Johan Norberg es autor de varios libros sobre los derechos humanos, la libertad económica y la historia del liberalismo. Norberg es un Académico Titular del Cato Institute y dio este discurso en una conferencia de Cato de 2006.
Me acuerdo de un párrafo en el libro de Ludwig von Mises Acción humana en el que él dice que la economía de mercado libre no necesita defensores o propagandistas. El mejor argumento a favor de la economía de mercado libre está en el epitafio de Sir Christopher Wren, el arquitecto que construyó y está enterrado en la catedral de San Pablo: “si monumentum requiris, circumspice” (si está buscando un monumento, mire a su alrededor). Observe lo que el construyó. Observe su misión. Está parado en ella en este momento.
Esa, creo yo, es la mejor defensa de la economía de mercado libre que uno pueda concebir —que las personas miren a su alrededor y consideren las impresionantes cosas y oportunidades que los empresarios y los negocios le han dado al mundo durante los últimos 200 años. Solo observe la salud, la riqueza, las tecnologías, las oportunidades, y la comida en sus platos. ¿Podrían haber sido posibles cualquiera de esas cosas para un rey o una reina hace 200 años? Solo observe la salud, la riqueza, las tecnologías, las oportunidades y la comida en su plato. ¿Podrían haber estados a la disposición de un rey o reina hace 200 años cualquiera de esas cosas?
El impresionante hecho es que los empresarios y los innovadores y los negocios han convertido lujos que ni siquiera los reyes podían costear en ítems ordinarios de bajo costo a su disposición en su tienda local. Esa es la mejor defensa del capitalismo.
En muy poco tiempo, el mundo ha experimentado un cambio extremo. Y ese es el tema de mi reciente libro, Cuando el hombre creó al mundo (When Man Created the World). La cuestión interesante es que la historia nos muestra que la libertad funciona. Durante 1.000 años de monarquía absoluta, feudalismo, y esclavitud, el ingreso promedio de la humanidad aumentó por alrededor de un 50 por ciento. En los 180 años desde 1820, el ingreso promedio de la humanidad aumentó por aproximadamente 1.000 por ciento.
Durante los últimos 100 años, hemos creado más riqueza, reducido más pobreza, y aumentado la expectación de vida más que en los anteriores 100.000 años. Y aquello ocurrió gracias a personas como usted —empresarios, pensadores, creadores, innovadores— quienes tenían ideas nuevas, quienes viajaron distancias geográficas y, particularmente, distancias mentales para crear cosas nuevas y quienes se encargaron de que las tradiciones de antaño, las cuales hubiesen detenido las creaciones nuevas, no puedan detenerlas por mucho tiempo.
Por eso es que tenemos toda esta riqueza. Por eso es que nuestro hijo, el que nacerá en enero, tiene más probabilidades de llegar a la edad de jubilación que las probabilidades que tenían todos los niños de todas las épocas anteriores de llegar a experimentar su primer cumpleaños.
La difusión global
En las últimas décadas de globalización, en las que nuevas oportunidades, tecnologías y medios de comunicación y de producir se han difundido alrededor del mundo, hemos presenciado un fenómeno impresionante: los países en vías de desarrollo están creciendo más rápido que los países más ricos del planeta. Nos tomó a nosotros alrededor de 40 años para duplicar nuestro ingreso promedio. A China, India, Bangladesh y Vietnam les toma entre 10 y 15 años. Ellos pueden usar las ideas y las tecnologías que nosotros nos demoramos generaciones en desarrollar de la manera correcta. Por eso es que la pobreza en el mundo se ha reducido por la mitad en los últimos 20 años.
Cada minuto que hablo, 13 niños pasan del trabajo, las tareas pesadas y el sudor en las haciendas o en las fábricas a las escuelas para obtener una educación, para tener una mejor vida después y para aumentar sus oportunidades.
Y cada minuto que hablo, su expectación de vida está aumentando por alrededor de 15 segundos gracias al aumento de riqueza y de nuevas tecnologías para la medicina.
Todo esto depende de innovadores y empresarios. El empresario es el explorador que viaja al territorio desconocido y abre nuevas rutas en su camino las cuales todos estaremos utilizando pronto.
