Gary S. Becker recibió el Premio Nobel de Economía en 1992. Es profesor de economía y sociología de la Universidad de Chicago, donde recibió su doctorado. Es académido de Hoover Institution y fue presidente de Mont Pèlerin Society. Entre sus libros: "A Treatise on the Family", "Human Capital" y "The Economics of Life" que escribió con su esposa Guity Nashat Becker y que fue publicado en español como "Economía cotidiana" (Planeta, 2002) e incluye muchas de sus columnas distribuidas por AIPE.
El congreso chino promulgó en marzo la legalización de la propiedad privada, dándole el mismo estatus que la propiedad estatal. Como principio, esta es una medida revolucionaria, ya que la abolición de la propiedad privada siempre ha sido un principio fundamental del socialismo. Pero en realidad, China dejó hace tiempo de ser un país socialista, con un rápido crecimiento del sector privado que ya produce alrededor de dos terceras partes del producto interno bruto (PIB).En 1989 visité a Polonia, durante la transición del socialismo estatal a la empresa privada y la propiedad privada. Durante una reunión con el jefe de ideología del Partido Comunista Polaco, le pregunté si la propiedad privada era consistente con el comunismo y el socialismo. Me contestó que todavía se estaba debatiendo ese punto. Los comunistas perdieron el poder poco más tarde, antes de que sus ideólogos pudieran contestar a esa pregunta. Por el contrario, China ha dado su respuesta.
Queda claro que legalizar la propiedad privada es un salto distanciándose del comunismo. Una ley legalizando la propiedad privada había sido pospuesta debido a la oposición de quienes consideran que la propiedad privada es inconsistente con el socialismo. Esa oposición fue ahora aplastada y 3.000 delegados al Congreso aprobaron la ley, mientras que muy pocos votaron en contra. Esto, sumado a la admisión de empresarios como miembros del partido, significa el reconocimiento oficial del capitalismo.
Me concentraré aquí en las probables consecuencias en el desarrollo económico de China. Ese país ha tenido un extraordinario crecimiento en los últimos 30 años, alcanzando un aumento promedio de 7% anual. Podemos entonces deducir que la protección de los derechos de propiedad no es esencial para lograr el desarrollo desde muy bajos niveles de ingresos y que China, en realidad, protegía suficiente a su sector privado para que creciera desde prácticamente cero hasta convertirse en el sector predominante.
A pesar de la limitada protección oficial, las viviendas, las tierras, los negocios y las acciones se compran y se venden privadamente. Grandes incentivos fomentan la creación de nuevas empresas, inversiones agrícolas y el aumento de la productividad. Cálculos recientes indican que la eficiencia de la economía china ha mejorado 4% al año desde 1993, mientras que el aumento del capital invertido por cada empleado contribuyó igualmente al aumento de la productividad de 8,5% al año. Estos son logros sin precedentes, especialmente si los comparamos con el período de 15 años anteriores a 1993.
Yo mitigaría ese impresionante logro de tres maneras. La inversión a largo plazo en el campo ha sido desalentada por la inseguridad de los campesinos sobre la posesión de las tierras. Ha habido frecuentes manifestaciones violentas en protesta de expropiaciones por parte de gobiernos locales, sin adecuada compensación. Ni siquiera la nueva ley dará derechos totales sobre la propiedad. Quienes viven en las ciudades también temen por la propiedad de sus viviendas que a veces son expropiadas por autoridades municipales que requieren los terrenos para otros usos. La nueva ley menciona una compensación, pero no cuál debe ser.
Pienso que el mayor respeto a la propiedad es indispensable para que China siga creciendo y pueda convertirse en una nación de altos ingresos. Las naciones avanzadas que China quiere imitar protegen las patentes, franquicias, programas de computación, complicados contratos de arrendamiento y demás formas de propiedad tangible e intangible. Tal respeto es esencial para fomentar ese tipo de inversiones que es más importante a medida que la economía avanza.
Total protección de los derechos de propiedad requieren un sistema judicial independiente y eficiente. Las naciones anglosajonas han sido los mejores protectores de los derechos de propiedad. En China no hay independencia judicial y por ello no hay garantía del cumplimento de contratos. Los tribunales son parte del gobierno central y los jueces ni siquiera alegan tener autonomía. Los tribunales chinos son arbitrarios.
Si es apropiadamente instrumentada, la legitimación de la propiedad privada en China tiene importantes implicaciones en la futura dirección de la economía. Que tales implicaciones significan una evolución y no una revolución es indicativo de lo mucho que China se ha alejado de su pasado socialista.
Queda claro que legalizar la propiedad privada es un salto distanciándose del comunismo. Una ley legalizando la propiedad privada había sido pospuesta debido a la oposición de quienes consideran que la propiedad privada es inconsistente con el socialismo. Esa oposición fue ahora aplastada y 3.000 delegados al Congreso aprobaron la ley, mientras que muy pocos votaron en contra. Esto, sumado a la admisión de empresarios como miembros del partido, significa el reconocimiento oficial del capitalismo.
Me concentraré aquí en las probables consecuencias en el desarrollo económico de China. Ese país ha tenido un extraordinario crecimiento en los últimos 30 años, alcanzando un aumento promedio de 7% anual. Podemos entonces deducir que la protección de los derechos de propiedad no es esencial para lograr el desarrollo desde muy bajos niveles de ingresos y que China, en realidad, protegía suficiente a su sector privado para que creciera desde prácticamente cero hasta convertirse en el sector predominante.
A pesar de la limitada protección oficial, las viviendas, las tierras, los negocios y las acciones se compran y se venden privadamente. Grandes incentivos fomentan la creación de nuevas empresas, inversiones agrícolas y el aumento de la productividad. Cálculos recientes indican que la eficiencia de la economía china ha mejorado 4% al año desde 1993, mientras que el aumento del capital invertido por cada empleado contribuyó igualmente al aumento de la productividad de 8,5% al año. Estos son logros sin precedentes, especialmente si los comparamos con el período de 15 años anteriores a 1993.
Yo mitigaría ese impresionante logro de tres maneras. La inversión a largo plazo en el campo ha sido desalentada por la inseguridad de los campesinos sobre la posesión de las tierras. Ha habido frecuentes manifestaciones violentas en protesta de expropiaciones por parte de gobiernos locales, sin adecuada compensación. Ni siquiera la nueva ley dará derechos totales sobre la propiedad. Quienes viven en las ciudades también temen por la propiedad de sus viviendas que a veces son expropiadas por autoridades municipales que requieren los terrenos para otros usos. La nueva ley menciona una compensación, pero no cuál debe ser.
Pienso que el mayor respeto a la propiedad es indispensable para que China siga creciendo y pueda convertirse en una nación de altos ingresos. Las naciones avanzadas que China quiere imitar protegen las patentes, franquicias, programas de computación, complicados contratos de arrendamiento y demás formas de propiedad tangible e intangible. Tal respeto es esencial para fomentar ese tipo de inversiones que es más importante a medida que la economía avanza.
Total protección de los derechos de propiedad requieren un sistema judicial independiente y eficiente. Las naciones anglosajonas han sido los mejores protectores de los derechos de propiedad. En China no hay independencia judicial y por ello no hay garantía del cumplimento de contratos. Los tribunales son parte del gobierno central y los jueces ni siquiera alegan tener autonomía. Los tribunales chinos son arbitrarios.
Si es apropiadamente instrumentada, la legitimación de la propiedad privada en China tiene importantes implicaciones en la futura dirección de la economía. Que tales implicaciones significan una evolución y no una revolución es indicativo de lo mucho que China se ha alejado de su pasado socialista.
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