Carlos Hidalgo es Coordinador para Proyectos de América Latina del Cato Institute.
El liberalismo es el responsable de los mayores avances experimentados por la humanidad en los campos político, social y económico. Y aún así, a lo largo y ancho del planeta, el pensamiento liberal es víctima del asalto constante de académicos, políticos y activistas que le achacan los principales males contemporáneos, desde la pobreza extrema hasta la degradación ambiental.
Muchas de estas críticas se derivan de la ignorancia, otras son malintencionadas. Lo cierto es que los liberales nos encontramos en un estado defensivo permanente. De ahí que la publicación de Liberalismo: Una aproximación de David Boaz, vicepresidente ejecutivo del Cato Institute, sirve de un importante insumo intelectual en la batalla de ideas.
El pensamiento liberal es bastante sencillo. Como explica Boaz, “El liberalismo sostiene que cada individuo tiene derecho a vivir su vida como desee, siempre y cuando respete los derechos iguales de los demás. Los liberales defendemos el derecho de cada individuo a la vida, la libertad y la propiedad, derechos que el ser humano posee de forma natural, antes que se crearan los gobiernos. Según la visión liberal, todas las relaciones entre seres humanos deben ser voluntarias, La ley debe prohibir solamente las acciones que implican el uso de la violencia contra aquellos que no la han ejercido. En otras palabras, la ley debe circunscribirse a reprimir asesinatos, robos, secuestros y fraudes”.
Si analizamos bien, los preceptos liberales se encuentran dentro de las primeras enseñanzas que los padres dan a sus hijos: “no le pegues a otros niños, no robes, y no mientas”. Sin embargo, por alguna razón, cuando crecemos empezamos a hacer excepciones a estas reglas. La mayor de ellas es el Estado. Boaz indica que lo que nos caracteriza como liberales es la coherencia con que aplicamos estos principios, tanto a gobiernos como a individuos. El Estado fue creado para proteger los derechos a la vida, la libertad y la propiedad que poseen las personas. Sin embargo, como escribiera Frédéric Bastiat hace más de 150 años, esta ley ha sido pervertida y a lo largo de los siglos el Estado se ha convertido en el principal violador de los derechos individuales. De tal forma, el pensamiento liberal se ha vuelto sinónimo de lucha contra el avance del poder estatal en áreas que van más allá de sus funciones legítimas.
Para el lector liberal, Liberalismo tiene mucho qué ofrecer. En particular, el capítulo 2 del libro hace una reseña detallada de la evolución del pensamiento liberal, partiendo de los escritos de Lao Tse en el siglo VI antes de Cristo, y culminando con el movimiento liberal contemporáneo, el cual experimenta un resurgimiento luego de la Segunda Guerra Mundial con las publicaciones de luminarias como Ludwig von Mises, F. A. Hayek, Ayn Rand, Milton Friedman, entre muchos otros.
El libro es bastante polémico, incluso para un lector liberal. Luego de hacer un análisis filosófico exhaustivo de la teoría de derechos naturales, Boaz analiza los alcances de ésta en una serie de debates de políticas públicas contemporáneos, tanto en el campo económico como social.
Refiriéndose a muchos de los problemas que enfrentan nuestras sociedades en la actualidad, Boaz aplica la máxima liberal de que “el gobierno no puede resolver estos problemas. Y muchas veces es precisamente el que los causa”. De esta forma ofrece un recetario de políticas públicas liberales en materia de salud, educación, pensiones, combate al crimen, asistencia social, entre otros.
Si bien el libro fue originalmente escrito para el público estadounidense, muchos de los temas que se tratan en él también tienen relevancia dentro del debate político latinoamericano. No obstante, el lector de la región encontrará en la discusión filosófica las páginas más interesantes.
Este volúmen no es una respuesta a todas las preguntas que enfrentamos los liberales a diario, ni pretende serlo. Como lo dice el título, es una aproximación de lo que consiste el ideario liberal, y los principios sobre los cuales se sustenta. Para aquel que quiera profundizar en alguna de las áreas cubiertas por Boaz, el libro ofrece al final una amplia recomendación bibliográfica.
En América Latina, a pesar del surgimiento del populismo y el socialismo del siglo XXI en países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, las ideas liberales siguen teniendo gran relevancia en cualquier discusión política. Los liberales en la región cargamos con la cruz de que las reformas económicas llevadas a cabo en los noventa no fueron en su mayoría puestas en práctica por liberales. Por lo tanto se le achaca al liberalismo problemas sobre los cuales no tiene responsabilidad alguna. Aún así, aquellos países como Chile y El Salvador que implementaron reformas liberales de manera más consistente son los que destacan por sus avances en lo económico y social.
Boaz culmina su libro con una nota positiva: “El liberalismo es mucho más que una plataforma para construir una utopía. Es la plataforma indispensable para construir el futuro”. Cuando miramos alrededor nuestro en América Latina ciertamente vemos la necesidad de más liberalismo, más mercado, más derechos de propiedad, más Estado de Derecho, más libertad de escogencia, más tolerancia, más sociedad civil. La tarea no es sencilla.
Sin embargo sabemos que el juicio de la historia falla a nuestro favor. Las ideas liberales han probado generar riqueza, bienestar y paz donde quiera que han sido intentadas. Nuestra responsabilidad es hacerlas una realidad en toda América Latina.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Perpectivas (Colombia) en la edición de noviembre de 2007.
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