Nada ha existido “desde el principio”. Ni siquiera los recursos naturales son naturales en cualquier sentido estricto —algo de lo que muchos gobiernos se han dado cuenta cuando han nacionalizado los recursos petroleros y de gas entre otras cosas. Ellos no habían comprendido que también necesitamos al espíritu emprendedor —la habilidad de descifrar cómo utilizar un recurso y cómo invertir en este de una manera positiva para asegurar que este sea utilizado de manera eficiente.
Los países de la OPEP crecieron aproximadamente en un 4 por ciento cada año gracias a sus recursos petroleros hasta 1973, cuando casi todos ellos nacionalizaron sus industrias petroleras. Desde ese entonces, ellos se han empobrecido en 1 por ciento anual.
Hace cincuenta años un camionero de Carolina del Norte, Malcolm McLean, pensó que debía haber una forma más sencilla de transportar los productos y los componentes alrededor de todo el mundo. Hasta ese entones, la gente llevaba sus camiones hasta el puerto. El barco se sentaría ahí por una semana más o menos mientras que una fuerza laboral sindicalizada lentamente y constantemente cargaba cada una de las piezas de la carga al barco. Lo opuesto sucedería en el puerto de destinación.
McLean pensó, “¿Que tal si usamos cajas sin ruedas y solo ponemos todos los productos en las cajas y así solo tenemos que cargar las cajas y ponerlas en el camión luego conducirlas al puerto y ahí solamente poner las cajas sin abrirlas en el barco?”
En una noche, McLean creó un tráfico moderno de contenedores. El redujo el costo de enviar productos y componentes a través de los océanos por algo cercano a un 97 por ciento. Para nosotros es posible tener una computadora particular con componentes de todos los continentes más importantes del planeta, las ropas que nos ponemos y la comida en nuestras mesas gracias a un hombre, su sueño y una cultura que no trató de detenerlo sino que apoyó sus sueños y sus visiones. Y los países en vías de desarrollo de repente tienen en qué utilizar su talento y arduo trabajo —para producir lo que ellos pueden producir mejor que nadie, ponerlo en contenedores, y enviarlo a otro lugar.
Pero la tecnología no es suficiente. También necesitamos libertad para la tecnología nueva. A menos de que los gobiernos se aparten del camino y permitan que los empresarios hagan lo suyo, nada de esto sucederá. Esto lo sabemos porque hay lugares en los que las tecnologías modernas no son utilizadas debido a la existencia de regulaciones, corrupción y la intervención gubernamental.
Si está enviando un camión lleno de frutas de Sudáfrica a Zimbabwe, le cuesta más a usted en tiempo, sobornos, pagos al gobierno por trámites e impuestos que lo que le costaría enviar el mismo camión a EE.UU.
Cada minuto que hablo, 13 niños pasan del trabajo, las tareas pesadas y el sudor en las haciendas o en las fábricas a las escuelas para obtener una educación, para tener una mejor vida después y para aumentar sus oportunidades.
Y cada minuto que hablo, su expectación de vida está aumentando por alrededor de 15 segundos gracias al aumento de riqueza y de nuevas tecnologías para la medicina.
Todo esto depende de innovadores y empresarios. El empresario es el explorador que viaja al territorio desconocido y abre nuevas rutas en su camino las cuales todos estaremos utilizando pronto.
Nada ha existido “desde el principio”. Ni siquiera los recursos naturales son naturales en cualquier sentido estricto —algo de lo que muchos gobiernos se han dado cuenta cuando han nacionalizado los recursos petroleros y de gas entre otras cosas. Ellos no habían comprendido que también necesitamos al espíritu emprendedor —la habilidad de descifrar cómo utilizar un recurso y cómo invertir en este de una manera positiva para asegurar que este sea utilizado de manera eficiente.
Los países de la OPEP crecieron aproximadamente en un 4 por ciento cada año gracias a sus recursos petroleros hasta 1973, cuando casi todos ellos nacionalizaron sus industrias petroleras. Desde ese entonces, ellos se han empobrecido en 1 por ciento anual.
Hace cincuenta años un camionero de Carolina del Norte, Malcolm McLean, pensó que debía haber una forma más sencilla de transportar los productos y los componentes alrededor de todo el mundo. Hasta ese entones, la gente llevaba sus camiones hasta el puerto. El barco se sentaría ahí por una semana más o menos mientras que una fuerza laboral sindicalizada lentamente y constantemente cargaba cada una de las piezas de la carga al barco. Lo opuesto sucedería en el puerto de destinación.
