de la misma forma como ellos lo hicieron. Entonces el éxito irá, no la más competente en la producción, sino al capaz de la más despiadada brutalidad y crueldad. Cuando la fuerza se convierte en norma, el asesino vence al carterista, y la sociedad desaparece entre ruinas y cadáveres.
¿Quieren saber si ese día se acerca? Observe al dinero, pues es el barómetro de las virtudes de una sociedad. Cuando vea que el comercio se hace, no por consentimientos de las partes, sino por coerción; cuando adviertan que para producir, necesitan obtener autorización de quienes no producen nada; cuando comprueben que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciban que muchos se hacen ricos por el soborno y por las influencias más que por el trabajo, y que las leyes no los protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.
El dinero es un medio tan noble que no compite con las armas, ni pacta con la brutalidad. Nunca permitirá sobrevivir a un país basado parcialmente en la propiedad y parcialmente en el robo. Siempre que aparezcan elementos destructores entre los humanos, comienzan destruyendo al dinero, porque éste es la protección del hombre y la base de su existencia moral. Los destructores se apoderan del oro, y entregan a cambio un montón de papel impreso. De esta forma, destruyen todas las normas objetivas del valor y dejan al hombre en las garras de un juez arbitrario. El oro era un valor objetivo, un equivalente a riqueza producida. El papel es una hipoteca sobre riqueza que no existe, respaldada por un arma apuntada al pecho de quienes se espera ha de producirla.
El papel es un cheque librado por saqueadores legales sobre una cuenta ajena: sobre la virtud de las víctimas. Espere al día en que ese papel sea rechazado con la leyenda “sin fondos”.
Cuando se haya convertido a la maldad en medio de supervivencia, no espere que los hombres sigan siendo buenos, no espere que conserven la moral y pierdan la vida convertidos en forraje de los inmorales, no espere que produzcan cuando la producción sea castigada y el robo recompensado. Entonces, no deberá preguntar “¿Quien está destruyendo al mundo? Porque será usted mismo el que lo estará haciendo.
Se encuentra entre los mayores logros de la civilización más productiva y se pregunta porqué todo se derrumba, mientras maldice la fuente que le da la vida: el dinero. Ve al dinero como lo han hecho sus antepasados salvajes. En la historia de la humanidad, el dinero ha sido siempre botín de saqueadores, de un tipo o de otro, cuyos nombres fueron cambiando, pero cuyos métodos fueron siempre los mismos: apoderarse del dinero por la fuerza y mantener cautivos a los productores, degradándolos, difamándolos y despojándolos de su honor. Esa frase acerca de la maldad del dinero, que expresa con meticulosa imprudencia, viene de la época en que la riqueza era producida por el trabajo de los esclavos, esclavos que repetían los movimientos inventados con anterioridad por la mente de alguien y que siguieron ejecutándose sin mejora alguna durante siglos. Mientras la producción fue gobernada por la fuerza y la riqueza se consiguió por usurpación, había poco para conquistar. Sin embargo, a lo largo de los siglos demiseria y de hambre, las personas exaltaron a los saqueadores como aristócratas de la espada, como aristócratas desde la cuna, y más tarde, como aristócratas de la burocracia, despreciando a los productores, como esclavos, comerciantes, vendedores o industriales.
Para gloria de la humanidad, existió por primera y única vez en la historia un país del dinero y no es posible dar un mayor tributo a los Estados Unidos de América, porque eso significa un país donde reinan la razón, la justicia, la libertad, la producción y el progreso. Por primera vez, la mente y el dinero de los hombres quedaron libres, dejó de existir la fortuna como botín de conquista y, en lugar de guerreros y esclavos, surgió el verdadero productor de riqueza, el gran trabajador convertido en el tipo más elevado de ser humano: el auto suficiente, el industrial estadounidense.
Si se pide que dé algún nombre a la distinción de la cual los estadounidenses pueden estar orgullosos, elegiría porque contiene a todas las demás, la de haber sido el pueblo que acuñó la expresión “ hacer dinero” Ninguna otra lengua o nación había utilizado semejante fórmula, porque los hombres siempre consideraron a la riqueza como una cantidad estática que sólo podía ser arrebatada, mendigada, heredada, distribuida, saqueada o obtenida como favor. Los estadounidenses fueron los primeros o mejor dichos los únicos que comprendieron que la riqueza debe ser creada. La frase hacer dinero contiene la esencia de la moralidad humana.
Sin embargo, debido a esas palabras, los estadounidenses fueron denunciados por las culturas podridas de estos continentes de ladrones. Ahora, el credo de los saqueadores los ha llevado a pensar que los más dignos industriales son motivo de vergüenza, que su prosperidad es motivo de culpa, que los industriales más eminentes son unos canallas, que sus magníficas fábricas producto de su trabajo honrado son el fruto del trabajo de esclavos movidos por el látigo, como los que construyeron las pirámides de Egipto. El depravado que se lamenta de no ver la diferencia en su propia piel como ocurrirá a la larga.
Hasta que descubra que el dinero es la raíz de todo lo bueno, seguirá encaminándose hacia su propia destrucción. Cuando el dinero deje de ser la herramienta mediante la cual los hombres se relacionan entre sí, los hombres mismos se convertirán en herramientas e otros hombres. Sangre, látigos, armas; o dólares. Debe elegir. No hay otra opción.
Autor:Ayn Rand Libro: La Rebelión de Atlas





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantaría ver a estos enemigos del libre mercado y del dinero yendo a hacer psicoterapia por trueque (no importa que Freud cobrara con bolsas de papa, no es extrapolable por ser dos momentos históricos diferentes) o pagar una neurocirgía con algún medio de estos novedosos creados por la progreizquierda.

Mientras leía el artículo, pensaba en el mismo discurso de Francisco D'Anconia que acompaña el mismo, y sigo sosteniendo que este, y las razones que dan los habitantes de la Quebrada de Galt para haber desaparecido (por ejemplo la razón por la que un Juez o un Médico no pueden seguir en este sistema poco serio) deberían ser condensadas en un correo que debiera ser masivizado.

Gustavo dijo...

El problema no es el dinero, ni internet, ni la televisión, si no quein y como se usan, si utulizamos el dinero, para progresar, o si utilizamos el dinero solo para producir más dinero.