Por Roberto Cachanosky
A pesar de que el Gobierno alardea de haber solucionado el default de la deuda pública decretado luego de diciembre de 2001 y de haber cancelado todos los pagos pendientes con el FMI, el festival de bonos emitidos para mantener alto el tipo de cambio es señal de un nuevo conflicto en el horizonte.
La denuncia del presidente Néstor Kirchner de que hay fondos de inversión que pretenden que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) sea mayor para ganar más dinero suena tan traída de los pelos que sólo él y sus seguidores la creen. Claro, la idea fue, como siempre, recurrir al viejo mecanismo de buscar enemigos externos para explicar nuestros males. Sin embargo, es una fórmula tan gastada que ya nadie la cree. ¿Cuánto hará que doña Cristina no pasa por un supermercado para contarle a su marido cuánto aumentaron las cosas? ¿Cuánto hará que don Néstor no le paga una cena afuera a doña Cristina para poder advertir lo que cuesta una comida en un restaurante? ¿O será que los sufridos contribuyentes financiamos los gastos de representación y cuando el matrimonio Kirchner compra algo ni miran lo que les cobran? Ya antes de que el INDEC fuera intervenido, la gente desconfiaba del IPC. Ahora, porque Kirchner denuncie a fondos de inversión como conspiradores contra el “INDEK”, tampoco le tendrá más confianza. En todo caso, más de algún sufrido habitante habrá podido confirmar, gracias a la denuncia presidencial, que los precios están realmente descontrolados. La denuncia de Kirchner dejó en evidencia tres cosas: a) que efectivamente se está defaulteando parte de la deuda, b) que el Gobierno armó una fenomenal especulación financiera y c) que el famoso desendeudamiento tiene la característica de hacer crecer la deuda. Cuando Kirchner pretendió desviar la atención sobre el manoseo al que están sometidos el INDEC y el IPC, lo que hizo fue confirmar esa manipulación, porque nadie va a creer que los empleados del INDEC han estado trabajando para el oro extranjero (para recurrir a las típicas frases vacías de los 70 a las cuales es tan adicto este gobierno) formulando denuncias y haciendo paros. Tampoco la señora que va al supermercado se va a tragar sin más que los precios están estables y que sólo en la imaginación de los especuladores de Wall Street la inflación es mayor al 0,4% mensual que calcula el “INDEK”. En definitiva, mientras se defaultea parte de la deuda pública distorsionando el IPC y se engaña a la población con números irreales, se tiran fuegos artificiales sobre conspiraciones internacionales para tratar de desviar la atención de la gente. Detrás del discurso populista de Kirchner, se observa la fenomenal especulación financiera a la que indujo la actual política económica. Es que con un tipo de cambio que prácticamente no tuvo variaciones durante los últimos 12 meses, los bonos ajustables por CER –aun con el IPC toqueteado– generaron una fenomenal rentabilidad en dólares. Así, la política económica del Gobierno no se ha diferenciado demasiado a la de la “patria financiera” del Proceso o a la del fracasado Plan Primavera de Raúl Alfonsín. Todo se limitó a mantener quieto el tipo de cambio y ofrecer rendimientos altísimos en pesos. Esto llevó a que, de la mano de un gobierno progresista, ingresaran dólares, se vendieran por pesos y con esos pesos se compraran bonos ajustables por CER. El rendimiento en dólares fue tan alto, que la excusa de las hipotecas en EE.UU. sirvió para que se realizaran ganancias. Esto significó vender los bonos y volver a comprar los dólares. El simple dato de que los bonos bajaron y el dólar subió es lo suficientemente categórico como para darse cuenta del arbitraje que se produjo en el mercado gracias a la política progresista y de tipo de cambio competitivo. Para esta política económica tan particular, la fuga de capitales de la semana pasada –que quedó evidenciada en la fuerte suba del call money– fue un alivio, dado que no obligó al Banco Central (BCRA) a emitir para comprar dólares. Una fuga de capitales significaría una mala noticia para cualquier país normal, mientras que para el gobierno argentino… ¡es una buena noticia! Tal lo contradictorio de la política económica actual: el ingreso de capitales es una mala noticia, pero la fuga de capitales sirve para descorchar champaña porque resuelve el problema de sostener el tipo de cambio competitivo. Y ahora pasemos al tercer punto, es decir, el famoso desendeudamiento: la afamada lucha contra la deuda y el horror del endeudamiento de los 90. Cuando Adolfo Rodríguez Saá declaró el default, el stock de deuda pública llegaba a los U$S 144.000 millones. Según la mayoría de los políticos, esa deuda era impagable y había que repudiarla. El mismo Kirchner llegó a decirle a los tenedores de bonos que tenían que aceptar que se habían equivocado al comprar bonos de un país tan endeudado como la Argentina. Bien, luego de haber defaulteado la deuda, de haber hecho una quita del 75% del capital a los tenedores de bonos y de haber pagado todo lo adeudado al Fondo Monetario Internacional (FMI), la política de desendeudamiento del Gobierno ha llevado la deuda a U$S 136.7000 millones al 31 de diciembre de 2006, sin incluir los U$S 25.000 millones que tienen los holdout ni el festival de bonos que hizo el BCRA para “controlar” la orgía de emisión monetaria. Si se sumaran estos dos conceptos, y luego de haber cometido todo tipo de aberraciones jurídicas y económicas, hoy estaríamos peor que en diciembre de 2001. Por otra parte, deber solamente U$S 8.300 millones menos que en diciembre de 2001, cuando se declaró el default, luego de la quita y el pago al FMI, no luce consistente con el tan declamado desendeudamiento. ¿Mejoró tanto la composición de la deuda a pesar de haber crecido? El 53% del stock está en moneda extranjera, básicamente dólares y euros, y el 41,4% en pesos ajustables por CER. Es decir, el 94% de la deuda tiene ajustes que pueden transformarse en impagables, como de hecho está ocurriendo. Por eso, no sería exagerado pensar que vamos rumbo a otro default. Un último dato a tener en cuenta sobre la posibilidad de otro default. Entre el 31 de diciembre de 2005 y el 31 de diciembre de 2006, la deuda pública creció en U$S 7.500 millones. Si el Gobierno tiene superávit fiscal, ¿por qué subió la deuda? Si le ingresa más de lo que gasta, no tiene necesidad de endeudarse. Sin embargo, es obvio que los ajustes de capital son tan grandes que llevan a un aumento del stock de deuda y también es claro que el superávit fiscal es insuficiente para hacer frente a la totalidad de los vencimientos de intereses anuales. ¿Hay, entonces, tanta diferencia en materia de deuda pública con lo que se hacía en los denostados 90? En síntesis, el Gobierno niega la inflación y denuncia a los fondos de inversión de conspirar para que el IPC sea más alto, pero de su política económica ha surgido una nueva timba financiera que preanuncia otro problema de envergadura con la deuda pública.
2 comentarios:
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