McLean pensó, “¿Que tal si usamos cajas sin ruedas y solo ponemos todos los productos en las cajas y así solo tenemos que cargar las cajas y ponerlas en el camión luego conducirlas al puerto y ahí solamente poner las cajas sin abrirlas en el barco?”
En una noche, McLean creó un tráfico moderno de contenedores. El redujo el costo de enviar productos y componentes a través de los océanos por algo cercano a un 97 por ciento. Para nosotros es posible tener una computadora particular con componentes de todos los continentes más importantes del planeta, las ropas que nos ponemos y la comida en nuestras mesas gracias a un hombre, su sueño y una cultura que no trató de detenerlo sino que apoyó sus sueños y sus visiones. Y los países en vías de desarrollo de repente tienen en qué utilizar su talento y arduo trabajo —para producir lo que ellos pueden producir mejor que nadie, ponerlo en contenedores, y enviarlo a otro lugar.
Pero la tecnología no es suficiente. También necesitamos libertad para la tecnología nueva. A menos de que los gobiernos se aparten del camino y permitan que los empresarios hagan lo suyo, nada de esto sucederá. Esto lo sabemos porque hay lugares en los que las tecnologías modernas no son utilizadas debido a la existencia de regulaciones, corrupción y la intervención gubernamental.
Si está enviando un camión lleno de frutas de Sudáfrica a Zimbabwe, le cuesta más a usted en tiempo, sobornos, pagos al gobierno por trámites e impuestos que lo que le costaría enviar el mismo camión a EE.UU.
Nuestros héroes
Hay una obra clásica de Joseph Campbell, un libro acerca de historia cultural titulado El héroe de las mil caras (The Hero with a Thousand Faces) acerca de los héroes en las distintas culturas. Puesto que Campbell viajó alrededor del mundo leyendo libros de otros continentes, pudo ver que hay héroes en todas las culturas, en todos los libros, y en todas las eras. Necesitamos héroes, porque ellos dicen algo acerca de cuáles son nuestros valores, de lo que es bueno, de lo que es grandioso, de lo que es malo, y de lo que deberíamos tratar de evitar.
Él vio un patrón común. Pensó que en la mayoría de las culturas y en la mayoría de las eras los mismos tipos de cosas eran vistas como heroicas.
Algo importante ocurre y nuestro héroe es forzado a embarcarse en un viaje para luchar contra enemigos hostiles, con todas las de perder y con una falta de conocimiento acerca de qué hacer, de cuándo y cómo. Pero a lo largo del camino, adquiere algunos amigos que lo ayudan y le dan el conocimiento y la inspiración para hacer lo correcto.
Piensen en el viaje heroico una vez más, y ahora piensen en las personas de las que acabé de hablar hace un rato —personas como usted, pensadores, innovadores, emprendedores. ¿Qué nos permite que sea posible comprar equipos y productos de otras partes del mundo? Los empresarios se enfrentan a tradiciones antiguas, obstáculos políticos, impuestos y regulaciones, pero también tienen amigos —gente con acceso al capital, con sabiduría, con otras empresas. Si tienen suerte, los empresarios triunfan. Si no, aprenden algo nuevo, luego lo mejoran para la próxima y traen a la comunidad algo nuevo que cambia las vidas para siempre.
Esa es la épica heroica. El empresario es el héroe de nuestro mundo. De verdad no necesitamos los Frodos, los Luke Skywalkers o las Buffys que cazan vampiros. Tenemos a los Malcolm McLeans del mundo.
Pero como todos ustedes saben, eso no es lo que la cultura popular piensa de los capitalistas y empresarios hoy. Si usted va a la típica película de Hollywood, el héroe es alguien un tanto distinto.
Los científicos y los capitalistas son los malos en gran parte de las producciones de Hollywood. Eso es un poco irónico, puesto que no tendríamos la tecnología para realizar filmes si no hubiera científicos así como tampoco tendríamos una industria de películas si no fuese por los capitalistas. Pero ellos son presentados como los villanos.
