Por Eudoro Glindo Anze
Fuentes: Libertad Digital
Las amenazas del presidente de Bolivia Evo Morales contra sus críticos en los medios de comunicación, así como la decisión del gobierno venezolano de suspender la licencia de transmisión de RCTV son acontecimientos que obligan a revisar experiencias de otros pueblos, en otros tiempos y latitudes.
Corresponde recordar que en 1919 Benito Mussolini fundó en Milán los Fascios de combate, de donde viene la palabra “fascismo”. Los fascistas lograron la aprobación de la polémica ley electoral de 1923 en Italia, con la que Mussolini accedió al poder con el 64,9% de los votos, luego de una campaña electoral marcada por una estridente retórica de descrédito de sus adversarios y la ejecución de actos de intimidación contra aquellos rivales que no lograron desprestigiar. La violencia fascista continuó hasta que el líder socialista Giacomo Matteotti fue secuestrado y asesinado en 1924, ante el horror de los adversarios de Mussolini. En su impotencia, los diputados de la oposición abandonaron sus escaños, dejando a partir de entonces el campo libre al fascismo.
En un escenario parecido, el 31 de julio de 1932, el empobrecido pueblo alemán, que soportaba grandes miserias provocadas por el desempleo y la anarquía reinante, votó en números arrolladores por Adolfo Hitler. La mayoría de los alemanes festejaron y la opinión pública internacional celebró la toma rápida y total de los poderes por el nazismo. Nadie imaginó los horrores que comenzaban aquel día.
Así como Mussolini se hizo llamar “Il Duce” (el guía), Hitler tradujo el término al alemán, “Der Führer”.
Las corrientes populistas iberoamericanas de la actualidad guardan similitudes con la Alemania nazi y la Italia fascista de la primera mitad del siglo XX, desde el sistemático descrédito de los regímenes anteriores, la organización de grupos de choque como los guardias bolivarianos, las asociaciones “de los sin tierra” o “policías sindicales cocaleras”, matizado todo por una retórica racista y la militarización “revolucionaria” de la población, como lo hicieran el socialismo fascista de Mussolini y el nacional socialismo de Hitler.
Estas tendencias son peligrosas porque, a través de las mociones de control numérico y manoseo electoral, se avanza inexorablemente hacía el culto a la personalidad del “líder supremo”, quien con poderes absolutos es el “nuevo” caudillo de los gobiernos que dominan en la región.
La clausura de RCTV es otra evidencia probatoria que los acólitos del populismo latinoamericano han adoptado los métodos del nazi-fascismo. Su anunciado propósito de establecer el modelo que llaman “socialismo del siglo XXI”, para perpetuarse en el poder, es otro síntoma de sus devaneos totalitarios. Para evitar confusiones sobre la utilización de términos, recordemos que las siguientes son características clásicas de un régimen nazi-fascista: La centralización de autoridad en la figura de un caudillo supremo El caudillo y su entorno imponen rigurosos controles socio-económicos.
-Mantienen organizaciones de naturaleza beligerante, tanto en el frente interno como el externo.
Corresponde recordar que en 1919 Benito Mussolini fundó en Milán los Fascios de combate, de donde viene la palabra “fascismo”. Los fascistas lograron la aprobación de la polémica ley electoral de 1923 en Italia, con la que Mussolini accedió al poder con el 64,9% de los votos, luego de una campaña electoral marcada por una estridente retórica de descrédito de sus adversarios y la ejecución de actos de intimidación contra aquellos rivales que no lograron desprestigiar. La violencia fascista continuó hasta que el líder socialista Giacomo Matteotti fue secuestrado y asesinado en 1924, ante el horror de los adversarios de Mussolini. En su impotencia, los diputados de la oposición abandonaron sus escaños, dejando a partir de entonces el campo libre al fascismo.
En un escenario parecido, el 31 de julio de 1932, el empobrecido pueblo alemán, que soportaba grandes miserias provocadas por el desempleo y la anarquía reinante, votó en números arrolladores por Adolfo Hitler. La mayoría de los alemanes festejaron y la opinión pública internacional celebró la toma rápida y total de los poderes por el nazismo. Nadie imaginó los horrores que comenzaban aquel día.
Así como Mussolini se hizo llamar “Il Duce” (el guía), Hitler tradujo el término al alemán, “Der Führer”.
Las corrientes populistas iberoamericanas de la actualidad guardan similitudes con la Alemania nazi y la Italia fascista de la primera mitad del siglo XX, desde el sistemático descrédito de los regímenes anteriores, la organización de grupos de choque como los guardias bolivarianos, las asociaciones “de los sin tierra” o “policías sindicales cocaleras”, matizado todo por una retórica racista y la militarización “revolucionaria” de la población, como lo hicieran el socialismo fascista de Mussolini y el nacional socialismo de Hitler.
Estas tendencias son peligrosas porque, a través de las mociones de control numérico y manoseo electoral, se avanza inexorablemente hacía el culto a la personalidad del “líder supremo”, quien con poderes absolutos es el “nuevo” caudillo de los gobiernos que dominan en la región.
La clausura de RCTV es otra evidencia probatoria que los acólitos del populismo latinoamericano han adoptado los métodos del nazi-fascismo. Su anunciado propósito de establecer el modelo que llaman “socialismo del siglo XXI”, para perpetuarse en el poder, es otro síntoma de sus devaneos totalitarios. Para evitar confusiones sobre la utilización de términos, recordemos que las siguientes son características clásicas de un régimen nazi-fascista: La centralización de autoridad en la figura de un caudillo supremo El caudillo y su entorno imponen rigurosos controles socio-económicos.
-Mantienen organizaciones de naturaleza beligerante, tanto en el frente interno como el externo.
-Aplican métodos de descalificación, censura y terror.
-El régimen reprime toda oposición.
-Entonan discursos racistas.
-Cultivan mitos para inducir el fervor popular.
-Coartan la libertad de expresión.
-Consideran la información como arma de dominación.
-Repiten como Goebbels, el ministro de propaganda nazi: “Miente, miente, que algo queda…”
El autor es analista y político boliviano.
-El régimen reprime toda oposición.
-Entonan discursos racistas.
-Cultivan mitos para inducir el fervor popular.
-Coartan la libertad de expresión.
-Consideran la información como arma de dominación.
-Repiten como Goebbels, el ministro de propaganda nazi: “Miente, miente, que algo queda…”
El autor es analista y político boliviano.
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