Por Marcos Aguinis
Para : Revista Noticias
El prestigioso escritor cree que la Presidenta electa tiene una oportunidad histórica única. Palos al esposo y una carta abierta a ella.
CRISTINA llega en helicóptero a la Casa Rosada el día siguiente a la elección. Marcos Aguinis le escribe: `Sueño que usted haga una historia de la que estemos orgullosos´.
Este título, como se sabe, corresponde al ¡I have a dream! de Martin Luther King, una frase que le salió de las entrañas como un cañonazo para empujar a su pueblo hacia un futuro mejor.
Usé la misma frase en un artículo que publiqué el 9 de diciembre de 2003, un día antes de que Néstor Kirchner asumiera de manera oficial su mandato, cumplidos los meses que le había regalado el alejamiento de Eduardo Duhalde. Sospechaba que el Presidente se iba a dirigir a la Nación para fortalecer la institucionalidad del período cuatrianual que iniciaba al día siguiente. Pero me equivoqué, porque Kirchner no dijo una palabra y, tampoco, por supuesto, prestó atención alguna al contenido de mi sueño. ¡Qué fantasías locas solemos tener los escritores!
Yo informaba que tenía el sueño de que el 10 de diciembre de 2003 el Jefe de Estado iba a decir que, habiendo ganado su investidura con el menor porcentaje de la historia, tuvo que dedicarse a juntar poder. Para eso golpeó a diestra y siniestra, humilló, transgredió y abusó hasta conseguir su objetivo. Pero el poder que ya tenía no era su fin último, sino un instrumento para empujar a la Argentina hacia un desarrollo sostenido en todas las áreas. Para lograrlo iba a convocar a las mejores cabezas del país, dialogaría con todas las fracciones políticas y sociales y haría diseñar políticas de Estado que pondría en marcha con amplios consensos. Su deseo era un sistemático mejoramiento de la educación, la salud, la seguridad, la economía, las inversiones, la justicia, la política, la transparencia administrativa y vigorizar de manera definitiva nuestras deterioradas instituciones republicanas.
Es obvio que mi sueño no tenía relación con su proyecto. El Presidente era un virtuoso de la política, pero no tenía madera de estadista. La visión a mediano y largo plazo no calzaban en su mentalidad. Por el contrario, la mayoría de los problemas eran barridos bajo la alfombra o pateados para más adelante. Sólo le importaba el día a día y tener poder para ganar más poder. Eso era todo. Los vientos favorables que soplaban en el mundo, la tolerancia que el exterior nos demostraba luego de la crisis y los precios de los commodities que alcanzaron una vertiginosa altura, no fueron utilizados para aumentar la seguridad jurídica, conseguir un aluvión de inversiones y encarar el crecimiento macizo. Bofetadas incansables a los inversores de adentro y afuera, a los supermercadistas, a las empresas en general, al campo, al periodismo, frenó la confianza en el país. Hubo una recuperación, es cierto, pero no la debemos a las medidas del Gobierno. Se podría decir que ocurrió a pesar de esas medidas. Si hicieran un análisis desapasionado, verían los errores en los que no se debería seguir insistiendo.
Porque vinieron los problemas anunciados (que el Gobierno negaba): crisis energética, inflación y aumento geométrico de la inseguridad. Pese a ello, Cristina Kirchner ganó las recientes elecciones. ¿Cómo pudo ser? Predominan las teorías de que la recuperación económica fue la autora del hecho. Volvemos a la famosa frase de Clinton: "¡Es la economía, estúpido!" Bien. Pero así como Néstor le debió su victoria a Duhalde, Cristina se la debe a Néstor. Si Néstor no hubiera sido el Presidente que la designó sucesora y puso a su disposición toda la Caja y el aparato del Estado, ella no habría alcanzado el sillón de Rivadavia, por senadora que fuese. Tampoco si las elecciones se hubiesen tenido que realizar dentro de medio año, porque la intención de voto a favor de la pareja presidencial viene en caída. Otro dato importante es que la mayoría del país no la votó y que muchos votos fueron a distintas denominaciones de la oposición con el sólo propósito de repudiarla. Es decir, una vasta franja la quiere y apoya, pero otra no la quiere y hasta la detesta. Hubo gente que decía no saber a quién votar, pero sí sabía a quién no votar. Además, Cristina ha ganado con el porcentaje más bajo de todas las presidencias electas desde que recuperamos la democracia: tuvo menos votos que Alfonsín, que Menem en dos oportunidades y que De la Rúa. La novedad es su diferencia con quien le sigue, pero resulta fácil de comprender, dada la dispersión, el egoísmo y la falta de grandeza que tuvo la actual oposición, que debería hacer una severa autocrítica de su comportamiento.
Todo esto me ha provocado otro sueño, quizás desatado por las palabras conciliadoras que pronunció Cristina la noche del 28. La escuché con el corazón en la mano y decía entre dientes: "¡Cristina, por favor, pórtese como Presidenta de todos los argentinos; por favor, convoque a la armonía; por favor, revele visión estratégica!"