Algunos de los que se oponen a la globalización y de las personas que se oponen al libre comercio ahora son consultores bien pagados que se sientan en las juntas directivas de las grandes empresas y les dicen que lo que están haciendo es realmente algo malo y que deberían aceptar más responsabilidad corporativa social. En sus términos, la responsabilidad corporativa social significa que lo que usted ha hecho hasta ahora no es social. No es suficiente crear productos, servicios, y tecnologías que aumentan nuestra expectación de vida y salvan las vidas de nuestros niños. No, usted necesita hacer algo más. Luego de lograr sus ganancias, usted necesita devolverle algo a la sociedad.
¿Devolverle algo a la sociedad? ¡Cómo que si el empresario le hubiese robado algo que le pertenecía a la sociedad, lo cual ahora tiene que devolver!
Las ganancias no son algo por lo cual nos tenemos que disculpar. Las ganancias son una muestra de que el capitalista le ha dado algo a la sociedad que esta aprecia más que la riqueza material que el empresario ha recibido.
Debo recalcar que los empresarios nunca deberían estar agradecidos con una sociedad que les da licencia para actuar, soñar, innovar y crear. Pienso que nosotros, como una sociedad, deberíamos estar agradecidos con el empresario y con los hombres de negocios por lo que ellos hacen. Los empresarios son los héroes de nuestro mundo —a pesar de los riesgos, el trabajo duro, la hostilidad por parte de la sociedad, la envidia de sus vecinos, y las regulaciones estatales, ellos continúan creando, produciendo y comerciando. Sin ellos, nada estaría ahí.
Él vio un patrón común. Pensó que en la mayoría de las culturas y en la mayoría de las eras los mismos tipos de cosas eran vistas como heroicas.
Algo importante ocurre y nuestro héroe es forzado a embarcarse en un viaje para luchar contra enemigos hostiles, con todas las de perder y con una falta de conocimiento acerca de qué hacer, de cuándo y cómo. Pero a lo largo del camino, adquiere algunos amigos que lo ayudan y le dan el conocimiento y la inspiración para hacer lo correcto.
Piensen en el viaje heroico una vez más, y ahora piensen en las personas de las que acabé de hablar hace un rato —personas como usted, pensadores, innovadores, emprendedores. ¿Qué nos permite que sea posible comprar equipos y productos de otras partes del mundo? Los empresarios se enfrentan a tradiciones antiguas, obstáculos políticos, impuestos y regulaciones, pero también tienen amigos —gente con acceso al capital, con sabiduría, con otras empresas. Si tienen suerte, los empresarios triunfan. Si no, aprenden algo nuevo, luego lo mejoran para la próxima y traen a la comunidad algo nuevo que cambia las vidas para siempre.
Esa es la épica heroica. El empresario es el héroe de nuestro mundo. De verdad no necesitamos los Frodos, los Luke Skywalkers o las Buffys que cazan vampiros. Tenemos a los Malcolm McLeans del mundo.
Pero como todos ustedes saben, eso no es lo que la cultura popular piensa de los capitalistas y empresarios hoy. Si usted va a la típica película de Hollywood, el héroe es alguien un tanto distinto.
Los científicos y los capitalistas son los malos en gran parte de las producciones de Hollywood. Eso es un poco irónico, puesto que no tendríamos la tecnología para realizar filmes si no hubiera científicos así como tampoco tendríamos una industria de películas si no fuese por los capitalistas. Pero ellos son presentados como los villanos.
Algunos de los que se oponen a la globalización y de las personas que se oponen al libre comercio ahora son consultores bien pagados que se sientan en las juntas directivas de las grandes empresas y les dicen que lo que están haciendo es realmente algo malo y que deberían aceptar más responsabilidad corporativa social. En sus términos, la responsabilidad corporativa social significa que lo que usted ha hecho hasta ahora no es social. No es suficiente crear productos, servicios, y tecnologías que aumentan nuestra expectación de vida y salvan las vidas de nuestros niños. No, usted necesita hacer algo más. Luego de lograr sus ganancias, usted necesita devolverle algo a la sociedad.
¿Devolverle algo a la sociedad? ¡Cómo que si el empresario le hubiese robado algo que le pertenecía a la sociedad, lo cual ahora tiene que devolver!
