mayo 12, 2007

El socialismo del siglo XXI en Venezuela


Por Martín Krause

Martin Krause es Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Rector y Profesor Titular de Economía Institucional y Economía Empresarial y de Políticas Públicas Contemporáneas en ESEADE. También es Profesor Titular visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.
Ha recibido varios premios y becas entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship en 1993 y el Freedom Project de la John Templeton Foundation en 1999 y 2000.

Las pintorescas y extravagantes exposiciones del comandante Hugo Chávez son un capítulo más en la historia del caudillismo populista latinoamericano. Incluso, sus referencias al socialismo son bien vistas por colegas porque ¿cuántos de los políticos regionales no son en el fondo socialistas? Inclusive, los que no se autoproclaman socialistas promueven la redistribución de ingresos, en algunos casos hacia sí mismos. Pero, ¿cuál es el modelo que Chávez quiere imponer y en qué se diferencia del socialismo del siglo XX? Una manera de saberlo es leyendo a su Director de Relaciones Presidenciales Nacionales de la Presidencia, Haiman El Troudi, sobre El Nuevo Modelo Productivo Socialista, disponible en Internet. Allí se describe a la situación actual como de transición hacia el nuevo socialismo: “El avance del poder popular será el avance del socialismo en su lucha contra el capitalismo. Lo contrario es mera administración del capitalismo”.
Su modelo productivo socialista del siglo XXI incluye tanta o más planificación que el socialismo tradicional y no se da por enterado que Ludwig von Mises y F. A. Hayek comprobaron hace ocho décadas la imposibilidad de la planificación socialista porque elimina el sistema que transmite la información dispersa entre millones de participantes en el mercado y coordina sus acciones. Lo fascinante del sistema capitalista es, precisamente, que nadie “planifica” más allá de sus propias acciones y éstas terminan siendo coordinadas con las de los demás, a través del mecanismo de los precios. Los socialistas no captaron esto y sus sistemas fracasaron.
El nuevo modelo, otra vez, se impone la misma tarea, aunque declama que la planificación va a ser “participativa”, que van a planificar de “abajo hacia arriba”. Dice el funcionario: “En cuanto a la información contable sobre producción es poca la información disponible. ¿Cuánto se produce por rubros?, ¿quién, de qué manera y dónde se produce?, ¿cuánto se consume?, ¿cuáles son los hábitos de consumo del venezolano promedio?, ¿qué se producía y se ha dejado de producir, por qué?, ¿cómo y quienes distribuyen y comercializan las mercancías?, ¿cuánto cuesta producir cada rubro?, ¿qué estamos en capacidad de producir?, ¿qué importamos, desde cuando, quiénes lo consumen?, ¿cuáles son las necesidades sociales reales de la población venezolana?, etcétera, etcétera. Venezuela no podrá lograr su soberanía productiva si no ordena su contabilidad nacional, si no cuenta con un sistema de información veraz y actualizado que le permita al Estado planificar, gestionar y controlar su producción. Sin contabilidad nacional, no puede existir planificación nacional”.
Esto se parece mucho a la planificación soviética que fracasó. Y veamos la información que el gobierno venezolano pretende acumular, para empezar: “El inventario territorializado de recursos y potencialidades locales; con qué comunidades organizadas se cuenta; qué mano de obra calificada se encuentra ociosa, dónde está y qué sabe hacer, qué infraestructura existe y está disponible en las comunidades (abastos, talleres, panificadoras…); El inventario de empresarios privados dispuestos a integrarse a un plan nacional de soberanía productiva; el listado de aquellos empresarios que han recibido apoyo estatal; el listado de las empresas que son susceptibles de reorientar sus renglones de producción (en aras de satisfacción de necesidades); el listado de empresas por recuperar; el listado de las empresas que pueden capacitar para el trabajo en una porción del tiempo destinado a la actividad productiva. El diagnóstico real de la situación productiva de las empresas estatales disponibles, silos, parques industriales, NUDES, etcétera. Un modelo de análisis, implementación y evaluación que pueda sustituir la información que otorga el mercado respecto de las necesidades y capacidades productivas, de manera que la planificación no se convierta en un manantial de ineficiencias y errores.”
Se puede realizar un “censo” de la mano de obra calificada ociosa y detectar lo que puede hacer; las reelecciones sucesivas de Chávez darían tiempo para terminarlo, pero lo que es un disparate inimaginable es suponer que alguien va a poder elaborar un “modelo” con todas las relaciones que operan en el mercado.
Quien lo dude, haga esta prueba: entre a una ferretería y trate de armar un modelo partiendo de todos los clavos, tornillos y demás artículos a la venta; investigue hacia atrás su producción y, hacia delante, el uso que le darán a cada artículo. ¿Cuántos clavos harán falta para colgar cuadros, cuántos para armar cajones de frutas y sucesivamente todos los demás usos dados a los clavos?
En el mercado, cada uno --siguiendo su interés personal-- es guiado por una “mano invisible” a coordinar su accionar con el resto de la gente. En el socialismo chavista, la mano estará claramente a la vista. Esto dicen respecto a los empresarios en la “transición”: “Hasta la fecha se ha beneficiado con el uso de incentivos públicos a propios y extraños, sin que haya mediado criterio alguno de selección. Empresas visiblemente opuestas no sólo al gobierno, sino al sistema de transformaciones nacionales, han resultado favorecidas directa o indirectamente por exoneraciones arancelarias, créditos blandos, exoneración de impuestos, compra de sus bienes o contratación de sus servicios por parte del Estado, suministro de divisas al tipo de cambio oficial, financiamiento de maquinaria, equipos y materias primas, etcétera. Tal arsenal de incentivos deben ser empleados para ordenar la participación del sector privado. Aquellos empresarios dispuestos a asumir la agenda socialista deberán de cumplir con una serie de compromisos para acceder a los estímulos estatales. Quienes se nieguen, quedarán relegados a su actividad mercantil y recibirán del Estado un trato conforme a la legalidad vigente”.
Y como la “legalidad vigente” es todo aquello dispuesto por el gobierno, el trato que recibirán será tan poco afable y cordial como Chávez quiera. Todo esto acompañado de un gran programa de desarrollo de la “conciencia revolucionaria” que incluye escuelas de formación de cuadros de la revolución, “brigadas de corresponsabilidad ciudadana”, grupos de autodefensa popular y otros que no serán afables ni cordiales con quienes no muestren conciencia revolucionaria.
En fin, el gran debate sobre el cálculo económico en el socialismo se llevó a cabo hace 80 años. Pese a los sólidos argumentos de Mises y Hayek, tuvimos que esperar otros 60 años para que la realidad se hiciera evidente. Este socialismo del siglo XXI, al igual que su antecesor, no es nada creativo y su destino será el mismo.

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