Por Cristaldo Ayala
El neosocialismo ha convertido a América Latina en un circo. El animador principal es Hugo Chávez, con su programa radial “Aló presidente”, donde pide que se lo compare con Cantinflas y regala electrodomésticos a sus oyentes. Lula asegura que el etanol salvará al mundo, mientras Castro denuncia que será un genocidio. Kirchner, Morales, Correa y Ortega contribuyen con sus desatinos. Nicanor Duarte Frutos participa en Paraguay, alentando la invasión de tierras y hasta la actividad sexual de su ministra de Acción Social. Pero el circo cada día gusta menos, ahuyenta las inversiones y la gente emigra en masa. Chávez y Morales no siempre son los más destacados del circo y Nicanor Duarte no se queda atrás. En Paraguay, un país pobre entre los más pobres, a menudo se ataca a los pocos empresarios agrícolas con la irracional idea de que estos “avasallan la economía rural” con la mecanización y tecnología y empobrecen a los campesinos. “El pueblo hambreado puede asaltar las tierras”, amenaza a los propietarios indicando que su gobierno no saldrá en defensa de la propiedad privada. Estos aportes sumados a la intención de depositar las reservas internacionales en el Banco del Sur le valieron a Nicanor Duarte el premio al desvarío del mes.
Los presidentes neosocialistas olvidan su juramento de cumplir y hacer cumplir leyes sobre la inviolabilidad de la propiedad privada. Olvidan que la razón primigenia del gobierno es la protección de los derechos de las personas y sus bienes, que deben defender y fortalecer el estado de derecho y que la ley les da el monopolio del uso de la fuerza solo para proteger el orden y la paz pública. No en balde los países neosocialistas tienen los más bajos índices de libertad económica y los peores ambientes de negocio del mundo. Están entre los países de menor productividad y de mayor corrupción. Tienen la peor calificación en la protección de los derechos de propiedad y el más extenso mercado negro que abarca más del 50% de la economía. Y para empeorar una situación trágica, el desquiciado discurso populista de sus gobiernos siembra la inseguridad jurídica, la inestabilidad y la incertidumbre, desincentiva la inversión externa e interna, frena el crecimiento y destruye fuentes de trabajo.
Pero lo más sorprendente de los neosocialistas es su desprecio total por la propiedad privada. No se han enterado de los descubrimientos del último cuarto de siglo sobre la importancia fundamental del respeto a los derechos de propiedad para el progreso de los pueblos. El Premio Nobel de Economía 1991, Ronald Coase, revela que los países que no tienen derechos de propiedad seguros y bien claros frenan la producción y el comercio y se hunden en la pobreza. No se han enterado que la instauración de mínimos derechos propiedad privada acabó las hambrunas en Rusia y China. Y no ven que mientras sigan postergando las reformas de mercado la miseria seguirá avanzando.
El retorno de la reforma agraria populista en lugar de reducir la indigencia campesina provoca la invasión y expropiación arbitraria de tierras, proceso que castiga más a los pobres que a los propietarios, debido a que fomenta la violencia, posterga las inversiones, paraliza la economía y aumenta el desempleo, la informalidad y el crimen. La solución a la pobreza para los neosocialistas no es incrementar la producción, la productividad y los salarios, sino recaudar más impuestos de los “ricos” y conseguir ayuda externa para repartirlo como subsidios a los sectores sociales que apoyan su gobierno. Saben que solo podrán mantenerse en el poder mediante la creación de una extensa clientela política que depende de los subsidios estatales, como lo inauguró Lula con su programa de “hambre cero”.
Los neosocialistas han aprendido que lo esencial para conservar el poder es la vieja fórmula romana del “pan y circo”, en lugar de la aplicación de reformas de mercado que impulsen el crecimiento económico. Los votos cautivos que los gobernantes acaparan con prebendas y corrupción pervierten la democracia y el imperio de la ley, hundiendo a los latinoamericanos en la desesperanza.
___* Corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.
© http://www.aipenet.com/
Los presidentes neosocialistas olvidan su juramento de cumplir y hacer cumplir leyes sobre la inviolabilidad de la propiedad privada. Olvidan que la razón primigenia del gobierno es la protección de los derechos de las personas y sus bienes, que deben defender y fortalecer el estado de derecho y que la ley les da el monopolio del uso de la fuerza solo para proteger el orden y la paz pública. No en balde los países neosocialistas tienen los más bajos índices de libertad económica y los peores ambientes de negocio del mundo. Están entre los países de menor productividad y de mayor corrupción. Tienen la peor calificación en la protección de los derechos de propiedad y el más extenso mercado negro que abarca más del 50% de la economía. Y para empeorar una situación trágica, el desquiciado discurso populista de sus gobiernos siembra la inseguridad jurídica, la inestabilidad y la incertidumbre, desincentiva la inversión externa e interna, frena el crecimiento y destruye fuentes de trabajo.
Pero lo más sorprendente de los neosocialistas es su desprecio total por la propiedad privada. No se han enterado de los descubrimientos del último cuarto de siglo sobre la importancia fundamental del respeto a los derechos de propiedad para el progreso de los pueblos. El Premio Nobel de Economía 1991, Ronald Coase, revela que los países que no tienen derechos de propiedad seguros y bien claros frenan la producción y el comercio y se hunden en la pobreza. No se han enterado que la instauración de mínimos derechos propiedad privada acabó las hambrunas en Rusia y China. Y no ven que mientras sigan postergando las reformas de mercado la miseria seguirá avanzando.
El retorno de la reforma agraria populista en lugar de reducir la indigencia campesina provoca la invasión y expropiación arbitraria de tierras, proceso que castiga más a los pobres que a los propietarios, debido a que fomenta la violencia, posterga las inversiones, paraliza la economía y aumenta el desempleo, la informalidad y el crimen. La solución a la pobreza para los neosocialistas no es incrementar la producción, la productividad y los salarios, sino recaudar más impuestos de los “ricos” y conseguir ayuda externa para repartirlo como subsidios a los sectores sociales que apoyan su gobierno. Saben que solo podrán mantenerse en el poder mediante la creación de una extensa clientela política que depende de los subsidios estatales, como lo inauguró Lula con su programa de “hambre cero”.
Los neosocialistas han aprendido que lo esencial para conservar el poder es la vieja fórmula romana del “pan y circo”, en lugar de la aplicación de reformas de mercado que impulsen el crecimiento económico. Los votos cautivos que los gobernantes acaparan con prebendas y corrupción pervierten la democracia y el imperio de la ley, hundiendo a los latinoamericanos en la desesperanza.
___* Corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.
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