Por suerte, Cristina siguió mi ansioso pedido y empezó el prometido cambio. A la inversa de su esposo, que nunca lo dijo, se manifestó "Presidenta de todos los argentinos" y aseguró que gobernaría "sin odios ni rencores". Fue como una obertura orquestal muy sonora, grata, cuyos acordes y melodías ojalá se mantengan como leit motiv durante toda su gestión, que deseamos brillante. Pese a la insistencia degradatoria de muchos simpatizantes y las vivas a organizaciones arcaicas como la Jotapé, ella mantuvo un gesto amable y emitió palabras esperanzadoras. Dicen que fue un discurso muy preparado y contenido. ¡Qué importa! Ella misma habrá aprendido que esa forma de hablar es la que necesita la Nación.
Mi sueño es que en serio abandone la soberbia. Que no vuelva a hablar agitando el dedito índice y que no insulte ni persiga a los que piensan distinto. Que escuche las críticas y dialogue. Que dialogue mucho, con la mente abierta y el ánimo feliz. La sociedad necesita saber que su Jefa de Estado intercambia opiniones con todos y que de veras tiene interés en conocer otros puntos de vista. En consecuencia, mi sueño alucina que mantendrá periódicas reuniones de gabinete –como se hace en los gobiernos del mundo civilizado- y no se limitará a un entorno obsecuente o miope o atemorizado o provocador. Que brindará conferencias de prensa en las que los periodistas podrán hacer preguntas sin condicionamientos, para que ella informe al pueblo sobre la marcha de sus tareas.
Dicen que le importa mejorar la imagen internacional de la Argentina, que ha bajado hasta vergonzosos niveles de irrelevancia. Magnífico. Y que por eso mantendrá al actual ministro, que ha revelado solvencia, pese a órdenes irritantes de Néstor Kirchner. Es posible que su simpatía por otras mujeres como Hillary Clinton, Bachelet y Merckel la estimulen a darle más impulso a lazos con países serios y democráticos, alejándose del cada vez más regresivo Chávez. Las malas compañías han aislado a nuestro país.
Sueño que comprenda la importancia decisiva de las instituciones republicanas. Que sea una Presidenta recordada por sus esfuerzos destinados a darles jerarquía. Una democracia no se mide por la periodicidad de sus elecciones, sino por la calidad y el vigor de sus instituciones. Para ello debe poner fin a las atribuciones extraordinarias del jefe de Gabinete. Además, no las necesita porque tendrá un Congreso con mayoría absoluta en ambas Cámaras, hecho que tenderá a confundir ambos poderes. Por la misma razón, deben cesar los decretos de necesidad y urgencia; si continuasen, no podría pensarse sino en el deseo de impedir que se ventilen en público ciertos temas. También debería modificarse la composición del Consejo de la Magistratura, cuya dependencia del Ejecutivo ha sido obra de Cristina Kirchner, precisamente, y esa obra no se registra como mérito, sino como grave lesión a la independencia de la Justicia.
Sueño que realice la tan postergada reforma política. Durante la gestión que termina se han elaborado muchos proyectos, y algunos hasta fueron redactados por funcionarios del Ejecutivo. Pero han dormido el sueño de los justos en el Senado por decisión de la misma señora de Kirchner. Un cambio en este sentido nos dará la certeza de que el cambio va en serio.
Sueño que no sean meros artilugios discursivos su lucha contra la pobreza. Para que desaparezca en serio deberá dedicarse a convencer a propios y extraños de que hay seguridad jurídica, cumplimiento de la palabra empeñada, respeto por los contratos, transparencia competitiva y fuertes controles republicanos. De lo contrario, por lindo que hable y por ensordecedores que sean los llamados al patriotismo, no habrá aluvión inversor. Por lo tanto, no se crearán suficientes fuentes de trabajo y la pobreza proseguirá reinando.
La inseguridad, asociada al flagelo en ascenso vertical de la droga, es un tema que debería quitar el sueño. El problema es multidisciplinario. Pero usted tiene en la Argentina, señora Presidenta electa, calificados recursos humanos para estudiar a fondo y proponer soluciones efectivas en el campo de las fuerzas de seguridad, el problema carcelario, la educación, la justicia y la coordinación de los restantes factores con potentes programas televisivos destinados a frenar los estragos de la drogadicción y el narcotráfico. Hay incontables ONG y madres dispuestas a dar batalla si usted los convocase para una lucha en serio. A fondo.
Sueño que combata de veras la corrupción. El último tramo de esta gestión ha sido manchada por denuncias graves. Hasta ahora todo se limitó a pedir la renuncia de los funcionarios involucrados, pero algunos de ellos siguen en el gobierno. No basta con excluirlos, es imprescindible esclarecer los delitos y aplicar sanciones. Un asunto que la sociedad no termina por entender es qué pasó con los cientos de millones de dólares que Néstor Kirchner mandó al exterior y son objeto de una oscuridad impúdica, por completo anti-republicana. Si no empieza por casa, ¿por dónde espera comenzar?
Sueño que usted, la primera mujer electa Presidenta, haga una historia de la que estemos orgullosos, que podamos decir a nuestros hijos: "Nosotros vivimos ese tiempo de gloria".
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