mayo 20, 2007

Un presidente en el túnel del tiempo


Mariano Grondona



El sábado 12 de este mes Alicia Kirchner fue brutalmente acosada por una multitud enardecida, huevos y harina mediante, al salir de un restaurante de Río Gallegos. Tres días más tarde, el martes 15, otra multitud enardecida saqueó e incendió el hall central de Plaza Constitución. Esa misma jornada, sin referirse a los gravísimos incidentes que conmovían al país, el presidente Kirchner encabezó en Resistencia un homenaje a los militantes políticos asesinados en Margarita Belén en el curso de los años setenta, exigiendo una vez más la aceleración de los juicios a los militares. Eran dos mundos en contraste. Uno, la crispación social de los años dos mil. Otro, la tragedia ideológica de los años setenta.
En Resistencia, el Presidente, ¿ignoró entonces por completo el presente que estamos viviendo? No del todo, ya que se refirió a las elecciones presidenciales del próximo 28 de octubre. Pero lo hizo con estas palabras: "Sueño con un 28 de octubre que, cuando se abran las urnas, estén llenas de buena memoria ".
La concentración presidencial en los conflictos del pasado, la prioridad que otorga a la memoria por delante del cuidado del presente y del diseño del futuro podrían explicarse en un país que viviera en paz, seguro de su destino, y al que sólo le quedara repasar con lánguida nostalgia su propia historia. Pero ¿corresponde acaso a un país que está viviendo días de furia en diversos puntos de su geografía, con "escraches" y saqueos que amenazan revivir el clima de lo que el propio Kirchner ha llamado el "infierno" de 2001?
Estamos en presencia, por lo visto, de una suerte de "dislocación temporal". El presente nos aprieta. El futuro de mediano y largo plazo brilla por su ausencia. Para el Presidente, sin embargo, el factor decisivo parecería ser la memoria, una memoria que se aleja cada día más de nosotros y que la mitad joven de los argentinos ni siquiera vivió. Al ciudadano a quien lo preocupa sobremanera la furia del presente y el velo del futuro, le queda entonces la sensación de que su presidente vive atrapado en el túnel del tiempo .
Refutaciones
Quienes continúan apostando a Kirchner desechan por excesivos estos temores. Destacan, por lo pronto, la ágil cintura del Presidente. Al día siguiente del "martes negro" de Constitución, ¿no echó acaso en forma fulminante a dos altos funcionarios implicados en el escándalo de Skanska, aun antes de que la Justicia se pronunciara? Los creyentes en Kirchner elogian su "cintura" en este caso por dos razones. Primero, porque en cuestión de minutos intentó evitar que el escándalo de Skanska llegara aún más arriba, por ejemplo, hasta el poderoso ministro De Vido, indicándoles de paso a éste y a los más íntimos colaboradores presidenciales que, si las circunstancias lo exigieran, tampoco vacilaría en soltarles la mano. Segundo, porque también desvió la atención pública en torno de los "días de furia", colocando en los titulares, en su reemplazo, a los sospechosos de Skanska.
La concentración del Presidente en la memoria de la tragedia que ocurrió hace treinta años, agregan sus exegetas, no ha de ser considerada por otro lado tan profunda como para que nunca decida atenuarla desde el momento en que el propio Kirchner, quien nunca fue un activista destacado en los años setenta, parece haber adoptado frente a ellos una postura distinta de la de los auténticos Montoneros, una postura que, por ser táctica y no visceral, podría corregirse en un instante si la marcha de los acontecimientos lo aconsejara. ¿Podría llegar entonces el día en que viéramos desilusionarse con Kirchner a las Madres de Plaza de Mayo?
La propia ministra Garré, el símbolo mismo del odio a todo lo militar, ¿no acaba de reforzar levemente acaso los fondos destinados, si no a curar, a dar al menos una señal distinta de las anteriores frente a la anemia material (no espiritual: la epopeya del capitán Tarapow lo prueba) de nuestras Fuerzas Armadas?
Para medir el arco táctico del Presidente, bastaría en todo caso con contemplar el video que acaba de producir el periodista López Macías, donde pueden apreciarse, entre otros pasajes igualmente llamativos, los encendidos elogios del entonces gobernador Kirchner al presidente Menem.
Es verdad, aceptan sus intérpretes favorables, que en Kirchner todo es táctico y nada es estratégico. Su horizonte operacional se detiene en el 28 de octubre y su meta excluyente es ganar las elecciones presidenciales de aquí a pocos meses, pero nadie puede negarle al mismo tiempo su talento en la tarea de apagar incendios. ¿Por qué no pensar entonces que mantendrá esta capacidad en el futuro, desarticulando los peligros que lo acechen?
Se dirá que este rasgo absolutamente pragmático de su carácter lo muestra como un operador desaprensivo, carente de grandes principios y de grandes metas, pero es indudable que también le otorga una extraordinaria elasticidad de acción en dirección de lo único que en verdad le importa: retener el poder.
Desde la Nación
Lo que es mejor para Kirchner, empero, ¿será siempre mejor para la Nación? Cuando Ortega y Gasset definió la nación como "un proyecto sugestivo de vida en común", no se limitó a los proyectos personales de los poderosos. Hay que aceptar que a veces la continuidad de un hombre en el poder puede satisfacer las condiciones de estabilidad que necesitan las naciones. Nadie querría en tal sentido que el eventual agotamiento de las intenciones personales del Presidente nos retrotrajera a una situación similar a la anarquía que encarnó De la Rúa. Si Kirchner ha de "aterrizar" en el llano en el futuro, todos querríamos que ese aterrizaje no fuera forzoso sino suave .
Pero, si lo que queremos como "proyecto sugestivo de vida en común" es, por lo pronto, una república democrática y no una dictadura de origen pero no de espíritu democrático, quizás el primer menester de los dirigentes políticos no kirchneristas sea encontrar la manera de instalar la perspectiva de un aterrizaje suave dentro del futuro previsible, si no en 2007, al menos en 2011.
Para aquellos que se decidan a no pensar en la Argentina de los próximos meses sino en la de las próximas décadas, la tarea imperiosa será por ello imaginar y concretar el ordenado paso de la democracia autoritaria que aún somos a una república democrática, con la actuación a la vez conjunta y alternativa de diversas fuerzas políticas, entre ellas, el peronismo, igualmente empeñadas en llevar a nuestra Nación del subdesarrollo y la pobreza que aún la acosan al pleno desarrollo que la espera.
En esta dirección, no alcanza por cierto la ilimitada ambición personal de un hombre. Si queremos ser España de aquí a veinte años, tendremos que hacer lo que hizo España hace treinta: primero, labrar un pacto de desarrollo institucional, económico y social en el que coincida una inmensa mayoría; segundo, asegurar la marcha por ese camino a través de dos grandes partidos en condiciones de acordar, competir y rotar entre ellos. Aquí podría anidar un "proyecto sugestivo de vida en común", que fatalmente trascendería la estrecha visión de quienes hoy nos gobiernan. Un proyecto cuya ausencia quizás explica, más aún que los exabruptos de nuestro Presidente, la crispación actual de los argentinos.

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