Las ganancias no son algo por lo cual nos tenemos que disculpar. Las ganancias son una muestra de que el capitalista le ha dado algo a la sociedad que esta aprecia más que la riqueza material que el empresario ha recibido.
Debo recalcar que los empresarios nunca deberían estar agradecidos con una sociedad que les da licencia para actuar, soñar, innovar y crear. Pienso que nosotros, como una sociedad, deberíamos estar agradecidos con el empresario y con los hombres de negocios por lo que ellos hacen. Los empresarios son los héroes de nuestro mundo —a pesar de los riesgos, el trabajo duro, la hostilidad por parte de la sociedad, la envidia de sus vecinos, y las regulaciones estatales, ellos continúan creando, produciendo y comerciando. Sin ellos, nada estaría ahí.
La magia vive
Max Weber, el sociólogo alemán, pensaba que el mundo moderno estaba experimentando una desmitificación que era muy problemática. No quedaba magia ya en el mundo, la ciencia estaba explicándolo todo —la vida, la naturaleza, las enfermedades.
Discúlpeme, ¿no hay magia? Eso no tiene sentido. Yo llegué aquí volando. En 1901 oímos de un comentador muy incisivo quien dijo que eso era imposible. No podíamos volar. No ibamos a poder hacer algo similar dentro de por lo menos los próximos 50 años. Ese comentador era Wilbur Wright, uno de los dos hermanos Wright, quienes dos años más tarde tomaron el primer vuelo, porque el quería explorar. Se tomó el riesgo y logró que todo sucediera. Aquello es magia.
Tengo en mi computadora más poder de calculación que lo que existía en gran parte de los países hace 40 años. Mis pensamientos están siendo transformados a ‘1’ y ‘0’ que luego son transmitidos vía fibra óptica, cables ópticos de vidrio, tan delgados como un pelo, y luego vienen del otro lado del planeta en un décimo de un segundo. Y al clic de un mouse, puedo ordenar cualquier clase de conocimiento que exista en cualquier parte del mundo.
Encima de nosotros hay satélites que pueden guiar nuestra navegación. Y por debajo de nosotros hay robots que extraen metales de las rocas. Hemos viajado al espacio, y hemos leído el código genético dentro de nosotros. Hemos conquistado el hambre y enfermedades. Entonces yo le diré esto: vivimos en un mundo encantado, en un mundo mágico y es cada vez más encantado porque los creadores y los innovadores lo hacen así.
Hay visión. Están la inteligencia, la ingeniosidad, el trabajo duro en cada producto, en cada servicio, y en cada tecnología que utilizamos todos los días. Y ahora solo estamos comenzando. Tenemos más científicos vivos hoy que los que han existido en todas las épocas anteriores combinadas.
Imagínese lo que los individuos libres y los creadores pueden hacer con el nuevo descubrimiento en nanotecnología, biotecnología, y la robótica. Estoy seguro de que nos sorprenderá igual que la habilidad de volar y las computadoras han sorprendido a nuestros antecesores. Si las personas dan por hecho estas cosas, es solamente porque nuestros días ordinarios se han vuelto fantásticos.
El pozo de la libertad
Usted conoce el viejo proverbio, “Aquel que ha satisfecho le da la espalda al pozo”. Bueno, por eso es que nos reunimos y por eso es que estamos almorzando. Por eso es que trabajamos y por eso es que peleamos —para recordarle a la gente de aquel pozo de libertad y de individualismo, para evitar que el pozo se seque, y para recordarle a las personas las razones por las cuáles más personas viven más tiempo y con más riqueza que nunca antes en países que son más libres que nunca.
Es de costumbre al final de un discurso dar las gracias como indicación de que es el fin de la charla. Yo lo hago cuando hablo con personas que se oponen a la globalización y con marxistas y demás grupos. Pero realmente lo siento.
Debo darles las gracias por crear este mundo fantástico. Y muchas gracias sobre todo por su apoyo a las ideas que lo hacen posible.
Es de costumbre al final de un discurso dar las gracias como indicación de que es el fin de la charla. Yo lo hago cuando hablo con personas que se oponen a la globalización y con marxistas y demás grupos. Pero realmente lo siento.
Debo darles las gracias por crear este mundo fantástico. Y muchas gracias sobre todo por su apoyo a las ideas que lo hacen posible.
Fuente: Cato Institute
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